Capítulo 6

47.9K 3.1K 287
                                    

 

Aparqué el BMW frente al edificio que Ana me había indicado, parándome a obsérvalo unos segundos. Los ladrillos grises se mezclaban con enormes ventanales de bordes blancos, otorgándole un punto elegante a la vez que antiguo.  

Bajé del coche, me abotoné la chaqueta del traje y me encaminé al interior. El piso de ajedrez compaginaba con las paredes blancas y al fondo, el ascensor junto con el comienzo de unas escaleras en espiral. Sin pararme a obsérvalo todo como me hubiera gustado, apreté el botón y las puertas metálicas del elevador se abrieron. Durante el recorrido volví a repetirme que podía, o mejor dicho, debía parar aquello. Ni yo mismo entendía que demonios estaba haciendo allí. Vale, sabía a lo que iba, pero no el por qué no me podía detener. Probablemente fueran los meses de sequía que me llevaban a aceptar un trato con el mismísimo demonio. No negaría que la pelirroja me atraía y mucho menos volvería a molestarme en ocultar que la deseaba, pero... ¿por qué ella? ¿Por qué precisamente tuve que caer con ella? Ana me sacaba de todas y cada una de mis casillas. Quizás la respuesta a mi pregunta fuera que con la pelirroja no corría el peligro de que nuestro acuerdo se llegara a malinterpretar.  

Las puertas plateadas se abrieron en la novena planta y olvidando mi auto cuestionario caminé por el largo pasillo. Al llegar a mi destino me encontré la puerta ligeramente entreabierta y sin llamar, terminé de abrirla.  

No tuve tiempo a analizar el entorno que me rodeaba, pues la pelirroja se hallaba frente a mí, sentada en un sillón orejero de piel blanca, con las piernas cruzadas y una copa de vino en una mano. A mis espaldas oí el clic del la cerradura y con pasos lentos me encaminé a ella.  

—Levante—Ordené en un susurro contundente.  

Sus comisuras se elevaron, altaneras. Sin dejar de mirarme se puso en pie, dejando la copa en el suelo.  

—Desnúdate—Dije, deteniéndome a unos centímetros de su cuerpo.  

—¿Así?—Su voz fue melosa, dulce incluso.—¿No prefieres conocer a mis padres antes?—Se burló a la vez que llevaba las manos a los primeros botones de su camisa. 

Con las manos en los bolsillos observé como la pelirroja cumplía mis ordenes. Tras librarse de la prenda superior bajó la cremallera de los ajustados pantalones, deslizándolos sensualmente por sus piernas.  

—Para.  

Alzó una de las pelirrojas cejas y su rostro dejó entrever la curiosidad.  

—Da una vuelta—Mi nueva exigencia le hizo ladear la cabeza, sacando aquella chulería tan características, aún así obedeció.—Despacio, Ana.  

Un estremecimiento la recorrió y apretando los parpados giró sobre sí misma, únicamente vestida con un conjunto de lencería azul que poco dejaba a la imaginación y sus altos tacones. Me recreé en las curvas de su silueta, semejantes a las de una guitarra y el magnifico culo. Mi polla no tardó en reaccionar ante semejantes vistas, aunque continué impasible.  

Sus ojos verdes volvieron a los míos, divertidos, deseosos y curiosos.  

—¿Desea algo más el señor?  

—Quítate el sujetador.  

—¿No prefieres hacerlo tú? 

Su propuesta y la voz mimosa que utilizó hizo que mi erección diera un brinco en su encierro. Tirando de todo mi autocontrol negué con la cabeza a lo que ella respondió con una erótica sonrisa. Llevando sus manos a la espalda desabrochó la prenda y dejó que esta cayera junto con el resto de su ropa. Bajé la mirada a los suculentos pechos, fijándome en su excitadas cimas.  

Probablemente nuncaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora