Capítulo 2.

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Durante la semana que transcurrió estuve haciendo los preparativos para el viaje. Lo primero era conseguir un lugar en donde vivir. No iba a arriesgarme a quedar sola en ese pueblo totalmente desconocido. No podría compartir los gastos sola, así que busqué en algunos periódicos alguien que quisiera compartir vivienda. Hasta que otro golpe de suerte me llegó:

"Se renta habitación para señorita en las afueras de Caracas, con baño y balcón incluído a un precio solidario. Contactarse con Sonia Deville."

En seguida marqué el número de teléfono que aparecía, y en seguida una voz melodiosa pero algo grave contestó:

-Hola, buenas tardes.- dijo la voz.

-Hola, disculpe ¿Hablo con Sonia Deville?, es que estoy interesada en rentar su habitación.-

-Si, soy yo.. ¡Que bueno! Tenía dos meses  buscando a  alguien que compartiera casa conmigo. La verdad no la estoy rentando, solo necesito una compañera porque esta casa es algo grande y me da miedo vivir sola.- Dijo la chica llamada Sonia, emocionada.

-Disculpa, ¿No la estás rentando? ¿Entonces por qué pusiste ese anuncio en el periódico?- dije, un poco extrañada. No era precisamente el tono que usas al conocer a alguien por teléfono, pero a Sonia no le importó.

-Lo hice así porque de haber puesto mi verdadera intención las personas pensarían que estoy loca. Imaginate el anuncio " Chica busca compañera de casa porque se siente sola."- dijo Sonia, mientras se reía.

También reí, la verdad eso sonaba muy extraño.

-Bueno, tienes razón. Pero en cuanto tenga dinero, te ayudaré a pagar las cuentas. Es que voy a Caracas -no quise decir el lugar exacto donde trabajaría- porque conseguí empleo en una editorial y...-

-¿Caracas? No, yo no vivo en esa ciudad- dijo Sonia, interrumpiendome- ¿No leíste bien el anuncio? dice claramente: En las afueras. Precisamente en San Antonio, como a veinte minutos de allá.-

No podía creerlo, todo esto era demasiado irreal. Había conseguido casa en el lugar exacto, estas cosas no se daban por casualidades o por el destino... ¿o si?

-Espera... ¿Dijiste San Antonio? ¡Perfecto! ¡Es que precisamente ahí es donde trabajaré! Esto es totalmente increíble.- dije, asombrada por la facilidad de todo.

Por un momento se me pasó por la cabeza la idea de que la vida, o algo extraño, quería que me mudara a ese lugar.

-¿En serio?- preguntó, también sorprendida- Vaya, las casualidades de la vida, ¿no? Porque resulta que yo también voy a trabajar ahí. Conseguí un puesto como coordinadora de eventos, había enviado un currículum para postular a la gerencia, pero alguien más me lo quitó.-

Esto si que no era posible. Simplemente no lo era. Había tenido tanta suerte que pensé que algo había cambiado en mi. Me sentí la persona más afortunada del universo.

- Creo que no vas a querer que viva contigo, porque la nueva gerente de esa editorial soy yo.- dije, casi disculpandome.

- Creo que el mundo es más pequeño de lo que pensaba- dijo Sonia, con el mismo tono de sorpresa- No chica, claro que quiero que vivas conmigo. Imagínate, aparte de vivir juntas, ser compañeras de trabajo. No hay casualidades tan grandes, hasta a mí me parece extraño todo.-

-Bueno, si, tienes razón. Bueno, me gustaría vivir contigo Sonia, espero que seamos buenas amigas. Pero, para dejarte de molestar, una última pregunta, que probablemente sea algo importante ¿Cómo es la casa y cómo llego hasta allá?.-

Sonia me contó como era su casa: Un lugar mediano, de dos pisos y pintada de blanco. Con dos balcones - que uno sería mío en cuánto me mudara- y con lo básico, sala, comedor, cocina, un pequeño jardín y un estudio. Nos despedimos afectuosamente y cerramos el "trato".

Bien, ya tenía un lugar donde vivir, con una chica bastante excéntrica pero divertida. Los días pasaban, y mi estancia en Puerto la Cruz se estaba acabando. No sabía como reaccionaría el día de mi despedida. Tener que alejarme de mi padre y de mi hermana, de mis amigos, de...

Un día antes de mi partida, tocaron la puerta. No había más nadie en casa, y cuando la abrí, la sorpresa me agarró desprevenida. 

Ángel, el único novio que había tenido en mi vida estaba ahí, en la entrada. Un hombre alto, moreno, de facciones tan finas que parecía esculpido. Era simplemente perfecto, quizás lo era tanto que no merecía estar con él, por eso tuve que terminar mi relación. Pero sus ojos, de un azul oscuro y penetrante - algo curioso para una persona de piel oscura- hacían arrepentirme de haberlo hecho, y un brillo tan especial que me llenaba de paz. Su nombre le quedaba excelentemente bien, encajaba. Ángel era un ángel.

-Hola, Rosa.- dijo. Su voz fuerte pero ligera llenó el silencio que había creado mi sorpresa- ¿No me vas a invitar a entrar?-

-Hola Ángel. Claro, pasa.- me aparté de la puerta, y su figura enorme cruzó el umbral.

Sus ojos escrutaron toda la habitación, hasta que se detuvieron en una esquina. Dónde había dejado las maletas, llenas de toda mi ropa.

-Entonces es cierto, te vas.- dijo, pero en sus palabras noté un atisbo de... tristeza, tal vez.

-Si, es cierto. Conseguí el mejor trabajo que alguien quisiera tener, ¿por qué no habría de irme?-

-Por tu padre, por tu hermana, y... - pero calló. Pensé que lo último que iba a decir era que me quedara por él.

No entendía por qué después de tres años él seguía enamorado de mí. Me visitaba por lo menos una vez a la semana, me traía obsequios, e intentaba convencerme de volver con él.

Pero por más ganas que tuviera de volver, no podía. No quería cambiar de opinión, era algo que me caracterizaba, la terquedad.

-Lo se, pero es una oportunidad única. No se ven muchas mujeres gerentes, y tendría el suficiente dinero para darle a mi familia una mejor vida. Es más, creo que debes irte.- dije, dandole la espalda.

Sentí que se acercaba, puso su mano en mi hombro, y me volteó.

-Sabes lo que siento por ti, Rosa. No lo olvides nunca.- Se acercó, su cara llenaba el espacio. Dios, iba a besarme. No, no lo haría. Volteé la cara hacia otro lado, y sus labios, tibios y suaves, tocaron mi mejilla.

-Nos vemos, tal vez.- dijo, y salió de la casa.

Sol Durmiente.Where stories live. Discover now