Prólogo

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La mejor manera de librarse de la tentación es caer en ella.

-Oscar Wilde


Dedicatoria.

Para A, porque a pesar de todo eres mi superhéroe favorito.



Prólogo.


Abrí los ojos, pestañeando varias veces hasta acostumbrarme a la cegadora luz. Ladeé la cabeza y lo vi. Era guapo, de una belleza juvenil. Dormía boca abajo con su rostro en mi dirección y los labios ligeramente entreabiertos. Traté de recordar su nombre, pero en mi mente solo habían escenas donde su cuerpo se acoplaba al mío.  

Sigilosamente me escapé de entre las sabanas, me puse en pie y fui recolectando mi ropa. Me disponía a subirme las bragas cuando su pastosa voz preguntó:  

—¿Te marchas?  

Le sonreí de forma cariñosa, terminé de vestirme y me acerqué a su lado para darle un último beso.  

—Ha sido un placer—Dije, pensando que no lo fue tanto. 

—Al menos dime tú nombre—. Pidió, agarrándome de la muñeca. 

Volví a besarlo y su mano se aflojó, liberando mi brazo. Tras sonreírle me encaminé a la puerta, recogiendo mi bolso por el camino y saliendo de su piso. No fue hasta que cerré la puerta que recordé su nombre: Javier.  

Frente a mí, la puerta vecina se abrió y la cabeza de una mujer apareció. Sus ojos me estudiaron con desaprobación, encontrándose una enorme sonrisa al llegar a mi rostro. Tras desearle unos muy buenos días salí del edificio sin ninguna intención de volver.  

No buscaba un inquilino definitivo en mi cama y al contrario que mis hermanas, el amor no estaba en mi lista de prioridades. Me gusta mi libertad. Adoraba mi soltería. Las historias románticas no tenían cabida en mi vida....  

Y probablemente nunca la tendrían.  


Continuará...


Comenzamos de nuevo, y antes que nada, daros las infinitas gracias por seguir por aquí. Espero de todo corazón que esta historia os guste tanto como las otras.


Probablemente nuncaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora