Capítulo 17

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17

Despertarme en camas ajenas jamás fue de mi agrado, y mucho menos cuando el propietario de esa cama me tenía presa entre sus tentáculos como si fuera un pulpo. No obstante, esa mañana era diferente. No sabía si se debía a los rayos solares que se colaban por las ventanas, los cuales no veía desde hacía varios días. Quizás fuera por la apacibilidad que reinaba junto al pecaminoso olor a sexo o... probablemente la diferencia residía en el pulpo que me tenía rodeada. Él dormía plácidamente, abrazándome por la cintura, impidiendo que me escapara a hurtadillas y, extrañamente, esa idea me complació de un modo inimaginable.

Me permití embelesarme en los siempre duros rasgos convertidos en suaves líneas. El ruso era una maravilla despierto, pero verlo perdido en los mundos de Morfeo era... encantador.

Alargué la mano, evitando pensar en la cursi en la que me estaba convirtiendo y, con el mayor de los cuidados, acaricié la piel desnuda de su pecho, subiendo por el hombro hasta llegar a la mandíbula, deteniéndome sobre el hoyuelo que marcaba su barbilla.

Las imagines de la noche anterior acudieron como ráfagas a mi mente. Por primera vez en mucho tiempo me había abierto a alguien, me permití sentir de una manera que siempre evité y lo curioso de todo, es que en ese instante, mientras lo veía dormir, el miedo no hizo el esperado acto de presencia. Estaba haciendo lo correcto o al menos, lo que creía correcto. Siendo sincera, hacía escasas horas solo quería correr, salir de aquella casa y sacar a Alekséi de ese lugar donde se instaló; muy debajo de mi piel. En cambio, decidí quedarme, presentar batalla y que pasara lo que tuviera que pasar. ¿Por qué iba a huir cuando la verdad es que quería quedarme?

—Buenos días—Murmuró el ruso con voz soñolienta sin abrir los ojos, sobresaltándome.

—¿Cómo sabes qué...?

Su risa mañanera interrumpió mi pregunta y los ojos grises al final me dieron los buenos días.

—Simplemente lo sé. Al igual que sé muchas otras cosas de usted.

—¿Cómo qué?—Inquirí con un sonrisa que llegaba a dolerme.

—Como que estás muy guapa por las mañanas.

El agarre que ejercía en mi cadera se intensificó y ocultó su rostro en mi cuello para olerlo y por último, besarlo.

—Eso también me consta a mí—Bromeé, moviéndome contra su cuerpo desnudo.

Irguió el cuello, mirándome de frente, mordiéndose el labio para no reírse.

—Cuando quieres eres realmente...

—¿Realmente qué?

En un visto y no visto se colocó sobre mí, cubriéndome completamente. No existía una manera mejor de darme los buenos días que sentir su piel pegada la mía.

Se quedó unos segundos observándome, dejando que sus labios formaran la sonrisa que luchaba por mostrarse a la vez que sus manos se dedicaban a acariciarme el pelo.

—Realmente preciosa.

Esperaba un beso, pero para mi sorpresa, su boca se posó sobre mi frente y regresó a su lado de la cama, para sentarse, buscar su ropa interior y colocársela.

—¿En serio? ¿Un beso en la frente?—me burlé.

El ruso detuvo su camino rumbo al baño y me miró.

—Ese beso quizás tenga más significado que cualquier otro lado.

No me dio tiempo a preguntarle a que se refería pues desapareció. Por mi parte me obligué a sacar mi culo de la cama y comenzar a vestirme.

Probablemente nuncaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora