Capítulo 4. Un anillo, Una pesadilla (Segunda Parte)

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El día continúo con más comida y era imposible decirle que no a la abuela Elia, ciertamente Enriqueno lo hacía, sobre todo si se trataba de dulces. Este día fue su mamá y no su abuelo quien la llevó al colegio.

—Si quieres puedes invitar a tus compañeros a la casa— ofreció Thaly

—No lo creo mamá, ehm, han mandado mucha tarea recientemente y creo que todos están ocupados— respondió esquiva y con rapidez mientras miraba por la ventana del auto.

—Entiendo— dijo Thaly—. Escucha Sami, sé que han pasado ocho años desde la última vez que hablaste con tu papá, pero estoy segura que el querría felicitarte en tu cumpleaños, quizás deberías llamarle y ...

—No mamá— la interrumpió Samantha—. No tengo nada que decirle este año, como no tuve nada que decirle los años pasados, ni en navidad, ni en su cumpleaños, ni en el día del padre. Y seguramente él tampoco tiene nada que decirme, si fuese así ¿Por qué no llama él?.

— Sami...— su mamá era la única que la llamaba así en todo momento, sus abuelos le decían "mi niña" y raras veces usaban su nombre o diminutivo—,  he querido preguntarte algo— hizo una pausa dudando si sería prudente sacar ese tema y dando un largo suspiro continuó —...he notado que tú te presentaste como Samantha...

— Si, Samantha Adams, no Séllica— dijo Samantha con mucha naturalidad, como si hubiese estado esperado la pregunta desde la primera vez que lo hizo y ya supiera de memoria la respuesta desde entonces.

— ¿Por qué lo haces Sami?— había ternura y preocupación en la voz de Thaly

— Cuando vivíamos con mi papá, poco antes de mudarnos, ya no me sentía bienvenida por él, y en casa de los abuelos, al lado de ellos y de ti, siempre he pertenecido desde que tengo uso de razón. Soy más una Adams que una Séllica, además — agregó encogiéndose de hombros, mientras se giraba para ver a su mamá—,  él no quiere una hija, no veo por qué entonces yo tengo que serlo.

Thaly, al ver como el humor de su hija comenzaba a cambiar y siendo su cumpleaños, optó por dejar el tema. Ya llegaría el momento adecuado se dijo, hoy no podía darle todas las explicaciones que ella necesitaba y merecía, así que no tenía caso seguir ese tema. Cambió bruscamente la conversación.

—Escucha, estaba pensando que los quince años es un número importante y ya que no quisiste ninguna fiesta o como lo llamaste "bodorrio adelantado", ¿qué te parece, si por lo menos brindamos esta noche con una rica champaña? — le dirigió una mirada cómplice antes de volver a mirar el camino.

—Eso suena excelente— concedió Samantha devolviéndole la sonrisa, solo por complacerla a ella, más que por entusiasmo propio.

En la noche, tal como su mamá le adelantó, la casa estaba completamente decorada con globos de colores y una pancarta de cumpleaños. Su mamá y sus abuelos estaban ataviados con los gorros puntiagudos de cumpleaños y a ella le hicieron ponerse una pequeña tiara con plumas rosa, que combinaba con el vestido que su mamá le había dado de regalo. Compraron una botella de champaña que a juzgar por la reverencia que le profesaban, debió costarle a su abuelo poco más de una fortuna. La torta llevaba dos pisos, definitivamente Elia también se había destacado en esta oportunidad.

Después de la cena, el brindis, cantar el cumpleaños, picar la torta y volver a brindar, llegó el momento de los regalos. Sus abuelos le regalaron una colección de libros que sabían que ella tenía tiempo buscando en todas las librerías, y su mamá le regaló un juego de pinturas que incluía carboncillos, colores, pinturas al frío, pinceles y demás. Los abuelos se terminaron la botella y bailaron bastante animados en la cocina, achispados por el alcohol. Incluso Samantha se atrevió a dejar que Enrique le diera un par de vueltas entre risas y aplausos. También bailó el vals con su mamá, ella insistió con los ojos inundados de lágrimas y Samantha no pudo negarse.

La fiesta terminó cuando Enrique dio una vuelta y plantó de lleno la mano en el costado de la torta. Mientras Elia intentaba reparar la situación y Enrique lamía los restos de crema de su mano, su mamá anunció que se iría a acostar.

Justo cuando Thaly salió de la sala su abuelo le hizo una seña para que lo siguiera a la Sala.

—Te tengo otro regalo— murmuró apenado entre sonrisas.

—No tenías por qué hacerlo abuelo— respondió Samantha, el calor se aglomeró en sus mejillas, le encantaban los regalos, pero sus abuelos estaban retirados y sabía que los libros habían costado mucho dinero y aún trataba de calcular el precio de la botella.

—Claro que si mi niña, claro que tenía que hacerlo— y le tendió una pequeña cajita rosada, adornada con un gran lazo verde, todo obra de Enrique definitivamente.

—Gracias— Samantha abrazó a su abuelo tan fuerte como pudo, no importa lo que había en la caja, el solo pensar en su abuelo buscando un regalo exclusivo para ella, pidiendo una caja y anudando el lazo, siempre con ella en mente, era mejor regalo que cualquier cosa.

Se sentaron juntos en el mueble y Samantha soltó el lazo y abrió la caja, bajo la atenta y ansiosa mirada de su abuelo. Soltó un pequeño grito ahogado. Adentro había un pequeño y delicado anillo hecho con oro blanco envejecido que amarraba en lo alto una piedra rosa ovalada. El detalle del oro era exquisito, dibujaba a cada lado de la piedra unas pequeñas flores de cuatro pétalos con finas líneas curvadas que asemejaban las hojas y el tallo.

—Es un Cuarzo, en cuanto lo vi me recordó a ti— Enriquesonrió, sabía que su regalo había logrado su cometido

—Es precioso abuelo—Samantha no despegaba la vista de la piedra, el rosa iluminó sus ojos, sintió como se perdía dentro de la profundidad del anillo, en un mar rosa que la llamaba a gritos. Despertó del limbo en que había caído e intentó colocarse torpemente el anillo, pero su abuelo la detuvo tomando sus manos con las de él.

—Todo el que te regale una gema debe colocártela el mismo — tomó el anillo y comenzó a colocárselo a Samantha en el dedo del medio—. Eso refuerza el poder de la gema y cierra el ritual del regalo, nunca lo olvides Samantha.

Su abuelo jamás la llamaba Samantha, pero esa no fue la única razón por la que esa frase quedó grabada en su mente. Ella tenía claro que las piedras tenían propiedades y algunas culturas atribuían incluso propiedades curativas, poderes que determinaban cambios de humor e incluso eventos. Pero fue el uso de la palabra "gema" lo que se quedó con ella, su abuelo no era de hablar palabras con floritura, estaba sentada frente a un hombre que le gustaba llamar las cosas por su nombre sonasen ordinarias o groseras, y ante aquella palabra en otro momento su abuelo hubiese hecho un excelente chiste que le arrancaría carcajadas. Sin embargo no queriendo arruinar el momento, asintió con una sonrisa y siguió contemplando el anillo en su mano.

—Bueno, se hace tarde. Debes acostarte a dormir.—pidió   Enriquepasado unos segundos en silencio.

Enri le dio un beso en los nudillos a Samantha y le respondió con fuerza el abrazo que la niña le dio. Se levantó, dio media vuelta y la dejó a solas en la Sala.

Samantha contempló una vez más su anillo. La luz se reflejaba en la piedra y la hacía brillar desde su interior creando una multiplicidad de tonalidades rosadas. Su mano ahora lucía delicada y era tal el brillo de la piedra que su piel relucía. Como saliendo de un trance multicolor se fue hasta su casa, directo a la cama. Ya le mostraría el anillo a su mamá en la mañana.

Se quedó dormida con una sonrisa en su rostro. ¿Quién necesitaba amigos cuando se tenía una familia así?

Esa noche a pesar de ser su cumpleaños, y de la alegría que la embargaba, las pesadillas, le dieron una nueva visita. Nunca se habían ido por completo, siempre regresaban cada cierto tiempo y al día siguiente de una pesadilla, era imposible que se levantara de la cama por su cansancio e irremediablemente caía enferma.


Gemas de Poder: Sobrevivir Con PoderesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora