Capítulo 4

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Las horas posteriores al ataque fueron las peores que recordaba desde el fallecimiento de mi madre

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Las horas posteriores al ataque fueron las peores que recordaba desde el fallecimiento de mi madre. Había ayudado a trasladar heridos y había vendado las heridas de los más leves, pero el ambiente era muy pesado. Éramos conscientes de que los vampiros nos habían superado por mucho y de que, aunque aquello hubiese sido una prueba o un juego para ellos, habíamos perdido a dos de los nuestros, y perderíamos a más. Pero ningún vampiro había muerto.

—¡Liher!

Iraia y Erik llegaron gritando mi nombre justo después de haber visto a sus familiares. A pesar de su corta edad, sabían que algo grave había sucedido y, según parecía, incluso habían estado preocupados por mí.

—¿No te han hecho daño? —preguntó con preocupada Iraia.

—No —respondí, tranquilizando a ambos niños, dado que Erik parecía haber deseado hacerme la misma pregunta—. ¿Creíais acaso que podrían vencer a vuestra entrenadora?

Al darse cuenta de que incluso me atrevía a bromear, sonrieron y negaron con la cabeza.

—¿Están bien vuestras familias? —pregunté.

—Mi mamá tiene una herida en la pierna, pero mi papá dice que se recuperará porque es muy fuerte —me explicó Erik.

—Seguro que así será —le respondí.

Me sentí aliviada al saber que ninguno de sus familiares había sufrido daños graves y que pronto se habrían recuperado de las lesiones. Realmente quería a Erik y a Iraia; ambos me importaban mucho, y lo último que deseaba era que sufriesen.

Los adultos acordamos preocupar lo mínimo posible a los niños mientras no supiésemos lo que estaba sucediendo exactamente. No pensábamos que tuviese ningún sentido prevenirlos por si se llevaba a cabo un verdadero ataque próximamente, pues no sabíamos si sería así o si lo sucedido aquel día había sido solamente un juego para los vampiros.

—El director debería dar alguna explicación —comentó Adrián aquella noche, antes de ir a dormir.

Nos habíamos quedado los dos hablando en las escaleras, una costumbre que teníamos desde que éramos niños. En aquella ocasión, Ariadna no estaba con nosotros porque continuaba en su cuarto, descansando, por lo que estábamos los dos solos.

—Sí —coincidí—. Pero, probablemente, él mismo no comprenderá lo sucedido. Al igual que nosotros.

De hecho, no había visto a mi padre desde el ataque. Había oído rumores acerca de que se encontraba trabajando en su despacho, contactando con otros directores de academias y líderes y poniéndoles al corriente de lo sucedido. Yo no sabía si era cierto o no; lo único que sabía era que no se lo había visto por la academia.

—Al menos debería ir a visitar a los heridos y apoyar a las familias de los fallecidos —opinó mi amigo.

—Estoy completamente de acuerdo. Luken se ha hecho cargo de ello, y ha ahorrado con ello las críticas a su padre.

Su cazadoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora