2. LA ÚLTIMA CENA

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Rhea

Llega la mañana y con eso mis ganas de no despertar. No soy muy mañanera; bueno ni de estar despierta todo el día tampoco. Salí arrastrándome por la cama y bajé a desayunar viendo la inmensa variedad que estaban preparando. Luego recordé que era la cocinera quien hacía todo esto, que trabajo. En vez de quedarme mirando cómo preparaban la mesa para el desayuno, decidí salir a correr por la zona para así poder conocerla.

Ya preparada, cogí el móvil con mis cascos y me dirigí hacia la puerta. Pero con la suerte divina que tengo, me encontré con Zion nada más abrirla. Estaba vestido de deporte, supongo que habrá ido a correr o algo. Ni lo miré a la cara y rodé los ojos al recordar lo idiota que había sido anoche mientras pasaba por su lado. Si antes pensaba que iba a ser amable o algo así, me he equivocado, es un completo idiota.

Dando unas vueltas por la manzana, avisté tiendas de ropa cara, supermercados, parques Definitivamente estaba en el barrio rico. Me senté en uno de los bancos del parque para pasar el rato hasta que quisiera volver a casa, pero terminé volviendo a los cinco minutos. En cuanto entré por la puerta pude notar que ya había más movimiento en la casa. Angelo estaba sentado en el sofá leyendo un libro, mientras que Zion estaba tumbado con el móvil. No había ningún rastro de Antonella.

— Ya has vuelto, perfecto. Te estábamos esperando para desayunar. Antonella vendrá enseguida, se está ocupando de unos asuntos de trabajo. -me informó Angelo, el único que parecía mostrar algo de educación.

— Siento si os he hecho esperar, quería ver cómo eran los alrededores, pero se me ha ido la hora.

— Ya lo puedes sentir, no he tenido que esperar para comer en la vida. Mira la hora la próxima vez. -respondió el idiota que tenía al lado.

— No le hables así. -lo regañó su padre.

— No te preocupes Angelo, que diga lo que quiera, puedo defenderme sola. -devolví al segundo.

— Lo que tú digas. - dicho eso, se levantó dirigiéndose a la mesa, pero antes de que se marchara pude verle bien la cara.

Tenía el pelo rubio tirando a moreno y los ojos verdes. Para qué mentir, si era atractivo. Pero la personalidad la tenía por los suelos. Justo antes de sentarme en mi sitio de la mesa, pude ver como tenía una pequeña sonrisa en la boca. ¿Se estaba riendo de mí estando yo delante? ¿Pero qué le pasa a este tío? En cualquier momento aparece muerto, lo aseguro.

Terminamos de desayunar y tristemente Angelo le propuso a Zion que me enseñara un poco más los alrededores ya que él tenía que trabajar. Y como no, no se pudo negar. Así que ahora mismo estoy en el coche de Zion dando vueltas sin sentido sumergidos en un silencio incómodo. Y pues, decidí romperlo.

— Así que Zion, ¿por qué te llamas Zion? Digo no es un nombre italiano. -pregunté a la vez que me giraba para mirarle, y él pasó de mi categóricamente poniendo la radio.

Perfecto. Volvemos a no hablar. La noche anterior y a la mañana no callaba, pero ahora que pregunto algo es mudo. De hecho, no pensaba que, en vez de querer responderme, sacaría una cajetilla de tabaco de su bolsillo y se pondría a fumar. Al cabo de un rato e intentando no joder mis pulmones en el proceso, paramos en una cafetería y cogimos comida, seguía sin hablarme, así que, al salir de ahí en vez de dirigirse al coche, me marché en dirección contraria.

— ¿Qué haces? -preguntó- Sube al coche.

— Ahora sí que hablas ¿no? -bufé- quiero dar una vuelta así que, espero que la radio te dé una buena compañía.

— Haz lo que quieras, pero cuando no sepas volver a casa a ver qué haces. Y ni se te ocurra llamarme. -dijo. Sé que tiene razón joder, pero me niego a volver con él de la misma manera. Asi que, tragándome mi orgullo, pero con el mentón bien alto, decido dar la vuelta sin mirarle.

Intercambiando secretosWhere stories live. Discover now