Capítulo 24

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CAPÍTULO 24

Había desaparecido. Ana se había marchado.

Después del funeral de su abuelo la única noticia que tenía de ella, tras infinitas llamadas y mensajes por mi parte, fue un simple y llano mensaje "Estoy bien. Nos vemos pronto". Yo vagaba como un triste perro callejero de aquí para allá. Estaba inquieto y furioso a la vez. No sabía donde se encontraba, ni que estaría haciendo. ¿Y si finalmente había tomado la decisión de alejarse para siempre?

Sabía, o al menos intuía, que Ana me quería, no obstante, sus miedos eran demasiados como para aceptarlo. O quizás todo eso solamente estaba en mi cabeza y ella realmente solo quería de mí un polvo. Llegados a ese punto no tenía muy claro lo que debía pensar.

—Alek, ¿estas bien, tío?—Inquirió William desde el otro lado de la pantalla.

Carraspeé y me enderecé el sillón de cuero de mi oficina.

—Lo siento. ¿Decías?—No tenía ni idea de lo que estaba hablando. Mi mente se encontraba muy lejos de allí.

Will me dedicó una mirada compasiva, como quien sabe que la partida esta perdida.

Él estaba al tanto de todo. Fue al primero que acudí tras la desaparición de Ana y con quien me sinceré, contándole absueltamente todo. Ni siquiera se sorprendió, me conocía lo suficientemente bien como saber desde un principio que había perdido la cabeza por su altiva cuñada.

Aprovechando su triste visita por el funeral del abuelo de su mujer, bebimos hasta casi agotar las botellas del bar, pero aquel vacío en el pecho no desaparecía ni con litros del mejor Whisky.

De eso ya habían pasado tres días y el hueco no parecía cerrarse, al contrario, cada minuto iba creciendo.

—Estará bien. Volverá—Afirmó rotundo, como si estuviera dispuesto a apostar su vida por ello.

Me pasé los dedos por la frente, desesperado. No solo me angustiaba la idea de que volviera o no, necesitaba saber que ella estaba bien, que no le había pasado nada estuviera donde estuviese y más cuando mi mente me jugaba malas pasadas imaginando lo peor. Aunque siendo justos, Ana no caía en el típico de dama en apuros.

—¿Alba sabe algo?—Pregunté con la esperanza de que se hubiera puesto en contacto con su hermana.

Él se limitó a poner esa expresión que pone la gente cuando las noticias no son agradables para ninguno.

Respiré hondo y miré al techo de mi despacho buscando una respuesta, algo que aliviara aquel maldito nudo que me ahogaba por momentos.

—¡Maldita sea!—refunfuñé, dándome una vez más por vencido. Dejé caer la cabeza de golpe, clavando la mirada nuevamente en el rubio—. Joder, esto es de locos. Nadie sabe nada de ella, ni siquiera sus padres. Es como si se hubiera borrado del mapa. ¿Dónde demonios esta esa mujer?

—Alek, quizás se fue por unos días. Quizás es lo que necesite para aclararse y decidir que es lo que quiere.

Incapaz de permanecer quieto me levanté y me dediqué a caminar de un lado al otro por le despacho.

—¿Y no podría haberlo dicho? Es una insensata.

Un amago de sonrisa curvó sus labios.

—Tío, pareces un león hambriento encerrado en una maldita jaula—Se burló. Al notar que no me hacía la menor gracia, añadió:—Relájate, cuando menos te lo esperes regresará.

Probablemente nuncaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora