Capítulo 16

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Capítulo 16

—¿Todas?—Su pregunta fue un pequeño susurro, lo suficiente alto para que mi corazón lo entendiera.

El mundo. Mi mundo, de pronto se detuvo. Tenía dos opciones, negarme a aceptar algo que más rápido de lo que debía se volvía evidente o... apostar. Apostar a ciegas. Apostar porque la pelirroja no me terminara de romper, apostar por ese algo que despertaba y que aún desconocía.

Miré aquellos lagos verdes que llevaba por ojos y me quedé prendando de la mirada nerviosa y miedosa, la cual me daba a entender que Ana estaba al borde del precipicio. Tanto como yo.

Alargué la mano y deslicé los nudillos por su mejilla. La respuesta salió de mi boca por si sola:

—Todas, Ana. Todas.

Tragó saliva y se permitió pestañear.

—Sabes que esto podría ser un error, ¿verdad?—No pudo disimular el amago de tristeza que cruzó su rostro.

Por supuesto que lo sabía. Pero también sabía que si no me tiraba de cabeza, probablemente me perdería una de las mejores historias de mi vida.

—O podría ser todo lo contario.

—¿Y...?—Cogió aire por la boca, llenando sus pulmones tanto como pudo—¿Y qué pasa con las demás? Ambos sabemos que yo no soy la clase de mujer que buscas.

Acerqué mi silla a la suya, sintiéndome extrañamente seguro ante el paso que estaba dando. Cogí sus manos entre las mías y dejé mi mirada fija en la de ella.

—Nunca has sido lo que busco, Ana—Palideció y yo sonreí—. Eso es lo que hace más extraño esta conversación, porque aunque sea así, no cambiaría absolutamente nada. Y si esto es un error, quiero que sepas que serías mi favorito.

Maravillado vi como las mejillas femeninas se encendían, como sus ojos brillaban y como, lentamente, una sonrisa curvaba aquella boca que tanto me quemaba. Y por primera vez, desde que conocía a la pelirroja, me di cuenta que quizás no es lo que buscaba, pero sí lo que necesitaba. Y por primera vez, me importó muy poco el resto del mundo, por primera vez, quería apostar todo y aunque saliera perdiendo, siempre saldría ganando.

—Llévame a tú casa—Me pidió, inclinándose ligeramente para que solo pudiera escucharla yo.

No hacía falta que lo repitiera. En ese momento solo quería tenerla desnuda, para mí solo. Recorrer cada parte de su cuerpo, besar hasta el último centímetro de su piel.

Me levanté y la arrastré de mano por todo el gimnasio hasta llegar al parking y subirnos al BMW. El gritito de felicidad de Ana al escuchar la mítica Somebody to love, me hizo ladear la cabeza y obsérvala embelesado mientras cerraba la ojos y se balanceaba al ritmo de Queen. Su voz angelical apareció en escena y mis ganas de conducir desaparecieron. Quería detenerme, mirarla y saborear cada segundo que durara la canción. Pero necesitaba tenerla cuanto antes. Me conformé con ojearla de reojo o en cada semáforo que me encontraba.

—Es una de mis canciones favoritas—Dijo mientras llegaban las notas finales— Digamos que es la canción que me levanta el animo—. Se quedó con la vista perdida, sonriendo como si estuviera recordando algún momento del pasado—Mi abuela siempre decía que la música no solo amansa a las fieras, también alivia el corazón. En su casa siempre se escuchaba música, y no creas que Irlandesa, adoraba la música española.

—Era una mujer muy sabia.

—Lo era—Su tono de voz se tornó nostálgico.

Quería conocer más de su historia, de la historia que vivió con su abuela. Era bastante claro que aquella mujer había marcado a Ana, y por lo tanto, necesitaba saber más.

Probablemente nuncaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora