Capítulo 2

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—Erik, sube más la mano —le ordené al niño que se encontraba frente a mí—

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—Erik, sube más la mano —le ordené al niño que se encontraba frente a mí—. Así tendrás que hacer menos esfuerzo.

Él me obedeció al instante y elevó la mano con la que sostenía su espada. Sonreí, orgullosa de su progreso. Como entrenadora, siempre me gustaba ver cómo mis niños avanzaban en el uso de sus habilidades.

Caminé hacia Iraia, la niña a la que Erik se enfrentaba, y la ayudé a corregir la posición de sus pies para ganar estabilidad. En la lucha cuerpo a cuerpo, la técnica era imprescindible.

Los dos niños a los que entrenaba tenían diez años, y comenzaban a controlar su fuerza y sus habilidades, superiores a las de los humanos comunes. Yo entrenaba a ambos, porque había sido una de las mejores alumnas de mi generación, y los profesores pensaban que estaba capacitada para hacerme cargo de dos menores. Hasta el momento, no había tenido ningún problema.

Los alumnos de la academia recibían formación hasta la mayoría de edad, que también en nuestro mundo llegaba a los dieciocho años. Hasta aquella edad, combinaban las clases que recibían por parte de sus profesores, en las que les enseñaban asignaturas teóricas, con entrenamientos en grupos reducidos.

—¡Lo ha conseguido! —exclamó Iraia, corriendo hacia su compañero para abrazarlo.

Erik acababa de hacer un uso perfecto de su espada para desarmar a su oponente. El movimiento había sido llevado a cabo a la perfección por primera vez. Lo habíamos practicado desde hacía días, pero mientras que a Iraia le había resultado sencillo de realizar, a Erik le había costado más.

Yo no pude evitar sonreír al verlos reaccionar de aquella manera, apoyándose mutuamente. Siempre había procurado, al igual que sus profesores, que los niños actuasen con compañerismo y no se viesen los unos a los otros como rivales. Era lo que en el futuro necesitarían para sobrevivir. Iraia y Erik se llevaban especialmente bien. Habían sido compañeros desde que yo me había convertido en su entrenadora dos años atrás, y tenían mucho potencial como pareja.

Alguien llamó a la puerta de la sala de entrenamiento en la que nos encontrábamos, y me acerqué para abrir la puerta. No sabía quién sería, dado que todos sabían que la sala estaba ocupada porque eran las horas en las que los niños entrenaban.

—Ariadna —dije, un tanto sorprendida al ver a mi amiga pelirroja.

—Tenemos una reunión importante, Liher —me dijo—. Ahora.

Asentí. Si se habían interrumpido los entrenamientos de una manera tan brusca, debía de ser por un motivo importante. No imaginaba de qué podía tratarse, pero estaba segura de que no era bueno. Nunca lo era.

—Entrenad vosotros hasta que la hora termine; debo irme —dije volviéndome hacia los niños—. Quiero que mañana me contéis cómo os ha ido.

A pesar de su corta edad, estaba completamente segura de que me obedecerían. Al fin y al cabo, la responsabilidad y la obediencia eran valores que los líderes trataban de inculcar a los cazadores desde niños. Era necesario mantener un cierto orden para no ser derrotados por los vampiros, o al menos era lo que ellos pensaban.

Su cazadoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora