Día uno | Viernes 8 de noviembre

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* * * * *


Michael la observa en silencio. La observa porque él tampoco puede dormir, porque la culpa lo devora. Aun cuando él sabe que no es el responsable de lo sucedido, no puede evitar echarse el peso de todo en sus hombros.

Tal como hizo con Ilenia.

Mira a Emma sin poder apartar los ojos de ella. Sin poder hablarle tampoco. ¿Qué podría decirle? ¿De qué valdrían sus palabras entonces? Habían demostrado ser inútiles en el viaje de regreso a su casa.

Así que simplemente calla. La ve desde el resquicio de la puerta mientras ella escribe. Escribe y llora y escribe un poco más. Y él no puede hacer nada más que mirar. Porque no puede hablar con ella, pero tampoco puede dejarla sola.

No cuando derrama su alma con cada lágrima y cada letra.

No cuando sus manos tiemblan al compás de su dolor.

No cuando sostiene un frasco de pastillas.

Y las cuenta. Una a una.

Y se ríe, se ríe, se ríe como nunca.

Michael no puede abandonarla. No puede dejarla allí, sucumbiendo bajo su propio peso, rompiéndose en pedazos.

Entra a su cuarto y se queda en la puerta, esperando. Ella no dice nada, pero para de reír. De nuevo gana el silencio.

Así se quedan por el resto de la noche.

La mañana los encuentra a ambos recostados en la cama, aún sin dormir. Y aún sin hablar.


* * * * *


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Then I see that I'm not the only one in your life

And I start to wonder what this girl, she might be like

And I bet she don't look at stars in the night

I bet she can't sing, I bet she can't write the lyrics to make your heart beat

Sing notes to make you go weak

Your Kisses — Daughter


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* * * * *


—No puede quedarse en casa así como está. No es seguro para ella, Nicki. —Su voz suena rasposa. La mano que hasta hace poco descansaba sobre la mesa ahora revuelve su cabello. Tironea las puntas, como si aquello fuera a liberarlo de la tensión y de la frustración que acumuló en las últimas horas. En los últimos meses.

—¿Qué vamos a hacer? Ya no sé que hacer por ella, Michael. Ya no lo sé. —Dominica se ve peor que nunca. El maquillaje no puede cubrir las marcas de un violeta furioso debajo de sus ojos, no puede darle vida a su piel macilenta. Apoyada sobre sus codos, la mirada que le dedica a Michael habla por sí sola: está a punto de perder toda esperanza.

—Deberías hablar con su psiquiatra. Creo que va a ser lo mejor. Para ambas.

—Dijo que estaba haciendo avances. Dijo que estaba mejor... —Insiste. Insiste con lo único que la mantenía a raya. Insiste con el argumento al que se había aferrado en vano. Ella lo sabe. Su hija todavía está lejos de una recuperación. Y ella ya no aguanta el peso del mundo a sus hombros. ¿Será aquello lo que todavía los une a ambos?

—¿Qué esperabas que dijera? —le pregunta él, sacudiendo ligeramente su cabeza, una sonrisa desgastada curvando sus labios—. Emma no quiere preocuparte. Ni siquiera quiere charlar sobre lo que pasó. Solo... Solo está encerrada en sí misma.

—Ese maldito imbécil.

—Vamos, Nicki. Tampoco puedes hacerlo responsable de todo.

—No, claro que no. Pero sí puedo responsabilizarlo de esto. Ella no estaba lista. No lo estaba. —Y ella no está lista para esto. Vivió por más de cincuenta años y sigue sin estar lista para lidiar con algo así.

—Y él no sabía que ella estaría allí. En ese caso, deberías culparme a mí también. Fui yo quien la llevó a Elysion.

—Tratabas de hacer lo que creías correcto.

—¿No es lo que la mayoría de nosotros hacemos?


* * * * *


Chase McCann suele rendirse demasiado pronto, pero no esta vez. Insiste de una manera pasmosa, esperando que Emma por fin responda. ¿Qué le hace pensar que lo hará? Llevan meses sin cruzar palabra alguna, y las veces que la ha visto resultaron en desastre. Juliette no lo sabe. No tiene idea de lo que pasó cuando fue a buscar a Emma a su casa. No tiene idea de nada de lo que pasó entre ellos. No la tiene ni la tendrá nunca. Él cree que es mejor de esa forma.

Así que cuando ella le pregunta a quién llama, él dice el primer nombre que le viene a la cabeza. Y sigue llamando. Sigue mandando mensajes, hasta que obtiene una respuesta que no requiere palabra alguna de Emma.

Ella sencillamente lo bloquea.

Y a él le pesa. No sabe por qué, no con exactitud. No sabe por qué necesita que ella le hable.

Tan propio de él, querer lo que no tiene.

Y la tuvo. La tuvo y la perdió y no puede aceptarlo. Necesita seguir formando parte de su vida. Necesita seguir teniéndola cerca.

O quizás solo necesita saber que no está con alguien más.

No es algo que vaya a admitir jamás.

—¿No puedes llamar luego? —Juliette lo observa desde la cama, su pelo revuelto, su expresión perdiendo la plácida calma que la caracterizaba hace unos instantes.

Chase no le responde. Deja su celular y vuelve con ella.

Pero no puede dejar de pensar en Emma.


De tu ex, con amor (Emma & Chase #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora