La chica de las mil estrellas...

By LaraGutierrez1997

71.1K 10.5K 6.4K

"A veces, en la búsqueda de las estrellas en otros ojos, caemos en el interminable pozo de la oscuridad". -Ak... More

Prólogo
Dedicatoria
Personajes
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55
Capítulo 56
Capítulo 57
Capítulo 58
Capítulo 59
Capítulo 60
Capítulo 61
Capítulo 62
Capítulo 63
Capítulo 64
Capítulo 65
Epílogo
Nota de la autora
Más historias
Grupo de Facebook

Capítulo 36

830 137 227
By LaraGutierrez1997

Dedicado a JMikeWazowski

***

Al escuchar sus palabras, sentí como si mi alma abandonara mi cuerpo y se marchara caminando tras él. Todo eso tenía que ser un sueño, Jimmy no podía haber terminado conmigo, ¿o sí?

Ahogué mis sollozos con mis manos y me repetí a mí misma que esa era solo su manera de ocultar lo que sentía; que estaba desesperado y que no sabía lidiar con todo lo que estaba ocurriendo.

Pero la frialdad con la que me habían mirado sus ojos azules era paralizante.

Tenía que hacer algo al respecto. No podía quedarme de manos cruzadas. Sabía que él estaba en un error, e iba a demostrárselo. Suspiré profundo y corrí escaleras arriba hacia mi cuarto. Saqué uno de mis cajones y lo vacié sobre mi cama. Eso tenía que estar en algún lugar. Rebusqué entre todas mis cosas con desesperación hasta que encontré lo que buscaba.

Sabía bien hacia dónde había ido: al lugar donde siempre iba cada vez que se sentía mal; donde me había llevado la primera vez que las cosas se habían salido de control conmigo en la clínica; donde habíamos comenzado a enamorarnos y me había besado por primera vez.

Él estaba en nuestro árbol, así que me dirigí hacia allí.

¿Cómo podía terminarlo todo y luego sentarse en ese sitio? Eso demostraba que yo tenía razón.

Cuando me acerqué, trató —sin éxito alguno— de secar su rostro lleno de lágrimas. Me senté a su lado en silencio y sin mirarlo. Sostuve mis rodillas contra mi pecho mientras él mantenía la mirada fija al frente. El invierno estaba por terminar, pero ese rincón del jardín se sintió más frío que nunca para mí.

Le extendí la mano y abrí mi puño para que viera su contenido. Por un segundo, me pareció ver en sus ojos a mi chico de siempre. Sabía que estaba ahí, en algún lugar dentro de esa armadura de hielo.

—Es tu estrella para mí, ¿recuerdas? —dije, intentando que mi voz no fallara—. Me la dibujaste para que pensara en ti todo el tiempo.

—No sabía que aún la tenías —respondió muy bajo y en un tono de voz un poco ronco.

Tomó la estrellita de yeso y la sostuvo en su mano. La observó fijamente.

—Me dijiste que ni todas las paredes de este lugar serían suficientes para dibujar estrellas para mí.

Se me escapó un sollozo al recordar esa tarde. Tomé una gran bocanada de aire para recomponerme. Sostuve una de sus manos y la coloqué en el tronco del árbol, que estaba a pocos centímetros detrás de nosotros.

—Siéntelo.

Me miró a los ojos. Estaba sorprendido.

—Eso fue lo que me dijiste la primera vez que me trajiste aquí y me mostraste este árbol, ¿recuerdas? Ese día me devolviste la esperanza, Jim Thomas. Me hiciste ver que no todo estaba acabado y que, aunque mi vida no volvería a ser como antes, no tenía por qué ser miserable y triste.

Apreté más su mano contra el árbol y le hablé con mucha más fuerza que antes:

—Bajo este árbol te abrí mi corazón y te conté sobre mi madre, y bajo este árbol tú hiciste exactamente lo mismo y me contaste sobre Ana. Aquí también está enterrado mi cactus, el regalo más especial que me hizo mi mejor amiga. Tú lo enterraste por mí y me dijiste que yo era una de las dos únicas cosas que te hacían sentir mejor y olvidarlo todo. Bajo este árbol vi las estrellas por primera vez en más de diez años, contigo, y me dijiste que no tenía nada que temer, que estabas conmigo.

Las lágrimas inundaban mi rostro y me nublaban la visión.

—También aquí me dijiste que ya no imaginabas tu vida sin mí y me besaste —continué—. Y aquí aprendí a superar mis miedos, en tus brazos. ¿Tengo que llevarte por cada rincón de la clínica y recordarte todo lo que hemos vivido juntos? Mírame a los ojos y dime que no vale la pena, que ya no me quieres. Solo si logras decirme que cambiaste de idea respecto a mí y que ya no te importo, daré media vuelta y nunca más me verás. De lo contrario, olvídalo, porque no pienso alejarme de ti.

Sentía lo mismo que yo, la tristeza en su mirada lo confirmaba.

—¡Hazlo, Jim Thomas! —lo incité y solté su mano—. ¡Mírame y dime que no me quieres!

—Bessie —susurró—, no podemos hacer esto... No hay manera de hacerlo.

—¡Sí la hay y vamos a encontrarla! La vida no terminará porque vivamos lejos, Jimmy. La maldita distancia no es una excusa válida para perder todo lo que tenemos juntos, todo lo que sentimos. Nos quedan unos pocos días antes de que las cosas dejen de ser como son ahora. ¿Vas a desperdiciarlos en esto o vas a aprovecharlos teniéndome entre tus brazos antes de que tengamos que vivir separados?

—Todo lo que hemos construido es tan frágil como un castillo de naipes, puede colapsar en cualquier momento. Tú también lo sabes.

—Quizás... quizás es cierto y no podemos hacerlo. Pero, incluso si todas mis esperanzas son inútiles, son lo único que tenemos ahora. Para mí eso es suficiente.

—Yo no estoy listo para esto, Bessie —confesó entre lágrimas—. No estoy listo para perder lo único que me ha hecho feliz en toda mi vida... Siento que el día que ponga un pie fuera de este lugar despertaré como de un sueño. Tú no serás real y te habré perdido para siempre.

—Jimmy... —Me acerqué, tomé su rostro entre mis manos y lo miré a los ojos—. Nada de esto es un sueño, tú también me haces muy feliz.

Posé mis labios sobre los suyos y los dejé ahí un instante. Su boca sabía a la mezcla de sus lágrimas y las mías. Ese sabor salado era el sabor del dolor y del miedo. Lo besé con todas mis fuerzas, de cualquier modo.

—¿Eso no te pareció lo suficientemente real? —pregunté cuando nos separamos—. ¿Sigues pensando que soy un sueño?

Sonreí y me imitó, de un modo casi imperceptible y con el rostro todavía húmedo.

—Basta, Jimmy, detén toda esta locura y vamos conmigo. Vivamos felices estos últimos días y ya luego veremos qué hacer. Encontraremos una manera, lo prometo.

***

Todo lo que estaba ocurriendo era demasiado irreal para asimilarlo. Jimmy se marcharía, estaba a un par de días de quedarme sola en ese lugar, incluso más que al principio.

La diferencia estaba en que, en esa ocasión, una parte muy importante de mí estaría fuera de la clínica, luchando contra sus demonios por su cuenta. Ese sería tal vez el mayor reto al que se enfrentaría en toda su vida: reincorporarse al mundo real.

Yo estaría bien, tendría que estarlo, pero lo que ocurriera con Jimmy estaría fuera de mi alcance. Ese había sido su único hogar desde los doce años, y tendría que recomenzar su vida desde cero... Y sin mí.

La mayor parte de mi energía y de mi tiempo los dedicaba a animarlo, aunque seguía bastante decaído y triste. Hablaba por teléfono todos los días con Jason, y Stella también le daba largas charlas. Ellos insistían que solo tendría que asistir al nuevo instituto hasta terminar el año y que después podría quedarse en casa si así lo quería.

Por mi parte, trataba de convencerlo de que sí nos veríamos y de que me podría visitar; de que la distancia aumentaría nuestras ganas de vernos y de que la situación no sería tan terrible como parecía. Y quería creer con todas mis fuerzas en mis propias palabras.

Ese día fuimos a almorzar con Jojo —como ya era costumbre—, pues ella tampoco parecía mejorar su estado de ánimo con nada. En ocasiones me parecía que nuestros papeles se habían intercambiado. Era yo quien tenía que consolarla siempre de sus repentinas crisis de llanto, que eran cada vez más frecuentes. Como si la situación con Jimmy no fuera suficiente para mí.

Escogimos una de las últimas mesas para alejarnos lo más posible del resto. No obstante, ni eso fue capaz de salvarme del veneno de Natalia.

—Me pregunto quién va a protegerte ahora, pequeña Bessie, cada día estás más sola —escupió, justo cuando nos levantábamos para marcharnos.

—Déjala ya, Natty —dijo Víctor con hastío, sin mirarme siquiera. Luego caminó hasta la salida del comedor.

Estaba harta de la actitud de mierda de ambos, pero el cansancio emocional tan grande que sentía me hizo decidir que solo los ignoraría.

—Bessie no se quedará sola, Natalia —dijo Jimmy con firmeza—. Que yo me vaya no significa que la deje. Además, ella es lo suficientemente fuerte, no necesita de nadie que la cuide.

Todos lo miramos con incredulidad. Esa era la primera vez desde mi entrada en la clínica que lo había visto dirigirle la palabra a Natalia, y era también una de las primeras veces que lo escuchaba hablar con esa convicción.

—Pues la verdad me alegro por ella de que te vayas —replicó ella apenas logró reponerse de la sorpresa—. Es mejor estar sola que con alguien como tú. Mira cómo terminó la pobre Ana.

—¡Ya basta, Natalia! —grité. Sus crueles palabras me indignaron—. ¡Déjanos en paz!

—¡Natty! —la llamó Víctor—. ¡Ven aquí!

—De hecho —continuó, ignorándonos a los demás y dirigiéndose a Jimmy, que la observaba fijamente sin decir una palabra—, que te vayas es mejor para todos aquí, ¡tu presencia inútil es un desperdicio de oxígeno!

—¡Cállate de una maldita vez, imbécil de mierda! —volví a gritarle.

Caminé hacia ella sin medir las consecuencias y decidida a golpearla. Esa había sido la gota que faltaba para colmar el vaso. Sin embargo, las palabras que abandonaron su boca hicieron que me detuviera y que se me cortara la respiración:

—¡Haznos un favor a todos y suicídate de una vez! —le gritó a Jimmy—. ¡El mundo entero sería un lugar mejor sin ti, haz algo bien en tu miserable vida y termina lo que has empezado tantas veces!

—¿Qué pasa contigo, Natalia? —vociferó Víctor con una mezcla de incredulidad y de ira—. ¿Es que no tienes ningún límite, acaso?

Todos se quedaron estupefactos, mirándonos en silencio, hasta que Víctor la haló por un brazo y se la llevó consigo. Era muy tarde para darse cuenta de que ella tenía rienda suelta cuando se trataba de herir a la gente.

Solo después de un momento, tuve el valor de mirar a Jimmy. El pánico se apoderó de mí al ver lo que acababa de hacer. Logré superar con rapidez mi estado de congelación y lo hice salir del comedor.

No lograba descifrar su mirada, pero me aterraba pensar en lo que podía estar pasando por su cabeza. Tenía que llevarlo con Stella de inmediato.

***

—¿Se puede saber qué pasa contigo, Jimmy? —lo regañó Stella mientras le vendaba la mano—. ¿Cuántas veces vamos a hablar de lo mismo?

Gracias al episodio con la demente de Natalia, Jimmy sucumbió una vez más a la ansiedad. Había partido uno de los tenedores del comedor y se había hecho un corte en la muñeca izquierda. Su piel estaba tan dañada y débil en esa zona que un pedazo de plástico había sido suficiente.

La herida no era profunda, pero sangró un poco. Incluso yo tuve que limpiar mi mano luego de haber tomado la suya. Estaba sentado en una camilla y yo permanecí de pie a su lado. Tenía que controlarme y evitar llorar por muy difícil que me resultara. Debía ser fuerte por ambos.

Esa chica no sabía siquiera todo el daño que habían causado sus palabras. O quizás sí lo sabía y se deleitaba provocándole sufrimiento a todos a su alrededor.

—No puedes herirte cada vez que alguien te diga algo que te disguste —volvió a hablarle Stella cuando terminó—. Todos pasamos por eso a diario y tienes que controlarte, sobre todo, ahora que no estaremos contigo. Jimmy, ya vas a cumplir dieciocho años. No eres el mismo niño asustado que entró a la escuela.

Él la miró a los ojos y, sin importar cuánto trató de ocultarlo, sentí que algo se rompió dentro de ella.

—Lo siento —susurró él. Eso era lo primero que decía desde que llegamos—. Esta es la última vez, lo juro.

Stella lo abrazó con fuerza y me extendió una mano para que me uniera al abrazo. Su cariño maternal y sus palabras de consuelo eran la única luz alentadora en medio de la tormenta.

—Ya han crecido bastante —nos dijo—, ambos. Es hora de que aprendan a caminar por su cuenta. Yo siempre velaré por ustedes, pero si no me ayudan no puedo con tanto. Tengo a muchos otros niños que necesitan de mí y esa es mi misión en la vida: ayudarlos a encontrar su camino. Además, me culparán de tener preferidos, al menos disimulen.

Ambos sonreímos. Era cierto, no le dábamos ni un segundo de paz.

***

—A veces creo que nunca voy a mejorar —dijo Jimmy en un tono de voz bajo mientras miraba al techo de su habitación. Estábamos acostados en la cama justo después de cenar—. Cada vez que me siento bien algo lo arruina.

—Jimmy —respondí—, es tú última noche aquí, ¿vas a seguir con eso? Claro que mejorarás, ya estás mejor, de hecho. De lo contrario, te hubieran mandado a otra clínica. Si los profesionales te enviaron fuera es porque están seguros de que estarás bien, ¿no te parece?

—No sería la primera vez que se equivocan conmigo.

Suspiré profundo y le di un beso bien fuerte en una de sus suaves mejillas. Tenía casi dieciocho años y en su rostro no había ni rastro de vello facial. Tenía muy poco vello corporal, en general.

—La diferencia es que esta vez yo estoy aquí. Estoy convencida de que vas a estar perfecto, esperando por tu novia que tanto te quiere. —Me acurruqué en su pecho e hice un intento por cambiar de tema y distraerlo—: ¿Qué piensas hacer en tu cumpleaños, eh? Solo faltan dos días y, bueno, desearía que estuvieras aquí conmigo, pero... supongo que esta vez celebrarás con Jason.

—No lo sé.

Se encogió de hombros sin dejar de mirar hacia arriba con todo ese azul que era suficiente para ahogarse en él.

—Vale, Jason hará los planes, entonces. Estoy segura de que la pasarás genial. Extráñame al menos un poco o me pondré muy triste.

Hice un puchero que captó su atención y sonrió ligeramente, mostrándome sus hoyuelos.

—No hay un segundo del día en que no piense en ti, Bessie, pero... —su expresión se tornó algo sombría— yo no quiero lastimarte más. Ya te he hecho llorar muchas veces, demasiadas, y siento que sin mí podrías estar mucho mejor.

—Jimmy... —Me senté en la cama para poder mirarlo a los ojos y le hablé con dulzura—: ¿No te das cuenta? Yo te quiero como eres, sin cambiar absolutamente nada. Si por alguna cosa me alegro de todo lo que me ocurrió en el pasado, es porque fue lo que me llevó a conocerte. Y, no, no solo me has hecho llorar. Mis lágrimas son insignificantes comparadas con la felicidad que me causa estar a tu lado. Yo te quiero de verdad, nunca dudes de eso.

—Bessie, yo también te quiero... de hecho, yo...

Los toques en la puerta lo interrumpieron e hicieron que ambos nos sobresaltáramos. No eran siquiera las ocho, podía permanecer un rato más en su habitación. ¿Quién podía ser?

Para mi enorme sorpresa, era Jojo. Se lanzó a mis brazos apenas abrí la puerta.

—¿Jojo? ¿Qué te ocurre?

—Lo siento, siento venir a molestarte —se excusó entre sollozos—. Hablé con mis padres y no resistí. Quiero irme de aquí, no aguantaré ni un segundo más. Quiero irme, Bessie, quiero irme como sea.

Asentí mientras la sostenía entre mis brazos, y decidí llevarla hacia nuestra habitación. No podía dejarla en ese estado, a pesar de que lo único que quería en ese momento era estar con Jimmy.

Me tomó un rato lograr que se calmara y que accediera a quedarse sola por menos de una hora, que era el único tiempo que me quedaba para estar con Jimmy en su habitación esa noche. Me sentí culpable por dejarla. A partir del día siguiente, tendríamos tiempo de sobra para llorar juntas.

Ella lloraba porque quería irse y Jimmy porque quería quedarse. Incluso me resultaba irónico. Yo ni siquiera sabía qué era lo que quería. Estar allí sin Jimmy no tenía sentido alguno, pero lo que me esperaba en mi pueblo cuando dejara la clínica no era mucho más atractivo.

Volví con rapidez a su cuarto para retomar las cosas justo donde las habíamos dejado.

—Lo siento, tenía que consolarla —dije al entrar y asintió. Me subí a la cama y me senté a horcajadas sobre él, sonriéndole—. ¿En qué nos quedamos? ¿Qué querías decirme?

—Eh... nada importante. Vas a estar bien, Bessie, lo prometo.

Negué con la cabeza.

—«Vamos» a estarlo —respondí con firmeza y luego le lancé mi versión de una mirada seductora—. ¿Sabes qué? Creo que tendré que verificar todas tus cicatrices para recordarlas perfectamente y así cuando te vuelva a ver asegurarme que no tienes ninguna nueva.

Sonrió al escucharme y, por primera vez en varios días, vi un destello de felicidad en su mirada celeste. Acercó sus labios a los míos y comenzó a besarme y a acariciarme muy despacio. Yo correspondí a sus caricias con intensidad y lo abracé con fuerza.

Quería besarlo hasta que comprendiera de una vez por todas que yo lo amaba. Deseaba que ese instante fuera eterno o que al menos fuera tan especial que lo recordara por siempre, no sabía cuánto tiempo pasaría hasta que tuviéramos otro así. Por ese motivo, me perdí en él como si no hubiera una próxima vez.

***

La alarma hizo que me despertara sobresaltada. En realidad, casi no había logrado dormir.

Miré a la cama de Jojo y me sorprendió no verla. La noche anterior al regresar ya estaba durmiendo y no pude preguntarle si se sentía mejor.

Esa mañana se había levantado antes, al parecer. No la vi en el pasillo ni en el cuarto de baño. Estaba preocupada, pero continué vistiéndome porque tenía que bajar a despedirme de Jimmy y él debía estar a punto de llegar a recogerme. Casi terminaba cuando ella entró a la habitación. Tuve la impresión de que estaba nerviosa y agitada.

—Jojo, ¿está todo bien? —pregunté—. ¿Dónde estabas?

—Lo siento, necesitaba tomar aire. Estoy bien, lo estoy.

—De acuerdo.

—Eh... —volvió a hablar—. Acabo de ver a Jimmy.

—¿A Jimmy?

—Sí, en las escaleras. Dice que no vendrá por ti hoy, que bajó antes para ver a Stella.

Asentí, aunque me pareció un poco raro. Supuse que querían hablar antes de que él se fuera. Sabía cuán duro estaba siendo todo para ella también.

Bajé a desayunar con Jojo y luego fuimos al salón de clases. No obstante, ella no entró. Me dijo que no se sentía bien y volvió a subir. Estaba actuando de un modo muy extraño.

La primera clase comenzó y estaba más sola y preocupada que nunca. No podía detener el movimiento de mis pies bajo el pupitre y no paraba de morderme las uñas. Quizás solo estaba demasiado tensa y triste a causa de la partida de Jimmy, pero tenía un terrible presentimiento sobre toda esa situación.

No sabía nada de Jojo ni tampoco de Jimmy, y ya era hora de que él estuviera en el salón. Él no tenía ningún motivo para marcharse sin despedirse de mí; eso no tenía sentido. Comencé a sudar a causa de la ansiedad y mi respiración se aceleró. Miraba a mi alrededor y no lograba fijar la vista en nada en específico.

«Suficiente», me dije. No podía aguantar ni un segundo más.

Me levanté de mi asiento y corrí fuera del aula sin pedir permiso siquiera. Necesitaba verlos a ambos y comprobar que todo estaba bien o tendría un ataque de nervios.

Subí las escaleras a toda velocidad. Al entrar en mi pasillo, vi algo que encendió todas mis alarmas: mi habitación estaba semiabierta y nosotras jamás la dejábamos así. Tragué en seco e intenté obviar las náuseas que tenía.

Un escalofrío recorrió mi cuerpo al tomar el pomo de la puerta y abrir. Ahogué un grito de horror al mirar dentro.

Mi vista se nubló ante la escena que tenía frente a mí y cerré los ojos con fuerza. Recé porque fuera una jodida pesadilla o una jugarreta de mi mente atormentada.

—¡No! —grité con desesperación—. ¡No, no, no, no, no, no!

Eso no me podía estar pasando. No a mí. La respiración se me cortó y todo mi cuerpo comenzó a temblar. Había sangre, mucha. Y la maldita navaja estaba a mis pies.

Caí desplomada al suelo y sostuve el cuerpo entre mis brazos, tratando de gritar por ayuda con todas mis fuerzas.

Pero era demasiado tarde. Yo lo sabía.

Me ahogaba en mi llanto mientras no dejaba de gritar con la esperanza de que alguien me escuchara. ¿Cómo pude ser tan ciega? ¿Cómo no evité que ocurriera?

Había llegado tarde, como siempre. Todo era mi culpa. Y esa vez no sería capaz de sobrevivir al dolor.

Continue Reading

You'll Also Like

21.4K 916 5
El primer amor te marca, y más si es tu primer corazón roto. Ella,una chica convencida de que es incapaz de amar. Él, un adolescente enamorado. Entre...
171K 5.4K 32
Algo tan bonito nunca puede ser borrado. Nuestra historia es una de esas que perduran para toda la vida y no se pueden borrar. Porque no apostaba por...
4.9K 194 29
Historias nacidas de inspiraciónes, que transcurren a lo largo de mi día a día, espero lo disfruten:)
316K 17.5K 69
En inglés: Friendzone. En español: Zona de amigos. En mi idioma: Mi mejor amigo me mira como a su hermanita y jamás de los jamases me verá como alg...