Capítulo 9

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9

Pestañeé, asegurándome de que no estaba soñando, pero mi hermana seguía delante de mí, alternando la mirada entre el ruso y mi cara. Su rostro, el mismo que siempre se mantenía con expresión serena, se encontraba avergonzado y entristecido.

—Lo siento, no pretendía interrumpir—Ivonne fue la primera en romper el incomodo silencio. La voz le temblaba.

Las palabras no me salían. Mi hermana jamás me había visitado, ni siquiera por fechas señaladas. Era la primera vez que se presentaba en mi casa, por lo que intuía que algo no iba bien.

—Espera—Le dije al ver que daba la vuelta para marchase—.Alekséi ya se iba.

Giré la cabeza para mirar a un silencioso ruso. Sus ojos azules dieron con los míos y durante lo que me pareció una eternidad no reaccionó, simplemente se quedó anclado en mi mirada, como si estuviera esperando una señal para actuar. Recobró el movimiento y dejándome completamente atónita se arrimó a mí, pasó su mano por mi cintura y besó la comisura de mi boca antes de mirarme de frente, ignorando a mi hermana, y decirme:

—¿Estás bien?

Su preocupación nuevamente me resultaba enternecedora a la par que divertida. El hombre de hielo parecía no ser tan frío.

—Lo estoy. Gracias por la visita—. Sonreí levemente y él asintió.

Pasó al lado de mi hermana, echándole una mirada nada amigable y se marchó, dejándonos a Ivonne y a mí plantadas en la puerta de mi casa.

—¿Puedo pasar?—Preguntó incomoda, pero orgullosa como ninguna permaneció con la mirada fija en la mía.

Me hice a un lado, indicándole que entrara. Permanecí a sus espaldas, observando sus reacciones. Permaneció de pie en el centro del salón, estudiando el entorno que la rodeaba hasta que reparó en el retrato que colgaba en la pared, sobre el mueble del televisor, donde nos encontrábamos todos en Irlanda. La última foto que nos habíamos sacado con la abuela antes de que falleciera.

Se sumergió largos minutos en la instantánea, reviviendo aquel momento.

—Te adoraba—Musitó con la voz rota.

—Nos adoraba a todas—La corregí.

Los ojos azules se dirigieron a los míos verdes y su boca se curvó en una triste sonrisa.

—Sé que lo hacía, pero tú y ella teníais algo especial. Eráis iguales. Muchas veces cuando te miro la encuentro a ella; es...—suspiró y regresó la vista a la fotografía, añadiendo:—es extrañamente gratificante. Como si nunca se hubiera ido.

—Nunca lo hizo. La abuela se quedará el tiempo que la recordemos.

Asintió conforme y dejó escapar una vaharada cansada.

—¿A qué has venido, Ivonne?—Inquirí sin poder contenerme.

Olvidando el retrato me miró de frente. La sonrisa de su boca se iba haciendo más y más pequeña.

—Supongo que decirte que he venido a visitarte no serviría de nada ¿verdad?—Negué con la cabeza y de un solo golpe dijo:—Luis me está engañando con otra.

Las lágrimas se formaron rápidamente al pronunciar la última frase.

Inmóvil, intentando procesar las palabras, vi como se dejaba caer sobre el sofá más cercano, cubriéndose la cara con las manos.

—Hacía meses que lo sospechaba—Continuó hablando entrecortadamente—Pero nunca lo había podido confirmar, hasta hoy. Mamá y papá fueron a buscar temprano a los niños, mañana van de excursión, por lo que Luis y yo habíamos organizado una noche romántica, pero por la tarde lo llamaron de la oficina. Como no sabía lo que hacer decidí presentarme en su despacho y darle una sorpresa. Al abrir la puerta los vi. Ni siquiera se dieron cuenta de que estaba allí.—Sus ojos me buscaron suplicantes y añadió—No sabía a donde ir.

Probablemente nuncaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora