VIII | Saliendo del pozo de los recuerdos

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Antología: De la princesa que perdió a su príncipe azul

VIII | Saliendo del pozo de los recuerdos


Necesitaba hacerlo, querido.

Necesitaba respirar.

Necesitaba sentir mis manos abandonar el altar.

Romper mis esquemas, dejarme llevar.

Ser un lápiz que se mueve al son del compás.

Ya sin vuelta atrás.

Respirar aire fresco; a bocanadas felicidad.

Yo no soy una deidad.

Solo soy una princesa que busca fidelidad.

¡Déjame olvidarte!

Me hace daño recordarte,

a pesar del tiempo que me llevó...

¡Volvías!

Y a mis recuerdos de estrías,

a mis heridas que creía cerradas; las abrías.

Eras más que un alma marchita,

eras mil desvelos de margarita.

Debo enterrarte,

darte mi último adiós a punta de estandarte,

y para terminar, desearte...

Que me dejes de nuevo volar

Y prometerte que, aun siendo el príncipe que me supo amar,

debo encontrar a alguien en cuyo consuelo llorar.

Tienes que ser mi recuerdo,

solo eso, nada más.

De otra forma, amaría a los muertos. Y todos sabemos que eso es pecar.

¿O no? ¿Qué es pecar?

Porque por ti pecaría, y por ti dejaría de lamentar.

Por ti mis lágrimas quedarían marchitas y regarían a otro mar.

Pero mucha vida me espera, y tú debes quedarte atrás.

Lo siento.

Pero esta será mi última carta; mi último ademán.

En clave de poesíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora