Capítulo IX: Instinto.

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Con Ashely olvidé de momento todo el dolor, luego de esperar un día, porque los pasajes se habían agotado. Compré mi boleto para el día siguiente, y deseaba con todo mí ser no encontrarme a nadie conocido, mientras pasaba la noche incómoda en un sillón de metal.

No llevé mi IPod, por ende, no tenía nada que escuchar y mucho menos ver, simplemente observar como las personas agarraban sus diferentes destinos. Sonreí al ver un niño tomando a sus padres de la mano. Cuanto hubiese querido tener un poco de ese amor que quizá él tenía, pero luego me visualicé como la madre del pequeño y Brian como su padre.

Sentí el nudo en la garganta. Cubrí rostro con mis manos y una señora se acercó para cerciorarse si estaba bien. La miré un poco apenada y sonreí. Mis mejillas seguramente habían enrojecido, pero más aún mi nariz. Así que me aproveché de esa condición para poder mentir.

— ¡Estoy bien! – mentí frotando mi nariz-. Me he cubierto por la alergia, el clima me ha puesto un poco mal.

— Puedo ofrecerte una pastilla – sacó de su cartera una tableta-. Es un antialérgico.

— Gracias – la tomé y la sostuve en mi mano, esperando verla marchar.

Ella miró los puestos vacíos. Luego tomó asiento a mi derecha.

— Me toca dormir aquí – cruzó los brazos-. Ya cumplí mi estadía en el hotel y tuve que salirme. No tengo familiares sólo vine de visita.

— ¡Yo también! – reí-. Es de madrugada y mi vuelo saldrá tempranito.

— Al igual que mi vuelo ¿A dónde te diriges? – preguntó arqueando su ceja.

— New York – respondí

Ella bostezó.

— ¡Lo siento! Realmente ando muerta de cansancio - sonrió con los ojos llorosos por el bostezo-. También me dirijo a New York.

— ¡También estoy agotada! – suspiré pensativa.

— Bueno ya que te veo mejor ¿Te gustaría rezar el rosario conmigo? – sacó de su cartera un rosario-. ¿Cómo te llamas?

— Me llamo Caroline, pero me dicen Caro – extendí mi mano, ella correspondió-. ¡Lo siento! Pero pertenezco a la filosofía del budismo.

— ¡OH! – Exclamó-. Ignorante, ¡Dios te castigará!

La miré con incredulidad.

— ¡Ya! Bueno respeto su opinión - sonreí.

— ¿Opinión? ¿Lees el evangelio?

— ¡No!

Ella arrebató de mis manos el antialérgico.

— ¡Puedes seguir estornudando! ¡Pecadora! – se fue molesta, y yo reí.

— Nos vemos en el avión y gracias por la pastilla, me hizo efecto inmediatamente – dije con sarcasmo.

Ella miró un par de veces hacia atrás, para constatar que permanecía en el mismo sitio.

— Y eso que olvidé contarle que el amor de mi vida es mi hermano - susurré con cierta melancolía.

Realmente fue gracioso, pero pasar la noche ahí había sido caótico, me parecieron las horas más eternas y no conseguí comodidad alguna. El vuelo estaba pautado para las primeras horas de la mañana y estaba rogando que no se retrasara.

Mis pensamientos no se detenían, me aterraba imaginar que Ashley se pudiera conseguir a Brian, y por alguna razón le diera mi descripción, facilitándole la dirección para buscarme y encontrarme.

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