MAZKLAN +18

By MoseMali

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+18 LGBT BoyxBoy Grece era por quien estaba dispuesto a morir, Grece, era una de mis razones para cometer muc... More

ATTENTION
PRÓLOGO
1│ Un Caliente Mensaje
2| Noticia del momento
3| La parte de un castigo
4| "Fue"
5|Tiene una historia
6| Aunque fuera de esta forma
7|La historia
8|Cuatro años tarde
9|Sonrisa
10|El esposo perfecto
11| Suite 488
12| Plan
13| Mi lado más oscuro
14| El buen gusto
15| Destino
16| Azul y rosa
17| ¡DOS SEMANAS!
18| Tiempo al tiempo
19| Como un susurro
20|Los millones que fuera
22| En cualquier lugar
23| Único y mágico
24| Protagonistas
25| Todo iba a estar bien
26|Resultados concretos
27| Gates completamente
28| Un Caliente Mensaje
EPILOGO
EXTRAS| UN DÍA
¿Y LUEGO QUE SIGUE?

21|Tonta festividad

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By MoseMali


Un capítulo más en la semana, solo porque no quería ver su sufrimiento.

Disfrútenlo y ahora sí, nos vemos la próxima semana. 


MILÁN

Abrí los ojos a causa del dolor, sentía como si mi cabeza me fuera a explotar, lleve mi mano a esta y tenía algo atado a mi cabeza, trate de ver en donde estaba y me di cuenta que estaba acostado en una cama, si se le podía llamar cama, muy pequeña. Trate de levantarme, pero el dolor era insoportable, un movimiento provoco que me asustara y quitara la sabana vieja que me cubría.

Tenía una pansa voluptuosa.

De nuevo el movimiento y con miedo lleve mi mano a mi vientre abultado, ¿Era posible? Estaba embarazado, o eso creía.

Un dolor nuevo llego a mi cabeza y el sonido de una puerta se abriéndose me exalto.

—Veo que despertaste travieso— enarque una ceja al ver a un hombre con pantalones rotos y sucios, además de sus botas llenas de lodo y su camiseta igual de sucia. —Trate de arreglar las goteras del remolque, ayer no parabas de temblar de frío— dijo como sin nada dirigiéndose a una parte, del remolque y dándome un vaso con agua.

—¿Quién eres? —susurré tocándome la cabeza, porque al querer tratar de recordar me dolía horrores.

—Soy Leman, ¿No me recuerdas? — negué con la cabeza lentamente. —Bueno el doctor dijo que eso podía pasar, tú eres Andrea, tienes veinte años, nos casamos hace un año, bueno, casarnos, casarnos no, solo nos juntamos, nos conocemos desde que tu tenías catorce y yo veintidós, por eso no nos casamos, porque tus padres se opusieron y te corrieron de casa, hace unos días estabas sacando agua del pozo, resbalaste con la cubeta y te golpeaste la cabeza— enarque una ceja porque no recordaba nada de lo que me decía.

Señale mi vientre sin decir nada y él lo comprendió.

—Eres un chico NG, ¿no lo recuerdas? —negué —Los chicos NG son aquellos que pueden embarazarse, vamos a tener a nuestro primer bebé— mi cabeza dolía horrores y se lo hice saber con algunos quejidos.

—Ven, levántate, iremos al dispensario de la comunidad— con cuidado, salí del remolque y nos subimos a un auto un poco maltratado, minutos más tarde nos encontrábamos en lo que creía que era el dispensario.

—Que quieres Leman— dijo muy enojado el doctor, yo venía detrás de él, pero cuando me vio abrió los ojos con sorpresa, pero no le tome importancia, mi cabeza dolía horrores, como si la hubieran golpeado.

Fue cuestión de segundos para que todo se pusiera borroso y cayera inconsciente.

Trataba de despertar, mi cabeza ya no dolía tanto, pero me sentía muy cansado.

—Entiéndelo... está muerto... mataste... ¿otra vez golpearlo?... ¿De dónde lo sacaste?... cálmate... no lo hagas...— solo eran palabras que escuchaba entrecortadamente, no entendía a que se referían, pero lo único que hice fue caer en un sueño profundo, soñando con personas que no conocía, pero solo en ese sueño mi corazón revoloteaba cuando soñaba que era besado por alguien sin un rostro.

Para cuando abrí mis ojos, ya me encontraba con el doctor en frente.

—Buenos días ehm, Andrea, vamos a checar al bebé, ¿Tu cabeza está mejor? — preguntó.

—Sí— dije, el dolor había disminuido.

—Si, era porque necesitabas puntadas— encendió la maquina y comenzó a pasar el aparato por mi voluptuoso vientre.

—Mira que niño saludable, no hay ninguna complicación, es un varoncito fuerte— mi corazón palpito con rapidez y sonreí.

—¿Es un niño? — susurré y no sabía porque sentía un hueco enorme en el pecho, algo me faltaba y no sabía que.

Miraba detenidamente la maquina en donde estaba mi bebé, hasta que escuche el sonido de una cámara, el doctor se apeno, porque creo que me había tomado una fotografía.

Lo siendo, tomaba captura de pantalla del diagnóstico. No le tome importancia, pero horas más tarde ya me encontraba yendo al remolque de nuevo.

—Mi amor, lo siento por no estar contigo en todo el día, pero tuve que ir al trabajo, si falto me pueden correr y lo necesitamos, el nacimiento de nuestro bebé está cerca— no dije ni una palabra, por el simple hecho de que me sentía raro, me sentía extraño.

Los días comenzaron a pasar poco a poco y mi cabeza mejoro mucho, para la tercera semana ya me encontraba totalmente recuperado.

—Mira Andrea, el señor Thimotee dijo que no ocupaba este libro y me lo dio, tú amas leer y que mejor que iniciar la semana de enero con un buen libro— asentí y tomé el libro, el paso directo a la cocina y comenzó a revisar.

—¿Por qué no hay nada de comer? Vengo del trabajo hambriento— dijo o mejor dicho grito.

—Lo siento... tú me dijiste que querías que te planchara todas tus camisas, no recuerdo como planchar y me lleve todo el día, creí que no tenía que hacer de comer si ya te estaba planchando— me levante de la silla en dirección a donde aparentaba ser la cocina. —Ahora te hago algo rápido— dije.

—Pues rápido mientras me baño, tu no eras así Andrea— se fue en dirección al pequeño e incómodo baño y le hice algo rápido que él me había enseñado a cocinar.

En el transcurso de la semana cada vez que llegaba a veces lo hacía de mal humor, pero poco a poco había "recuperado" el ritmo, como él me decía y terminaba enormemente cansado.

Limpiaba el remolque diario, lavaba diario, porque solo tenía cuatro mudas de ropa, era muy desgastante, mi vientre era cada vez más grande y pesaba mucho, además tardaba horas bajo el sol, luego me ardía la piel, solo por sacar agua del pozo de poco a poquito, porque no aguantaba mucho peso, se me hacía muy solitario, pues no teníamos vecinos, estábamos en medio de muchos campos de sembradíos , hacía de comer, porque si la comida no estaba a tiempo, él se molestaba muchísimo.

Ese día, según el calendario, un veintidós de enero, hice la comida y salí a lavar las sabanas, ya que había derramado café, mientras lavaba sentí como me abrazaban por detrás, entre en pánico que me voltee y lo empuje.

La mirada de él cambio completamente, dándome a entender que estaba furioso.

—No puedes negarme nada Andrea— me tomo del brazo y a jalones me llevo dentro del remolque, gritaba que no, pero era imposible parecía no escucharme.

—Déjame por favor— susurré ya bañado en lágrimas y tratando de zafarme de sus besos que impartía en mi cuello.

—Eres mi maldito esposo Andrea, tienes que cumplirme como tal— en ese momento sentí como su mano impactaba a mi mejilla, la cual ardió rápidamente.

—No, por favor, no será bueno para el bebé, basta— lloré lo más desconsoladamente, me miró y negó, se levantó de encima y tiro las cosas de la mesa, para después salirse del remolque, azotando la puerta.

De tanto llorar caí en un profundo sueño.

—Me encanta la playa y más a ti en traje de baño....

—Eres un mal perdedor Mazklan, iba ganar.

—La tentación de tus labios me ataca en todo momento...

—Los amo a los dos... los voy a extrañar—

—Despiértate, dame de cenar— un golpe en mi pierna me hizo levantarme de mi extraño sueño, mi cabeza comenzaba a doler un poco, pero aun así tuve que darle de cenar. Venía en completa ebriedad, lo único que rogaba era que no me hiciera nada.

Después de ese día, los días le siguieron y él fue llegando continuamente borracho, siempre eran reproches, que yo no era así, que yo no cocinaba así.

Todo era un completo fiasco, pero lo peor y mi infierno personal llegó cuando comencé a levantarle la voz.

—Este maldito huevo está salado y tiene una puta cascara, ¿no te fijas o estás imbécil? —me gritó, no sé era lo que pasaba por mi mente, simplemente me salió el responderle.

—Pues estas muy grande para hacerte un maldito huevo tú— eso fue lo que necesito para levantarse, tirar las cosas de la pequeña mesa y asestarme un golpe.

No una bofetada como la última vez, no, esta vez tenía su puño.

—Metete en la puta cabeza que a mí no me levantas la voz Andrea— grito, yo solo me quede sosteniendo mis manos en la mesa, con el rostro volteado y adolorido.

Mis lágrimas bajaron lentamente, pero nada podía hacer.

No podía ni siquiera verme en un espejo, porque no había espejos, no reconocía ni mi propio rostro más que por la fotografía que estaba en un pequeño mueble, junto a ese hombre abrazándolo y sonriendo.

Y no sabía porque, ese hombre no provocaba más que miedo en mí.

Y tampoco sabía porque no sentía la felicidad que profesaba en la fotografía.

Cuando se fue a su trabajo, me relaje totalmente y después de llorar por mucho tiempo, me puse a hacer algunas cosas que mi abultado vientre me permitiera.

Las semanas pasaron y los golpes fueron cada vez frecuentes y fuertes, no soportaba el dolor en mi labio, que estaba roto, o eso creía.

En cuanto él se fuera iría al dispensario médico.

—Quiero una maldita cena especial para mañana, es catorce, día del amor, así que te dejo dinero y vas al mercado a comprar los ingredientes— sin más, dejo unos dólares en la mesa y se fue.

Minutos después me coloque unos zapatos, "los más cómodos", la verdad no lo eran, la suela estaba muy delgada y desgastada y lastimaba un poco, pero eran "los mejores" que tenía.

Tome el dinero y mi primera parada luego de diez minutos de caminar, fue el dispensario.

El doctor estaba despidiéndose de una señora, cuando me vio, corrió a mí.

—¿Qué te paso? — preguntó mientras giraba mi rostro. —Ese infeliz, lo volvió a hacer— negó mientras susurraba. —Ven pasa, te daré algo para el dolor— asentí y me senté en la silla del consultorio, en este había un pequeño espejo, por lo que noté mi rostro que tenía mi mejilla morada, cerca de mi ojo y mi labio roto.

Mientras esperaba al doctor, en la salita que había a un costado, el gritaba por teléfono, escuche varias veces el nombre de Leman, por lo que supongo que hablaba con él, luego de unos minutos me acerque, más por curiosidad que por nada.

Y lo mire por una pequeña rendija que negaba y se jalaba el pelo, soltó un suspiro y luego volvió a llamar.

—Hola, soy el doctor Shepper, trabajo en el dispensario de Detroit, en el condado de Dickinson, hoy llego un paciente y... — me retiré pensando que iba a hablar de sus pacientes y eso era algo que no me incumbía.

Después de unos minutos, el doctor salió y traía medicamento en la mano.

—Mira, tomate esto, es para el dolor, pero solo una al día en caso de haber dolor, por tu estado no puedes tomar más— me sonrió y asentí.

—Bien, gracias doctor, me tengo que ir— me levante de la silla, pero su brazo me detuvo.

—¿Por qué no te quedas un momento? O vayamos a comer al pueblo— negué ante su insistencia y retrocedí unos pasos.

—Lo siento, tengo que comprar algunas cosas en el mercado— sin más salí del dispensario y camine lo más rápido que pude al pequeño mercado.

No tenía en mente ninguna comida, no sabía que podía hacer para su tonta festividad de "enamorados" no lo merecía, él no me amaba y yo no sentía nada por él.

Solté un suspiro y me quede mirando un pequeño cabellito de madera, nunca iba a poder comprar ese caballito por varias razones, no tenía dinero, no creo que él me diera dinero y no creo que en el remolque quepa más cosas, me entraba un estúpido sentimiento de frustración.

¿Por qué decidí vivir con él? Este bebé no iba a tener un buen futuro, viviendo en un remolque en donde apuradas y cabemos.

Solté un suspiro y me toqué la cabeza, comenzaba a dolerme cada vez que trataba de recordar algo.

En ese momento, los ladridos de un perro me distrajeron, era un perro enorme y negro, el que se enredó en mis piernas.

—Hola perrito— lo acaricié como pude, pues mi abultado vientre y mis ropas apretadas no me permitían mucho movimiento.

Detrás del perro llego un hombre de traje corriendo, gritando "Lucifer, ven aquí" supongo que era su perro.

En cuanto me miro, se detuvo abruptamente.

—¿Es su perro? —señale al perro que seguían entre mis piernas restregándose. Pero el hombre ni siquiera me contesto, solo se llevó su muñeca a sus labios y susurro.

—Señor, lo encontré— enarqué una ceja cuando varios autos y camionetas blindadas se detuvieron en la calle, de las camionetas otro perro, esta vez blanco, salió y corrió en mi dirección.

No sabía que rayos ocurría, pero estaba entrando en pánico, trate de girarme e irme lo más rápido que pudiera, pero un grito, una voz, parecida a la de mis sueños, me hizo quedarme petrificado.

—¡MILÁN! —no sabía quién era Milán y no sabía porque reaccionaba ante esa voz y ese nombre.

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