↳ Capítulo 13.

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Se limitó a intimidarme, y cuando lo notó, dejó de hacerlo, bajando su mirada.

—¿De qué tanto hablaron Seulgi y tú?—, preguntó Jennie. La curiosidad que siempre había existido en ella ahora me resultaba extrañamente fastidiosa.

—De nada importante, ya sabes—, me encogí de hombros, —su tía, la cena—, dije divagando un poco. —¿Sabes? Voy a ver si tenemos correspondencia—, inventé para poder escapar un rato de aquel incómodo momento.

—Pero...

No dejé que Jennie terminara e interrumpí el sonido de su aguda voz cuando la puerta me colocó del otro lado, suspiré y bajé con lentitud las escaleras, necesitaba un poco de aire fresco.

Llegué hasta el último piso y revisé en el cajón marcado con el 312 para ver si teníamos correspondencia, no había nada más que unos cuantos folletos de publicidad sobre cuentas de banco, a lo poco que pude entender.

Arrugué los papeles y los hice una bolita mal hecha, luego salí del edificio y me senté en las escaleras de la entrada en donde deposité las bolitas de papel a un lado, me llevé ambas manos a mis ante brazos, esta noche había decidido teñirse de un azul oscuro y gélido aire. Suspiré, haciendo que el vapor saliera de mi nariz y chocara con el frío.

La puerta se abrió a mis espaldas y antes de que pudiera articular algún pensamiento, su voz me distrajo.

—Necesitamos hablar—. Me dijo Rosé haciéndome pegar un brinco, su tono era un poco áspero y cuando me giré a mirarla, se esforzaba en ocultar un rostro medio colérico, pero la máscara no resistía muy bien.

De pronto me asusté. ¿Tan mal se había tomado que yo le haya dado la rosa a Jennie? La miré con ojos angustiados.

Se sentó a mi lado, allí en el frío cemento de las escaleras desgastadas de la entrada y el contacto con su piel me produjo un tierno calor cuando pegó su brazo y hombro al mío.

—¿Qué sucede?—, pregunté.

—¿Qué fue eso?—, me dijo con el mismo tono de voz.

—¿Qué fue qué?—, esto parecía un juego de palabras.

—Eso, con Seulgi, ¿por qué te besó?

Me solté a reír de puro nerviosismo, pensaba que ella me daría una buena amonestación por lo de la rosa y, ¿me sale con esto?

—No me besó—, dije.

—¿Entonces cómo le llamas al hecho de que ella haya pegado sus labios a los tuyos?

—¿Qué?—, reí aún más y al parecer a Rosé no le hacía mucha gracia. —Seulgi no me besó, no en los labios, al menos. Fue sólo un beso de amigas.

—Pues no parecían amigas—, farfulló.

—Roseanne, pareces mi madre—, dije medio molesta por tener que darle explicaciones y la risa se volvió una línea tensa en mis labios.

Rosé suspiró y decidió mejor cambiar de tema, aunque no de tono de voz.

—¿Por qué le diste la rosa a Jennie?—, preguntó.

—Porque ella es tu novia, Rosé—, dije, aunque me haya dolido rectificar aquello. —A ella es a quien debes de darle rosas, osos de peluche o lo que sea.

—Pero yo te la quise dar a ti—. Insistió.

—Y yo no iba a decirle eso a Jennie, ¿o sí?—, suspiré. —Rosé, ¿por qué te molestas tanto con las cosas que hago? ¿Por qué te importa que le haya dado la rosa a Jennie e inventado una excusa para salvarnos el pellejo? ¿Por qué te molesta si Seulgi me besa o me lleva un ramo de flores?

Manual de lo prohibido | ChaesooWhere stories live. Discover now