24 de agosto de 2013

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Dylan seguía en el sofá, con el pelo revuelto y aplastado contra su cara. Se quedó a pasar la noche después de haber estado atracándonos con comida chatarra y películas malas que no hubiera visto si no fuera por él. Si Dylan no hubiera estado, probablemente hubiera tenido una fiesta de conmiseración de un solo invitado. Sin comida, sin películas, a oscuras. Yo, sola, sentada frente al televisor apagado, dejando las lágrimas correr. Y ya no quiero llorar más, Chase. Estoy cansada.

—Emma, ¿estás espiándome mientras duermo? —Dylan me sorprendió y yo me encojí, haciéndome más pequeña, con el diario entre mis manos.

—Claramente no estás durmiendo —le respondí. Apagué mi dolor por un momento y dejé el diario en un costado. Antes que tu recuerdo, lo prefiero a él.

* * * * *

Desayunamos juntos. Escondí todo lo que me perturbaba para que él no sintiese pena por mí. No necesito su lástima, ni la suya ni la de nadie. Eso me hace sentir peor. Él también sabe eso. Parece saberlo todo, hasta lo que no le cuento.

Después del desayuno nos tiramos en el mismo sofá a ver caricaturas. Reímos como niños que no tuvieran preocupaciones. En el fondo, sentía (siento) las garras de la culpa y la tristeza afilándose, listas para desgarrar mis entrañas. Seguí riendo para tapar mi miedo. Dylan lo notó y de repente me encontré llorando entre sus brazos. Él no debería verme así. Nadie debería tener acceso a la fragilidad del otro. Eso les da el poder de destruirte.

Tú aprovechaste ese poder y me heriste de muerte.

—Lo siento.

—Calla y deja de pedir perdón, Emma. Es él quien debería pedirte perdón a ti.

* * * * *

—Amor... —Vi ese lapso de terror que te invadió cuando lo dije. Tus ojos fueros quienes hablaron. Yo me detuve, pensé en el siguiente paso y recién ahí continué—. ¿Qué? Es solo una expresión, no lo tomes tan literal. —Tus músculos se aflojaron y la tensión de tu mandíbula desapareció. Yo sonreí, fingiendo que esto no era nada.

En realidad, sí quería decirte que te amaba. Eras tú quien no quería oírlo.

* * * * *

Dylan me preguntó qué hacía con este cuaderno. Le dije que solo escribía lo que fuera que llegara a mi mente. Él lo entendió al vuelo y no preguntó nada más, temiendo torcer el paso. Se lo extendí y dejé que lo leyera.

¿Quieres saber qué hizo, Chase?

No, no me juzgó. No dijo que era una locura. No me miró extrañado. Me abrazó por un instante eterno.

—Me alegra ser el dueño de esas sonrisas —dijo finalmente. Yo sonreí, aunque él no pudiera verme. Esta vez, lo hice completamente en serio.

De tu ex, con amor (Emma & Chase #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora