La chica de las mil estrellas...

By LaraGutierrez1997

71.1K 10.5K 6.4K

"A veces, en la búsqueda de las estrellas en otros ojos, caemos en el interminable pozo de la oscuridad". -Ak... More

Prólogo
Dedicatoria
Personajes
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55
Capítulo 56
Capítulo 57
Capítulo 58
Capítulo 59
Capítulo 60
Capítulo 61
Capítulo 62
Capítulo 63
Capítulo 64
Capítulo 65
Epílogo
Nota de la autora
Más historias
Grupo de Facebook

Capítulo 33

782 150 131
By LaraGutierrez1997

Dedicado a MariamGonzalez2

***

Estaba decidida a huirle eternamente a Stella. Me avergonzaba solo pensar en qué me diría cuando me viera, así que apenas almorzamos desaparecí de los lugares públicos y me fui al jardín.

Después del episodio con Natalia, muchas personas me seguían juzgando con la mirada y no querían compartir espacio conmigo, de cualquier modo. Alejarme e intentar olvidar todo eso me parecía una buena opción.

Andaba sola, Jimmy estaría con Melissa esa tarde. Tenía la pequeña esperanza de encontrarme a Nick por algún lugar, me extrañaba no haberlo visto en el comedor. Ni siquiera le había podido contar lo que me había hecho la desquiciada de Natalia, el día anterior había sido una auténtica locura para mí. Aunque él ya debía saberlo —como todos los demás.

Miré a mi alrededor tratando de localizar su cabello rojizo en el blanco paisaje que formaba la nieve. Estaba acostado mirando al cielo, con ambas manos bajo la cabeza.

¿Qué diablos hacía?

—¿Nick? —lo llamé y caminé hasta llegar a su lado.

Le tomó un momento enfocar la vista y mirarme. Una sonrisa enorme se formó en sus labios con lentitud. Algo no estaba bien con él.

—Bessie Boop... —balbuceó, arrastrando las palabras—. ¡Únete a la esquina de la paz! ¿Ya te he dicho cuán linda te ves de verde?

«Mierda. Mierda. Mierda», maldije mentalmente.

Me dejé caer despacio al suelo mientras analizaba la situación. Su apariencia, su manera de hablar y de actuar; no sabía cómo ni con qué, pero no me quedaban dudas: Nick estaba drogado.

—¿Qué demonios pasa contigo? —grité—. ¿Qué te metiste, Nicholas?

—Nada, estoy feliz...

—¿Feliz? ¡Felizmente drogado!

Pensé de inmediato en su corazón, cualquier cosa que hubiera consumido podía dañarlo. Lo más sensato era llevarlo con Stella, pero si alguien lo veía de ese modo Gibson lo expulsaría sin pensarlo dos veces. ¿Qué diablos haría con él?

Y ¿de dónde había sacado drogas? Eso no tenía sentido alguno.

«Piensa, Bessie —me dije—. Tienes que decidir qué harás para sacarlo de esta».

Debía llevarlo a su habitación sin que nadie notara su estado. Quizás no había consumido tanto y su corazón no se vería afectado. Aunque, si hacía eso y algo le ocurría, todo sería mi maldita culpa.

Mientras más miraba su gran sonrisa de idiota, más quería golpearlo.

«Oh, Bendito Santo De Las Causas Irremediables Que Pueden Inducir A Cometer Un Homicidio, dame paciencia, y mucha», imploré.

—Vamos, Nick, mueve el trasero —dije y comencé a levantarlo con mucha dificultad.

Sabía que si era expulsado volvería a defraudar a su familia, y eso era lo menos que él quería. Me enojó que esa decisión tan importante recayera sobre mí. No obstante, no parecía enfermo o a punto de que algo grave le ocurriera. Decidí que lo llevaría hasta su cuarto y cruzaría los dedos esperando que estuviera bien. Solo si las cosas se salían de control avisaría a Stella.

Su euforia parecía no tener fin. Por otro lado, yo esperaba que todos estuvieran lo suficientemente ocupados como para subirlo a su cuarto sin que lo notaran.

Lo llevé casi a empujones hasta la puerta. Cuando entramos, lo solté y traté de sonreírle al guardia con la mayor naturalidad posible. Sin embargo, Nick rompió en una enorme carcajada sin razón alguna que nos desconcertó a los dos.

Me volteé hacia él y le abrí tanto los ojos que parecía que se saldrían de mis cuencas.

—¿Qué haces? —le susurré.

No me hizo caso alguno. En lugar de eso, se dirigió al hombre:

—Lindo sombrero —balbuceó entre risas.

Quise que la tierra se abriera y me tragara —o que se lo tragara a él—, pero me limité a mirar al pobre guardia, que lucía perplejo... y que era calvo, además.

—Lo siento —musité—. No hay nada mal con usted, señor, es que... Verá...

Miré afuera tratando de idear con rapidez una excusa creíble, hasta que recordé el pequeño detalle de que vivíamos en una clínica mental. Todos estábamos locos, ¿no?

—L-le han cambiado la medicación —solté—. Y-ya sabe, los fármacos anteriores eran muy flojos... pobrecillo.

Intenté poner mi mejor cara de lástima para reforzar mi actuación. El hombre le dio otro vistazo a Nick y asintió. Su rostro reflejaba pura confusión.

Respiré profundo y forcé una sonrisa. Tomé a Nick por un brazo y lo halé fuera de ahí. Si sobrevivía a esa quien iba a asesinarlo con mis propias manos sería yo.

Estábamos a punto de llegar a las escaleras cuando mi peor pesadilla se hizo realidad. Sentí unos pasos bajando y escuché la voz de Stella que se acercaba. Retrocedí de inmediato llevándome a Nick conmigo hasta escondernos en el pasillo contrario. Esperé un instante hasta sentir que su voz se alejaba y pensé que había ido directo a la enfermería, así que lo halé de nuevo rumbo a las escaleras.

En medio de su torpeza inducida, Nick tropezó con sus propios pies y maldijo en voz alta.

—¿Elizabeth?

Y yo morí al escuchar a Stella pronunciar mi nombre.

La respiración se me cortó y permanecí inmóvil, incapaz de voltearme a verla. Nick soltó una risilla estúpida.

—Parece que alguien está en problemas —musitó, arrastrando las palabras.

Sentí deseos de abandonarlo a su suerte. Si ella lo veía en ese estado, no tendría tiempo de regañarme por lo de la noche anterior. Respiré profundo y recordé que se trataba de mi mejor amigo. Lo empujé hacia adelante con algo de disimulo.

—Pues alguien definitivamente estará en problemas si no camina bien derecho hacia las escaleras y espera por mí sin llamar la atención —mascullé, con una sonrisa fingida en los labios y con ganas de cometer un homicidio en el interior—. Y ¿adivina qué? ¡Serás tú!

Soltó un bufido y puso los ojos en blanco.

—Con ese tono te pareces a la insípida de Melissa.

Ese fue mi turno de bufar y de sentirme ofendida.

—¿En serio? —cuestioné en un susurro—. Pues no creo que eso te importe demasiado cuando compartes el cuarto de mantenimiento con ella y te robas sus llaves. ¡Lárgate!

Soltó otra de sus carcajadas y lo abofeteé mentalmente. Al verlo comenzar a caminar, decidí voltearme y enfrentar de una vez por todas lo inevitable. Stella estaba justo al otro extremo del pasillo leyendo unos documentos que traía consigo. Apenas me vio acercarme, levantó la vista de los papeles y la clavó en mí.

No sabía descifrar su expresión, así que no era capaz de decir si su cara era de enfado, de decepción o de desaprobación. Quizás era una mezcla de las tres cosas. El camino hasta llegar a ella se sintió como si fuera rumbo al corredor de la muerte.

