Capítulo 22

1.5K 122 25
                                    

Aquella mañana estuve sola

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Aquella mañana estuve sola. Zigor me había enviado un mensaje para avisarme de que había abandonado el hotel a las ocho de la mañana, y que me llamaría cuando regresase para contarme dónde y cuándo sería la cena. Mientras tanto, podía hacer lo que desease. Y sería lo que haría.

Después de desayunar y ducharme, me vestí con ropa cómoda, donde oculté varias armas. Aquella ciudad estaba muy controlada por vampiros, y lo mejor era estar prevenida, especialmente si iba a estar sola. Tomé también dinero suficiente, porque lo último que deseaba era encontrarme sin dinero en una ciudad desconocida, y después salí al exterior.

Un mapa de la ciudad que tomé en la recepción del hotel me sirvió para recorrer las calles de la ciudad sin temor a perderme. Caminaba con seguridad, como si hubiese pasado cientos de veces por aquellas calles, aunque en realidad era la primera vez que lo hacía. Mientras avanzaba, llamé a Ariadna por teléfono.

—Liher, ¿va todo bien? —fue lo primero que me preguntó mi amiga.

—Perfectamente —respondí yo—. Estoy sola, tendré casi todo el día libre. Supongo que ya sabes lo que estoy haciendo.

—Por supuesto que lo sé. Pero debes tener cuidado. El hecho de que Zigor Garay esté ocupado no significa que no haya puesto a nadie a vigilarte o que no haya otros vampiros cerca.

Sabía bien aquello. Por aquel mismo motivo había cogido armas y mantenía todos los sentidos alerta. Por lo que pudiese ocurrir en cualquier instante. Prefería estar prevenida.

—Voy armada —le hice saber—. ¿Cómo va todo por allí?

Me estaba concentrando tanto en mí misma y en mi misión que llegaba a olvidar que también en la academia estaban en peligro. En serio peligro, de hecho, pues no solamente estaban planeando algo grande, sino que, además, debían estar preparados por si les atacaban de pronto. El ambiente debía de ser sumamente tenso.

—Todos estamos bien. Luken y el director están muy ocupados con el plan, y apenas prestan atención a nada más. Y muchos de nosotros estamos pensando en posibles formas de proteger a los niños en caso de ataque.

—Cuando termine aquí, iré a ayudar —dije.

La academia era y había sido, desde siempre, mi hogar. Había sido educada por los profesores que allí vivían, y visto crecer a aquellos niños que estaban ahora en peligro sin posibilidad de defenderse. Aquella era mi gente. Mis compañeros. Mi familia.

Pero mi corazón se encogió al pensar en salir de allí y no volver a ver a Zigor. Regresar significaba dar por finalizada mi misión y, con ello, también mi relación con él. Y pensar en aquello me dolía. Me dolía mucho.

—Tú no quieres venir —murmuró mi amiga—. Liher, dime que no te has enamorado de Zigor y que por eso confías tanto en él. Dime que no estás enamorada.

Su cazadoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora