Su cazadora

By Eihara

75.3K 5K 499

En el pasado, los vampiros eran perseguidos por los cazadores. Ahora, la situación ha cambiado, y son los caz... More

Sinopsis
Prefacio
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
EPÍLOGO

Capítulo 28

1.6K 112 8
By Eihara

La noche anterior me había quedado dormida antes de ir a ver a Ariadna de modo que, aquella mañana, fui a buscarla para desayunar. Me había dado cuenta de que, en el armario de mi habitación, se encontraba toda la ropa que había dejado en mi apartamento alquilado y la que llevaba en la maleta del viaje, además de varias prendas más compradas por Zigor, de modo que no tuve que pedirle que me prestase ropa, como había temido.

Bajé a la habitación de mi amiga cuando consideré que era una hora prudente para despertarse, y llamé a la puerta con los nudillos. No obtuve respuesta, por lo que supuse que estaría dormida, y entré. Tenía gran confianza con Ariadna, al fin y al cabo.

Quedé paralizada cuando me di cuenta de que no se encontraba sola en la cama. Ella se encontraba completamente dormida, desnuda y, junto a ella, con los ojos abiertos y cubierto solamente con las sábanas, se encontraba Milo. Debía de haberme escuchado llamar a la puerta.

—¿Qué...? —pregunté en voz baja.

Él colocó un dedo sobre sus labios, indicándome que guardase silencio, y asentí. Salí de nuevo al pasillo y cerré la puerta para asimilar lo que acababa de ver. Ariadna se había acostado con Milo, el hermano menor de Zigor. Sonreí al pensarlo y reí un poco ante la incredulidad que me producía la situación.

Unos momentos después de haber salido yo, salió también Milo, vestido con la misma ropa que había llevado el día anterior. Parecía feliz.

—Os habéis acostado —afirmé.

—Muy audaz por tu parte —ironizó—. Sí, nos hemos acostado. Tu amiga me gusta.

—Pero no es tu alma gemela, ¿verdad? —pregunté.

Lo último que deseaba era que alguien, fuera quien fuese, hiciese daño a Ariadna. Estaba dispuesta a proteger a mi amiga a cualquier precio, aunque se tratase de Milo.

—No, no lo es —admitió—. Pero es muy difícil que la encuentre. Puede, incluso, que ya haya muerto y no nos hayamos conocido. Y Ariadna es atractiva, simpática... me gusta.

Sentí cierta lástima por Milo. Dos de sus hermanos habían encontrado a sus almas gemelas, algo altamente improbable, pero él no tenía la esperanza de hacerlo. Me sentía egoísta pero no quería que encontrase a su alma gemela si deseaba estar con Ariadna. No quería que se viese obligado a dejarla y le hiciese daño.

—Cuídala —le pedí.

—No habría escogido a tu amiga si no tuviese intención de hacerlo —me tranquilizó—. No soy un capullo, Liher.

—Lo sé... pero Ari es como una hermana para mí. Si sufriese por tu culpa, creo que sería incapaz de perdonarte, aunque seas mi cuñado.

Mis palabras tenían un tono de seriedad. Sabía que solamente se habían acostado una noche, poco después de conocerse, pero sospechaba que no se detendrían tan pronto. Ariadna se ilusionaría pronto; la conocía.

—No soy ningún mujeriego, aunque mi comportamiento sea, a veces, algo inmaduro —dijo él—. Aún conservo el recuerdo de mi madre y de mi hermana pequeña, y no habría soportado que nadie jugase con ellas y con sus sentimientos. Por tanto, yo no lo hago con ninguna mujer.

Aquel razonamiento me convenció, pues era consciente de que los cuatro hermanos habían querido de verdad a aquellas dos mujeres. Elisa había sido, para todos, la niña de sus ojos, su protegida.

En aquel momento se abrió la puerta de la habitación. Ariadna se encontraba bajo el marco de la puerta, mirándonos con ojos soñolientos. Se había vestido con la misma ropa que el día anterior, y reparé entonces en que no tendría más ropa en aquella casa.

—He escuchado voces —nos explicó—. ¿Va todo bien?

—Sí —respondí yo, adelantándome a Milo—. He venido para buscarte para ir a desayunar, pero puede que prefieras bajar más tarde...

—No. Me muero de hambre.

Le había bastado con verme hablar con Milo para saber que estaba al tanto de lo que había ocurrido la noche anterior, pero no hizo ningún comentario al respecto. Hablaríamos cuando estuviésemos las dos solas.

—¿Puedes dejarme ropa? —me preguntó Ariadna mientras bajábamos al comedor—. Vine de improviso y no traje nada.

—Claro, no hay problema.

—También puedo acompañarte a comprar —intervino Milo, que caminaba con nosotras hacia el comedor—. Liher no tiene permitido salir, al menos sin Zigor, pero yo podría acompañarte.

Aunque al principio mi amiga dudó, porque no tenía dinero, Milo la convenció pronto de que su familia era lo suficientemente rica como para no tener que preocuparse por comprar unas prendas de ropa y de que aceptase. Acordaron ir aquella misma tarde.

En la mesa del comedor solamente se encontraba Zigor, leyendo un periódico mientras desayunaba unas tostadas acompañadas por una copa de sangre. Levantó la vista cuando nos escuchó llegar.

—Buenos días —dijo.

Aunque lo había visto al despertarme y solamente habían pasado unos minutos, le di un suave beso en la comisura de los labios antes de sentarme a su lado en la mesa. Debía de ser debido a nuestra conexión que no podía evitar las muestras de cariño en lo referente a Zigor.

—No esperaba verte aquí a estas horas —comentó Milo—. ¿No deberías estar en la empresa?

—La empresa se las apañará perfectamente sin mí durante unas horas —dijo Zigor, restando importancia a aquel asunto—. No quería dejar a Liher sola en su primera mañana aquí.

—Muy romántico —opinó Milo en tono burlón.

El desayuno estaba preparado sobre la mesa, de modo que tomé un par de tostadas con mantequilla y mermelada y me serví una taza de leche caliente. Era mi comida favorita del día, y la que mi cuerpo más necesitaba.

—¿Puedo volver a la empresa? —pregunté, llamando así la atención de todos—. No puedo pasarme el día encerrada en esta casa...

—Ahí tiene razón —canturreó Milo.

—No pasarás el día encerrada en esta casa —aseguró Zigor—. Pero, por el momento, no saldrás si no estás acompañada por mí. No quiero que sientas la tentación de traicionarme de nuevo una vez que te sientas libre.

Me sentía incapaz de traicionarlo, pero comprendía que mi palabra no basase para convencerlo. Tendría que aguantar durante el tiempo que él considerase necesario sin apenas poder salir de aquel lugar, o al menos hacerlo con libertad restringida.

—¿Qué explicación darás en la empresa?

—Simplemente diré que te he despedido, y contrataré a otra persona. Nadie pedirá más explicaciones.

—Pero quiero ver a mis compañeros y, al menos, despedirme de ellos —insistí—. ¿Puedo ir hoy por última vez, al menos?

Me había sentido muy cómoda junto a Diego y Alba, y no deseaba abandonar la empresa sin antes haberme despedido de ambos. Quería que supiesen que me encontraba bien y que dejar de trabajar en aquel lugar no me afectaba más de la cuenta. No quería preocuparlos.

—De acuerdo —cedió Zigor finalmente—. Firmaremos hoy los papeles del despido, fingirás recogerlo todo y te marcharás de la empresa.

—Genial —se apresuró a decir Milo—. Así podremos pasar más tiempo de compras nosotros.

Ariadna se sonrojó ligeramente, y Zigor solamente sonrió. Debía de saber, por alguna razón, lo que había sucedido entre su hermano menor y mi amiga. Aunque desconocía cómo lo había descubierto tan pronto sin que ninguno hubiese tenido oportunidad de contárselo. ¿Nos habría oído hablar en el pasillo? Las habitaciones estaban insonorizadas, por lo que era la única opción que se me ocurría.

—¿Y Mario y Marla? —pregunté.

—Se han ido de viaje. Un trío de vampiros ha perdido el control en Inglaterra, han matado a varias personas y se encargarán de encubrir las muertes y de imponer un castigo justo a los asesinos.

Recordé una ocasión en la que Zigor había dicho que su hermano estaba utilizando el jet privado por cuestión de trabajo. Debía de referirse a algún asunto como aquel, dado que los miembros del Consejo y el mismo rey tendrían que viajar con regularidad.

—¿De dónde eres rey? —pregunté entonces, con curiosidad.

Su trabajo lo había llevado a tantos países que no sabía a qué atenerme.

—De Europa —respondió Zigor sin vacilar—. Es aquí donde se concentra la mayor cantidad de vampiros, y los más antiguos. Con el tiempo, los vampiros se extendieron por todo el mundo, pero se organizan de manera diferente en otros continentes. En algunos lugares, no hay reyes, y en otros hay uno por país...

Después del desayuno, subí a mi cuarto para terminar de prepararme antes de salir. Ariadna me acompañó para que pudiese dejarle algo de ropa que utilizar antes de ir a comprar ella misma. Dado que utilizábamos la misma talla en una gran cantidad de prendas, no teníamos ningún problema para compartir ropa.

—Coge lo que quieras —ofrecí mientras abría el armario de mi habitación.

Mientras ella escogía, yo entré al baño para terminar de prepararme. Una vez que estuve lista y salí, vi que había escogido una falda larga que le sentaba perfectamente, unos zapatos con algo de plataforma y una blusa blanca. No era ropa demasiado llamativa, pero supe que deseaba verse bien ante Milo.

—¿Tienes maquillaje? —preguntó.

—Sí, en el baño.

La seguí cuando entró y vi cómo comenzaba a aplicarse una fina capa de maquillaje suficiente para camuflar algunas imperfecciones de la piel. A Ariadna siempre le había gustado el maquillaje, al igual que la ropa, por lo que siempre iba perfectamente arreglada y conocía una gran cantidad de trucos.

—¿Te gusta? —le pregunté.

—Bueno... ayer fue muy amable conmigo cuando me mostró la casa, es carismático, gracioso, y me atrae físicamente. —Hizo una pausa para concentrarse en el maquillaje y poner en orden sus pensamientos antes de continuar—. Sé que una relación con él no podrá ser como la tuya con Zigor, porque no somos almas gemelas, pero quiero intentarlo. Hace mucho tiempo que no estoy con nadie.

—Pero tú siempre has estado en contra de los vampiros —observé.

Ella nunca había compartido mi opinión. Siempre había estado de acuerdo con los cazadores en que había que luchar contra los vampiros, sin creer que, entre ellos, pudiese haber alguno bueno. Los consideraba nuestros enemigos naturales.

—Puede que tuvieses razón —admitió—. He visto cómo te trata Zigor, cómo hablas sobre él. Y ayer, durante la cena, parecían tan... normales.... Llevo un tiempo pensando en lo que tú decías, dudando de lo que nos enseñaban. Ellos no han sido los únicos monstruos; también nosotros lo hemos sido.

Me alegraba escucharla hablar así. Tal vez, ir a aquella casa para no dejarme sola, le hubiese servido para más de lo que imaginaba. Había sido testigo de cómo una antigua familia de vampiros se comportaba como una familia normal, y salvo por el hecho de que tomaban sangre en lugar de agua u otras bebidas, no habían actuado de manera extraña. Además, había conocido a Milo, y nadie que lo conociese podía pensar que era malo.

—Deberíais intentarlo —la animé—. No conozco demasiado a Milo, pero creo que se puede confiar en él.

—Y es bueno en la cama —agregó ella en tono pícaro.

—¡Ari! —exclamé, escandalizada. No me consideraba una persona pudorosa, pero no necesitaba saber cómo eran mis cuñados en la cama.

Mi amiga estalló en carcajadas, y no pude evitar reír con ella, especialmente cuando la risa provocó que se manchase con el rímel, algo que no hizo más que hacerla reír más fuerte.

Finalmente salimos de la habitación un cuarto de hora más tarde, tras haber tenido que desmaquillarse Ariadna y comenzar de nuevo a maquillarse debido al estropicio que había hecho la primera vez. Zigor y Milo nos esperaban en la entrada, y comenzaban a impacientarse cuando llegamos.

—Pensábamos que no bajaríais nunca —comentó Milo—. ¿Nos vamos?

Al salir de la finca, y dirigirnos a la parte trasera, donde bajo un techo había varios coches aparcados, nos separamos. Zigor y yo entramos en un Mercedes negro, mientras que Ariadna y Milo escogieron un BMW de color blanco. Había varios coches más aparcados y, a juzgar por la manera en la que actuaban, parecía que toda la familia los compartía.

—Podrás salir de la finca solamente mientras estés conmigo —comentó Zigor mientras arrancaba.

—¿Cuánto tiempo piensas mantenerme encerrada? —pregunté.

—El que sea necesario hasta estar seguro de que puedo confiar en ti y que no me traicionarás.

Tendría que tener paciencia hasta que decidiese confiar en mí. En el fondo, yo misma me había buscado aquello. ¿No había sido yo, acaso, quien había enviado su ubicación a los cazadores en un momento en el que se suponía que estaría solo? Y lo había hecho después de saber que éramos almas gemelas. Aquella traición, aunque en el último momento me hubiese arrepentido, debía de haberle dolido.

—No quiero pasar meses en esa finca, por grande que sea —dije, pensando en lo monótona que debía de ser llevar una vida así.

—¿Por quién me tomas, Liher? —me preguntó—. Te he dicho que eres mi alma gemela y que eres reina. No planeo dejarte todo el día en la finca, pero tampoco permitiré que salgas sola y tengas la oportunidad de planear algo en mi contra.

Me sentía como un perro al que sacaban a pasear, pero no lo dije. Zigor me quitaría gran parte de mi libertad durante un tiempo indefinido al no permitirme pisar sola la calle. Si salía, debería hacerlo junto a él, como un perro en compañía de su amo.

—¿Y por qué no puedo continuar trabajando en la empresa, contigo? No tendría oportunidad de traicionarte.

Si lograba que me permitiese trabajar, al menos tendría algo que hacer a diario, una distracción. Después de haber tenido una vida ocupada como cazadora, no me imaginaba a mí misma sentada en una casa enorme mientras esperaba a que mi pareja regresase a casa tras el trabajo.

—Por el momento, lo más importante es el asunto entre cazadores y vampiros. Una vez que solucionemos eso y regresemos a la calma, me pensaré si debería dejarte trabajar en la empresa. Pero no antes.

No insistí. Si el asunto de los cazadores en las academias lo preocupaba y ocupaba parte de su tiempo, tal vez lo mejor fuese centrarme yo también en ello en lugar de insistir para trabajar en la empresa.

—Creía que todo iba bien —comenté, esperando obtener algo de información.

—Todo va bien. Un pequeño grupo ha intentado rebelarse y atacar, pero todos ellos han sido desarmados y han vuelto al interior de la academia.

Me alivió saber que ninguno de ellos había muerto. ¿Estaría Adrián en aquel grupo? ¿Y Luken? No sabía qué esperar de él, especialmente después de haberme defendido el día anterior. Esperaba que ninguno de mis seres queridos cometiese ninguna estupidez.

—Gracias —murmuré.

Sabía que, si no se había empleado más violencia de la necesaria, era solamente porque yo no la deseaba. Que Zigor estaba teniendo en cuenta mi opinión.

—Como reina, debes ser escuchada —me dijo encogiéndose de hombros—. Hay cosas que no nos podemos permitir, pero hay otras que sí.

Zigor aparcó el coche en un garaje subterráneo bajo la empresa, cuya existencia yo desconocía, y después subimos en ascensor hasta la planta en la que estaba su despacho y en la que yo había trabajado. Allí continuaba Estíbaliz tal y como la recordaba, concentrada en la pantalla de su ordenador, en el mismo lugar donde la había conocido.

—Creía que vendría antes, señor —comentó Estíbaliz, levantando la vista para mirar a su jefe.

Su mirada se posó entonces en mí y, por un momento, pareció sorprendida de verme en aquel lugar.

—Lo sabe todo —le explicó Zigor al ver su reacción.

—Bienvenida, señora —dijo entonces Estíbaliz, con educación.

—Gracias.

Ambos entramos entonces en el despacho de Zigor, donde después diríamos que habíamos estado firmando los papeles de mi despido. Al estar en periodo de prueba aún, no tendría ningún problema cuando dijese que ya no trabajaría allí. Estaba en su derecho a echarme de la empresa cuando lo desease.

—Hay algo que no entiendo —comenté—. ¿Desde cuándo seré reina? ¿Debe haber alguna ceremonia o debemos casarnos?

—No. El simple hecho de ser almas gemelas te convierte en reina, sin necesidad de ninguna ceremonia. Por tanto, lo eres, aunque no ejerzas como tal todavía. Todos los vampiros de Europa te deben obediencia y respeto, al igual que a mí o a cualquier miembro de mi familia.

—¿Los vampiros no os casáis?

—Sí, lo hacemos, aunque no nos acogemos a ninguna religión para ello. Pronunciamos votos y organizamos una ceremonia y una gran fiesta.

Aún era pronto para decidir casarme con él, a pesar de nuestra conexión. Tampoco sabía bien cómo funcionaba su mundo; por tanto, no sabía si debía espera a que me pidiese casarme con él o si tomaríamos la decisión juntos.

Pasamos un buen rato hablando en su despacho. No pude evitar recordar el registro de Ariadna y lo que había encontrado. ¿A qué harían referencia aquellos datos? ¿Qué era lo que hacían con los cazadores desaparecidos? Zigor no había sacado el tema, y yo tampoco me atreví a hacerlo. Estaba segura de que ocultaba algo, y que no me lo contaría con una simple pregunta. Prefería que pensase que no sabía nada o que no tenía interés en el tema.

—Te recordaba más estricto —comenté, pensativa.

Era la impresión que me había dado durante nuestros primeros encuentros, antes de que me besase y de que su actitud para conmigo cambiase por completo.

—Era tu jefe; debía ser estricto. Yo también te recordaba a ti más educada.

Sonreí.

—Estuviste a punto de despedirme junto a Ariadna...

—No lo habría hecho —me aseguró—. Entonces ya sospechaba que podías ser mi alma gemela, aunque no pudiese estar seguro. No podía arriesgarme a que te alejases, pero debía disimular.

—Y lo hiciste perfectamente. Pensaba que me despedirías aquel día.

Había fingido bien no saber nada sobre quiénes éramos Ariadna y yo, a pesar de que en todo momento había estado al tanto de que éramos cazadoras.

—Quiero saber más sobre el accidente que sufriste —dijo entonces—. Quiero saberlo todo.

—Fue horrible —murmuré, sabiendo que me escucharía—. Yo iba sola con mi madre en el coche, y el vehículo, por alguna razón, se salió de la carretera. Debía de ser porque aquel día llovía, y las condiciones eran adversas. En cualquier caso, mi madre perdió el control y sufrimos un accidente.

Él no habló. Se mantuvo en silencio, esperando a que continuase. Un silencio de respetuoso, como si comprendiese que necesitaba tomarme unos segundos para poner en orden mis pensamientos y despejarme antes de continuar.

—Mis recuerdos de mi vida antes de accidente son escasos. Fueron Ariadna y Adrián quienes me explicaron quién era y lo que había sucedido. Ni siquiera los reconocía a ellos, a pesar de conocerlos desde siempre... —Mi voz se rompió por un momento, pero continué hablando—. Desde entonces, hay veces en las que recuerdo cosas, o sensaciones demasiado fuertes. No son mareos, sino recuerdos que me abruman de pronto.

—Lo siento —dijo él, con mirada compasiva—. Debe de ser muy duro.

Me sentía comprendida, pues parecía incluso que sufría por mí. Me gustaba que alguien, además de mis amigos, sufriese y entendiese por lo que había pasado. Necesitaba desahogarme con él, con quien era mi alma gemela, mi pareja, mi compañero.

—Es duro que todo lo que sé de mi madre sea porque me lo han contado y conservar solamente unos pocos recuerdos de ella.

No hablamos mucho más hasta que llegó la hora del almuerzo, cuando había decidido ir a ver a Diego y a Alba. Los esperaría en la entrada del edificio. Zigor me permitía separarme de él con la condición de que no saliese del edificio. No podía desobedecer, pues podía vigilarme a través de las cámaras de seguridad.

—Volveré en cuanto me haya despedido de ellos —aseguré.

—Eso espero, Liher. Eso espero...

Cuando salí de su despacho, Estíbaliz se estaba levantando para bajar e ir a comer. Bajamos juntas en ascensor, sin intercambiar ni una sola palabra. Yo no tenía nada que decirle. Después de saber que era vampira y que había estado en todo momento al tanto de quién era yo, no deseaba iniciar una conversación. Ella tampoco desearía conversar con quien se había convertido en su reina, su superior, a pesar de ser una cazadora.

Cuando llegamos a la planta baja, Diego y Alba ya estaban allí.

—¡Liher! —dijo el primero, acercándose con una sonrisa—. Pensaba que llegarías antes del viaje. ¡Tienes que contárnoslo todo!

Alba también se acercó, siempre sonriente.

—El viaje se prolongó un poco más de lo previsto —les conté—. Yo... solamente venía a despedirme.

—¿Despedirte? ¿Te vas?

—Creo que esta empresa no es para mí, demasiada presión... —traté de explicar sin ser demasiado concreta—. El señor Garay piensa lo mismo. Como aún estoy en periodo de prueba, ha decidido despedirme.

Tanto Diego como Alba se lamentaron al instante. Dijeron que echarían de menos ir a comer conmigo, aunque hacía unas semanas que nos habíamos conocido. Yo también los echaría de menos a ellos. Eran lo mejor de aquel trabajo, sin duda.

—¿Qué harás ahora? —me preguntó Alba—. ¿Buscarás otro trabajo?

—No lo sé. Todavía no he pensado nada.

—Te irá bien —opinó Diego—. Eres joven e inteligente... podrás conseguir que te contraten pronto.

—Gracias.

No dijimos nada sobre quedar en un futuro. No éramos amigos, sino compañeros, y lo habíamos sido durante poco tiempo, por lo que la idea de quedar fuera de la empresa no nos atraía a ninguno. No teníamos tantas cosas en común. Si finalmente no volvía a trabajar en aquella empresa, aquella podía convertirse en la última vez que nos viésemos.

—Hay personas que han aguantado menos trabajando para el señor Garay —comentó Alba, como si con aquellas palabras pretendiese tranquilizarme.

—Sí, es un trabajo duro —agregó Diego—. Espero que te vaya muy bien, Liher. Lo mereces.

Intercambié un par de besos con cada uno de los dos a modo de despedida antes de que ellos se marchasen a comer. No me despedí de Estíbaliz, ni ella de mí. Diego y Alba debieron de pensar que ya nos habríamos despedido antes pues no parecieron extrañarse.

Cuando perdí de vista a mis ahora ex compañeros, subí de nuevo al despacho de Zigor. Él me estaba esperandocon expresión traviesa, de pie frente a su mesa.

Continue Reading

You'll Also Like

489K 18.9K 58
Delaney Connor es una chica de 18 años,la cual tiene cinco hermanastros,que todos juntos,harán de la vida de todo mundo un desastre,un completo desas...
2.1M 108K 101
Cuando la fiesta se sale de control
36K 4.1K 56
💫Esta historia es completamente de mi autoría por lo que se prohíbe su copia o adaptación.💫 •Cuarto libro de la saga EE.• •No es necesario leer los...
21.2K 2K 17
Wen ruohan y lan Qiren tiene una relación en secreto por mucho tiempo y en la campaña para derribar al sol planean como fingir la muerte de Wen ruoha...