Capítulo 18

43.5K 3K 283
                                    


                                                                                                            18

Removí el café, perdiendo la cuenta de las veces que hacía girar el liquido oscuro. La impaciencia comenzaba a adueñarse de mí al mirar el reloj y ver que los minutos pasaban sin que Dasha apareciera. Mi hermana tenía la desesperante manía de llegar tarde a cualquier cita que se le presentara. Y en esa ocasión no solo me irritaba su tardanza, sino también el hecho de que la pelirroja no saliera de mi cabeza, aunque eso sucedía desde semanas atrás. No obstante, esa mañana era diferente. La noche anterior Ana había estado... diferente. Obviamente, tal y como lo supuse, no me explicó absolutamente nada. Prefirió dormir en su casa, acompañando a su hermana.

No sabía nada de ella desde el instante que la había dejado en la puerta de su edificio, por lo que no podía controlar a mi mente que divagaba en busca de una excusa para sus cambios de comportamiento. Una excusa que no fuera el bipolarismo.

—¡Aquí estamos!—Anunció mi hermana al entrar junto a Naomi. Al ver mi expresión cambió radicalmente la suya y pidió clemencia—Lo siento, se nos han pegado la sabanas.

Mi cuñada me saludó con la cabeza, avergonzada y se acomodó frente a mí, dejando que Dasha se sentara a mi lado. Ambas mujeres eran tan diferentes como lo podía ser el fuego y el agua. Naomi era retraída, hablaba lo justo y necesario, al contrario que mi hermana, que hablaba por codos y no conocía el significado de la palabra vergüenza.

Tras pedir sus desayunos, mantuvimos conversaciones anodinas; que si el tiempo, que si su paso por Barcelona... Conocía lo suficiente a mi hermana para apostar que estaba hallando el terrenos para dejar caer el tema del divorcio de mis padres. Y no me equivoqué.

—¿Has hablado con mamá?—Preguntó sin levantar los ojos de su café.

—Hace poco lo hice.

—¿Y...?

Inspiré hondo, buscando la serenidad suficiente para no escupir todo lo que pensaba. No lo conseguí.

—¿Y? Dasha, su marido la engañó y por si fuera poco le ha quitado todo lo que le pertenecía. Nuestro padre ha sido un cabrón egoísta y quien lo ha pagado ha sido mamá.

Mi hermana alzó la mirada impresionada. Muy pocas veces, por no decir ninguna, me había oído hablar de nuestro padre de esa manera. Ciertamente siempre pensé igual, la diferencia es que no lo había puesto en palabras.

—He pesando en viajar a Rusia... quizás lo haga pronto—Comentó con cierta reticencia— ¿Quieres venir conmigo?

No, claro que no quería ir. Ni con ella ni con nadie. No es que no me ilusionara volver al lugar donde me crie, es que ese lugar ya no existía. Mi familia estaba rota y lo último que me apetecía era recoger los pedazos.

—A mi tampoco me agrada la idea, Alek—Continuó mi hermana—pero mamá nos necesita a su lado. Y quizá podamos sacarla de allí, unas vacaciones no le vendrían mal. A mi no me importa que se vaya conmigo y con Naomi a Nueva York.

—¿Y piensas qué a mi me importaría que se viniera a España?—Inquirí, frunciendo el entrecejo—Lo más que quiero y deseo es que mamá salga de Rusia, que se despeje. Pero sé que no se marchará hasta tener todos los cabos atados.

Ella suspiró, sabiendo que tenía razón. Al fin y al cabo nuestra madre era tozuda como nadie y no abandonaría Rusia hasta finalizar con todos los detalles que podrían punto y final a su matrimonio.

—¿Cenamos juntos esta noche?—Preguntó mi hermana a la vez que abría el paraguas para enfrentarse a la lluvia de la mano de Naomi.

—Tengo planes. ¿Mañana?

Probablemente nuncaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora