A siete meses de poder escribirlo luego de una década de aquel acontecimiento, todavía siento la adrenalina de ese día, de durante toda esa tarde. Si bien uno sabe lo que pierde cuando pierde y tiene muy bien en claro lo que gana cuando gana en un mundo virtual. Esa era mi última oportunidad de recibir mi maestría con un joystick en la mano, dentro de ese mundo en el que sólo cabíamos diez, esa tarde era lo que más importaba. Semejante responsabilidad tenía que tomar para ver lo que luego pasó.. Ahora, leo el cuento y me sigo preguntando: ¿Qué... pasó... después..? Voy a recordarlo, luego les cuento. Gracias por leer.