Capítulo 14. Demonios.

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El día era caluroso, había un brillante cielo de color azul, ni una sola nube parecía cruzarse. El ambiente estaba acompañado de una ligera brisa que brindaba cierta frescura.

En las orillas de la ciudad se encontraba un orfanato rebosante de energía, diversos niños corrían por el jardín, ese día sus cuidadores parecían estar de buen humor pues les habían permitido salir debido al intenso calor. No muy lejos de ahí, dos pequeños se aproximaban a la cerca que limitaba el orfanato del exterior. Los infantes estaban inclinados mirando dentro de los arbustos, un pequeño animal miraba a ambos niños con miedo; intentaba ocultarse entre arbustos buscando un poco de seguridad al mismo tiempo que mostraba sus garras y colmillos.

—Creo que no quiere nuestra ayuda—dijo en voz baja el menor de los niños.

—Pero no podemos dejarlo, está herido, debemos ayudarlo quiera o no—los brillantes ojos se veían decididos.

Una sonrisa se posó en el contrario. —Gege es tan bueno. Eres un héroe.

—No soy ningún héroe San Lang, pero si puedo ayudar a un ser indefenso así lo haré—el infante se arrastró hasta alcanzar el gato que bufaba en señal de advertencia, pero aún con eso el niño lo tomó en brazos. —Mis padres me decían que las personas necesitan de la amabilidad para sobrevivir—comentó mientras acariciaba al felino logrando que este dejara de gruñir.

—Yo sólo necesito a Gege—dijo el pequeño inocentemente, el ojo color de obsidiana no se despegaba de su querido Gege.

La sonrisa de oreja a oreja del menor hizo que el corazón del más grande se estrujara conmovido.

Con cuidado le pasó el animal para que lo cargara. —Quizás un día alguien necesite de ti San Lang... ¿Qué harás si eso sucede?

El menor pareció meditar la pregunta, al final la contestó con otra. —¿Qué quieres que haga Gege?

—No se trata de lo que yo quiera—el niño buscaba un pañuelo entre su ropa para limpiar la sangre de la pata del animal. —Se trata de lo que consideremos correcto.

—Entonces... ¿Qué harías tú Gege?

Con cuidado de no lastimar al gato, el mayor lo limpio lo mejor que pudo. —Yo trataré de ayudar a todos los que pueda. No hay excepción.

—Entonces yo quiero estar con Gege para ayudarlo—contestó enseguida el menor. Para él no había una mejor persona que su Gege, por ello se prometía estar al lado del pequeño omega hasta el último día de su vida. Quizás aún era un niño, pero de algo estaba seguro, su Gege lo era todo hoy, mañana y siempre.

El sonar estruendoso de una campana alertó a ambos niños.

—Debemos volver Gege—murmuró el pequeño.

Ambos niños dejaron al felino entre los arbustos una vez que lograron parar el sangrado. Se tomaron de las manos para empezar a correr de regreso al orfanato antes de que alguien notara su ausencia.

Hua Cheng observó como su trago aún seguía intacto, no sabía con exactitud cuánto tiempo había estado perdido en sus pensamientos, pero recordar esos momentos era lo único que calmaba su agitado corazón. La esperanza de reencontrarse con su Gege era su motivación para seguir existiendo.

Ese omega había sido la única luz que el alfa recibió en toda su vida.

El maullido de un gato provocó que su visión se desviara. A sus pies, restregándose en sus botas negras de cuero se encontraba E-Ming; el gato negro parecía querer exigirle algo de atención y con suerte algo de comida también.

C O N E X I Ó N | Omegaverse & Crossover MXTX Where stories live. Discover now