III ꧁シ︎☠︎︎̶U̶n̶ ̶d̶í̶a̶ ̶p̶a̶r̶a̶ ̶o̶l̶v̶i̶d̶a̶r̶

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Actualidad.

Esto no puede ser real, es un imposible. Él no puede ser Quasimodo, de hecho, ni siquiera se llamaba Caleb, o al menos eso creo. No salgo de mi asombro, no dejo de verlo, buscando aunque sea un indicio del fenómeno que era este chico hace a penas unos cinco años atrás. Dios, la genética no es tan buena gente, o sea, tú puedes cambiar con el paso del tiempo, cuando terminamos la prepa eramos a penas unos niños como quien dice, pero, esto es un milagro.

— ¿Qué pasa Michel? ¿Sorprendida? — no te haces una idea.

— Yo... necesito ir al baño. — me pongo de pie. Antes de dirigirme al baño busco a mi amiga quien habla animadamente con Edward.

— Peyton, que gusto verte. — me saluda el chico con entusiasmo.

— Hola Edward — apenas le digo — Necesitamos hablar ya. — me dirijo a mi amiga, le abro los ojos lo más que puedo para que se de cuenta que es urgente.

— ¡Oh, claro! Edward, ya nos vemos luego.

— Por supuesto chicas, debemos hablar, estamos juntos los cuartos como en los viejos tiempos, solo que el tarado de Maikol tiene novia y hasta se van a casar. — dice con sorna. Así que se va a casar, nunca lo esperé de Maikol.

Me encamino al baño junto a Daf, aún recuerdo perfectamente donde está. Por el camino muchas personas nos saludan, antiguos profesores, pero yo solo quiero llegar al dichoso lavado.

— Entra. — casi la empujo dentro.

— ¿Se puede saber qué te pasa? — pregunta con una ceja arqueada.

— Caleb Nolan. — digo.

— Si, lo sé, está guapo y todo pero...

— Es Quasimodo. — se queda en blanco. — el nerd, el hijo del ex jefe de mi padre, el mismo que molestabamos y le hicimos la vida imposible. El mismo idiota que me declaraba su amor día tras día.

— ¿Tu criado? No puede ser. Peyton, estás delirando. Recuerdo muy bien a ese bicho raro, y créeme, Nolan y él no tienen nada que ver.

— Si lo es, me lo acaba de decir. Y Dios Daf, tenías que ver el resentimiento que guardaba su mirada. Me asusté mucho, y salí huyendo como la cobarde que soy. — En serio la forma en la que me miró hizo mi pecho temblar con temor.

— Ay no seas paranoica Peyi. Ya han pasado cinco años, él ni debe recordar de las bromas que le hacías. — le resta importancia.

— ¿Bromas? Daf, por mi culpa murió su perro, recuerdo que estuvo semanas sin acercarse a mi. Pinchamos las ruedas de su auto, puse un taco de marihuana en su mochila por lo cual casi lo expulsan del colegio, su padre le dio una paliza que hoy aún me perturba. — lo sé, me pasé, y entre esas hubieron otras cosas. La furia de los populares cayó sobre él y todo por mi causa.

— Eran bromas, cosas de adolescentes. — se observa en el espejo.

— Daf — lloriqueo mientras camino de un lado a otro — esto es serio. Quiero pedirle perdón, pero... me da miedo.

— ¡Por Dios Peyton! miedo de qué. Él no te puede hacer nada. Olvida el pasado, hoy eres una nueva persona y todos lo han notado. Se han acercado a mi a decirme que estás muy cambiada, que no pareces la vieja tú.

— Es que ya no soy esa Peyton. No estoy orgullosa de quien era antes, hasta me aborrezco por ello.

— Si, si, ya lo sabemos. Pero ese no es el punto ahora. Mejor ni le recuerdes al ex fenómeno, hoy papacito, lo horrenda persona que fuiste con él en el pasado. Estábamos en la secundaria ¡Dios Santo!

El deseo del amo (Completa ✔)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora