El corazón del Rey. [Rey 3]

By Karinebernal

29.3M 2M 8.3M

Las huellas de un pasado doloroso persiguen al rey Magnus Lacrontte, quien ha levantado murallas para no volv... More

Importante Leer.
Prefacio.
Capítulo 1.
Capítulo 2.
Capítulo 3.
Capítulo 4.
Capítulo 5.
Capítulo 6.
Capítulo 7.
Capítulo 8.
Capítulo 9.
Capítulo 10.
Capítulo 11.
Capítulo 12.
Nota explicativa. - Importante leer.
Capítulo 13.
Capítulo 14.
Capítulo 15.
Capítulo 16.
Capítulo 17.
Capítulo 18.
Capítulo 19.
Capítulo 20.
Capítulo 21.
Capítulo 22.
Capítulo 23.
Capítulo 24.
Capítulo 25.
Capítulo 26.
Capítulo 27.
Capítulo 28.
Capítulo 29.
Capítulo 30.
Capítulo 31.
Capítulo 1. Presente.
Capítulo 2. Presente.
Capítulo 3. Presente.
Capítulo 4. Presente.
Capítulo 6. Presente.
Capítulo 7. Presente.
Capítulo 8. Presente.
Capítulo 9. Presente.
Capítulo 10. Presente.
Capítulo 11. Presente.
Capítulo 12. Presente.
Capítulo 13. Presente.
Capítulo 14. Presente
Capítulo 15. Presente.
Capítulo 16. Presente.

Capítulo 5. Presente.

933K 47K 188K
By Karinebernal

Emily.

Camino hasta la oficina de Magnus con un florero de cristal y un grupo de tulipanes azules que encontré cerca al palacio. No sé si le gusten pero al menos espero que aprecie el gesto.

Los guardias dudan al verme, decidiendo internamente si me permiten o no el paso, sin embargo al final se decantan por la primera opción.

Magnus ya ha traído todos los enseres se su oficina hasta acá y desde esta mañana se ha puesto al día con todos los pendientes que dejo a un lado, cosa por la cual decidí no molestarlo en todo el día.

En el momento en que ingreso al lugar, me sorprendo al ver a Gregorie y Magnus envueltos en una animada conversación, la cual es silenciada por mi presencia, llevándome a desconfiar inmediatamente.

- ¿Pasa algo? - Pregunto ante su extraña actitud.

El rey Lacrontte le da una mirada de advertencia a su primo, quien opta por quedarse callado.
Intento ignorarlos mientras coloco las flores sobre la mesa, ganándome ahora la mirada de mi esposo, quien no duda en recriminarme.

- ¿Qué son esas cosas?

- Flores, ¿te molestan?

- Supongo que no, pero ponlas donde no las vea.

- Bien, las cambiaré pero solo si me dicen de qué estaban hablando.

El silencio vuelve a pasearse por la estancia con miradas cruzadas entre ambos hombres Lacrontte. Es desesperante entender que están ocultándome algo.

- Díganme que ocurre. - Ordeno molesta.

- Ella tiene derecho a saber y decidir. - Gregorie le recrimina a su primo.

- ¿Decidir qué? Odio las divagaciones.

- ¡Cállate, Fulhenor! Ya he dicho que no y esa es mi última palabra.

- Magnus intenta ser un poco racional.

- No la quiero cerca a ese hombre. - Se levanta dando un golpe seco con sus puños cerrados.

- Exijo saber qué es lo que pasa. - Coloco las manos en mi cintura para acentuar el pedido.

- Necesitamos que consigas información para nosotros. - Se adelanta a decir Gregorie.

- ¿De qué tipo?

- ¡He dicho que no hará eso! - Discrepa mi esposo. - Yo citaré a Lerentia y la manipularé para que me diga lo que necesitamos.

- Ella no te dirá nada. Te odia, Magnus. - Contraataca Fulhenor. - La única persona que puede hablar con la verdad es Stefan, él jamás le mentiría a Emily.

- Ya lo ha hecho ¿qué te hace pensar que no lo hará esta vez?

- No perdemos nada con intentarlo.

- No voy a arriesgarla. No hay manera, así que no insistas.

- ¿Qué tengo que hacer? - Mi voz se escucha segura pero en el fondo estoy realmente nerviosa.

La mirada colérica de Magnus se posa sobre mi con fiereza. Su respiración es pesada y sus ojos están completamente oscuros.

- Necesitamos confirmar que Stefan no apoyó a los rebeldes en el ataque que tuvimos hace unos días. - Explica el rey de Cromanoff. - Y aunque ya tenemos una información parcial sobre su inocencia en el asunto, necesitamos estar completamente seguros para descartarlo y enfocar la mirada en otras personas.

- Yo puedo hacerlo. - Cedo segura de poder lograrlo.

- ¡No! - La voz de Magnus se extiende como un trueno. - No saldrás de aquí. Te traje a este palacio para protegerte del mundo. Estas en un estado riesgoso y no te voy a exponer por una tontería.

- No es una tontería, primo. Es por el bien del pueblo. Necesitamos con urgencia realizar un plan de respaldo y ofensa antes que vuelvan a atacarnos y no podemos hacerlo sin saber a quien verdaderamente nos estamos enfrentando.

- Magnus, es mi deber como reina. Debemos proteger a nuestro pueblo.

- Y yo tengo que protegerte a ti. - Brama colérico. - No vas a salir de aquí para esa estupidez.

Sale de la oficina a grandes zancadas y casi por inercia voy tras su paso, pero antes de lograr alcanzarlo soy detenida por Gregorie, quien toma mi brazo para retenerme.

- Eres una mujer sensata, Emily. - Dice casi en un susurro mientras el rey Lacrontte sube las escaleras.

- No creo que sea buena idea. Mira como se ha puesto Magnus.

- Él es un neurótico pero como tú lo has dicho, el pueblo necesita ser protegido y sin esa información no podemos empezar hacerlo.

Lo pienso y lo pienso por un momento. Magnus ya ha desaparecido de nuestro campo de visión por lo que ahora estamos completamente solos.

No sé qué debería hacer en este instante. Encontrarme con Stefan y recaudar la información es lo mejor para mi pueblo, pero el hecho supondría tener que escaparme y soportar la furia del desacuerdo de Magnus.

- Él no se dará cuenta. - Habla Gregorie como si leyera mis pensamientos. - Vendré a buscarte a la media noche y estaremos devuelta antes del amanecer.

- Lo notará. Sabes tan bien como yo lo inteligente que es.

- Tú actuarás normal todo el día. Él creerá que ya has olvidado el tema y no sospechará.

- ¿Y qué se supone que haré? - Cuestiono refiriéndome a Stefan. - ¿Solo preguntarle si apoyó a los rebeldes? Es un plan muy vago.

- No, tendrás que manipularlo. Hacerle creer que estas herida o que lo estuviste.

- ¿Cómo haré eso? Tampoco debemos subestimar el intelecto de Stefan.

- Confía en mi. - Pide en un susurro. - Él no debe darse cuenta que te estoy ayudando, debe parecer que es iniciativa tuya el buscarlo, que estas asustada. Usa la vulnerabilidad a tu favor y te aseguro que si tiene algo que decir, fácilmente lo soltará.

No sé si sea capaz de manipular a Stefan, digo, en el pasado lo he hecho pero solo con cosas triviales como el que me permitiera visitar los jardines de Refcold o el permitirme comer en solitario y esto es mucho más grande que esas cosas.

- Bien, lo intentaré. - Acepto. - ¿Cómo acordaremos el encuentro?

- Yo le enviaré una carta fingiendo ser tú. Tendrás que decirme algo que solo ustedes entiendan para que así él vea que se trata 100% de ti.

- ¿Será a la media noche? - Pregunto.

- No, a la media noche yo vendré a recogerte.

- Bien, solo dile que nos veremos cuando yo haya oscurecido completamente.

- ¿Tú? - La confusión es evidente en su expresión.

- Si, él entenderá a lo que me refiero.

- Esta bien. Ahora solo finge con Magnus, estoy seguro que no pasará nada grave. - Dice alejándose de mi. - A la media noche estaré afuera para ti. Usa la salida de servicio, así los guardias no te verán.

Camina rápidamente hasta el umbral del palacio, dejándome sola en medio de la sala. Voy escaleras arriba en busca de Magnus pero cuando llego a la mitad de estas ya él viene en mi búsqueda.

- ¿Qué hacías? - Pregunta con firmeza. - ¿Ya Gregorie se marchó?

- ¿Desde cuando me interrogas así? - Llego hasta la cúspide y paso por su lado. - Arreglaba las flores que dejé en tu oficina, aunque en realidad no sabía si dejarlas o quitarlas.

- ¿De qué hablas? - Cuestiona extrañado, siguiéndome.

- No te gustaron es evidente. - Finjo lo mejor posible una tristeza que no existe.

- Si me gustaron, Emily. - Su tono se suaviza considerablemente. - Si te hice pensar lo contrario, me disculpo.

Sus ojos verdes me miran con algo de culpa mientras toma mi mano y acaricia el dorso.

- No pretendo ser malo contigo.

Esto es más difícil de lo que creí. No puedo mentirle, esa es una regla sagrada del matrimonio y a decir verdad, no me gusta ocultarle cosas.

- Esta bien. No hay problema.

- ¿No estás enojada conmigo?

- Por supuesto que no. - Tomo su rostro entre mis manos y lo obligo a bajar para darle un beso.

Llegamos a la habitación donde la cama circular endosada nos recibe. Aún no concibo la belleza infinita de este lugar. Las paredes blancas, los detalles cromados en oro y los sillones junto al gigante ventanal que ocupa toda una pared, el nuevo vestidor e incluso había otro tocador, pero en cuanto noté que no era el mismo que teníamos en el palacio anterior pedí cambiarlo por aquel. Le tengo un cariño especial a ese tonto mueble.

- Sabes que mi negativa por dejarte salir esta justificada ¿no? - Dice cuando me acerco a la ventana.

- Si, tienes razón. Sería demasiado arriesgado.

Siento un vacío en el estómago ante cada palabra dicha. Creo que no podre verlo a la cara por mucho tiempo.

- Aún así no debiste ser tan grosero con tu primo.

- Hay cosas que son intocables y tú eres una de ellas. Estoy seguro que él lo entiende.

Observo a través del cristal el río al lado derecho que refleja el colorido de las viviendas y el impresionante cielo azul que asemeja una corona en los picos del castillo.

Los barcos encallados al muelle y a un lado de esta, la hermosa carretera por donde van y viene carruajes y automóviles. Se nota que el pasado y el futuro convergen en este lugar.
Lo amo, es mi parte favorita de todo el reino.

- Aún no me acostumbro a la belleza de este lugar. - Confieso en un intento por cambiar el tema y distraerlo.

Lo escucho caminar hasta mi y rápido rodearme por la cintura, apoyando su barbilla en la coronilla de mi cabeza.

- Sabia que te gustaría, este lugar dice "Emily Lacrontte" por todas partes.

- Quiero vivir aquí para siempre.

- Justo para eso te traje. - Dice contagiado por mi buen amor - Este lugar esta lejos de la capital y por ende de los ataques rebeldes. No quiero que nadie te haga daño, Emily, así que es mejor que pases tu embarazo en este sitio.

- ¿Tú te quedaras conmigo? - Pregunto preocupada por su ausencia.

- La mayoría del tiempo.

- Y después que pase mi embarazo, ¿nos quedaremos aquí?

- ¿Quieres vivir permanentemente en este lugar? - Cuestiona sorprendido.

- Si, es decir, esta puede ser la nueva capital de Lacrontte.

- ¿Cambiar la capital? - Inquiere preocupado. - Eso no es tan fácil.

- Un Lacrontte puede hacer cualquier cosa y ahora yo soy una Lacrontte y digo que esta será la nueva capital.

- Lo pensaremos. - Se limita a decir, besando mi cabello.

- Puedo poner un mirador allá. - Señalo una parte del terreno. - Una caseta y leer o tomar el té aquí afuera.

- Tú no tomas té, Emily.

- Pero lo haré desde ahora solo para estar aquí afuera.

- Ya lo he dicho. Puedes hacer lo que quieras, es tu palacio.

Hay una gran diferencia entre Dinhestown y Mirellfolw. El primero es tan colorido, campestre y libre mientras el segundo es tan sobrio, frío y urbanizado... muy Magnus.

••••

Cuando el reloj marca las 8 bajo a cenar. Francis me acompaña en el camino pues Magnus se encuentra sumergido nuevamente en su oficina.

- Creo que no he tenido la oportunidad de desearle un feliz cumpleaños. - Habla a mi lado el nuevo padre de mi esposo.

- Gracias.

Me causó curiosidad no verlo ayer y más cuando sé que acompaña a Magnus en cada movimiento que este de.

- ¿Puedo preguntar por qué no estuviste ayer?

- Bueno, ya lo ha preguntado. - Sonríe mientras llegamos a la primera planta. - El rey me dio el día libre, así que viaje.

- Comprendo. - Digo algo avergonzada. Creo que no debí preguntarle.

- Tenía que visitar a mi compañera.

- Claro. A su esposa.

Es raro ser la señora Puntresh, debido a que este pasa más tiempo en el palacio que en su propia casa. Incluso creí en un tiempo que su esposa había muerto, de otra forma no entiendo como logran estar tanto tiempo separados.

- No es mi esposa. Mi compañera es Aidana.

- ¿Lacrontte? - Mis ojos se abren en sorpresa. - ¿Sales con la abuela de Magnus?

- Ciertamente. - El orgullo está presente en su tono.

- ¿Y él lo sabe? - Pregunto refiriéndome al rey Lacrontte.

- Por supuesto que lo sabe. No es como si fuese un delito.

No puedo concebir la idea de que este hombre ahora pase a ser el abuelo de Magnus y que este se encuentre tan normal con la noticia. Lo único que esperaría de él es que se enojara y despidiera a Francis, pero dado el hecho de que sigue aquí me hace entrever que lo tomó mejor de lo que pensé.

Aunque también sé que él no dejaría solo al frívolo rey por más que este así lo quisiera y tal hipótesis trae a colación algo que he estado pensando recientemente.

- ¿Francis puedo hacerte otra pregunta? - Le digo cuando entramos al comedor.

- Todas las que necesite.

- ¿Crees que habría sido egoísta si no hubiese regresado con Magnus?

- Considero que egoísta y Emily jamás irán en la misma oración.

- Hablo en serio.

- Yo también lo hago. Nadie en este mundo tiene derecho de acusarla por tal pecado pues solo usted es quien sabe lo que necesita y el hecho de que no regresara era algo totalmente entendible.

- ¿Por qué?

- Bueno, Magnus no es el hombre más amable sobre la tierra y usted ha tenido toda la paciencia del mundo para entenderlo, así que si en cierto momento cree que no puede soportarlo más, está en todo su derecho de alejarse.

- ¿Aún después que me contó su pasado?

- No importa lo que le haya dicho, pues entiendo que ahora las prioridades cambian y el bebé es la principal. Usted necesita paz y si Magnus no puede ofrecerle eso, puede tomar la decisión que más le convenga y nadie puede llamarla egoísta por buscar su bienestar.

- ¿De qué hablan? - Las pisadas de mi esposo resuenan por el comedor mientras ingresa con un vaso en la mano.

- Trivialidades. - Sonrío, acomodándome en el lugar dispuesto para mi.

Francis se reverencia y sale de la sala sin decir una palabra. Gesto que agradezco enormemente. No quisiera que Magnus supiera lo que conversábamos.

- Traje esto para ti. - Deja el cristal frente a mi.

Esta lleno de un líquido color crema con mucho hielo que huele extrañamente bien.

- ¿Qué es eso? - Pregunto al desconocer su composición.

- Es una bebida que se toma.

- ¿Una bebida que se toma? - Replico con ironía y falsa sorpresa. - Oh nunca había visto una así.

- No te burles de mi ¿quieres? Lo leí en un libro. - Continúa con algo de verguenza. - Así que tómalo.

- ¿Un libro de como asesinar a tu esposa?

- El sarcasmo es lo mío, por favor no me copies. Solo bébelo.

- ¿Tú la hiciste?

- No, pero supervisé mientras la preparaban, es casi lo mismo ¿no?

- Si tú lo dices. Gracias. - Digo tomando un sorbo. - ¿Qué contiene?

- Cosas. - Dice rascando su cuello. - Cosas buenas para el intruso.

Ni siquiera puedo contener la ternura que me embarga al escucharlo decir aquello. Se tomo el trabajo de preparar, bueno supervisar la preparación de esto.

- ¿Ya haz leído un libro sobre maternidad?

- Francis me recordó que lo hiciera, así que para no despreciarlo lo leí y ya.

- Es un hermoso, hermoso gesto en verdad. - Confieso tomando su rostro entre mis manos. - Gracias por hacer esto para nuestro bebé.

- No es un bebé, Emily, es un heredero.

- Lo voy a consentir mucho ¿sabías?

- Claro que no. Debemos tener mano dura con él, no quiero un hijo mimado.

- Me gusta cuando le dices hijo.

- Creo que volveré a decirle heredero. - Alega mientras camina al otro extremo del comedor para tomar lugar.

Nos sirven rápidamente la comida mientras yo ingiero la bebida que se toma de Magnus.

Lo observo a la distancia, tan alejado de mi como si estuviera en una habitación diferente. Este salón es hermoso pero es demasiado amplio para una acción tan básica como comer.

- Este comedor es demasiado grande. 16 sillas de cada lado me parece una exageración. - Comento, removiendo la comida con el tenedor.

- Pues acostúmbrate. Los reyes van en cada punta.

- No, de eso nada.

En una decisión arriesgada por no permanecer lejos de él, debido a la absurda distancia que nos separa. Descalzo mis zapatos y tomo el final de mi vestido, enrollándolo en mi brazo para luego subir a la mesa y tomar mi plato de comida.

El rostro de Magnus se desfigura en la extrañeza de verme caminar sobre el comedor todos esos metros que nos distanciaban.

- ¿Qué haces? - Cuestiona ofendido por mis actos. - Es una mesa de oro puro que no puedes pisotear.

- Es mi palacio, por ende es mi mesa y puedo hacer lo que quiera.

- No podías solo caminar por el suelo como la gente normal.

- ¿Donde estaría lo divertido? Además, lo normal es aburrido. - Declaro llegando hasta él.

Una sonrisa se extiende por sus mejillas, mientras me siento en el borde de la mesa, colocando mis pies a un lado de sus piernas.

- Ahora sí, comamos. - Replico con el plato en mi regazo y la intención clara de devorar la comida.

- Estas demente, esposa. - Suelta ante mi actitud fresca.

- Pensé que eso ya lo sabías.

- Te amo a pesar que no te guste la tarta de durazno. - Dice de repente, haciéndome sonreír. - Espero que Magnus VII saque el buen gusto de su padre y si le guste la tarta de otra forma lo desheredaré.

- Aún no nace y ya estas pensando en desheredarlo. - Río, tomando la comida con el tenedor. - ¿Puedo preguntarte algo?

- Ya he dicho que eres la única persona que puede cuestionarme.

- ¿Por qué te parecí simple y sin gracia cuando me conociste?

Las carcajadas de Magnus resuenan por el salón ante mi pregunta. ¿Por qué le parece divertido?

- ¿En verdad haz estado pensado en eso?

- No te rías, me hace sentir peor. - Admito con algo de vergüenza.

- Era más que todo una cuestión de gustos. - Dice, volviendo a la calma. - Me gustaban las pelirrojas exuberantes y tú eras más bien recatada, además castaña.

- Eso explica a Vanir. - Suelto de mala gana.

- Y Gretta. - Añade, sorprendiéndome.

- ¿Gretta? Creí que ella era solo tu amiga, la cual se había enamorado de ti pero tú jamás habías correspondido.

- Y fue así, técnicamente. Pero hubo un tiempo en el que desviamos la situación.

- Comprendo. - Escuchar aquello no me molesta, pero simplemente no deseo saber nada más.

- ¿Y tú tuviste a alguien más aparte del intento de rey?

- Si. - Miento.

- ¿Qué? ¿Quién? - Cuestiona irritado y ahora soy yo quien ríe. - Emilia Lacrontte no me causa gracia. ¿Quién es ese hombre? ¿Dónde vive?

Magnus intenta levantarse de la silla, pero lo detengo antes que pueda hacerlo.

- En ningún lugar, solo fue una broma. - Coloco la mano en sus hombros y lo obligo a sentarse. - Cuando estaba más joven me parecía atractivo el mejor amigo de mi hermana Liz, pero poco después se me pasó.

- ¿Te toco o lo tocaste? - Cuestiona frustrado. - ¿Sabes qué? No quiero saber.

- Ninguna de las dos opciones o al menos no como crees. Solo fue Stefan.

- ¿Cómo se llama ese hombre? No me fío de él, quiere lo que es mío.

- En realidad él quería a mi hermana, pero luego se distorsionó un poco.

- ¿A qué te refieres?

- Comenzó a perseguirme diciendo que yo era Liz y cosas así. - Explico al recordar aquellas horas de zozobra en las que temía que Edmund apareciera de repente. - Pero Stefan se encargó de él.

- ¿Lo asesinó? - Inquiere sorprendido.

- En realidad no, llamó a tu ejercito y dijo que él era un espía pero tus hombres se dieron cuenta que no era así y simplemente lo acribillaron frente a toda Mishnock.

- Que orgullo. - Se jacta altivo. - Deberías decirme quienes fueron esos hombres, los ascenderé a barones.

- Necesito que dejes de alegrarte por la muerte de otras personas.

- Todos vamos a morir. - Se levanta y coloca sus manos a cada lado de mi cuerpo. - Y si aquellos que intentan robarme a mi esposa mueren antes, no me molesta.

Se inclina hacia mí y comienza a regar besos por mi boca, mi cuello y el inicio de mi pecho.

- ¿Qué haces? - Cuestiono intimidada.

- Estoy buscando mi postre. - Susurra a mi oído. - Hay que aprovechar el tiempo antes que nazca el intruso.

Ni siquiera debo decir lo que ocurrió después. Ahora el comedor es otro mueble que agregar a nuestra lista.

••••

Magnus duerme a mi lado plácidamente. Desde que cerró sus ojos he estado en vela, mirando el reloj en la pared a cada instante.
No sé si en verdad logre hacer esto, pero lo intentaré con todas mis fuerzas.

La luna se alza clara y espesa sobre el cielo, iluminando el rostro durmiente de mi esposo. Su respiración tranquila, su pecho que sube y baja, sus labios rojizos y su expresión relajada será lo último que vea antes de partir.

Cuando las manecillas por fin marcan la media noche, me deslizo con cuidado por la cama, saliendo de las sábanas para ponerme en pie.

Coloco una almohada cerca a su cuerpo, para confundirlo con mi calor corporal. Espero que esto funcione el tiempo suficiente para regresar sin ser vista.

Camino en puntillas y tomo la bata de dormir para encubrir mi vestido.
He dejado los zapatos ocultos en la cocina, junto a un abrigo largo y grueso.

Salgo de la habitación bajo la vista de los guardias. Sé que ellos no dirán nada si no descubren que he salido del palacio, pues si Magnus no pregunta, ellos tampoco abrirán la boca.

Camino hasta la primera planta y me dirijo al lugar donde he de recoger las cosas. Los guardias que custodian los pasillos me observan en silencio, pero sinceramente no hay nada extraño en que su reina se dirija a la cocina, por lo que rápidamente apartan su mirada.

El lugar de víveres se encuentra vacío y escasamente iluminado. Tomo las cosas detrás del estante en donde las guarde y camino con sigilo hasta la puerta del servicio.

La bisagras no chirrían, haciendo más fácil mi trabajo. Así que con agilidad me escabulló hasta la penumbra que ofrece la noche y camino algunos metros antes de encontrar a Gregorie en un automóvil.

Una vez dentro calzo mis zapatos y pongo el abrigo sobre mi cuerpo, sintiendo mis huesos tiritar ante esta frenética noche Lacrontte.

- ¿Alguien sospecha algo? - Pregunta, vestido con un traje negro.

- Los guardias me vieron, pero no creo que sospechen.

- ¿Estas segura de ello?

- Si. Ellos no tienen derecho a cuestionar mis acciones y si alguno piensa de más, yo podría decirle que salí al pequeño capitolio del palacio.

- Ya suenas como toda una Lacrontte. - Dice con una sonrisa.

- Es porque lo soy. - Le aseguro confiada.

Esto que hago es por y para el pueblo. Si eso no es ser un Lacrontte, entonces no sé qué sea.

El automóvil arranca y nos aventuramos colina abajo por la parte trasera de la casa real. Tomando como ruta los lugares más espesos del bosque que rodean el lugar.
A unos metros otro transporte se nos une, pero rápidamente Gregorie me explica que se trata de guardias Cromanenses.

- ¿Puedo saber por qué es tan importante descartar a Stefan? Es decir, ¿qué otros sospechosos tienen en la lista?

- Muchos, realmente. - Responde con la vista puesta al frente. - Tenemos a Ansel Cornualles, Hazerot Joacatz o incluso Gerald Heinrich.

- ¿Quienes son los dos últimos? - Pregunto extrañada.

- Hazerot era el antiguo rey de Dinhestown, antes que Magnus se encaprichara con quitárselo y Gerald es un asunto aparte que solo tu esposo puede contarte.

- He escuchado sobre él. - Revelo, refiriéndome a Heinrich. - Es un comerciante ¿no?

- Así mismo. - Asiente rápidamente. - Emily escucha. Debido a que hubiese sido sospechoso y sumamente ruidoso tomar un avión, tendremos que ir hasta la frontera con Mishnock y pasar todo el protocolo de seguridad, así que debes permanecer quieta y calmada. - Explica. - Yo hablaré por los dos. Tú solo mantén la cabeza gacha para que nadie vea que se trata de ti.

- Esta bien. - Digo no muy convencida.

En menos de una hora llegamos al sitio fronterizo, donde efectivamente se encuentran soldados Lacrontters de un lado y Mishnianos del otro.

No hay nadie más a parte de nosotros intentando pasar al otro lado, lo cual hace más fácil que estén pendiente a cada detalle de los viajeros de ambos automóviles.

- Frontera Lacrontte, buenas noches. - Habla uno de los hombres de uniforme negro y dorado.

Una linterna es puesta en el rostro de Gregorie rápidamente evidenciando la intención del sujeto por identificarlo.

- Rey Gregorie Fulhenor Lacrontte. - Se presenta. - Necesito pasar a Mishnock con urgencia.

- ¿Debido a qué, majestad?

- No debo dar explicaciones, soy un monarca.

- Lo sentimos, pero este no es reino y debe cumplir con el protocolo como cualquier otro poblador.

Gregorie suspira frustrado mientras busca una excusa creíble dentro de su cabeza.

- Tengo una reunión dentro de pocas horas.

- No está en nuestro listado de salidas.

- Me fue programada hace poco. ¿Cree que haría esto si no fuese importante?

- Bien. - El soldado comienza a anotar en una agenda. - ¿Quienes lo acompañan?

- Mis guardias. Están en el automóvil de atrás.

- Hablo de la personas que esta a su lado.

Al escuchar aquella mención, bajo la cabeza de inmediato pero con suma cautela. El nerviosismo me llena al pensar que puedo ser descubierta fácilmente.

- Es mi esposa, la reina Elisenda Fulhenor Holfman.

Otro soldado aparece en mi ventana y me enfoca con una luz cegadora. Inmediatamente intento cubrirme de la furiosa iluminación y Gregorie hace lo mismo, sin embargo no sabemos si eso ayudó a no ser reconocida.

- Pueden pasar. - Concede el primer hombre luego de unos segundos.

- No sabía que se requería de un permiso previo para salir de Lacrontte. - Confieso cuando el automóvil se coloca nuevamente en movimiento.

- Se necesita y aún más después del ataque rebelde. Todos son sospechosos.

Llegamos pronto al puesto Mishniano, donde repetimos la misma sarta de mentiras pero esta vez soy yo quien habla y es Gregorie quien se oculta, haciéndose pasar por un simple chófer.

Una vez nos adentramos en tierras de mi primera nación siento el alivio y la adrenalina recorrerme al mismo tiempo. No sé si esto fue una ganancia o solo el primer paso a la pérdida.

- Creo que salimos bien librados de la frontera Lacrontte. Si hubiesen sospechado, no nos habrían permitido el paso. - Comenta en un intento por tranquilizarme.

- ¿Ahora qué haremos? - Pregunto temerosa, sin ningún ánimo por celebrar lo que sé aún no hemos ganado.

La única manera en que vuelva a estar tranquila es regresando antes de la 6 de la mañana a la cama, que es cuando Magnus despierta.

Viajamos hasta la ciudad del encuentro, lo cual nos lleva una hora más. Así que prácticamente ya el reloj marca las 2 de la madrugada y si el viaje de regreso constituirá el mismo tiempo, eso quiere decir que tengo un par de horas para sacarle la información a Stefan... si es que la tiene.

Al llegar los guardias se dispersan para no ser vistos, pero aún así poder cumplir su función de protegernos a Gregorie y a mi.

Bajo del automóvil al llegar al sitio. Gregorie se queda dentro, vigilante pero a la distancia. No hay vista de los custodios por ningún lugar, y lo único que logro divisar bajo la luz de las lámparas callejeras es el profundo azul de los ojos de Stefan.

Esta de pie mirando hacia el frente. Aún no me ha visto acercarme, así que lo hago con sigilo. Miro hacia atrás y Gregorie parece haber desaparecido, sin embargo veo el transporte estacionarse a unos metros al fondo.

Devuelvo la vista al camino y entre cada paso que doy, más logro distinguirlo. Su figura delgada pero concisa bajo su traje claro, su cabello oscuro, las manos en su espalda y el porte elegante de un joven que parece más que un rey, un príncipe.

- Stefan. - Mi voz es casi un susurro.

Lo observo y puedo ver al hombre inocente que una vez fue conmigo, al sensible y caballeroso monarca que me hizo experimentar el amor por primera vez.

- ¡Emily! - La emoción es clara en su expresión. - Estaba tan preocupado, es decir, ¿estas bien? En la carta parecías tan asustada.

Ni siquiera sé que dice aquella nota pero dada la experiencia que tengo, sé que Gregorie es algo exagerado en sus escritos.

- Estoy bien. - Le aseguro, pero rápidamente me doy cuenta que debo parecer desahuciada por lo que cambio de palabras. - O al menos eso creo.

- ¿Por qué? ¿Qué ha pasado? - Interroga alterado. - ¿Magnus te ha hecho daño? Si es así puedes decírmelo, sé que ahora te es difícil confiar en mi pero yo puedo protegerte.

Me quedo en silencio sin saber que responder. El plan consiste en hacerme la víctima, en manipularlo para sacarle información pero vaya que me cuesta hacer tal acción.

- Emily habla, por favor. - Insiste ante mi mutismo.

- Él no me ha hecho daño.

- ¿Entonces qué ha pasado? ¿No eres feliz con él? - Puedo sentir el temor en su voz.

- ¿Te preocupa que no sea feliz? - Inquiero extrañada.

- Por supuesto, Emily. Soy consciente que mientras te tuve retenida te hice la mujer más desdichada del mundo, pero ahora lo único que deseo es que encuentres la paz y la alegría que yo te arrebate.

No sé qué decir ante eso, ni siquiera sé si creerle. Esto ahora resulta muy confuso para mí.

- ¿Viniste sin guardias? - Digo en su lugar, tocando mi cabello con algo de ansiedad.

- Si. No los necesitaba.

- Podría haber sido una trampa.

- Confío en ti. Tú nunca me harías algo así.

Una sonrisa frágil marca mi rostro al escucharlo. En eso tiene razón, yo jamás haría algo para lastimarlo.

- ¿Ahora me dirás que sucedió? - Presiona preocupado.

- ¿Hay algún lugar más privado en el que hablar? El frío está congelando mi sangre.

- Tengo un carruaje. ¿Te sirve? - Pregunta con caballerosidad y yo asiento.

Caminamos hasta el transporte y una vez en su interior siento mi piel regresar a la vida y mis dedos entumecidos, encontrar algo de calor.

- Si solo me haz citado para hablar de trivialidades esta bien para mí. Yo voy a escucharte todas las veces que necesites.

- No, no ha sido para eso. - Asevero, comenzando con el plan. - Hace unos días hubo un ataque rebelde en el que estuve a punto de perder la vida.

Eso es prácticamente una verdad a medias o una casi mentira.
En este punto intento escudarme en lo que sea, pues odio hacer esto.

El terror se acumula en sus ojos, mientras brillan con dolor antes mis palabras. Traga con dificultad y se remueve incómodo en su asiento ante lo que ha escuchado.

- Emily... - Las palabras quedan atoradas en su garganta. - ¿Necesitas protección? Si es así yo puedo dártela. Hablaré con Magnus para reforzar tu seguridad, estoy seguro que él entenderá que es por tu bien y terminará aceptando.

- Escucha. - Intento controlar la situación. - Varios de los atacantes llevaban el uniforme de la armada de Mishnock. - Miento, pero esa es la única opción que tengo para que me diga la verdad.

Su gesto se contrae y cambia a una de sorpresa. Siendo sincera siento que Stefan es fácil de leer ahora para mí, pues en su rostro logro ver la inocencia absoluta.

- Juro que no tengo nada que ver en ello. Yo jamás te haría algo así, Emily. - Asegura con firmeza. - Nunca pondría tu vida en riesgo.

- Entonces ¿cómo explicas lo que vi?

- No tengo la menor idea. - Su voz suplica que le crea. - Quizás pudo haber sido mi padre. Puede que haya tomado armamento y uniformes sin mi autorización para ayudar a los rebeldes. Sabes tan bien como yo que él sería capaz de cualquier cosa.

Esa es una nueva posibilidad que agregar a la lista. Silas odia a Lacrontte con toda su alma y está claro que no le importa pasar por encima de su hijo para hacer su voluntad.

- Mi madre ha desaparecido y creo que él tiene algo que ver con ello. - Balbucea entristecido. - Padre niega tener participación alguna y pero yo no puedo confiar en su palabra. Si mi madre se hubiese escapado ya habría venido a mí porque sabe que yo la protegería con mi vida, pero hasta el momento no tengo ni una pista de su paradero y vaya que la he buscado.

- Cuanto lo siento, Stefan. - Digo con sinceridad.

Si hay algo de lo que estoy segura, es del amor que tiene por su madre. Creo que nada se le iguala a eso.

- Si en algún momento confirmo mi peor pesadilla y es que padre asesinó a mamá, te juro que yo mismo lo mataré. Así que si ayudó a los rebeldes con el objetivo de hacerte daño, ya tendré un motivo más para acabar con él.

Sus ojos brillan pero esta vez porque se encuentra al borde de las lágrimas.

- Me da miedo pensar que no volveré a verla. Silas siempre me ha visto como una piedra en su zapato y ella es la única que me ha visto como su hijo.

- Stefan. - Tomo su mano y la cubro con la mía. - La vas a encontrar.

- La quiero encontrar con vida. Me niego a pensar que simplemente se deshizo de ella. - Pasa rápidamente las manos por su rostro como si intentara retomar el autocontrol. - Pero tú no has venido a escuchar eso. Dime en qué puedo ayudarte, ¿alguien más que tenga en la mira a Lacrontte? Yo podría ayudarte a investigar.

- No me gusta verte sufrir, Stefan. - Confieso con sinceridad.

- A mi tampoco me gusta verte mal, así que si quieres hacerme sentir mejor dime ¿cómo puedo ayudarte?

- En realidad no lo sé. Hay muchos sospechosos y ahora tu padre ha entrado a lista. Pensamos en Ansel Cornualles o Gerald Hei...

- ¿El conde Cournalles? - Cuestiona confundido. - Hace un tiempo vino aquí y pidió asilo político.

- ¿Ansel vive aquí? - La sorpresa no cabe en mi.

- En Palkareth. Alegó que su vida en Lacrontte corría riesgo y tras la colonización de Magnus sobre el antiguo Grencock, no tenía ningún lugar al que ir por lo que acepté darle asilo.

- ¿Crees que pueda verlo? - Pregunto ante la nueva idea que surge en mi cabeza.

- Tendríamos que viajar hasta Palkareth, lo que supondría 1 hora y media de trayecto.

- Esta bien. - Acepto. Es obvio que Magnus va a despertar antes de que yo regrese, pero sé que valdrá la pena el riesgo.

Nuestro viaje empieza con Gregorie siguiendo nuestros pasos con discreción Stefan piensa simplemente que se trata del chófer que el rey Lacrontte a dispuesto para mi, y siendo sincera me siento más segura con él a nuestra espalda.

Cuando llegamos a la capital, aproximo que el reloj debe marcar casi las 4 de la mañana y en este punto ya sé que estoy en problemas.

Arribamos a una vivienda que se encuentra a las afueras. Esta pintada de verde claro con un pequeño pero bonito jardín delantero.

Bajamos del carruaje y rápidamente Stefan se adelanta a tocar la puerta.
El alba comienza a asomarse en el cielo, iluminando poco a poco el rostro oculto del rey Fulhenor en el automóvil. Espero que nadie lo note.

La puerta es abierta tiempo más tarde pero en vez del cabello oscuro del conde, unas hebras color cobrizo nos reciben. Se trata de Vanir.

Esta vestida con una bata de dormir color marfil que llega hasta la mitad de sus muslos, su cabello está recogido descuidadamente y la expresión somnolienta en su rostro me indica se encontraba durmiendo. ¡Esta viviendo aquí, con Ansel!

- Majestad ¿en qué puedo ayudarlo? - Comienza a inclinarse en una reverencia, pero esta queda a medias cuando nota mi presencia. - ¡Emily Malhore! - Dice sorprendida. Es evidente el desdén en su noto.

- Reina Emily para ti. - Le recuerdo.

- Está no es tu nación, así que no tengo porque guardarte respeto.

- El que este en Mishnock no significa que deje der ser reina. - Dictamino segura.

- ¿Se encuentra aquí el señor Cournalles? - Interviene Stefan ante el enfrentamiento.

- No, majestad. - Su mirada no abandona mi rostro mientras contesta.

- ¿Donde puedo encontrarlo? O ¿a qué hora regresará? - Le cuestiono.

- Esta no es hora de irrumpir en una vivienda. Si viene en otro momento quizás pueda responderle, aunque no tendría porqué hacerlo.

- Viene conmigo. - Defiende el rey de Mishnock. - Así que la hora no es un problema si se trata de ayudar a su monarca. Ahora por favor dígame ¿en dónde se encuentra Ansel Cornualles?

- No lo sé. - Se mantiene firme.

- Entonces no le importará que ingrese a su casa y verifique su información.

Un decidido Stefan se abre paso por la vivienda, haciendo a un lado a Vanir quien ahora me escudriña con odio.
Debo admitir que me sorprende la determinación de este hombre. Nunca antes había mostrado algo semejante.

- ¿Sabe Magnus que estas aquí? - Pregunta una vez quedamos solas en el umbral.

¡Por Dios! Espero que esta mujer no vaya abrir la boca, aunque a decir verdad, ella no tiene voz ni voto en Lacrontte.

- Si. - Alego confiada.

- No te creo. - La altivez es dueña de su tono. - No estando con él.

- No me interesa lo que creas. - Me mantengo firme.

- Cuando Magnus descubra que estas viéndote a escondidas con otro hombre te enviará a la horca.

- Jamás haría eso. Él no es violento conmigo.

- Lo es con todos o ¿acaso no recuerdas lo que me hizo? - Cuestiona altiva. - Tengo cicatrices en la espalda por tu culpa y tu insensata boca.

- Deberías estar agradecida que te salvé de la muerte.

- Hubiese preferido morir antes que vivir en esta miseria.

- Me lo hubiese dicho y yo te habría ayudado. - Replico, dispuesta a no permitir que me haga sentir culpable.

- Si no te hubieses atrevido a llevar ese vestido a la subasta para intentar humillarme, yo seguiría en Lacrontte con mi familia.

- El que llevara aquel vestido no fue lo que te condeno a muerte. Fue tu desfachatez.

- Aún estoy esperando la hora en la que Magnus se aburra de ti y cuando te saque de su vida, te juro que yo te despedazare como tú lo hiciste en aquella cena benéfica. Porque eres igual a mi, solo otro juguete de su colección.

- No te atrevas a compararte conmigo. Yo jamás le hubiese sido infiel con un miembro de su consejo de guerra y mucho menos hubiese ido a rogarle que me diera otra oportunidad cuando sabía que ya estaba casado con otra mujer. - Alego altiva. - Así que no, Vanir. No me compares contigo porque estamos en casillas muy diferentes.

Su mirada me atraviesa como dagas filosas. Me odia, lo puedo ver en sus ojos, en la manera en cómo traga con dificultad y en sus manos empuñadas.

- Solo eres una ficha en su partida de ajedrez.

- Efectivamente. - Acepto sonriente. - Soy la reina del tablero.

- Como quisiera atravesarte el rostro con una bofetada.

- Atrévete y seré yo quien te condene a la horca.

Tras mi amenaza veo la figura de Stefan acercarse a nosotras sin rastro del conde Ansel.

- Este no es tu reino. No tienes autoridad. - Vuelve a atacar.

- Para un Lacrontte no es necesario ser dueño del terreno para imponer su propia ley, y a diferencia de ti, yo soy una auténtica Lacrontte.

Su cuerpo se abalanza contra el mío, pero es detenida cuando la mano del rey Denavritz se posa en su hombro a modo de advertencia.

- Cuidado con lo que haces. - Sale de la vivienda y se posa a mi lado en el umbral. - Efectivamente el conde Cournalles no se encuentra aquí.

- Se los dije. - Habla ella, cubriéndose aún más con su bata de dormir.

- Entonces creo que este viaje ha sido una pérdida de tiempo. - Comienzo a alejarme de la casa al no ser capaz de soportar ver el rostro de esa mujer un segundo más. - Es mejor que regrese a Lacrontte.

Siento las pisadas de Stefan a mi espalda mientras camino al automóvil donde espera Gregorie.

- Emily, escucha. - Me llama. - Encontré esto. - Pasa a mi manos un delgado sobre. - No entendí muy bien de qué se trataba pero parece un contrato por armas. Quizás si lo investigas o Magnus lo hace, podrán encontrar algo que sea beneficioso.

- Gracias. - Aprieto el papel entre mis dedos.

- Cuídate, Emily. Y no dudes en regresar si tienes el más mínimo problema, yo voy a ayudarte en todo lo que pueda e incluso más. - La preocupación está latente en su voz.

- Encontraras a tu madre. - Respondo en su lugar. - Si soporto tanto tiempo a tu padre, estoy segura que es lo suficientemente valiente para huir de él. Por cierto, dale un beso a Atelmoff de mi parte.

Un asentimiento de cabeza antecede nuestra despedida. Cuando da la vuelta de regreso a su carruaje, yo corro hasta la puerta derecha para entrar al automóvil.

- ¿Por qué no le dijiste que viajarías hasta Palkareth? - Es lo primero que dice Fulhenor cuando me acomodo en el asiento del pasajero.

- No había tiempo para informarte.

- Claro que lo había y de ser así no te habría dejado venir. ¿Sabes qué hora es ya? Esta claro que no llegaremos a tiempo.

- Lo siento, pero la visita sirvió para mucho ¿no crees?

- No veo que haya sido fructífera.

- Escucha. Ansel Cornualles pidió asilo en Mishnock y vive en esa casa a la que fuimos. - Gregorie enciende el automóvil y empieza a andar. - Y no vive solo. Lo hace con Vanir Etheldret.

- ¿Estas bromeando? - La sorpresa invade su rostro. - ¿Al final lo escogió a él? Bueno, tampoco es que tuviera muchas opciones.

- ¿De qué hablas? - Cuestiono extrañada. - ¿Cuál era su otra opción?

Abro el sobre y saco los papeles de su interior, leyendo con avidez lo que está escrito en ellos.

- Gerald Heinrich, él sería su otra oportunidad, pues fue pareja de Vanir mucho antes de Magnus. Aunque después de lo que ocurrió dudo mucho que quisiera estar cerca de él.

Ni siquiera soy capaz de preguntar qué fue lo que pasó, porque lo que leo en las formas me deja atónita.

- Imposible. - Jadeo incrédula.

- ¿Qué es imposible?

- Ansel tiene tratos con ese tal Gerald.

Gregorie prácticamente arrebata el papel de mis manos mientras frena estruendosamente haciendo rechinar las llantas sobre el asfalto, haciendo que mi cuerpo se incline violentamente hacia adelante.

Comienza a pasar sus ojos con furia por las letras, colocando una expresión cada vez más estupefacta en su rostro ante lo que encuentra.

- ¿Emily hasta donde leíste? - Pregunta a medida que pasa a la siguiente hoja.

- Solo vi el principio.

- Esto es más. - Balbucea impactado. - Esto es mucho más grande que nosotros.

- ¿Qué ocurre? - Una opresión en el pecho me dice que algo no anda bien.

- Debemos ir a Mirelfollw.

- Dijiste que debíamos regresar al palacio antes de que Magnus se ponga peor.

- Da igual si llegamos ahora o 3 horas después. Él estará igual de colérico.

El rey Fulhenor pisa el acelerador, yendo hasta la frontera como si su vida dependiera de ello. Cruzamos la seguridad, en donde rápidamente sus guardias se unen a nosotros.

Al llegar a la capital Lacrontte, él nos conduce por calles que jamás había visto en mi vida. Son sucias, viejas y descuidadas.
La pobreza parece extenderse por todas ellas, llevándome hacer una lista mental de todas las cosas que debo mejorar en esta zona para el bienestar de sus habitantes.

Entramos a una plaza de mercado, ruidosa y desordenada. Hay niños manchados de barro en los adoquines, personas intentado vender su producto a todo aquel que pase por el lugar y otros más esperando recibir al menos una hogaza de pan.

- ¿Cómo Magnus no ha hecho algo por estas personas?

- Él odia este sitio y desde que asumió el trono no ha puesto su mirada en esta zona de Mirelfollw.

Arribamos en uno de los puestos de mercado, donde una mujer que aproximadamente vive entre sus 40 a 50 años vende frutas con esmero.

Su piel clara se ve tostada por el sol, sus ojos negros lucen apagados, su cabello oscuro parece reseco y sus movimientos se observan pausados, cansados. Con la espalda encorvada y el paso lento.

- Quédate en el automóvil. No queremos que nadie vea que estas aquí, eso armaría demasiado revuelo y por tu seguridad es mejor que aguardes dentro del transporte.

Yo asiento y él abre la puerta, bajando a toda velocidad hasta detenerse frente a la mujer que lo mira con miedo. No... lo mira con terror. ¿Qué está sucediendo aquí?

Veo a Gregorie agitar el papel en la cara de la mujer quien en su agonía no abre la boca para responder. El rey Fulhenor está visiblemente enojado mientras interroga ofuscado a la pobre señora.

Intento bajar un poco la ventana para escuchar de qué se trata todo esto, pero el ruido mismo de la plaza me imposibilita la tarea.

- ¿Desde cuándo él lo sabe? - La voz de Gregorie se escucha con fuerza.

- Hace poco, hace solo un par de meses.

- ¿Donde está? - Cuestiona pero la mujer no responde. - ¡Le hecho una pregunta!

- No lo sé. Cuando viene a verme lo hace solo por un par de horas y jamás me da a conocer su residencia.

- Si algo llega a suceder, vendré por usted. Lo sabe ¿no?

- Yo no tengo la culpa. - Su respuesta me marchita el corazón. Esta aterrada. - Se lo oculté por años, pero un día él lo encontró.

- Magnus había decidido dejarlo pasar, olvidarlo y continuar con su vida. Pero ahora esto lo convierte en el ser más buscado en Lacrontte.

- Yo me he mantenido al margen de la situación, ni siquiera recibo el dinero que me ofrece. Intento estar oculta.

- El rey tiene prioridades y le cortará la cabeza a todo aquel que intente hacerles daño.

La mujer parece sollozar ante aquella amenaza, cosa que no inmuta ni un segundo a Gregorie quien rápidamente camina de regreso al automóvil con una expresión de ira en su rostro.

- ¿Quién es ella? ¿De qué hablaban? - Cuestiono una vez comenzamos andar.

- Eso es algo que solo le incumbe a Magnus contarte. - Dice con frialdad.

••••

Nos encontramos caminando por el umbral del palacio donde un revuelo se ha formado por parte de los guardias al vernos. Avanzan de inmediato hacia el interior del palacio, haciendo evidente que le están informando a Magnus de nuestra presencia.

Ya son prácticamente las 10 de la mañana y debo admitir que ingreso a mi nuevo hogar con mucha ansiedad ante lo que pueda ocurrir.

En el momento en que pisamos la sala central, un jarrón de cristal pasa justo al costado de Gregorie, rozando su oreja y estrellándose contra la pared de fondo.

- ¡Maldito traidor! - El grito de Magnus llega con cólera profunda hasta nosotros. - Te llevaste a mi esposa.

Me quedo perpleja viendo a Magnus apuntarle con un arma a su primo a medida que se acerca.

- ¿Vas a matarme? - La rabia es palpable en Gregorie.

- Si, es justo lo que voy hacer.

- Te trajimos información. Cosas valiosas. - Intenta persuadirlo pero este no cede.

- Pusiste en riesgo la vida de mi familia.

- Ahí está. Ella esta en perfectas condiciones.

No sé qué hacer, no sé qué decir. Parece que la voz a abandonado mi garganta y me ha dejado sumida en el mutismo.

- Te la llevaste a ver a ese maldito Denavritz aún cuando te dije que no lo hicieras.

- Lo hice por tu bien, por el bien de tu nación.

- Necesito que me expliques en qué me beneficia el que arriesgues a mi esposa y mi hijo por una maldita información que se supone ya habíamos descartado.

El rey Lacrontte no deja de apuntarle en ningún momento y me siento en la obligación de detener esta disputa.

- Magnus para. - Intento tomar su brazo pero él se zafa rápidamente de mi.

- Sabes bien que Emily no se toca. - La cólera que destila su voz me causa terror.

- Nada me ha pasado, mírame. - Coloco las manos en su barbilla y giro su cabeza. - Estoy perfectamente.

- ¿Y si hubiese ocurrido algo? ¿Y si Denavritz hubiese llevado un ejército para secuestrarte? - Me recrimina con ira. - ¿Crees que Gregorie pudiera haber hecho algo contra tantos hombres?

- Pero no lo hizo, ni siquiera llevó a un guardia.

- Te puso como presa y va a pagar por ello.

- Primo no lo hice. Solo la lleve a confirmar información.

- ¿Si? ¿Y qué sucedería si yo uso a tu hijo como presa? Eso seguro te gustará ¿no es así?

- ¿Qué le hiciste a mi hijo? - La rabia crece también en Gregorie.

- Ves como duele, como molesta que usen a la persona que amas como carnada.

- ¿Qué le hiciste? - Presiona enojado.

- Nada. Él está bien en tu palacio, pero quien no estará bien serás tú.

- Deja ya de apuntarle. - Pido nuevamente.

- ¡Tú cállate! - Ordena molesto. - No quiero escucharte. Aún cuando te pedí que no lo hicieras, te escapaste sin importarme como podría sentirme. Eres igual de culpable que él.

- Estas exagerando. - Habla Gregorie y entonces Magnus hace lo impensable... dispara.

La bala fue directo a su pierna, tocando su muslo, rasgando su pantalón y abriendo una mínima herida. No lo impactó, solo lo rozó.

Un grito escuece mi garganta ante el temor. Mis ojos amenazan con lagrimear mientras veo a Gregorie inspeccionar su herida.

- ¡Estas demente! - Le acusa. - ¡¿Cómo te atreves a dispararme?!

- Si sabes que lo soy, entiendes perfectamente que no puedes meterte con lo que es mío.

- Detente, por favor. - Digo con las lagrimas rodando en mis mejillas.

- No te atrevas a llorar. - Alega ofendido por mis acciones. - No tienes ningún derecho a hacerlo. Esto también es tu culpa.

- No es mi culpa que llegues a estos extremos de locura. Así que no me atribuyas la responsabilidad de tus actos. - Me pongo frente a él, haciendo que la pistola ahora apunte hacia mí. - Así que baja esa arma ahora mismo.

Magnus me mira con odio intenso. Sus ojos son fríos y están llenos de furia, pero poco a poco baja la punta del cañón hasta el suelo.

- Si piensas que voy a disculparme estas equivocado. - Mira por encima de mi cabeza, directo a su primo.

- No esperaba que lo hicieras. Ya me doy cuenta de lo malditamente enfermo que estás por Emily.

- Me da igual lo que pienses.

- Solo toma esto y léelo. - Extiende la hoja con dificultad hacia mi esposo. - Después que te enteres lo que allí dice, te vas a arrepentir de haberme hecho esto. Te estoy salvando a tu familia y así es como me lo agradeces.

No puedo creer que después de todo lo que ha pasado, aún intente ayudarlo. Este es demasiada compresión y apoyo incluso para mi.

- No me interesa nada de lo que me hayas traído.

- Es por tu bien. - Insiste.

- ¡Lárgate de aquí, Fulhenor!

- Es por el bien de tu hijo. El bebé corre peligro, Magnus. Hazme caso, por favor.

Algo parece encenderse en la cabeza de mi esposo. Alguna chispa de cordura o sensatez, pues toma de mala gana el papel que su primo tiene en sus manos y lo guarda en el bolsillo de su pantalón

- Ahora lárgate de aquí. No quiero verte. - Brama colérico.

- Nos vemos otro día, Emily. - Susurra Gregorie a modo de despedida.

- No, no van a verse ningún otro día. - Advierte el rey Lacrontte.

- ¡Debes calmarte de una vez! - Bramo desesperada por su actitud. - Te acompañaré al médico del palacio, luego de eso te irás. - Le digo al rey Fulhenor.

- Estoy bien así. Puedo conducir hasta Cromanoff. Es solo una herida superficial.

Decido no intervenir más para no empeorar la situación. Gregorie cojea hasta la salida, acompañado de sus guardias, los cuales no habían dejado ingresar al palacio.

Magnus va a mitad del pasillo cuando voy en su búsqueda, pero antes que pueda alcanzarlo, él ya ha cerrado la puerta de su oficina dejándome fuera.
Me arriesgo a pasar sin llamar, pues sé que no va a responder si le pido que me dejo entrar.

- No quiero hablar contigo. - Es lo primero que dice al verme ingresar.

- Fuiste muy injusto con Gregorie, él solo trata de ayudarte.

Camina hacia mi con brusquedad y aprieta mi cintura para llevarme hasta su cuerpo, sacudiéndome en el proceso.

- Tú eres sagrada, Emily. Asesinaría a medio pueblo solo si me lo pidieras.

- Yo jamás te pediría algo así. - Asevero con temor ante sus palabras.

- Cuando se trata de ti no hay nada que no haría.

- Lo único que deseo es que te disculpes con Gregorie.

- Jamás. - Espeta con la mirada hecha brazas. - Él te puso en inminente peligro y eso nunca voy a perdonárselo.

- Magnus. - Insisto.

- ¿Sabes una cosa? - Me suelta y camina lejos de mi, dando pequeño golpes en su frente. - Me decepciona saber todo lo que hiciste, el plan que armaste para verme la cara de idiota, y vaya que es una de las cosas que más odio en el mundo. Fingiste todo el día que nada ocurría y te escabulliste cuando no podía hacer nada porque sabias que yo confiaba en ti.

- Entiendo que el camino no fue el mejor pero no me dejaste otra opción.

- Siempre hay otra opción. - Suelta molesto. - No imaginas como me sentí cuando desperté y vi que no estabas. ¿Sabes cómo se siente eso? Pensé que me habías dejado y corrí como un estúpido hasta el armario a comprobar si tu ropa seguía allí. Luego te busqué por todo el palacio y no estabas en ninguna parte y solo obtuve una respuesta cuando encontraron tu bata de dormir en la cocina y en el momento en que los guardias dijeron que te habían visto la salir a media noche de la habitación.

- En verdad lo lamento.

- Por favor retírate. No quiero verte.

Me duelen sus palabras, pero aún así las acepto.

- ¿Me amas? - No sé por qué pero necesito comprobarlo.

- Si no te amará no tuviera ese estúpido jarrón con flores sobre mi escritorio.

Su respuesta me hace sentir extraña, sin embargo decido no comentar nada al respecto.

- Por cierto, te llego una carta esta mañana. - Se acerca a su escritorio y de un cajón saca un sobre blanco que hace rodar por la madera.

- Gracias. - Me acerco a tomarla. En ese momento realmente me siento mal por su actitud fría.

Se acomoda en su lugar y sin mirarme me da la última despedida.

- No me esperes para almorzar porque pienso hacerlo solo.

No creo que sea conveniente responder. No hace falta. Esta claro que no quiere verme y no pienso obligarlo a hacerlo.

- Lo que sea que hay en ese papel es importante que lo leas, de otra forma Gregorie no hubiese insistido tanto. - Declaro, desobedeciéndome a mi misma.

- Solo vete de una vez, Emily. - Las venas en su garganta se marcan ante la ira contenida.

Salgo de la oficina con el objetivo claro en mi cabeza. Hay que esperar que esta rabieta se le pase, pues insistir en que razone será perder el tiempo.

Cuando llego a la habitación rasgo el sobre, encontrando en su interior una nota de papá informando que mañana vendrán a visitarme al nuevo palacio en compañía de mi hermana Liz.

La noticia me alegra parcialmente, pero sé que está visita llega en el momento menos indicado. Desconozco que sucederá mañana pero seguro no será nada bueno.

Notas de autor.

¡Hola! Hello! Hei!

Sé que quizás no entiendan muchas cosas del capítulo y más aquellas personas que no han leído la parte del pasado. Sin embargo las respuestas son sencillas, salvo por un pequeño detalle que puede cambiar la historia de Lacrontte para siempre.
Así que me gustaría leer sus teorías y ver si alguien logra acertar.

Por otra parte me gustaría conocer sus impresiones sobre el capítulo. ¿En algún momento pensaron que Gregorie iba a traicionar a Magnus? ¿Creen que Emily actuó mal? Y ¿qué les parece la actitud del rey Lacrontte? ¿Esta exagerando o es comprensible?

Sin otra cosa que decir, los quiero y nos vemos en el siguiente capítulo.

P.D. Prepárense para el drama, porque le esta respirando en la nuca.

Me puedes encontrar en Instagram como @karinebernal

Continue Reading

You'll Also Like

32.6K 4.1K 57
lo que dice el título
11.4K 850 31
Esta historia pasa en el mundo de hh (hazbin hotel) pero Alastor no es aroace, solo asexual. La historia es después de la batalla contra Adam.
69.9K 10.5K 47
Taehyung es un Omega que nunca tuvo una vida fácil. Junto a su padre Jin, deciden mudarse para comenzar de nuevo, pero a Tae le cuesta socializar y J...
2.5K 170 5
Esta historia contiene ABDL, adultos/adolescentes con comportamientos infantiles. _________________________________________ Ser pediatra es un trabaj...