Capítulo VII: Sonata de recuerdos reveladores.

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Notas del autor: Les dejé la sonata tocada por Caroline en multimedia, escuchenla mientras leen el capítulo, los que puedan claro. Abrazos cibernéticos.

Eugenia entró a mi habitación observando cualquier espacio. Su finalidad era encontrar alguna prueba de que escondía a alguien más. Afortunadamente Brian se resguardó bajo la cama, y rogaba que mi madre no se le ocurriera la idea de agacharse por ningún motivo.

Los nervios no se alejaron de mí por ningún momento, el pánico recorría mi cuerpo por segundos. Traté de mantener la compostura, pero como mala actriz, mi actuación no terminaba de convencer a mi madre de que estaba sola.

— ¿Entonces no está aquí? – preguntó por tercera vez-. ¡Habla niña! – ordenó.

— Debe estar en su habitación – respondí jugando con mis manos, tratando de mantener la calma-. ¡No sé! ¡Búscalo!

Abrió el closet sorpresivamente, y lo cerró al ver que sólo había ropa.

— Tu padre te está esperando abajo, no lo hagas esperar – sugirió dándome la espalda para marcharse, pero se paralizó justo en el marco de la puerta-. Si ves a Brian dile que lo espero en el garaje. Tenemos que hacer las compras de fin de año.

Miró con recelo la cama.

— Tiende la cama, últimamente estás muy desordenada - me dio la espalda.

— ¡Vale! – respondí-, y bajaré contigo para hablar con papá.

De momento llegué a pensar que Brian me mataría por dejar la puerta de mi habitación abierta, pero si la dejaba completamente cerrada, mi madre lo terminaría de interpretar como si en verdad ocultara algo o a alguien, por lo que me pareció prudente bajar con ella para no crear sospechas.

Ella tomó la vía de la cocina para irse al garaje, mientras yo seguí hasta el comedor, donde en un sofá grande de semi cuero negro reposaba mi padre.

— Disculpa la tardanza – dije besando su frente.

— No te preocupes – respondió sonriente, mirando por arriba de sus gafas plateadas-. Quería que bajaras porque siempre en épocas navideñas tocas tu sonata – explicó.

— ¿Quieres que toque para ti? – pregunté entusiasmada.

— ¡Por supuesto! – exclamó, levantándose del sofá.

Caminó aproximadamente diez pasos, y ahí estaba el gran piano antiguo del abuelo, cubierto con una tela blanca para que no se dañara.

— Piano como éste... ninguno – quitó el cobertor-. La madera sigue intacta, mantiene su color oscuro.

— ¡Es bellísimo! – respondí admirada-. Siempre ha conservado ese extraño a olor a madera trabajada.

Cada año que tocaba para mi padre, sentía la misma sensación, como si nunca hubiese tocado, era una adrenalina inexplicable.

— Para este año quiero tocar otra sonata, algo más melancólico - dudé.

— Alegre o triste, lo amaré – replicó-. Ven, y siéntate – sacó el pequeño taburete.

— ¡Gracias! – llevé con la mano el mechón que cubría mi rostro detrás de mí oreja-. Estoy lista.

Tomé aire y lo expulsé lentamente por mi boca.

— ¿De quién es la pieza que tocarás? – preguntó colocándose al lado de mí.

— Es de Friedrich Kuhlau, espero que la disfrutes – me inmovilicé por un momento-. No es tan melancólica.

Revealing Dreams - SacrilegioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora