Capítulo 43

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Feliz sábado, zorritos!

Finalmente comienzo a ver la luz al final del túnel, y creo poder terminar pronto este libro. Lo cual sería genial, si no fuera porque debo pensar en la historia para regalarles esta Navidad y honestamente no tengo la menor idea de qué haré ahora mismo. Espero tener inspiración pronto. Y espero lograr terminar este libro pronto!

¿Qué les gustaría ver en la historia de Navidad?

Como siempre, no se olviden de votar y comentar al final!

Xoxo,

Sofi

***

El tiempo no estaba siendo piadoso. Key solo pudo concentrarse en seguir avanzando. Todos sus músculos ardían, su cuerpo entero dolía, pero necesitaba seguir subiendo, aunque fuera un movimiento a la vez.

Tanteó en la oscuridad habitual de Ashdown, sus manos encontrando otra saliente en el muro externo. Se empujó con sus pies hacia arriba.

Aely Showk había dicho que el mejor modo de infiltrarse era desde fuera, y ella estaba odiando cada instante de ello, pero debía continuar. Demasiados años de lluvia ácida habían desgastado la piedra de un modo irregular y preciso para escalar, algo violento, no como el suave desgaste del tiempo que hubiera dejado todo liso.

Aun así, seguía sin ser placentero. Y ya no sabía si la sangre deslizándose por sus brazos era a causa de sus heridas, o las uñas partidas mientras tiraba de ella más arriba. No podía oír, y no le gustaba para nada. Tan solo podía sentir el fuerte azote del viento contra su delgado cuerpo en las alturas, y la horrible necesidad de llegar a destino cuanto antes.

Se repitió que era la mejor opción, la única. Necesitaba llegar a su objetivo sin obstáculos ni contratiempos. Sin nada más que la debilitara o la retrasara. Los brujos tal vez pudieran contra su propia gente, pero no contra otro tipo de amenaza, una que ella conocía muy bien. Y no podía permitirlo. Había solo una persona capaz de dañar a Anton y Nix, y ella debía detenerlo.

Apretó los dientes y soltó un gemido cuando el viento la azotó, su delgado cuerpo amenazando con rendirse. Entrecerró los ojos y siguió subiendo. Estaría bien, y estaría en casa. Incluso si no era nada más que una tonta mentira, se lo repitió una y otra vez para resistir y continuar avanzando. No más peso de la naginata en su espalda, no más sangre en sus manos, no más dolor.

Quizás entonces encontraría paz. Quizás entonces hubiera suficiente calma, como para que pudiera pensar si había lugar para algo más en su corazón que tanto horror y arrepentimiento. Quizás entonces pudiera tener una respuesta menos horrible para Nix. Y quizás entonces, podría enseñarle a Anton todo lo mismo que su padre le había heredado, y no solo los crueles consejos de combate.

Las ventanas explotaron a lo largo de todo el muro. Key bajó la cabeza y ocultó su rostro para protegerse. Sus ojos ardieron. Ignoró los arañazos en todo su cuerpo, o el ligero peso de los cristales al golpearla. Se pegó lo más que pudo al muro. Sus uñas gritaron, sus piernas quisieron rendirse. Y sabía que le estaba pidiendo demasiado, a un cuerpo que debería haber cedido bastante tiempo atrás.

En silencio le pidió disculpas, y le pidió que resistiera un poco más. Tan solo necesitaba hacer una cosa más. Una última acción, antes de finalmente descansar. Un último intento. Y entonces, que la naturaleza recobrara su curso.

***

Anton se lanzó detrás de un mueble caído y cubrió su cabeza con sus brazos cuando los cristales explotaron. No estaba seguro de cómo la situación había evolucionado, demasiado concentrado en protegerse a sí mismo y ayudar a quienes pudiera en el camino.

El ladrón de mundos (trilogía ladrones #3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora