U n o.

116 7 4
                                    

Katherina Jolss caminaba tranquilamente de regreso a casa, estaba pensando en focas bebé. Eran tan lindas con sus narices pequeñitas y ojos oscuros, blancas como la nieve.
Minutos después sus pensamientos volaron a la realidad, no había alcanzado a llegar a tomar el autobús que la dejaba cerca de casa, así que se encontraba caminando bajo el ardiente sol de primavera. Si así estaba en marzo, no quería imaginar como estaría el clima en junio.
Y el motivo por el cual estaba sola, era que no tiene amigos humanos. Básicamente sus mejores amigos son los peluches sobre su cama y sus dos cachorros, que ya no eran cachorros, pero les seguía llamando así. Eran Manchas y Pulgas, nada original. Y había alguien a quien también consideraba amigo: Phineas Armonds, su compañero de clase y el único humano con el que se sentía verdaderamente a gusto. Chico de cabello negro y despeinado.
Phineas no la acompañaba en esos momentos porque lamentablemente, su casa estaba en la dirección contraria a la de la chica. Vivían separados por mucha distancia. Que horror, un sólo humano con el que puede hablar de sus problemas y vive a varios a kilómetros de su casa. Por lo menos él iba a casa de ella a comer los viernes, pero ese día era miércoles.
Su cabello suelto le recordó que necesitaba un corte urgente, ya tenía el cabello bastante largo y sin forma.
En su camino, algo que brillaba llamó la atención de Katherina. Estaba en lo alto de un bote de basura, sobre papeles y desperdicios.
Se giró a la derecha, luego a la izquierda, estaba sola en la calle. Aquel brillo seguía como llamándola.
Después de asegurarse de que nadie la estaba viendo, se acercó al bote de basura para ver que era aquello luminoso.
Descubrió una libreta dorada, no tenía ninguna marca comercial escrita en la pasta. Pero antes de que alguien la viera, la tomó y la escondió entre sus delgados brazos.
Comenzó a caminar a mayor velocidad para llegar pronto a casa.

La libreta mágica.Where stories live. Discover now