Capítulo 8. Sai y Val North (Segunda Parte)

331 50 22
                                    



Los primeros días de clases pasaron sin mayor novedad, samantha compartía algunas clases con Sai y otras con Val, la única clase donde no compartía con los hermanos era Historia Energética, sin embargo, la compartía con el grupito de los cuatro. Fue en esa clase donde empezaron sus problemas.

La profesora, al pasar asistencia, se ocupó del debido saludo a Samantha y de enviar los respectivos cariños a sus abuelos; esto de inmediato la puso en la mira de los cuatro. El más alto se llamaba Markus, apenas la profesora dijo su nombre gruñó algo que sonó como «aquí», los otros se llamaban Carl, Vince y Cloid.

Tampoco ayudó que la profesora no hiciera alguna pregunta a Samantha en la clase, omitiéndola a propósito, pero lo que terminó de hundirla fue que al terminar la clase la profesora le diera una palmadita en los hombros y le dijese que leyera el capítulo cinco para la próxima clase.

Historia Energética era la última clase de ese día así que salió apurada del salón. Tenía la esperanza de que, si terminaba pronto este día, los matones se olvidarían del asunto pero cuando ya estaba cercana a la puerta Cloid y Carl le cerraron el paso y frente a ellos se situó Markus.

—Así que eres la favorita de los profesores ¿no? —le habló bajo y amenazante.

—No soy la favorita —respondió ella intentando avanzar.

—Escuché que era una Tardía Markus –agregó Cloid entre risas y estrechando mas la salida.

—Sí, de una semana apenas, toda una EGG —Markus escupió cada palabra y se puso muy cerca frente a Samantha.

—Y yo escuché que has repetido esta materia, tres veces ya ¿o no? —desafió Samantha sin retroceder un paso. La cara del muchacho palideció y un semblante amenazador le cambió la cara

—Sam ¿estás lista? —llamó Sai desde la puerta.

Cloid y Carl abrieron el paso a Sai y Val que entraron en el salón con paso firme. Sai tomó a Samantha de la mano y la sacaron de allí.

—Nos vemos mañana EGG —se despidió Markus, con las risas de los otros de fondo.

Samantha temblaba de impotencia. En el pasado pudo haberle contestado de mil formas a Markus pero sabía que podía ser muy venenosa con sus palabras y debía mantenerse bajo perfil. No podía hacer que Markus se enojara más o que la hiciera perder sus estribos porque se correría el riesgo de revelar el tamaño de su energía.

Intentó calmarse mientras caminaba y cuando llegaron al Campus Sai soltó su mano.

—¿Estás bien?, y antes de que respondas, se que no lo estás—preguntó Val viendo a su nueva amiga temblando

—Estoy molesta... ¡estos Bullkens son unos idiotas! —arrojó Samantha haciendo inspiraciones profundas para calmarse.

—¿Qué diablos es un Bullken? —preguntó Sai arqueando una ceja.

Samantha se distrajo por un instante con ese gesto que le pareció atractivo, porque Sai, con su cabello un poco largo y enmarañado, era atractivo y justo en ese momento ella lo notaba.

Bullken es como se le dicen a los tipos fornidos con mente pequeña... es una mezcla entre un cuerpo de toro «Bull» y un cerebro de pollo «chiken»... —explicó Samantha.

Sai y Val rieron con fuerza dándole lo que necesitaba Samantha, relajación.

—No te preocupes, de ahora en adelante, te buscaremos en el salón ¿ok? —dijo Sai.

—No quiero ponerlos a ustedes también en la mira de esos idiotas. No tienen porque hacerlo –respondió Samantha apenada aunque sintió alivio al imaginarse a sus amigos con ella.

—Ah no, entendiste mal —intervino Val— no te estamos preguntando si podemos, te estamos informando que te buscaremos en el salón.

Samantha sonrió.

–Y ahora... ¿cómo se van?... Es decir... ¿dónde viven?... —Samantha tartamudeaba por no tener claro cómo formular la pregunta sin que fuese incómoda.

—Vivimos en el Orfanato por supuesto y un transporte debe pasar por nosotros, pero en una hora y media más –dijo Val con naturalidad.

Quedó claro que los hermanos no sentían ni rabia ni vergüenza por sus orígenes. Samantha se sintió aliviada y confiada de poder hacer las preguntas que quisiera sin que se sintieran mal.

—Bien, esperaré con ustedes —les dijo sacando su teléfono para enviar un mensaje a su mamá: la nueva encargada de buscarla en la Universidad. Enrique estaba retomando el trabajo en las oficinas Judiciales de La Asamblea y ya no podía ir por ella.

Se tumbaron en el césped del campus y conversaron por varios minutos hasta que solo quedaron unos rezagados. Unos estudiantes cumpliendo algún castigo, otros aprovechando de estudiar y un muchacho leyendo un libro con los audífonos puestos.

El chico llevaba puesta una sudadera amplia y gris con capucha encima. Solo se le podía ver un mechón de su cabello negro colgando sobre su frente. La mirada curiosa de Samantha hizo hablar a Val, y ésta le contó lo que sabía.

—Su nombre es Ythan, está en primer año y no se la pasaba con nadie. Habla poco y es bastante misterioso. Es siempre el primero en llegar y el ultimo en irse.

***

El autobús que pasaba buscando a Val y Sai era un transporte que La Asamblea contrataba para todos los chicos que lo necesitaran. La primera vez que los chicos se habían subido lo hicieron felices porque por fin tenían una esperanza de salir de ese inmundo y tétrico orfanato. Hoy en día, esa felicidad se mantenía, porque mantenían vivo el sueño y la ilusión de que saldrían más temprano que tarde.

En cuanto llegaron al orfanato, sus sonrisas se borraron. Vivir en ese espantoso recinto no era fácil, y los chicos que lucían muy "contentos" de estar allí eran acosados por los mayores, aquellos cuyas esperanzas de ser adoptados habían sido pisadas innumerable veces, hasta volverlos resentidos a cualquier rayo de alegría que pudieran percibir. Eso pudo haberle pasado a los hermanos si no hubiese sido porque desarrollaron sus poderes y Roberta, una de las trabajadoras del orfanato, se comunicó con La Asamblea. La noticia sobre que eran energéticos, fue la mejor que habían recibido nunca.

—Hoy me toca limpiar la cocina—dijo Sai con pesar en cuanto entraron a su diminuta habitación

—A mí el salón común—respondió Val lanzándose en la pequeña cama mientras tapaba sus ojos con el brazo— y hoy los mayores tienen el control de la programación y ya sabes cómo se ponen conmigo

—Intercambiemos—propuso su hermano—. Te quiero lejos de esos babosos.

—Oh por Dios sí. Hablaré con Roberta para que intercambie nuestros nombres. Tendremos que regalarle algo a Roberta por todas sus molestias.

Eran pasadas las diez de la noche cuando Sai, entró en la habitación agotado. Su hermana lo esperaba sentada en la cama con las piernas cruzadas mientras terminaba de realizar la tarea de ambos.

Sai se tumbó en la cama boca abajo y dio un largo suspiro

—Muy bien. Comienza—le dijo a su hermana para que empezara a explicar las tareas que había hecho por él y ponerlo al día con lo que les tocaba estudiar para el día siguiente. Cuando uno tenía que darse hasta tarde con alguna faena del orfanato, el otro realizaba su tarea y lo ayudaba a estudiar en cuanto llegaba.

Le debían mucho a Roberta, había logrado de alguna forma, que les tocaran las mismas clases a los hermanos, sabía que se necesitarían el uno al otro para poder aprobar. Lo que más deseaba Roberta para ellos, es que fuesen adoptados por una misma familia, pero en todos los años que llevaba allí ninguna familia los había querido a ambos, y los hermanos se habían negado a separarse. Para cuando cumplieron doce años dejaron de llegar solicitud de adopción para alguno de los dos. Por eso, Roberta, se esforzaba en ayudarlos en lo que pudiese, para que se graduaran y tuviesen un mejor futuro cuando ya no fuesen tutelados del gobierno noide.

Gemas de Poder: Sobrevivir Con PoderesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora