Capítulo 6

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—No sé qué fue lo que hice mal

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—No sé qué fue lo que hice mal.

Los pies de Celeste, que no habían logrado quedarse quietos desde su llegada al hospital, trazaron un camino de punta a punta de la sala arrasando todo como un huracán. Ella misma se había convertido en uno, uno que se estaba escapando de sus manos.

—No debí dejarlo solo, quizás comió algo o se fatigó porque corrió demasiado... —habló sin parar para sí misma, llevándose una mano a la cabeza, desesperada por hallar un por qué. No había dejado de barajear un centenar de posibilidades, que iban de las lógicas a las más descabelladas.

—No has tenido la culpa —zanjó mamá para que dejara de castigarse. Celeste ni siquiera la escuchó—. Mejor esperemos a escuchar lo que diga el médico...

—Pero es que ya ha tardado mucho —renegó al borde de la locura.

No quiso esperar más, tuve la impresión que quiso volver a acercarse al mostrador a pedir información, pero se lo impedí, atravesándome en su camino. Ella alzó la frente, frunciendo las cejas sin entender la razón. Una mirada bastó para dejarlo claro. Hubo un silencio que habló más que cualquier palabra. Comprendía su sentir, pero no tenía sentido forzar algo que no se daría, la chica ya le había repetido que solo quedaba esperar.

Celeste admitió la realidad, apretó sus labios sin saber qué decir. Por suerte, no fue necesario que ninguno de los dos hablara, porque un sonido nos devolvió de golpe a la realidad. Llegó lo que deseaba escuchar.

—Familiares de Bernardo Rangel...

Celeste lo olvidó todo, el mundo desapareció y antes de que pudiera terminar de hablar se acercó, borrando la distancia entre ambos. 

—Yo soy su tía —lo interrumpió, hablando tan rápido que apenas se entendió. El doctor la miró sobre sus lentes gruesos, antes de revisar sus apuntes—. Dígame que está bien —le pidió y en aquella simple frase que quebró su voz pude percibir su ruego.

—Logramos estabilizarlo, ahora está bien —concedió regresándole el alma al cuerpo. Eso bastó para que Celeste volviera a respirar, soltó un suspiro de alivio llevando sus manos a su pecho donde su corazón había hecho sus mayores estragos. La carga de emociones la había dejado agotada, pero ni siquiera así tambaleó—. Puede estar tranquila —le aseguró.

Asintió entendiéndolo, pero aunque parte del panorama se había aclarado aún le quedaba la pregunta más importante.

—¿Qué fue lo que le sucedió? —indagó.

El doctor se mostró menos esperanzado. 

—Eso es justo lo que necesitamos averiguar. Voy a mandarle a realizar unos exámenes para encontrar la razón de su desbalance.

—¿Notó algo raro? —se inquietó.

—Necesitamos hallar qué provocó la fiebre —explicó—. Teniendo en cuenta sus antecedentes lo mejor es asegurarnos que el tratamiento esté dando resultados —añadió. Celeste, por primera vez, se mostró débil—. Además, en su caso es mejor estar monitoreando el estado en que se encuentran sus riñones. Tampoco hay que alarmarnos —le pidió al verla un poco perdida—, pero tú y yo sabemos que lo mejor es prevenir y no correr riesgos.

El trato perfecto no rompe un corazónWhere stories live. Discover now