Conociendo a la familia

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Conociendo a la familia

La noche reinaba a ese momento, la oscuridad consumía todo a su alrededor y era la hora en que muchos creyentes de los espíritus decían que en ese transcurso de tiempo, los fantasmas cruzaban el portal que los traía de regreso al mundo de los vivos. Angeline no conseguía conciliar el sueño y por más que trataba de cerrar los ojos y sumergirse en un agradable sueño, le era imposible. Se aferró a su edredón y lo jaló hasta cubrir su cabeza. Aunque el aire acondicionado estaba encendido, era irremediable sentir calor debido a su estado, postura y temor. Su corazón palpitaba nervioso y hacía que su cuerpo generara energía hasta hacerla sudar frío.

Dejó de cubrirse con esa tela gruesa cuando sintió que su respiración se complicaba. Se sentó sobre su cama y miró a su alrededor; no distinguía nada, excepto la lámpara de flores rosas a su costado, sobre la mesita de noche, la cual se encendía en distintos niveles cuando la tocabas varias veces. Tocó una vez la base de ésta y su habitación se iluminó tenuemente. Caminó hasta la mesa de estudios y tomó su eficaz walkie-talkie antes de volver a la cama. 

Lo encendió y habló por este.

—Elliott…Elliott, responde—dijo en voz baja aun cuando se encontraba sola.

En el otro lado, el chico de cabellos azabaches se removió en su cama al escuchar la maquiavélica voz de su hermana llamándolo como toda película de terror. Colocó su almohada arriba de su cabeza y volvió a cerrar los ojos.

“¡Elliott!” resonó nuevamente en su cabeza y arrojó la almohada con irritabilidad lejos de él. Se levantó deprisa al mirar la hora, estaba  fastidiado por haber interrumpido su preciado descanso por culpa de los caprichos de Angie. Tomó con brusquedad el radio portátil y respondió enojado al llamado.

— ¿Qué quieres Angie? Son las tres de la madrugada.

Angie ignoró su mal humor para concentrarse en el alivio que le otorgaba escuchar la voz de su hermano.

—Tengo miedo…Presiento que este será un día horrible—comentó mientras se mordía el labio.

— ¿Soñaste algo? —preguntó Elliott por puro compromiso. Sus párpados se cerraban y deseaba terminar lo antes posible esta conversación.

—No, pero no puedo dormir.

— ¿Y qué quieres que haga? —agregó de modo grosero al instante en que Angie terminó de hablar.

Angeline sintió un agudo dolor en la boca del estómago y un doloroso nudo formándose en su garganta. Muy pocas veces respondía de esa forma tan ruda o desinteresada con ella... No con ella. Le dolió inmensamente su desplante, ya que creía que dejaría todo con tal de hacerla feliz, que cumpliría sus exigencias…pero quizás ya era hora de que dejara aquellos cuentos infantiles y egoístas en el pasado.

Se sintió terriblemente mal, que por un momento le dolió la nariz por aguantar las lágrimas que deseaban escapar. No quería hacerlo enojar, tampoco molestarlo…pero cómo explicarle que lo necesitaba. Cómo decirle sin parecer una niña débil que quería sentir su apoyo, porque era la única persona en la que confiaba plenamente. ¿Cómo?

—…Nada, es sólo qué… Olvídalo, duerme de nuevo, perdón por despertarte—dijo con voz decaída antes de apagar su walkie-talkie y meterse debajo de las sábanas, refugiándose en esa suave cueva de algodón. 

Elliott miró con mortificación el radio después de escuchar la desconsolada voz de Angie transmitirse. Soltó un suspiro y restregó su rostro con una mano.

La bizarra familia ClarksonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora