Capítulo 10

167 20 1
                                    

―Samira, ¿estás segura de lo que estás haciendo? Mira que es muy arriesgado y tú no estás acostumbrada a tontear con tíos.

―Lo he pensado muy bien Ilse y si tanto le gusta las faldas aquí va ver faldas. Reconozco que no me siento cómoda, pero debo de hacerlo, también depende que siga en mi puesto de trabajo, el muy imbécil me ha despedido y necesito al menos permanecer unos meses más para obtener mi título como cherry y poder abrir mi negocio.

―Samira piénsalo, ahora estás cabreada verás cuando  te se pase el enfado piensas de otra manera.

―No Ilse, estoy decidida a llegar hasta el final. Que dios me ayude.

Me di un último repaso antes de salir me encantaba como iba, vestido de tubo por encima de las rodillas, botas altas para conseguir un aspecto más sensual y una pequeña abertura en mi escote para mostrar algo el canalillo, pero claro salir así a la calle a calentar la bragueta a un tío como que no era mi estilo. Pero el muy desgraciado de Julien sabía mi secreto, sabía todo de mí y aun así se ha estado burlando de mí. Maldito seas Julien Káiser me la vas a pagar una a una.

(...)

Julien:

En toda la mañana había dejado de trabajar, números, números y más números...se me salían los números de las orejas...Por favor si hasta soñaba con mi secretaria todas noches.
Estar encerrado o de reunión en reunión estaba apoderándose de mí desde luego esto de trabajar es duro. Pero no me quedaba de otra si quería demostrar a mi santa abuela quién soy de verdad que soy capaz de llevar un negocio y no un inútil como me ha estado convenciendo durante todos estos años.

Era ya  mediodía y ella no había venido. Perfecto, encima se iba hacer de rogar descarada pero hermosa. Joder pero que me está pasando con esta mujer que hasta mis neuronas no dejan de pensar en ella, Samira, Samira. Hasta el otro día me masturbe pensando en ella. Yo el gran Julien Káiser que mujeres no me faltan le estaba dando a la zambomba yo solo y todo por culpa de ella. Cuanto la maldigo por haberse adentrado tanto en mi interior.

―Señor Káiser, la señorita Kittel está aquí. Le hago pasar.― ¡Ah que susto! La voz chillona de mi secretaria me devuelve a la realidad.

―Sí, ya estoy desocupado hágala pasar.

Agarro un par de folios, hago como que estoy trabajando cuando escucho sus tacones retumbar en el parqué del suelo mis ojos inconscientes empiezan a escanearla: botas marrones altas, piernas perfectas, vestido marrón amoldado a su cuerpo consiguiendo que sus curvas resalten más y esos pechos... Mierda mi leon se ha despertado.

―Buenas tardes señor Káiser.

―Buenas tardes Samia. ¿Cómo estás? «Muy rica, eso ya lo sé yo, como para hacerte ahora mismo un favor bien hecho».

―Bien, muy amable. Veía por mi finiquito y despido.

«Y como le digo yo ahora a ésta que se vaya» Perderla  es pecado.

―Como soy muy generoso, deseo saber por qué ha faltado estos días sin avisar ni dar explicaciones. —Buff que listo soy cuando quiero. Pero debo actuar rápido si no deseo perderla.

―Tuve un pequeño accidente cuando salí de aquí. Diríamos que alguien intentó llevarme al otro barrio.

― ¿Cómo? ¿Qué estás diciendo?

Una furia empezó a manar por mis venas no podía creerme lo que Samira me estaba contando aun así, me dio los informes del hospital. Casi no podía leer, mi respiración comenzó agitarse, le entregué los papeles maldiciendo.

―Lo siento mucho Samira. Siento haberle hablado como lo hice puede quedarse en su puesto de trabajo.

―Gracias, me hace tanta falta el dinero.

Debo Ser FuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora