Capítulo 21 (Parte 2)

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La Cueva de las Maravillas estaba ubicada en una zona nocturna de la ciudad

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La Cueva de las Maravillas estaba ubicada en una zona nocturna de la ciudad. En un principio era fácil pasarlo por alto rodeado de negocios mucho más llamativos, pero eso no evitó estuviera a reventar. Analizándolo mejor no se trataba de un bar, sino de un antro, donde la gente bebía al ritmo de la música que podía escucharse a unas calles de distancia.

Todo el valor que Celeste había reunido en el camino se esfumó apenas pusimos un pie dentro. Su rostro se desencajó, entrecerró los ojos cegada por las luces neón azules que se mezclaban entre la gente que bailaba en el centro. Todo ese movimiento, ruido y gente, la aturdió. Tuve la impresión que quiso retroceder, quise decirle que podíamos marcharnos, pero hubiera sido en vano.

En medio del caos no me hubiera escuchado. Celeste ya había tomado la decisión, tras un largo suspiro, se hizo espacio entre la gente para acercarse a la barra. Directa, sin mirar atrás.

Yo la seguí en su recorrido, me senté a su lado cuando, aprovechando la zona estaba despejada, tomó asiento en una de las sillas altas. Pese a que había dejado el saco en el automóvil, hacía un calor espantoso. Sus dedos tamborileando nerviosos contra la madera mientras su mirada estudiaba todo a su alrededor. Estaba buscando a alguien. Nada. Y en medio de su escaneo casi escupió el corazón cuando escuchó una voz frente a ella.

—¿Qué le sirvo?

La pregunta no tenía ninguna intención oculta, pero la tomó por sorpresa, su mente se quedó en blanco. Así que tras un leve balbuceo, me dio un vistazo para que ayudara. Tuve que contener una risa ante su expresión de pánico.

—Un Whisky y un daiquiri —le pedí al joven que amable se puso manos a la obra.

No sabía qué tanta resistencia tenía al alcohol, asumí que ella tampoco porque sin pensarlo tomó la copa apenas la pusieron frente a ella y tras una tensa sonrisa se la llevó a los labios terminándoselo casi de un trago. Dejó la copa vacía y sus pulmones sin oxígeno. Mala idea. Su tos llamó la atención de la gente a su alrededor.

—Hemos eliminado el plan de pasar por desapercibidos —lancé divertido mientras le daba un leve golpe en la espalda.

Celeste quiso reprocharme el mal chiste apenas recuperó el habla, pero algo robó su atención. Para ser más exactos, alguien. Sus ojos negros se fijaron en el hombre que pasó tras nosotros con una bandeja. No fue necesario que me diera la vuelta, su rostro habló por sí solo. Era él.

Se recompuso en un parpadeo. Ansiosa se reacomodó en la silla, echó la espalda atrás y alzó el mentón fingiendo tenía todo bajo control. El que lo perdió enseguida fue Gabriel apenas su mirada se cruzó con ella. No sé si fue su seguridad desinteresada o su belleza, que era imposible pasar por alto, lo que despertó su interés. Entonces atraído se acercó, olvidando al resto. Casi pude leer lo que pasó por su cabeza.

—¿Ya la atendieron? —soltó sin importar la respuesta fuera evidente.

Celeste le regaló una sonrisa, diferente a las que solía usar. Yo le di un trago a mi bebida sin apartarles la mirada.

El trato perfecto no rompe un corazónWhere stories live. Discover now