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Paro en las gradas del casino, miro a mi alrededor, cada persona que hay, cada trabajador que hay

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Paro en las gradas del casino, miro a mi alrededor, cada persona que hay, cada trabajador que hay. Me enfoco en ver a los que trabajan para Klaus, hay arriba y abajo, cerca de la barra, en cada esquina, por los baños, en algunos juegos, por las barandas de arriba. Klaus se encuentra en una mesa del fondo del primer piso, juntamente con Feller.

Fingen convivir como grandes amigos de hace tiempo.

Helena se encuentra sentada en la barra tomando una copa de vino, juntamente con Arango y Austin quien limpia la barra "disimuladamente", mientras me mira. Bajo las gradas, caminando segura de mis misma, no sé cuántos hombres traiga Sierra, ni sé si estará con Vinicio.

Paso algunas personas que juegan en las maquinas, otras en mesas de billar y otras que hacen apuestas. Llego a una de las mesas que se encuentran hasta el fondo, la veo. Su cabello muy rubio está suelto, onduladamente, trae uno vestido rojo, que le marca muy bien su figura, se quita unos lentes negros que trae puestos, los deja sobre la mesa y me da una mirada fría, calculadora.

Le sostengo la mirada, sentándome enfrente de ella, dejando mi bolsa sobre mis piernas y luego ladeando una media sonrisa, ella hace lo mismo.

—Paris Wilhelmine — "alaga" — Qué honor hablar con la encargada de la mafia neoyorquina.

—Sierra Sedonia —menciono su nombre, lentamente — ¿Tú eres?

Ella sonríe ampliamente.

—¿Quién crees que soy?

—No creo que seas algo o alguien — respondo, mostrando un toque de desinterés.

—Pensé que serias más tímida, pero creo que acercarte a Wolfgang, eso ha cambiado ¿no?

—Wolfgang no me ha cambiado, siempre he sido liberal, sabes, porque yo, no dependo de un hombre — sonrío levemente.

—Mm, ya somos dos — sonríe. —Aunque claro, se dice que las mujeres no podemos gobernar, que ese es trabajo de los hombres, irónico, porque nosotras dos, somos jefas de grandes y poderosas de New York.

—Me parece machista decir que las mujeres no podemos gobernar, así que comparto lo mismo que tú.

Austin se acerca a nosotras.

—¿Algo que ordenar, señoritas? — pregunta, viéndonos.

—Una botella de vino rojo — Sierra me mira —¿Te parece?

—Por supuesto — le respondo y veo a Austin, asintiendo con la cabeza.

Regreso mi mirada a Sierra, ella sigue mantenido un aura controlador.

—Así que platícame, ¿quieres que te de libertad? — pregunta.

—¿Libertad? — sonrío—, es irónico, porque sabes que tengo una gran amplia libertad, por eso salgo a las calles de New York todos los días. No me gusta quedarme encerrada — digo casi en bajo y esbozo una sonrisa, de labios cerrados.

No te enamores tarde #1 ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora