Capítulo X: Silueta del pasado.

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Brian recorrió toda la casa, husmeó en las cosas que aún no me había llevado, puso la habitación de cabezas e incluso levantó el colchón colocándolo en la pared con la esperanza de encontrar una cara o señal que lo pudiera llevar hasta mí.

Abrió el closet y sólo encontró poca ropa. Insistió seguir husmeando abriendo las gavetas para conseguir el mismo resultado; artículos de belleza y fotos. Desesperado siguió su búsqueda en su habitación, pero no encontró nada que le pudiera ser útil, rápidamente se precipitó al escuchar a mi madre llegando a casa.

— Caro... Ca - tartamudeó-. Caro no está.

— ¿Cómo que no está? – subió por las escaleras, y luego se dirigió a mi habitación.

— No está se ha ido, su ropa no está en el armario – respondió casi a punto de llorar.

— Yo vi una nota de ella esta mañana, pero no la leí – recordó, y fue a su habitación-. La puse bajo la biblia pensando que era que comprara algo, no sé.

Brian corrió hasta el lugar, levantó la biblia y vio el papel doblado en tres partes.

— Se ha marchado para siempre – se sentó en la cama atónito-. La he perdido.

— ¿Perdido? – le arrebató el papel para constatar-. No digas boberías, esa volverá, ni si quiera tiene donde caerse muerta – soltó una carcajada.

— ¡Cállate! – gritó-. ¿Cómo puedes pensar así de tu hija?

— No me levantes la voz – lo miró con frialdad, y apretó el puño.

— ¿O qué mamá? – miró su mano.- ¿Vas a pegarme? Hazlo, atrévete – la retó.

— ¡Volverá, ya verás! – su cólera disminuyó, lo apartó y se fue-. Iré por un té, querido hijo. Hoy pinta ser un buen día, porque ni tu padre está.

— ¡Odio esta familia! – exclamó, se metió en su cuarto y lanzó la puerta con tanta fuerza que vibraron las paredes-. ¡La odio! – puntualizó.

Brian duró mucho tiempo impaciente, caminando de un lado a otro. Pensó la idea de llamar a nuestro padre, pero seguramente estaría ocupado en el trabajo. De igual modo, no había mucho por hacer y seguramente mamá ya le había contado la verdad u obvió el tema.

Armó una lista con todas las amistades que conocía que tuvieran relación conmigo, pero realmente no tenía el número de ninguna, hasta que recordó mi voz: «pregúntale a Afgan» y ahí miró por la ventana; sacó su cuerpo, observando si el auto seguía en el garaje y para su fortuna, Eugenia no había salido.

Salió hecho una fiera. Realmente pensaba qué tan amigo podría ser Afgan si se había reservado todas las verdades, que de algún u otro modo, pudo haberle evitado toda la odisea que habían pasado.

— ¿A dónde vas? – preguntó Eugenia interponiéndose en el carro.

— Voy a dar una vuelta. Sal de mi camino – ordenó cerrando las ventanas del auto.

— ¡No le hables así a tu madre! – gritó golpeando el capó del carro para detenerlo.

— Hace mucho tiempo perdiste el respeto. Ahora déjame ir – respondió, y ella se apartó completamente indignada.

La ira, la prepotencia y la frustración era justo lo que sentía Brian. Dos veces casi perdió el control por el aumento de velocidad cuando aceleró sin consideración, sobre todo en la última una curva. Colocó un rock de los años ochenta a todo volumen del grupo Poison. Quería estar un poco más sereno al llegar a casa de Afgan, pero el deseo por saber la verdad quizá no lo haría calmarse del todo.

Cuando finalmente llegó, después de estacionar el carro, miró hacia arriba, justo a la ventanilla izquierda de la casa donde estaba la habitación de su amigo. Afgan se asomó cautelosamente, separando la persiana de la ventana, y lo observó, tratando de no ser visto, incluso pensó que fue invisible ante los ojos de su amigo. Cuando iba a retirarse poco a poco, el desesperado manoteo de Brian le indicaba todo lo contrario; ya lo había visto.

No le tocó otra opción que dar la cara. Al bajar dudó si abrir la puerta o no, pero pronto Brian comenzó a tocar desesperadamente la puerta con el puño cerrado. Afgan tomó aire para abrir, miró los gestos de Brian y sus facciones habían cambiado totalmente lo opuesto a lo que siempre había sido. En su mirada se relejaba mucho resentimiento.

— Sólo preguntaré una vez.

Brian lo tomó por la camisa, lo empujó contra la pared al lado de la puerta, y colocó su antebrazo musculoso en su cuello ejerciendo presión, mientras con la otra mano sostenía su pecho.

— ¿Quién es la silueta? ¡Habla! – gritó.

— No sé de qué hablas – mintió Afgan apretando sus ojos.

Brian se apartó, y rápidamente le dio un golpe en la cara que en segundos lo hizo caer.

— No quiero golpearte más, pero si no me dices me veré obligado a volverlo a hacer hasta que respondas – amenazó, tratando de mantener la calma.

— Caroline...

— ¿Caroline es la silueta? – preguntó levantándolo de manera brusca.

— Caroline está enamorada de ti. Yo le hice el favor de que tuvieran un encuentro esa noche en la fiesta – explicó.

— Pero ella no estaba en la fiesta, estaba en la boda – inquirió.

— Ella estaba disfrazada. ¡Caroline es LI! – confesó, y pronto soltó una lágrima.

— ¡No puede ser posible! - se quedó atónito-. Ella dijo que la persona con quien estuve esa noche, estaba muerta – dijo, llevando sus manos a la cabeza tratando de comprender.

— Caroline no es la silueta. Ella se arrepintió cuando Giselle quiso salir, por lo que la volvió a empujar a la habitación y cerró la puerta – explicó-. Giselle, fue siempre la silueta.

— Pero tengo una nota y no es la letra de Giselle – sacó el papel del bolsillo. Tomó la mano de Afgan y la colocó en su palma.

— Eso lo pudo haber hecho cualquiera. Seguramente Caroline se lo dio a Giselle antes de entrar – sintió un hilo de sangre correr por su boca.

— Gracias – lo abrazó en contra de su voluntad, y se dio la espalda para marcharse.

Afgan dudó si retenerlo o dejarlo ir.

— ¡Espera! – Brian se paralizó-. Hay algo más que necesitas saber antes de irte.

— ¿Qué? – volteó.

— El zarcillo que consiguió la policía en el departamento de Giselle el día de su asesinato, era una perla... parecía la misma que utilizó Caroline la noche de la fiesta, por lo que creo que...

— ¿Caroline es la asesina? – interrumpió-. ¡Esto es demasiado! –exclamó-. Realmente lo dudo – se marchó.

Esa verdad hubiese evitado muchas cosas en la vida de Brian. El mantenerla oculta o prolongarla por tanto tiempo había creado un caos, no sólo en lo sucedido, sino en sus sentimientos. Ahora las cosas eran distintas, se sentía atormentado.

Los pensamientos revueltos no dejaban que tuviera alguna explicación lógica para todo. Pensar que su hermana estaba enamorada de él era inusual, y quizá, si yo hubiese estado en la habitación, él estaría enamorado perdidamente de mí.

Al llegar a su casa, se dirigió a su habitación. Abelardo sabía la verdad e incluso trató de hablar con él, ya que, al verlo deshecho comprimió su pecho, pero Brian se rehusó a hacerlo, y prefirió marcharse a su habitación.

Se lanzó a su cama, miró sus nudillos que comenzaba a dolerle, luego dirigió la mirada a su techo. Sólo se escuchaba el poco eco de la discusión de sus padres y varias preguntas hirientes que lo volvían a asechar.

Una parte de él seguía confuso. Lamentaba la muerte de Giselle y de las cosas hirientes que me había dicho, y para ambas cosas no existían remedios. La otra parte, aunque lo negara mil veces por todas las trabas que existiesen, muy adentro de él, sabía que su verdadero amor tenía mi nombre... Caroline.



Revealing Dreams - SacrilegioWhere stories live. Discover now