Capítulo 7.

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Los Bolívar parecían flotar, caminaban con una gracia casi sobrenatural. A leguas se podía notar que eran adinerados, pues su ropa y su opulencia los destacaban de los demás. Los tres se iban acercando más hacia mi, justo a los últimos tres puestos libres. Estaba algo asustada, pues eran los dueños de todo este edificio, y practicamente de nosotros.

Héctor movió hacia atrás el asiento de Lucía, y ella con un gesto le dio las gracias. Estaba sentada justo a mi lado izquierdo, y pude notar su extrema belleza más de cerca. Parecía un pavo real en un corral de gallinas. Su cabello castaño y ondulado caía más allá de sus hombros, y enmarcaban su cara delicada. No se si me había tardado mucho mirándola, porque lo notó y me miró fijamente. Sus ojos de un marrón claro se posaron en los míos, pero solo por un instante, porque tuve que apartarlos. Lucía Bolívar me intimidaba.

Héctor se sentó a su lado, mirandola siempre. Parecía muy enamorado de su esposa, pues se tensó un poco cuando notó que ella me miraba. Él era también muy atractivo,  su cabello de un marrón casi dorado y despeinado le daba un toque sensual. Su camisa negra acentuaba su cuerpo atlético, y lo hacía ver aún más pálido que a sus familiares.

Y por último, se sentó Cristóbal, a mi lado derecho. Parecía que ambos estuvieran esperando que Lucía se sentara para luego hacerlo ellos. Era simplemente magnífico, sus ojos azules miraban a sus hermanos, y luego se dirigían hacia mi. Parecía más joven que el resto, pero su cabello largo y su mandíbula cuadrada le otorgaban madurez a su rostro. También parecía atlético, pero usaba una chaqueta de cuero marrón que lo disimulaba.

Los tres estuvieron mirandose entre ellos, silenciosamente, mientras todos permanecíamos de pie. Hasta que finalmente, Lucía habló.

-Por favor, sientense.- dijo, con un tono amable. Su voz era melodiosa, pero escondía algo de sensualidad en ella.

Todos nos sentamos. Pude notar el nerviosismo en todos los que estaban antes de que llegaran los Bolívar. La cara de Sonia, siempre sonriente, ahora estaba sumamente seria, hasta quizás incómoda.

-Primero, mi hermano, mi esposo y yo queremos agradecerles a todos por haber asistido.- Continuó Lucía- Es un sueño para nosotros haber creado esta editorial. Nuestro país necesita compañías de este tipo, que muestren la cultura, que enseñen al resto.-

Todos asentían, porque era cierto. En Venezuela no habían muchos negocios que promovieran la lectura, tan necesaria para el crecimiento personal. Estabamos encantados con Lucía, que se había levantado para hablar, incluyendome, hasta que bajé la vista y me fijé en el hombre a mi derecha. 

Cristóbal Bolívar no miraba a su hermana. Sus ojos, de un azul tan oscuro que parecía negro, estaban puestos fijamente en mi. Me agité, ¿Por qué razón me miraba en vez de a Lucía?. Trataba de ignorarlo y subir la vista de nuevo a donde la mujer estaba hablando, pero no podía. Algo me obligaba a permanecer ahí, mirándolo. Su cara no estaba seria, al contrario, estaba sonriente, como si le gustara que estuviera incómoda. 

Notaba sus rasgos fuertes, los mechones de su cabello cayendo en su cara, su rastro de barba, y su piel tan blanca que parecía papel. Tenía unas pequeñas ojeras, de color sanguinolento. Tal vez no había dormido y por eso no hablaba. El sonrió, mostrando su dentadura perfecta. Cristóbal era demasiado atractivo, pero no podía quedarme viendolo para siempre. Durante todo el momento en que nos veíamos, parecía que el tiempo se hubiese detenido. Incluso ya no podía oir lo que decía Lucía, solamente mis pensamientos. Pero, súbitamente, todo volvió a la normalidad.

-Y por último, queremos presentarle a la gerente de la editorial "Nuevo Sol", Rosa Arismendi.- dijo Lucía, señalandome.

Parecía que hubiese despertado de una larga siesta. ¿Acaso alguien habría notado que el hombre atractivo y yo nos habíamos mirado fijamente durante toda la reunión? En tal caso, fingiría demencia.

Sol Durmiente.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora