¿Cosa del destino?

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¿Cosa del destino?

El viento sopló y sacudió los cabellos dorados de Angie con tanta fuerza que golpearon su rostro con fervor. Agachó la cabeza y los acomodó con sus estremecidas manos hasta que los mechones rebeldes reposaran detrás de su oreja. Un ligero respiro le volvió a llenar los pulmones, que segundos antes habían sido comprimidos como si hubiese sido golpeada directamente en el diafragma. Era un dolor muy particular, muy diferentes a los demás. Nunca antes había sido…rechazada, botada, humillada y engañada de esa forma tan desconsiderada. Era un dolor a su autoestima, a su orgullo y dignidad.

¿Desde cuanto una relación se basaba en sexo? No lo comprendía y quizás jamás lo haría. Para ella eran irrelevantes esas muestras de cariño, su mentalidad le indicaba que era suficiente con besos, pequeños besos mayormente superficiales. Había tenido un par de novios, nada formales pero seguían siendo novios. Todos ellos, antes de Anthony, se habían conformado con ellos, pero él… Quería más, mucho más.

Era tan idiota el motivo de su rompimiento, que hasta que le daba pena mencionarlo. Recordó lo que le había dicho Anthony cuando se encontraron, aquellas insensibles y egoístas palabras que habían brotado que su gruesa y suave boca.

“»No puedo seguir con una mujer que no me da lo que necesito; lo que necesita todo hombre. Es desperdiciar tiempo con alguien que no me muestra su amor«”

“Imbécil, mil veces imbécil”. Se lo pensó en ese mismo instante al escucharlo, pero no pudo articular palabra hasta que dijo lo siguiente.

“»Creo que esto se acabó. No quiero a una niña que teme besarme o tocarme, quiero a una mujer, y en ti no la encontraré«”  

Merecía una venganza, sí eso…una venganza. Pero no tenía ánimos ni siquiera para voltear y gritarle que era un desgraciado, que compartía sus mismos pensamientos porque tampoco le había amado, que era un simple juego, un entretenimiento, un ordinario e inútil método para sentirse amada aunque fuera de mentiras.

Instintivamente, enrolló sus brazos a su torso, abrazándose a sí misma. Caminó hasta Elliott y su mejor amigo, que en el momento en que se encontró con sus miradas expectantes, se limitó a alzar los hombros con una muy falsa sonrisa. Elliott intuyó inmediatamente lo que ocurría, y no era para nada bueno.

— ¿Qué te hizo? —demandó con voz dura, notando el dolido semblante de Angie, que luchaba con poca eficacia por mantenerse tranquila.

—Se acabó…—resolvió Angie alzando los hombros, restándole importancia. Elliott estrechó los ojos y enseguida caminó a paso firme en la misma dirección en que se había ido Anthony. Su hermana lo miró ciertamente ansiosa, pero no hizo nada por detenerlo, sospechaba lo que haría y siendo sincera, hasta le agradaba.

Se quedó parada frente a Byron, y éste le sonrió delicadamente, por una parte saludándola y por la otra como si estuviera dándole el pésame. Angeline frunció el ceño y se cruzó los brazos antes de voltearle la cara.

Mientras tanto, Elliott daba zancadas cada vez más largas y rápidas, tratando de alcanzar al idiota que había despechado a su hermana. Apenas avanzó unos cuantos metros y se lo topó a escasa distancia, caminando como si el mundo fuera el paraíso del cielo.

Lo tomó por el cuello de la camisa y lo volteó en un brusco movimiento. Anthony se volteó por la inercia y se encontró frente a frente con el furioso hermano de su ex novia. No tuvo tiempo de reaccionar, ya que un potente puño dio directo a su rostro, volteándole la cabeza y tumbándolo el suelo.

La bizarra familia ClarksonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora