II (Capítulo 12)

303 62 82
                                    

—No sé si sea buena idea me quede en tu casa

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

—No sé si sea buena idea me quede en tu casa.

Ese fue el primer comentario que escuché de su boca desde que llegamos a la ciudad. Durante todo el camino se había mantenido en silencio, con la mirada fija en la ventana y sosteniendo con fuerza la mano de Berni a su costado. Y aunque un par de veces intentó sonreír cada que la veía por el espejo entendí lo que significaba.

—Confieso que siempre esperé otra cosa de comentario el día que conocieras Monterrey. No sé, algo relacionado al calor, a los edificios, al tráfico —planteé divertido tras dejar las maletas en el suelo. Cerré el maletero encontrándome con su mirada.

—No, no, la ciudad luce increíble, apostaría que lo es —aclaró. Resopló revoloteando un mechón que caía por su mejilla—. Sabes a lo que me refiero, no quiero darte más problemas.

Sonreí ante su preocupación.

—Tú no me das problemas —le repetí buscando su mirada, y dándole una sonrisa, para que lo grabara en su angustiada cabeza. Celeste torció torció los labios sin lucir convencida—. Escucha, sé que esto no es un viaje de placer —le di la razón, usando la lógica pese a lo que sentía—, pero no puedes hacerte una idea de lo feliz que me hace que estés aquí —le confesé.

La ciudad adquirió un nuevo color tras su llegada, quería enseñarle muchos lugares que tras la rutina habían perdido su encanto y de nuevo me parecían dignos de compartir. Desconocía lo mucho que deseaba ese momento HASTA que abrió la puerta aquella noche de tormenta en Hermosillo. Y pese a que era una verdad egoísta desear su compañía a sabiendas que la razón de que estuviera ahí era algo que le producía dolor, Celeste no me reclamó, sino que dibujó una suave sonrisa que contrastó con su expresión de terror cuando alzó la mirada ante el imponente edificio frente a nosotros.

Por suerte, su sobrino pareció encontrar fascinante toparse con un montón de cosas nuevas. Incluso mi frío departamento tomó cierto brillo cuando puso un pie dentro.

—Wow —murmuró incrédulo mientras giraba en su propio eje, admirando todo a su alrededor. Sus ojos vivaces estudiaron el enorme cuarto, los muebles, los colores, a la par se aferraba a las azas de la mochila que cargaba a su espalda. Reí ante su expresión—. ¿Vives aquí?

—Sí. ¿Qué te parece? —lancé contagiado por su alegría—. Y eso que no has visto la mejor parte, ven acá —le animé dejando el equipaje para mostrarle el espacio que me hacía sentir más orgulloso. Mamá negó con una sonrisa.

Ni siquiera lo pensó, emocionado me siguió hasta dar con un enorme ventanal con vista a la ciudad. Abrí la puerta movediza para darle paso al balcón. El viento nos golpeó directo a la cara, asombrado Berni se apoyó en el barandal para admirar la maravillosa vista que nos rodeaban. Sonreí siendo testigo de su felicidad, hace mucho que había olvidado a valorar ese regalo. Su inocencia me recordó el daño que causa el tiempo.

—¿Sabe una cosa? Este es uno de mis lugares favorito —le compartí.

En ese pequeño balcón la soledad no resultaba un castigo, todo lo contrario.

El trato perfecto no rompe un corazónWhere stories live. Discover now