—L-lo siento —dije al llegar a su lado—, Nick me hizo una pregunta.

Miró por encima de mi hombro con recelo. Quizás había notado algo raro en su comportamiento, por lo que decidí sacrificarme por completo. Ese idiota me debería una grande.

—¿Qué querías decirme? —solté para llamar su atención.

Suspiró profundo y levantó una ceja.

—Melissa no me había comentado que tienes problemas para dormir —dijo en un tono sugerente y sentí mi rostro encenderse.

—N-no tengo... e-es solo algo ocasional.

—Hum... pues tal vez deberías contárselo para que te diga alguna «otra» forma eficaz para lidiar con ellos.

Asentí, sin pasar por alto su manera de enfatizar «otra». Estaba a punto de comenzar a hiperventilar, ni siquiera podía mirarla a los ojos.

—Ya tienes diecisiete años, Bessie. Confío en que seas lo suficientemente madura como para no cometer irresponsabilidades —dijo. Sentí mi aliento atascarse en mi garganta—. Y no me gustaría que esas «pesadillas» te hagan sacrificar tu futuro o perder toda la confianza que tu familia y yo ponemos en ti.

—N-no lo harán —susurré.

—De acuerdo, creo entonces que podemos mantener en un círculo cerrado tus «problemas para dormir». Imagino que serás más discreta al respecto de ahora en lo adelante.

La miré con sorpresa. ¿De ahora en lo adelante? ¿Acaso me estaba dando permiso? Permanecía seria, pero ya había suavizado su expresión, confundiéndome aún más.

—Prometo que no habrá problemas —dije, tratando de sonar firme.

—Muy bien... Y ¿cómo llevas lo que ocurrió ayer con Natalia?

—Bueno, algunos me siguen mirando mal y susurran cuando paso a su lado —dije y agradecí el cambio de tema—. No es nada con lo que no pueda lidiar, ya pasé por esto antes. Supongo que lo olvidarán con el tiempo. Hoy me siento mejor al respecto.

—Sí —dijo con ironía—, puedo imaginar que hoy tienes otras cosas en las que pensar.

Me aclaré la garganta al escucharla. Ese fue un golpe bajo, pero me lo merecía. Palmeó mi hombro con cariño y me dio una última mirada de reojo.

—Solo cuídate, ¿de acuerdo?

Asentí con rapidez y luego se marchó.

Solté todo el aire que estaba conteniendo. Podría haberme sentado a recuperar mis fuerzas por un largo rato, pero tenía otra situación esperando por mí; una con ojos negros, pelo rojizo y sonrisa de imbécil. Y no había sido tan malo, después de todo.

Corrí hacia las escaleras y comencé a subirlas para alcanzar a Nick. Quizás había ido hacia su habitación sin causar estragos a su paso. O quizás ya se había metido en problemas en menos de cinco minutos.

No acerté a ninguna de las dos opciones. Estaba sentado en la entrada del segundo piso con los pies estirados hacia adelante, entorpeciendo el paso.

Dos chicas pasaron y les sonrió lentamente e hizo una «V» con su mano para saludarlas. Ellas no se inmutaron, veíamos comportamientos peores a diario en la clínica. No obstante, si lo veía algún profesor notaría que estaba bajo el efecto de alguna sustancia. Me apresuré para tomarlo por el hombro y a ayudarlo a levantarse. Por suerte, a esa hora los docentes estaban descansando u ocupados en las actividades extra.

—Pensé que ya estarías en tu cuarto —dije.

—Bah, es muy difícil subir con las escaleras moviéndose.

—Pues ahora subirás, así sea montado en la alfombra de Aladino —dije, algo irritada—. ¿Dónde está tu habitación?

Señaló con un dedo hacia arriba y me volvió a mirar con esa expresión de tonto extasiado que solo hacía que quisiera golpearlo. Imploré paciencia al cielo y me limité a mirarlo con cara de pocos amigos.

—¿Arriba dónde, Nicholas? ¿Te parece que sea adivina?

—Cuarto piso, ala A.

Cuando logramos llegar a su pasillo, estaba casi sin aire de tanto empujarlo y de tratar de evitar que cayera y rodara escaleras abajo. Sacó una llave de su bolsillo y trató con torpeza de abrir uno de los cuartos mientras yo desesperaba a su lado.

—Jodida puerta, deberían ser cortinas —masculló luego de forcejear un poco con la cerradura. Se detuvo y observó un momento el número sobre la puerta—. Ups... ¿quién movió mi cuarto?

Y ahí ya no pude evitar exasperarme y le quité la llave de un tirón. Vi el número grabado y comprobé por qué la puerta no abría —ni abriría jamás—. Era la habitación equivocada. Lo halé por el brazo y lo hice caminar hasta su cuarto real. Después de abrir, lo empujé dentro y cerré tras de mí.

Para mi sorpresa, el cuarto no estaba tan desordenado como había pensado. Estaba incluso más limpio y organizado que el de Jimmy, y también era personal.

Se lanzó a su cama de espaldas sin quitarse los zapatos siquiera. Me observó, sonriente, y yo permanecí de pie a su lado.

—En serio estás muerto y no lo sabes, Nicholas Renard —dije con dureza.

—Necesitas relajarte... —balbuceó.

—¡Y tú necesitas madurar! ¿Qué diablos crees que estás haciendo?

Su única respuesta fue un encogimiento de hombros, así que tomé una enorme bocanada de aire y decidí que no seguiría por ese camino. Estaba demasiado «inconsciente» como para hacerlo entrar en razón.

—¿Sabes qué, Nick? Espero que esta mierda se te pase rápido porque luego vamos a hablar seriamente. Estoy muy muy decepcionada de ti, quiero que eso te quede bien claro.

Con esas palabras, di media vuelta y me marché.

No pensaba que intentara bajar o salir del cuarto, apenas podía caminar. Mi mayor preocupación era su salud. Tendría que regresar después para comprobar que estuviera bien, su irresponsabilidad podía costarle muy caro. Me preguntaba qué diablos pasaba por su cabeza.

***

Pasé toda la tarde preocupada por Nick y sin poder alejarlo de mi mente ni un instante. Seguía enojada por su comportamiento, pero eso pasaba a un segundo plano cuando pensaba en los riesgos para su corazón.

Jimmy estuvo de acuerdo conmigo en que lo mejor era subir a verlo, así que después de la cena me encaminé hasta su habitación. Fui sola, Jimmy pensaba que conmigo se abriría más y me contaría por qué había hecho algo tan imprudente.

Al llegar, toqué suavemente la puerta. No hubo respuesta.

—Nick, soy yo —susurré—. Abre, sé que estás ahí.

Transcurrió alrededor de un minuto antes de que abriera. Lucía terrible, justo como esperaba. Llevaba la misma ropa y tenía el cabello hecho un desastre. Era evidente que no se había levantado de la cama durante todas esas horas.

Se acostó mirando al techo sin decir una palabra.

Verlo de ese modo me recordó el estado en que había entrado a la clínica, con ojeras y el mismo aspecto enfermizo. No parecía que tuviera fuerzas ni para moverse. Me senté a su lado en la cama con suavidad y decidí romper el silencio:

—Te he traído algo de comer.

—No tengo hambre, Bessie Boop —respondió con desgano—. Gracias, de cualquier modo.

—Vale, lo dejaré en la mesita para cuando sientas deseos. —Suspiré profundo—. ¿Te sientes bien?

—Sí, solo estoy un poco mareado y cansado. Estaré bien.

Asentí, esperando que estuviera en lo cierto.

—No entiendo por qué lo hiciste. ¿Por qué arriesgas tu vida de ese modo?

—¿Por qué? —bufó—. Tú misma lo dijiste, ¿no? Porque soy un irresponsable de mierda y nunca voy a dejar de serlo.

—No, Nick, claro que puedes cambiar —dije, arrepentida de haberle dicho algo tan hiriente en aquella ocasión—. ¡Dijiste que estabas arrepentido! ¿Por qué hiciste algo así, entonces? ¿Qué diablos fue lo que tomaste?

—Una buena dosis de sedantes —respondió, restándole importancia—. ¿No es eso lo que toman los locos?

—Nick, tú no estás loco, eres quizás la persona más cuerda de este lugar. ¿De dónde los sacaste? Tú no tomas ese tipo de medicación.

—Alguien quería cigarrillos y yo quería las pastillas. Todos ganamos.

—¿Todos ganaron? ¿Y qué pasa con tu corazón? —exigí.

Me miró un instante y quedé petrificada al ver que sus ojos negros comenzaron a inundarse de lágrimas. Jamás había imaginado que lo vería en ese estado en alguna ocasión; el Nicholas Renard que yo conocía era invulnerable. O tal vez solo me había engañado a mí misma y no lo conocía en lo absoluto.

—Me estás asustando —dije al ver la desesperación y el arrepentimiento que reflejaban su rostro—. Habla conmigo, dime qué te ocurre. ¿Por qué querías drogarte?

—¿Por qué? —Se incorporó en la cama y sonrió con amargura—. ¡Porque estoy hasta los cojones de este lugar de mierda! Yo no quiero estar más encerrado como un jodido demente. Yo no necesito estar aquí, quiero mi jodida vida de regreso. Yo no voy a tener una vida larga, Bessie Boop, ¿te parece que quiera desperdiciar el tiempo que tengo encerrado aquí?

—Pero ¿cómo es que vuelves a cometer el mismo error que hizo a tus padres traerte aquí, en primer lugar? ¡Esa no es la solución!

—¡Lo sé, lo siento! —Soltó un suspiro de desaliento y bajó el tono de voz—. No se me ocurrió otra manera de mandarlo todo a la mierda. Soy tan jodidamente flojo que no pude resistirme.

—¿Flojo? ¡Eres una de las personas más fuertes que conozco! Yo te admiraba, admiraba tu fuerza y la manera en la que enfrentas los problemas. Eras mi héroe... aún lo eres.

—Siempre he tratado de ser fuerte y de lidiar lo mejor posible con todo, de convencerme de que puedo seguir viviendo como si nada hubiera ocurrido... pero no es tan fácil. Mi vida cambió por completo en menos de un año y la quiero de vuelta. Quiero de vuelta todo lo que perdí, quiero volver a ser yo. La quiero como era, como yo la recuerdo, sin límites.

—Yo sé bien que no es sencillo. Dímelo a mí, sabes por todo lo que he pasado. Mi vida también cambió y no fue en un año, fue en una maldita noche. He querido rendirme un millón de veces, pero no lo he hecho, ¿sabes por qué? Porque esa es la solución más fácil, la de los cobardes. Tú mismo me dijiste que no lo hiciera.

—Yo no soy como tú —afirmó con desconsuelo—. ¡Soy yo el que debió haber muerto esa noche!

—¡No! —Me lastimaba mucho que pensara de esa manera—. ¡Claro que no! Eres una persona extraordinaria, alguien que me ha ayudado más de lo que se imagina, y también a Jimmy. Vamos, necesitas comenzar a pensar con claridad.

—No. —Negó con la cabeza—. Yo no soy extraordinario en lo absoluto... soy una mierda de persona. No merezco que te preocupes por mí, ni que me hables siquiera.

—Nick, sí me preocupo por ti y lo seguiré haciendo. No me importan los errores que cometas, me importa que eres mi amigo y todo lo que has hecho por mí. No pienso dejar que te hagas esto, ¡no lo haré!

Me levanté de la cama y comencé a halarlo. Lo arrastraría si tenía que hacerlo.

—Vamos —dije—, tienes que levantarte y tomar un baño, y tienes que comer algo, ¡corriste con mucha suerte de que esas píldoras no te hicieran daño! Y mañana tienes que bajar y comportarte bien, no puedes hacer locuras que te pongan en riesgo. Gibson puede enterarse y te expulsará.

—¡Qué más da! —Se levantó violentamente e hizo que lo soltara—. ¡A ese imbécil no le importa una mierda lo que ni tú ni yo ni nadie haga! Este lugar es su jodido negocio. A él no le importa lo que yo haga con tal de que mis padres le sigan pagando. Aquí no le importamos a nadie, ¡date cuenta de eso! ¡A nadie aquí le importa si me tomo todo un mes de la medicación de alguien más y me muero de una jodida vez! ¡A ninguno!

—Sí, tienes razón —concedí, pues no era tonta y también estaba consciente de eso—. Hay muchas personas aquí como Gibson, pero también hay otros como Stella, que sí sufren a nuestro lado. Tienes que comportarte y cuidarte, no por ellos ni por nadie, por ti mismo. Tienes que seguir bien y resistir por los que te aman, por tu papá y tu mamá, por Sammy y sus padres, ¿qué hay de ellos? ¿Qué pensarían ellos si te escucharan decir estas cosas? Se lo debes, Nick, les debes seguir adelante. ¿Y qué hay de mí? ¿Has pensado cuánto me duele oírte decir eso?

Me miró con los ojos rojos y llenos de lágrimas. En el fondo, él lo sabía y estaba aterrado de enfrentarse a la realidad.

Se sentó una vez más en el borde de la cama, un poco agitado todavía. Lo imité y sostuve su mano con fuerza.

I hate to look into those eyes and see an ounce of pain... —susurré y le sonreí.

Me devolvió el gesto entre sollozos, pero de una manera genuina que consiguió alentarme.

—Ni siquiera la has oído.

—Nope, eso es lo primero que voy a hacer cuando salga de aquí, y estoy segura de que voy a adorarla. Y ¿sabes qué es lo segundo que voy a hacer? Obligarte a que cumplas tu promesa de llevarme a un montón de lugares geniales y de hacer un par de locuras juntos. —Me levanté y halé su mano—. Vamos, hazlo al menos por mí.

Asintió finalmente y respiré con alivio.

Me resultaba increíble ver cómo todos teníamos nuestros momentos de oscuridad, incluso alguien como Nick. Verlo llorar me caló muy profundo y me hizo reflexionar. Muchas personas amadas se habían marchado de mi vida, y tal vez no había estado allí cuando más me necesitaban por estar envuelta en mi propia lucha.

Me prometí a mí misma esa noche que nunca más sería tan egoísta y que les devolvería a mis seres queridos todo el amor y el apoyo que me brindaban cada día. Estaba segura de que Nick superaría esa recaída emocional, y me aseguraría de estar a su lado para ayudarlo. 

Continue Reading

You'll Also Like

740K 51.7K 65
Emilia Matthews es una amante jugadora del fútbol, no piensa en otras cosas más que en entrenar y ganar sus partidos, en su vida no importa otra cosa...
104K 9.3K 31
Eliza Jones y Stella Lambert son el prototipo de: "personas correctas en el momento equivocado", pues sus vidas habían coincidido en preparatoria, cu...
4.9K 194 29
Historias nacidas de inspiraciónes, que transcurren a lo largo de mi día a día, espero lo disfruten:)
82.9K 13.8K 27
GANADORA DE LOS PREMIOS WATTYS 2019. Categoría Romance♥ ¿Buscarías con esmero el amor si sabes que tienes la posibilidad de crear a la mujer perfecta...