Capitulo 3. El Hombre milagroso (Tercera Parte)

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Después de esa muy mala noche, donde la misma pesadilla se repitió una y otra vez, Samantha se levantó de la cama, completamente desvelada, y como pudo llegó al comedor, sentía sus pies pesados y estaba ligeramente mareada. Caminó apoyándose en las paredes.

Al llegar a la cocina, el olor de su desayuno favorito le produjo un poco de nauseas. Elia había servido en la mesa unas ricas panquecas con queso y un jugo de naranja helado. Se sentó con pesadez en la silla e intentó acercarse a la comida, pero su cansancio y debilidad podían más que su hambre. Cuando Thaly entró a la cocina seguida de Elia, miró su cara verdosa y su frente perlada con pequeñas gotas de sudor.

Inmediatamente se acercó y tocó la frente de Samantha. Estaba tan caliente que no hacía falta un termómetro para asegurar que tenía fiebre.

—Hoy no iras al colegio. No puedes ir enferma—sentenció Thaly con voz dulce pero fuerte

—Deberá ir Thaly, y si no mejora que la maestra la regrese a casa— sugirió Elia, mientras también verificaba la temperatura de Samantha.

—No, no irá. Tiene mucha fiebre y dolor en el cuello.

Samantha que parecía estar en un limbo entre el desayuno y el cansancio, oyó las voces de su abuela y su mamá lejanas, sin embargo y a pesar de su malestar se preguntó cómo sabía del dolor del cuello. Fue un pensamiento fugaz, que descartó inmediatamente cuando un escalofrío recorrió toda su espalda.

—Me siento mal —se quejó Samantha, y esa afirmación zanjó la discusión entre Elia y Thaly, quienes intercambiaron una mirada de preocupación.

Pero fue Enrique quien al entrar en la cocina, sin preguntar nada, cargó a Samantha y la llevó hasta su cuarto, donde la acostó con mucho cuidado. Dejó abierta la puerta del jardín y el aire fresco cargado con el aroma de las flores refrescaba la cara sudorosa de Samantha.

Enrique conocía muy bien a su nieta. Sabía cuando era suficiente helado, cuando estaba aburrida, cuando necesitaba tranquilidad, y sabía que ahora que estaba enferma acostarse con la brisa fresca en su rostro le haría bien.

El día transcurrió con Enrique vigilando de cerca a Samantha. Cada poco tiempo le tomaba la temperatura con cuidado de no despertarla. Sin embargo, a pesar de todos los cuidados, en la noche Samantha deliraba por la alta temperatura.

Escuchó entre cada Titiriteo cuando un amigo —¿del abuelo? — Preguntó por ella. Luego escuchó cuando su abuelo le decía a su mamá "es normal, quédate tranquila, así es como funciona". Samantha nunca sabría que era lo que se había dañado, pero entre su delirio su abuelo dijo que lo arreglaría. Más avanzado su delirio a un punto de no saber si estaba despierta o dormida, escuchó una pelea entre sus abuelos y su mamá, solo palabras sueltas le llegaron, pero ninguna permaneció lo suficiente como para que las pudiese recordar después.

Llegó la mañana siguiente y Samantha seguía en la cama de sus abuelos. Se sentía mucho mejor y tenía el cabello empapado del sudor de la noche anterior. No sabía dónde había dormido su abuela, aunque estaba casi segura de que su abuelo había permanecido en vigilia toda la noche. Casi se lo podía imaginar sentado en la butaca del cuarto, con algún libro en las manos, pendiente de ella toda la madrugada. Se levantó para ir al baño y cuando salió se consiguió con su abuela preparando el desayuno.

Poco después entró Thaly en la cocina y lo primero que hizo fue verificar la temperatura de Samantha. Se tranquilizó al comprobar que sus niveles eran normales, porque soltó todo el aire que tenía, la abrazó y besó en la cabeza. Ya era sábado, y no había clases, pero Samantha se encontraba aun cansada. Intento avanzar en algunas de sus tareas del instituto pero su familia se lo prohibió. No había caso que discutir allí, no tenía ni fuerzas para hacerlo.

Después de almorzar una rica sopa preparada por Elia para ayudar a Samantha a su recuperación y mientras aun saboreaban un rico pudin de postre, Enrique anunció un poco solemnemente que su compañero de trabajo regresaría en la noche, para la cena. Elia asintió leventemente. Thaly se tensó sobre su asiento, pero nadie dijo nada, ni un solo comentario.

Samantha se limitó a verlos a todos, sin saber que decir. Algunas palabras sueltas que había escuchado durante su fiebre llegaron a ella, pero ninguna frase coherente. Ceñuda se concentró en terminar el pudin.

Poco antes de las siete de la noche sonó el timbre de la casa y Enrique se levantó como si hubiese tenido un resorte debajo del asiento para correr a abrir la puerta, lo cual no fue extraño considerando que tenía más de una hora mirando con regularidad su reloj. Elia apresuró la preparación de la cena; Thaly alisó su ropa y la falda de Samantha, y comenzó a recoger los libros que había sobre la mesa.

Samantha se enderezó en su regazo, estaba segura que ese compañero de trabajo debía ser algún jefe del abuelo, por la forma como todos se tensaban, quizás incluso algún amigo con el que mi abuelo esperaba que Thaly pudiese conseguir trabajo. Escuchó los pasos acercándose lentamente hasta la cocina hasta que por fin vio al misterioso compañero.


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Nota de Autora:

Si llegaste hasta aquí, muchas gracias por darle una oportunidad a esta historia, es la primera que escribí y con la cual me enamoré de la escritura.

Gracias por tu voto y comentario.

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Besos y Abrazos!

Gemas de Poder: Sobrevivir Con PoderesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora