Capítulo 3

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La camera se acercó con nuestras bebidas, sonriendo dulcemente. No tenía que tener una vista de lince para darme cuenta de que la chica babeaba por el ruso, en cambio, él, ni la miraba lo que me producía una agradable sensación.  

Esperé que el Martini estuviera ante mis narices para darle un corto sorbo. Me encargaría de que aquella fuera la ronda más larga de la historia. Dejé de vuelta la delicada copa en la barra, me giré en el taburete y crucé las piernas de la forma más sensual que se me ocurrió, consiguiendo lo que pretendía; la mirada azulada se fijó en el bajo de mi vestido, el cual me llegaba a mitad de los muslos y al darse cuenta que lo había cazado carraspeó y regresó su vista a su bebida un tanto azorado.  

Intuía que él no se encontraba por la labor de comenzar la charla, así que utilizando todos mis encantos pregunté:  

—¿Eres más de Batman o de Spiderman?  

Su cabeza se volteó en mi dirección completamente confuso.  

—¿En serio?—Arqueó ambas cejas dándole al fin algo de expresividad a su frío rostro.  

Encogiéndome de hombros sonreí angélicamente y aprovechando su desconcierto me incliné ligeramente, recortando un par de centímetros de la distancia que no separaba, dándole al ruso una mejor vista de mi escote.  

—Totalmente. 

—Tienes minutos valiosos para hablar de cualquier cosa, y ¿me preguntas si prefiero a Batman o Spiderman?—Su tono de voz manifestaba lo poco que le había agradado mi cuestión.  

Tuve que apretar con fuerza los labios, evitando desternillarme ante su cara de mosqueo.  

—Te iba a preguntar por el tiempo, pero me pareció demasiado típico y aburrido.  

—¿El tiempo y superhéroes? ¿Es que no tienes nada mejor? 

Normalmente, cuando un hombre me mostraba su parte altiva lo mandaba a paseo, en cambio, con Alekséi, no hizo más que acrecentar mis ganas de tener al ruso donde quería. Aunque realmente el lugar importaba poco, solo quería descubrir que podía ofrecerme aquel hombre.  

Lentamente me llevé el Martini a los labios, dándole otro pequeño trago sin dejar de mirarle directamente a los ojos. Al mismo ritmo dejé la copa en su lugar, esbozando una sonrisa acorde a la altivez de sus palabras.  

—Pensaba preguntarte a que se deben tus prejuicios sobre mi persona, pero me he dado cuenta de que ya lo sé.  

—Ilumíname—No era una petición, era un reto; uno tremendamente sexy al ser pronunciado con aquel acento y una voz ronca, endiabladamente tentadora.  

—Verás...—Fingiendo que la conversación me importaba más bien poco, bajé la mirada a la copa de cristal, acariciando el borde con la yema de mis dedos—. Después de pensar en varias posibilidades para entender por que huyes de mí como si tuviera la peste, he llegado a una conclusión; me tienes miedo.—Alcé la vista esperando encontrarme algo que confirmara mi sospechas y terminé exasperada al no encontrar nada. Ni siquiera una media sonrisa, aún así continué:—Me evitas porque temes que te termine gustado esta clase de mujer que dices que soy...  

Me detuve completamente fascinada al ver como aquel ruso, siempre frío y inexpresivo, rompió a reír sonoramente. La imagen me resultó maravillosa, por fin veía algo humano en Alekséi, aunque dañara a mi ego con las carcajadas.  

—Tienes que estar de broma—Dijo sin controlar la risa.—Esperaba algo más de ti, Ana.  

Encogí los dedos de los pies al oír mi nombre de su boca y mi mente, como pervertida reconocida que era, me hizo imaginarlo sobre mí, desnudo, sudando, moviendo las caderas a un ritmo candente a la vez que gruñía una y otra vez mi nombre.  

Probablemente nuncaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora