Siempre has sido tú ✔ (EN LIB...

Von CMStrongville

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Esta historia se encuentra publicada con NOVA CASA EDITORIAL. ❇❇❇GANADORA DE LOS WATTYS 2016 EN LA CATEGORÍA... Mehr

Sinopsis
Epígrafe
Prólogo
01- DOLOROSAMENTE MARAVILLOSO
02- NUNCA ES SUFICIENTE
03-COSA DE SUERTE (1)
04-COSA DE SUERTE (2)
05-UN PASATIEMPO (1)
06-UN PASATIEMPO (2)
07- ¿Y EL NOVIO? (1)
08-¿Y EL NOVIO? (2)
09-INSPIRACIÓN
10-DEMASIADO CONSCIENTE
11-LA ÚNICA EXPLICACIÓN
12- EL GRAN MONSTRUO VERDE
13-LA MIRADA EN ELLA
14-DE UNA VEZ POR TODAS
15- CUANDO ENTRÓ EN MI VIDA
16- SU OPINIÓN
17- ALGO EN SUS OJOS (1)
18-ALGO EN SUS OJOS (2)
19- CULPAS ENCADENADAS
20- SILENCIO APLASTANTE
21- CORAZÓN LACERADO
23- HORA DE HABLAR
24- INESTABLE
25- OLVIDO (1)
26- OLVIDO (2)
27- TE ESCUCHO
28- CONFESAR Y DECIDIR
29- LA VERDAD
30- INCREÍBLE (1)
31- INCREÍBLE (2)
32- OTRA CARA
32 [+18]
33- ES RIDÍCULO
34- MIEDO Y DOLOR
35- SU VOZ (1)
36- SU VOZ (2)
37- RESPIRAR DUELE
38- DE SU BOCA
39- TODO ESTARÁ BIEN (1)
40- TODO ESTARÁ BIEN (2)
41- NUNCA ANTES
42- PUNTOS DÉBILES
43- EL ÚLTIMO HOMBRE
EPÍLOGO
EXTRA

22- UNA NUEVA EN EL GRUPO

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Von CMStrongville

UNA NUEVA EN EL GRUPO
*
**


Al día siguiente no quise salir de mi habitación. Mi estado de ánimo estuvo fluctuando entre la tristeza más profunda y una rabia colosal, por lo que preferí recluirme y evitar a Levi.

Tenía miedo de salir, verlo y estallar en llanto. O de arrojarle a la cabeza lo primero que encontrara a mano, como un florero o un libro. Temía salir y encontrarlo con esa sonrisita satisfecha que se le dibujaba automáticamente tras pasar una noche en brazos de otra chica. Tenía miedo de que sonriera al verme y actuara como si nada hubiera pasado... Pero, sobre todo, tenía miedo de que la noche anterior hubiera actuado movido por el dolor y de que por ello me lo encontrarafuera a encontrarme con el remordimiento escrito en sus ojos. Aquello solo habría significado que lo había hecho para lastimarme, y Levi, aunque me había lastimado muchísimas veces, jamás lo había hecho con intención. Fue por eso que preferí estar encerrada.

Solo me atreví a salir un par de veces de mi cuarto en busca de algo para comer y para ir al baño, pero nada más. Eso sí, llamé a mi madre varias veces para preguntar por mi padre. La operación había resultado ser menor —nada tan grave como nos habían hecho creer— y la habían efectuado en la madrugada. Gracias a Dios todo había salido bien. Ambos se hallaban ya de vuelta en casa y él reposaba, justo como le habían indicado. Por más que le había pedido que me dejara acompañarlos, ella se negó y, aunque me había dolido, al final no me quedó otra opción más que aceptar. Lo importante era que ya había pasado lo peor. Según las indicaciones del médico, solo debía seguir cuidando su alimentación, hacer ejercicio moderado una vez se recuperara y no hacer grandes esfuerzos durante un tiempo. Aquello me tenía más tranquila, pero seguía... apagada.

Llamé a Vick al querer distraerme un poco tras la conversación con mi madre, pero ella tenía el celular apagado, así que por último llamé a Colin. Me contó que ya había llegado y el vuelo había sido agradable. Charlamos solo unos minutos antes de que tuviera que marcharse para salir a comer con su familia.

Miré mi celular y me di cuenta de que no tenía a nadie más para llamar. Eso era triste. Me había recluido durante tanto tiempo, me había negado a hacer amigos por miedo de que no le agradaran a mi madre, y ahora notaba el poco contacto que tenía con el mundo exterior. Claro, tenía compañeros, pero no podía considerarlos mis amigos. Me sentí molesta conmigo misma, porque había sido yo quien los había dejado fuera de mi vida, había sido yo misma quien me había limitado tanto. Y en ese momento me sentí tan harta de mi autoimpuesto aislamiento, me sentí tan cansada de ser así, que tomé mi computadora, las llaves del auto y salí, temerosa de venirme abajo si me quedaba un solo segundo más entre aquellas paredes.

No sabía a dónde iba ni por qué de repente sentía la necesidad de salir de mi zona de confort. No entendía de dónde salía esta abrumante sensación de buscar libertad —de encontrarme a mí misma—, pero no di marcha atrás. Conduje sin rumbo fijo. Di vueltas alrededor de la ciudad en busca de algo que todavía no tenía claro, hasta que un local llamó mi atención. Era una cafetería, pero fuera tenía un flyer que anunciaba un próximo taller literario abierto al público en general.

Aquello captó todo mi interés. Estacioné justo frente a la entrada y me apeé del coche para pedir más información; me interesaba asistir. El corazón me latía a toda prisa sin razón alguna mientras me encaminaba hacia la puerta. Las manos me temblaban y sentía las rodillas inestables.

¿Qué me estaba pasando?

El murmullo de varias voces femeninas me saludó cuando empujé la puerta. Un timbre cantó para alertar mi presencia y, poco a poco, las mujeres reunidas alrededor de una mesa giraron sus miradas hacia mí, interesadas en saber quién había llegado. Eran pocas —tal vez cinco o seis—, pero me sentí agobiada de inmediato, como si me encontrara en medio de una gran multitud.

—Hola —saludé. Ellas continuaron en silencio, mirándome, y lograron que me sintiera más nerviosa—. Hola, eh... yo quería saber si alguien puede darme más información del taller...

—¿Escribes?

La manera tan abrupta en que me interrumpieron me hizo parpadear varias veces.

—¿Disculpa?

—Que si eres escritora. —Miré a quien había hablado y me encontré con una mujer que observaba mi mochila con curiosidad—. ¿Por qué te interesa el taller?

—Eh, sí. Digo, estoy escribiendo algo justo ahora, pero aún me falta mucho por aprender y...

—¿Cómo te llamas? —interrumpió alguien más. No me dejaban terminar ni una oración completa.

Esta vez no alcancé a distinguir quién había hablado.

—Lucette.

—Bien, Lucette, ¿por qué no te acercas? Justo ahora no está la encargada, pero no debería tardar en volver.

Me removí incómoda sobre mis pies al escuchar su ofrecimiento.

—Yo no sé si... No creo que...

—Anda, ¡vamos! Estamos aquí intentando decidir qué libro leeremos esta semana —interrumpió una voz diferente a las anteriores—. ¿Te apuntas? A Sally le hará mucha ilusión ver que alguien más se ha unido al grupo.

—¿Sally?

—La dueña.

Miré hacia la puerta tras de mí y pensé en marcharme. Me sentía incómoda, fuera de lugar, aunque no me atacaban ni miraban de mal modo. Eran mis miedos de siempre —de no agradarle a la gente, de que no les gustara la persona que era yo— los que me impulsaban a huir y volver a lo mismo de siempre: mi familiar confinamiento y mi cómoda soledad.

«Poco a poco vas avanzando, Lucette, no retrocedas ahora.»

Di un tentativo paso hacia adelante y vi varias sonrisas formarse. Me di cuenta de que en verdad les agradaba la idea de tener a otra chica y que no decían aquello solo por cortesía. Parecían agradables. Solo esperaba que pensaran lo mismo de mí.

Me quedé el resto de la tarde con ellas. Resultaron ser un club de lectura que se reunía cada jueves en la tarde. Eran todas ellas graciosas y me hicieron sentir bienvenida. Se presentaron una por una antes de hacerlo yo, y me di cuenta de que eran todas muy diferentes. La más chica —Naira— era una pelirroja de diecinueve años que recién había entrado a la universidad. Las demás iban entre los veinte y los treintaicinco, pero todas se llevaban de maravilla. Había una chica divorciada con solo veintiún años, una modelo guapísima —Kara— que estaba estudiando su segunda carrera, unas mellizas de veinticinco, y por último, Sally, la dueña del local.

Tenían personalidades muy diferentes, lo noté, pero eran geniales. Era gracioso ver cómo debatían cuando no estaban de acuerdo sobre algún punto, siempre respetándose, aunque en más de una ocasión vi a Kara poner los ojos en blanco, exasperada, y a Sally tener que llamar al orden cuando las voces comenzaban a elevarse mucho. Naira, al igual que yo, observaba más que participaba, escuchaba las opiniones con la cabeza baja. De vez en cuando intercambiábamos una sonrisa cómplice, divertidas por lo que decían las demás.

Por primera vez en mucho tiempo sentí que pertenecía a un lugar. Sentí que encajaba y me aceptaban sin tener que modificar nada en mi forma de ser. Por primera vez encontré que con ser yo bastaba, y esa sensación de suficiencia me infló el pecho hasta que sentí que iba a explotar de felicidad.

—Entonces, ¿en qué quedamos? ¿Jane Austen?

—Nunca he leído nada de ella —admití en voz baja. Tres de las cinco mujeres me miraron como si me hubiera salido un tercer ojo.

—Yo tampoco —dijo otra voz. Era Kara, quien me guiñó un ojo.

—¡Sacrilegio! Ustedes dos... ¿cómo pueden llamarse lectoras? —Esa era Isabelle, una de las mellizas.

—No todo en esta vida son clásicos —apuntó Sally—. Cada quien puede leer lo que le plazca. Los libros te escogen y te atrapan a ti, no tú a ellos. No podemos pedir que les guste lo mismo a todos, ¿cierto? Si a ellas no les gusta Jane...

—No es que no me guste —interrumpí—, solo que nunca he leído nada de ella.

—Lo mismo yo —secundó Kara.

El resto de las chicas se vieron entre ellas, parecieron comunicarse con la mirada y al final Sally asintió.

—Jane será entonces. —Todas murmuraron su aprobación—. Con... ¿El señor Darcy?

Otra vez hubo un murmullo de aprobaciones, aunque esta vez más entusiasmado, lo que logró que soltara una carcajada que las demás acompañaron unos segundos después.

La noche cayó más pronto de lo que nos hubiera gustado y las chicas poco a poco empezaron a despedirse y marcharse. Solo quedábamos Sally y yo cuando ella dijo que ya era hora de cerrar. Me detuvo cuando ya iba camino al coche y me tendió dos libros que parecían viejos. Eran dos obras de Jane Austen: Orgullo y Prejuicio y Persuasión.

—Lee el primero y nos vemos el próximo jueves. Si puedes, claro está. ¿Bien?

—Claro que sí. Gracias, haré todo lo posible por venir. Me he divertido bastante.

—¡Me alegro mucho! Fue un placer conocerte, Luce.

Me dio un abrazo apretado que me hizo cerrar los ojos y sonreír.

—Igualmente, Sally.

—¡No te olvides de anotar lo que más te guste! Haremos debate —dijo antes de subir al auto.

Yo entré al mío y, antes de arrancar, tomé uno de los dos libros. Se notaba que había sido leído varias veces, lo que me hizo sonreír. Comencé a hojearlo por curiosidad. Leí sin mucha atención algunas de las frases, pero justo cuando estaba a punto de dejar el ejemplar a mi lado, un párrafo llamó mi atención.


"Me ofrezco a usted nuevamente con un corazón que es aún más suyo que cuando casi lo destrozó [...] No he amado a nadie más que a usted".


Sentí la familiar presión en mi pecho al leer esto y pensar en Levi. Después de todo, él era mi mejor amigo, el único hombre al que había amado —del que me había enamorado— en toda mi vida, y ahora ni siquiera sabía en qué situación nos hallábamos.

***

Entré al departamento, pero no noté las luces encendidas. Mi cabeza estaba embotada, aún pensaba en las líneas que leí y me calaron hondo. No me imaginaba cómo se podía seguir amando a alguien que destrozaba tu corazón después de tanto tiempo. No lograba comprenderlo. ¿Iba a ser así siempre? ¿Iba a seguir amando a Levi después de tiempo, incluso si me destrozaba el corazón? ¿No podría librarme de ese amor no correspondido?

Me hallaba con la mente puesta en ese tema mientras me dirigía a la cocina a por algo de beber, cuando el murmulló de unas voces que provenían de ahí me alcanzó e hizo que me detuviera.

—Cuando Ette se entere... —Esa era Vick.

—No va a enterarse por mí, Victoria, y espero que tampoco por ti.

El susurro furioso de Levi me sorprendió. Sin embargo, saber que estaba tan cerca después de haber dormido con otra chica hizo que mi estómago se apretara con dolor y que al mismo tiempo me sintiera frustrada.

—Levi...

—Ya. No sigas, por favor. Me duele la cabeza. No la aguanto.

—Deberías ir al doctor. ¿Los temblores todavía siguen?

Fui directamente a mi habitación al oír que se acercaban, cerré con llave y me senté en la orilla de la cama. Mi mente se quedó en la breve conversación que había tenido lugar entre ellos.

Un par de minutos después un par de golpes sonaron contra mi puerta.

—¿Luce? ¿Puedo pasar? —Me acerqué a abrir antes de volver al colchón y Vick entró—. Me llegó el aviso de que llamaste, pero no entró la llamada cuando quise devolverla. ¿Cómo estás?

Fue a sentarse a mi lado y me observó con curiosidad cuando encogí los hombros.

—Lo siento. Supongo que se habrá descargado el celular y no me di cuenta.

—¿Saliste?

—Sí, fui a una cafetería. Me uní a un club de lectura.

—Hey, ¡eso es genial! ¿Y qué tal todo? ¿Cómo fue?

—Pues...

Mi estómago sonó en ese momento reclamando alimento y recordé que no había ingerido nada más sustancioso que un café mientras estuve en el club.

—Ven, vamos a la cocina. ¿Te preparo algo y me cuentas?

Se puso de pie y tomó mi mano, pero yo no hice amago de moverme de mi lugar. Vick me observó con curiosidad cuando se dio cuenta de que no planeaba moverme y enarcó las cejas cuando una puerta se cerró en el pasillo y yo me tensé. Sus ojos se entrecerraron con desconfianza.

—¿Hay algo que necesite saber?

—No, solo... prefiero dormir. Ha sido un día largo.

—Pero tienes que comer algo antes.

Tiró de mi mano para incorporarme y yo la dejé, aunque no paré de refunfuñar.


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