Capítulo 32

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Estaba sentada en el asiento del copiloto del coche de Paulo, mientras que Ariadna y Milo viajaban en el otro coche

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Estaba sentada en el asiento del copiloto del coche de Paulo, mientras que Ariadna y Milo viajaban en el otro coche. Ambos íbamos en silencio. Las imágenes de aquellas mujeres metidas en jaulas aún se repetían en mi mente una y otra vez, hasta el punto de que incluso los papeles entregados a los hermanos Garay habían dejado de tener interés para mí.

Mi vista estaba fija en la carretera ante nosotros. Cada poco tiempo, Paulo me miraba, como si esperase que rompiese a llorar en cualquier momento y me derrumbase. Pero no lo hice.

—Pregunta lo que necesites —dijo de pronto—. O grita, insulta... pero desahógate, Liher.

Pude detectar preocupación en su tono de voz. Para él, no solamente era la reina, sino que también era la pareja de su hermano y comenzaba a formar parte de su familia. También yo comenzaba a sentir cariño hacia él.

—¿Qué es lo que hacen en ese lugar?

Había intentado que mi voz saliese alta, pero fue apenas un murmullo que Paulo pudo escuchar por su gran audición.

—Experimentos —contestó—. Las personas que trabajan ahí tienen estudios y están especializados en Medicina, pero también son científicos. Fue gracias a dichos experimentos que conseguimos caminar bajo la luz del sol.

—Por eso desaparecían cazadores de los que nunca más se volvía a saber. Estaban allí.

—Sí. Según las características físicas de los humanos, se separan en diferentes plantas. Por eso tú solamente has visto a mujeres jóvenes. Pero en otras plantas hay niños o niñas, y en otras hay adultos de mayor edad.

Pensé en los niños creciendo de aquella manera, y me estremecí al imaginarlo. No permitiría, bajo ningún concepto, que a Erik o a Iraia les sucediese algo parecido. En cuanto pudiese, pediría verlos y me encargaría de que ambos se encontrasen bien. Y también Adrián. Y Luken, que había tratado de protegerme arriesgando su vida.

—Es horrible.

—Los cazadores aprendieron gran parte de lo que saben sobre nosotros sometiéndonos a torturas mucho más crueles. Muchos de nosotros no pueden perdonárselo aún. Algunos pasaron por ello, y otros vieron cómo un ser querido sufría.

La mujer ya me lo había explicado, pero no por ello fue menos doloroso escucharlo. Sentía vergüenza de mis orígenes y de lo que mis antepasados habían hecho.

—Pero nosotros no hemos actuado así.

—Si los cazadores no han continuado, es porque no han podido. Porque nosotros hemos ganado poder, y ellos lo han perdido. ¿Sabes que lograron encerrar a varios vampiros hace unos años y volvieron a emplear los antiguos métodos? Estaban casi muertos cuando logramos liberarlos.

Paulo apretaba la mandíbula mientras hablaba. Tal vez hubiese visto personalmente a aquellos vampiros de los que hablaba, pero, en cualquier caso, era evidente la rabia que sentía. Y comprensible. Seguramente yo también actuaría de aquella manera si mi gente hubiese estado sufriendo torturas durante décadas o siglos y hubiese tenido que pasar miedo y esconderse.

Su cazadoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora