Bajo vigilancia.

By MarieDLoughlin

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Descubrir que la vida tiene sus inconvenientes puede ser un duro golpe, más aún cuando eres joven y crees que... More

1. Adiós, verano.
2. Primer día.
3. ¿Remordimientos?
4. La venganza se viste de fiesta.
5. Y la confianza daba asco.
6. "Buenas noches."
7. Secretos.
8. Promesas.
9. Problemas en el paraíso.
10. Nunca digas nunca.
11. Feliz fin de año.
13. Superficialidad.
14. Raúl.
15. Lirios.
16. Una historia difícil de explicar.
17. ¿Final o... aún no?
18. El trío.
19. Verano. Primera parte.
20. Verano. Segunda parte.
21. Vuelta a lo bueno.
22. Otoño.
23. Causas y consecuencias.
24. Discutir nunca está de más.
25. Inquietudes.
26. Todo en esta vida es inesperado.
27. Finales.
28. Un adiós.
29. ¿Buenos o malos?
30. La prueba.
31. Seis meses después.
32. Encuentros.
33. A veces no.
34. Cuidado con lo que dices.
35. Tomorrowland.
36. Verdades que duelen.
37. Peleas.
38. Amenazas.
39. No todo es siempre perfecto.
40. Fin.
Segunda parte. Capítulo 1.
Capítulo 2.
Capítulo 3.
Capítulo 4.
Capítulo 5.
Capítulo 6.
Capítulo 7.
Capítulo 8.
Capítulo 9.
Capítulo 10.
Capítulo 11.
Capítulo 12.
Capítulo 13.
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18.
Capítulo 19
Capítulo 20.
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23

12. Nuevas historias.

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By MarieDLoughlin

Las navidades se fueron tan rápido como llegaron, o incluso podríamos decir a muchísima más velocidad. Los deseos, los propósitos y los regalos de año nuevo se quedaron por el camino, mientras que todos intentan volver a la normalidad.

Pero, ¿qué propósito se habrán puesto ellos a sí mismos? Como ya sabéis, me encanta apostar, y si surgiera la oportunidad, lo haría, porque creo tenerlo más bien bastante claro. Seguro que os preguntáis qué ha pasado durante estas últimas semanas. Y os tengo que confesar, que a pesar de no haber tenido nada interesante durante más de dos meses, por fin, parece que las cosas van a cambiar.

¿Recordáis dónde nos habíamos quedado? ¿No? Os haré un pequeño resumen un tanto interesante. Daniel parecía haber cogido una enorme confianza con Carol, la que este año, parecía ser una chica nueva más y ha terminado siendo la comidilla del momento, vaya donde vaya. Pero sobre todo, la novedad secreta del momento, que también tiene que ver con ella, es la predominante de todas ellas. Víctor, el eterno enamorado de la mandamás de Bárbara, parece que pierde los papeles cuando se encuentra delante de la morena que no es su novia. Carol, Carol, ¿qué haces con el pobre chico? O quizá, como yo apostaría, ¿qué pasará con la tensión sexual que se nota inevitablemente entre ambos? 

¿Quién será el misterioso amiguito de Sara y en qué estará metido? El tal Rodrigo, me ha dejado en más de una incógnita que creo fácil de adivinar. No os preocupéis, estoy investigando y es cuestión de tiempo adivinar quién es. Pero, lo más intrigante de todo es... ¿qué le pasa a la pobre de Sara? ¿Qué problemas tiene ahora? Vaya, estad atentos a esta rubia.

Y en cuanto a la parejita feliz, siguen siendo felices. ¿Cómo? Han decidido hacer pública su relación de una vez por todas, aunque bueno, estaba claro que su secreto no había sido tan secreto. Una pena, pero allá compartan su ñoñería juntos.

Por último, nuestro enamorado solitario. Es el único que lleva sin dar señales de vida durante todas las vacaciones y a la hora de volver a empezar las clases, ha estado más callado de lo normal, menos sociable de lo común. ¿Tan mal te sientan los rechazos, querido? No te preocupes, todo cambiará y, en este caso, esperemos que sea para bien. Bueno, sea como sea, os tengo que dar el aviso de que las cosas han cambiado ligeramente.

El campo de fútbol está lleno de jugadores con dos tipos de camisetas. Los colores verde y marrón conjuntados horriblemente, son los de nuestro querido instituto, mientras que los otros únicamente llevan el color cían. 

        — ¿Qué cojones haces, Dani? —Protesta Víctor desde medio campo acercándose hasta el mencionado. Y una vez que lo tiene al lado, le empuja con fuerza.— Deja de joder, ¿quieres?

        — No ha sido mi puta culpa. —Intenta defenderse él, que se pone alerta pero no parece moverse.

        — ¿Ah, no?

        — No. No es mi puta culpa que ese subnormal se me ponga en medio.

La gente de la grada en gran medida, se levanta con rapidez al ver lo que acaba de suceder. El árbitro pita en seguida y le coloca una roja a Dani. Víctor nota como su cabreo aumenta, y no hace falta ser adivino para verlo incluso desde tres kilómetros de distancia.

        — ¿Siempre tienes que ser tan gallito? ¿Siempre tienes que ser quien dé el último movimiento?

De repente, sin llegar a verlo, Víctor se acerca con toda la velocidad del mundo hasta él y parece que la disputa pueda llegar incluso a las manos, de manera que inconscientemente, Daniel vuelve a colocarse en posición defensiva, muy alerta a cualquier movimiento del chico. La tensión es palpable, hasta que el árbitro se acerca hasta ellos y pide que ambos se distancien. La voz del árbitro no deja lugar a dudas y Dani es el primero en desaparecer hasta el banquillo y tras recoger sus cosas, largarse.

La incansable mirada de Carol lo observa todo atentamente. Duda mucho si acercarse hasta el chico que acaba de irse, pero finalmente, prefiere quedarse en su sitio, donde a su lado, se encuentra Sara, que lejos de estar atenta del partido, observa su móvil más atenta de lo normal.

        — La falta de Dani por el codazo que le ha dado al del otro equipo hace que casi se maten aquí en vivo y en directo a Víctor y Dani y tú solo miras tu móvil.

La rubia entonces despegó su mirada de la pantalla para posarla en su amiga, que lejos de parecer enfadada, está decepcionada o quizá un poco descolocada o desorientada. Su amiga lleva meses rara, distante y sobre todo, fría. Algo pasa, pero ella no lo sabe, porque la comunicación no es que sea demasiado grande. Sara se encoge de hombros y suspira profundamente como respuesta.

        — Entiendo. Sigues sin querer contarme lo que pasa.

        — Mira qué casualidad. ¿Cuándo piensas contarme tú lo de Víctor?

La pregunta de Sara, deja a Carol completamente descolocada, ahora sí. Y creo que en esta ocasión por no esperarse esa respuesta. Se supone que hablan del comportamiento extraño de Sara, no de ella misma, y mucho menos de aquel tema que aún la desconcertaba por completo. Aquel tema que no tiene ni respuesta, ni explicación para ella. Piena unos segundos, traga saliva y asiente.

        — No hay nada que contar. Después de lo del beso... solo quedamos dos veces, en las que no pasó nada, como estaba claro que no pasaría. No insistas en que me gusta. Y... no hemos hablado de ello, así que, todo va bien. Como siempre.

Sara entonces, tras asentir, decide creerla, ¿por qué habría de mentirla? Son amigas. Piensa unos segundos qué decir a continuación pero tras eso, guarda el móvil y vuelve a mirar a su amiga. Está claro lo que tiene que decirle, porque es lo que debía hacer de una puñetera vez y ella está convencida de ello. Puede verlo en los ojos de su amiga con claridad.

        — Tienes que hablar con él.

        — ¿De qué?

        — Es obvio, Carol. Nunca te he considerado tonta, así que... creo que sabes de qué.

La morena lo piensa unos segundos, desviando entonces su mirada en el campo de nuevo, donde Víctor discute con alguien más en el campo. No puede fijarse bien, pero le parece ver que es Raúl de quien se trata, ella suspira y es entonces que se larga del campo con los humos bastante cargados, mientras dos del banquillos que parecen realmente contentos, se colocan en los dos puestos que han quedado vacíos debido a las bajas del capitán y uno de los defensas del equipo. Aprovecha entonces Carol para levantarse y salir de las gradas como puede, intentando no caerse encima de alguien o acabar rebozada en coca-cola de algún idiota.

Una vez que consigue salir, ni siquiera piensa lo que va a decir, pero va tras él, que se imagina que se encontrará en los vestuarios. Suspira profundamente cuando corre hacia allí y le pilla justo en la puerta para entrar.

        — ¡Víctor! ¡Espera! —El chico se gira a observar a la chica que acaba de gritar y una vez que ella llega hasta su posición, lanza un suspiro cansado.— Creo que...

        — ¿Hablar? —Completa levemente dudoso. Él la mira con toda la atención posible y ella entonces simplemente asiente. Él la imita con una tranquilidad que ella no se espera, por los gritos que ha dado minutos atrás en el campo.— Está bien. Pero tendrá que ser dentro. Tengo prisa, necesito largarme de aquí.

Ni siquiera permite que ella ponga pega alguna, porque se cuela por la puerta nada más que termina de hablar. Carol resopla ligeramente molesta por su comportamiento, pero le sigue entrando en el vestuario y acto seguido, por la puerta que pone "masculino". Los hombres tienen terminantemente prohibida la entrada en los vestuarios femeninos, mientras que las mujeres en más de una ocasión han sido vistas entrando sin que el profesor haya puesto queja alguna. Muchos rumores dicen que es machista hasta la médula pero que tiene sus límites. ¿Quién sabe? Los rumores son solo eso, rumores.

La chica observa el sitio, en el cual, ella nunca antes había entrado. La sala está completamente llena de bolsas de deporte, donde casi todas, con alguna pequeña excepción, se encuentran abiertas de cualquier manera, desarmadas y descolocadas por completo. Víctor se para ante una de las que parecen no llevar todas esas cualidades y rebusca algo en ella. Cuando se gira, lleva en la mano un bote bastante pequeño de lo que parece gel de ducha.

        — Como imagino que no querrás ducharte conmigo, dime antes de que entre.

El silencio se hizo presente de nuevo entre ellos, convirtiendo la situación en una más incómoda de lo que podía haber llegado a ser en un principio. Él sonríe, pero ella mantiene su expresión completamente neutra, tras la que se esconde el miedo de lo que quiere decir, de lo que quiere transmitir al chico que tiene delante. Una vez más, traga saliva e intenta respirar hondo.

        — No estuvo bien que me besaras.

Entonces fue la expresión de él la que cambia automáticamente, dejando atrás su sonrisa, para convertirse en una más neutra y dura. Ella no pierde el contacto visual que se ha formado entre ambos, mientras que él procura apartarlo y dejarlo a un lado sin mucho éxito.

        — Ya. —Es la única contestación que da él, con un tono de voz muy diferente al que colocó anteriormente con ella.— ¿Querías... algo más?

        — ¿Te parece poco? Creo que eso es más que suficiente.

        — ¿Y por qué, Carolina?

El cabreo empieza a emergir de la chica, no solo por el mareo en el que parece que él quiera emergirla, sino por decir su nombre por completo, como todo el mundo sabe que ella odia más que cualquier otra cosa en el mundo. Lanza un bufido al viento que dice tranquilamente el cabreo que tiene y exige a gritos que no siga por ese camino o acabarán mal.

        — No. Se. Te. Ocurra. Llamarme. Carolina. —Dice ella dejando una larga y seca pausa para dejar clara una por una sus palabras.

Él entonces sí que sonríe de nuevo, claramente divertido y asiente ligeramente, deja encima del banco de madera el bote que lleva en su mano y acto seguido, se quita la camiseta, dejándola dentro de la mochila de deporte. Carol le mira completamente desorientada y se dice a sí misma que si algún día comprende a ese chico, será el fin del mundo entonces. Él en cuanto se vuelve a girar, coge la toalla y se la cuelga en un hombro. Ambos vuelven a mirarse y de nuevo, sus ojos parecen estar reticentes de querer apartarse, por lo que él asiente.

        — Tranquila, no volveré a besarte si eso es lo que vienes a decirme. Tengo novia.

        — Eso mismo dijiste segundos antes de besarme, ¿recuerdas?

El chico parece no hacer mucho caso y se mete dentro de una de las duchas, desde fuera no se puede ver absolutamente nada, pero sí que se puede ver cómo el chico cuelga la toalla en la parte de arriba de la puerta y como deja también sus pantalones y sus boxers. Ella lo ve y reniega, volviendo a hablar.

        — Quería asegurarme que no te habías enamorado de mí.

De dentro de la ducha pueden escucharse unas carcajadas y ella frunce el ceño cabreada de nuevo, pero espera a que él salga, con la toalla rodeando su cintura. Ella sigue con la misma expresión que cuando él había osado reirse de ella y niega una vez que vuelven a la parte de los bancos de madera y las desordenadas mochilas de todos los deportistas del equipo del colegio.

        — No era una broma. Hay chicos que por mucho menos, se han enamorado de mí.

        — Creía que sabías que yo no me enamoro de nadie. No me hace falta.

Esas palabras, descolocan definitivamente y por completo a Carol que alza una ceja y asiente tranquilamente. Haciéndole creer que lo ha comprendido, pero en el fondo, no tiene ni idea de a lo que el chico se refiere. Por unos segundos, cree que el hecho de que no le haga falta es porque ya lo está de Bárbara, pero en cierto modo, no termina de aceptar esa teoría. Vuelve a estar todo como al principio en su cabeza, sin comprender.

        — ¿Y tú...? —Deja unos segundos de silencio de por medio, pero en seguida, continúa.— ¿Ya te has enamorado de mí?

        — ¡Já! —Carol en cambio, suelta una carcajada amarga e irónica.— Antes de que alguien como yo se enamore de alguien como tú...

        — ¿Qué? —La corta él antes de que pueda continuar.— ¿Qué vas a decirme? ¿Que los cerdos volarán? —Enarca una ceja y la mira con mayor atención que segundos atrás.— No creo que los cerdos vuelen nunca, pero sé que es más fácil de lo que crees. Te preguntas que porqué te besé y si lo hice porque quise o por alguna segunda intención malvada.

        — ¡Vaya! Al final va a ser cierto eso de que te juntas tanto con tu novia, la loca que al final, te contagia y solo sabes ver fantasías allá por donde vas. ¿Intención malvada, en serio?

Ambos rostros son como libros abiertos para mí. Tanto uno como el otro no desean otra cosa que no sea abalanzarse impulsivamente sobre el otro pero sin perder un poquito más de ese orgullo que tanto les caracteriza. Ya sabéis, el orgullo es lo que nos puede a todos y a éstos dos, les puede más que cualquier otra cosa en el mundo. Víctor coloca una perfecta sonrisa, que hace que Carol dude unos segundos, pero se recomponga en seguida.

        — ¿Por qué quieres que te bese?

        — Yo no quiero que me beses. —Se defiende él sin perder la sonrisa y levantando las manos en son de paz.— ¿Por qué querría que lo hicieras?

        — No lo sé... ¿por qué te has quitado la ropa mientras hablábamos cuando la conversación podía esperar? Y lo sabes. —Primer punto para Carol.

        — Ya entiendo... eres tú la que quieres que te bese. —Dice él con una tranquilidad asombrosa. Y en cuanto observa la cara de sorpresa de la chica, continúa hablando.— Eres tú la que has venido corriendo a hablar conmigo sobre un beso del que... yo no he dicho que quiera hablar en ningún momento.

El silencio se queda de nuevo entre ambos. Punto para Víctor. Esto está muy igualado, y Carol por dentro está queriendo asesinar a Sara por su maravillosa idea. Lanza un profundo suspiro pero Víctor parece no inmutarse ante nada de lo que ella pueda decirle. Está realmente tranquilo y ni siquiera parece él mismo en comparación con su mal humor rutinario y el que hace muy poco tenía con todos los jugadores de su equipo.

        — Entonces seguro que a tu novia le interesa mucho más hablar de ello.

Oh, oh. Parece que alguien le gusta jugar muy sucio. Él pierde ligeramente la sonrisa pero no parece ponerse nervioso o ni siquiera parece que vaya a ponerse a dar gritos a lo loco como ella en un principio espera.

        — Seguro que no se lo creería de alguien como tú. ¿Sabes la de rumores que corren por ahí sobre ti? —La chica se encoge de hombros, dándole a entender que no le importan en absoluto.— Dicen que quieres quitarle el puesto, y sabes lo mucho que se cree ella los rumores. Una noticia como esa que viene de ti, no es muy creible entonces.

        — Ya entiendo, lo que tú crees es que te seguí el beso porque quiero quitarle un estúpido puesto a tu novia. —Entonces es ella quien enarca una ceja y acaba por negar con suavidad.— Adiós, Víctor.

La chica se gira para volver en la dirección por la que había entrado, en esta ocasión, para salir. Su confianza vuelve a resurgir del fondo de sí misma. No sabe ni siquiera porqué le ha dicho eso, e incluso no está segura de que haya sido lo más correcto que pudo haber dicho, pero en ese momento no le importa. Pero en cuanto su mano se posa en el picaporte de la puerta, los brazos aún empapados del chico, la paran y en el fondo una sonrisa vuelve a brotar en su rostro, pero que procura eliminar cuando vuelve a girarse para mirarle.

No dejan espacio para decir nada al respecto, solo sus respiraciones agitadas que en ese momento es lo único que se atreve a romper el silencio del vestuario. Sus miradas se encuentran en la del otro, pero ni por esas encuentran las palabras que decir, aunque todos sabemos exactamente que si abren la boca, todo se volverá a convertir en orgullo.

Ninguno de los dos estaba dispuesto a que eso pasara y solo por eso, él agachó ligeramente su cabeza hasta encontrarse a la misma altura que ella para acariciar los labios de ella con los suyos propios. Acto seguido, una sonrisa que más bien parece cómplice, se forma primero en el rostro de ella y en cuestión de segundos, en la de él. Pero no dura demasiado, pues él se abalanza definitivamente para besarla mientras la empuja contra la puerta, cortando todo paso y entrada o salida de la misma.

Carol no se resiste, sino que le devuelve el beso con la misma intensidad y el mismo deseo que él impuso desde el primer momento. Puede notar como las pequeñas gotas de agua que recorren el cuerpo del chico, se pasean entonces por su mejilla, por el paseo que una de las manos del chico hace por ella. No pone pegas, ni quiere hacerlo. Pero ninguno de los dos lo entiende. No comprenden porqué no pueden separarse y dejar el tema atrás de una vez.

Un golpe seco los separa bruscamente, haciendo que Víctor se separe tres pasos atrás y liberando a la chica que sin pensárselo ni un minuto más, se va tras la puerta con demasiada prisa, que no parecía tener unos segundos atrás. Víctor se queda allí durante unos minutos pero finalmente, vuelve a sus cosas para una vez que acabe, irse de allí.

Sara, una vez que ve que su amiga se larga, se levanta también ella e intenta salir del asiento que tiene en las gradas. No le interesa ni lo más mínimo y desde hace un buen rato, deseaba irse. Necesita salir fuera y una vez que consigue, no duda en irse hasta encontrar la puerta principal del instituto. Saca el móvil de nuevo y observa la hora. Las cinco y media de la tarde. No sabe como el tiempo se pasa tan lento cuando necesita que vaya con mayor rapidez de lo normal. Su caminar implica el nerviosismo que la invade, pero procura evitarlo en gran medida, a pesar de que no puede ocultarlo en su totalidad.

        — ¡Sara! —Justo delante de ella se encuentra con la única persona que no desea ver. Y mucho menos hablar. Carlos.— Eh, hace un tiempo que quiero hablar contigo... pero parece que me evitas.

La chica, que llevaba semanas sin coger el teléfono a casi nadie, ni abrir la puerta y evita en mayor medida a Carlos cuando le veía por los pasillos. Sara parecía estar muy diferente, más introvertida que nunca, pero a su vez, no era la tímida que conocían todos. Algo pasa y no parece querer compartir con nadie. Ella le mira atentamente pero se encoge de hombros con una tranquilidad asombrosa.

        — ¿Estás bien? —Insiste de nuevo Carlos.

        — Perfectamente.

        — Espero que me hayas perdonado lo de la última vez. Y también espero que podamos seguir siendo amigos.

        — Carlos, no me gustas. No me has hecho daño. —Dice ella con una voz firme y carente de expresividad o sentimientos.— Sabía que estabas enamorado de Helena y sabía que ella lo estaba de ti. Aproveché tu confusión conmigo para meterme. —Coloca un espacio pequeño de silencio, pero en seguida continúa y su tono de voz es aún más seria que antes, si es que eso es posible.— Jugué contigo porque sabía que entonces haría daño a Helena y hacer daño a Helena te haría daño a ti. Eso es todo. Sí, soy una cabrona y una manipuladora, pero, ¿sabes? No tengo remordimiento alguno por lo que hice, porque quería que entiendieras por una vez lo que es jugar con otros. Tú y tu novia. Y ahora que ya lo sabéis, me retiro del juego de la venganza. ¿Quieres que seamos amigos? Seamos amigos, pero no esperes de mí lo único que no te puedo dar. Una sumisa que solo calla y obecede y se lleva los golpes. Ahora, si me disculpas, tengo prisa.

Quizá el tema de Carol y Víctor quedara en empate, pero esta vez, el punto final para dar paso al ganador indiscutible de la guerra de amor-amistad-odio que parece formarse cada poco aquí. Sara esta vez se ha llevado el punto decisivo. Carlos la mira irse sin comprender en lo más mínimo qué ha sucedido ahora. Porqué se ha puesto como se ha puesto, aunque en cierto modo, cree entenderlo. Decide no seguirla, pero eso no quita que no pueda apartar su mirada de ella. La nota cambiada, diferente. Aquella chica que se va con una arrogancia atractiva, no es la Sara que creía conocer y eso es lo que llamó entonces su atención por ella. Pero tiene claro que solo es seducción y no amor, como lo que siente por Helena.

Sara no se para en ningún momento, necesita evadirse de todo aquello que la rodea, que comprende que es superficialidad. Ahora entiende todo aquello que decía Carol al principio de curso. Todo aquello que la rodea, no es real. No merece la pena, y comprende que ella es la única persona que puede ser su amiga. Amiga. Cuánto tiempo llevaba sin conocer esas palabras. Y cree ahora que es cierto. En ese momento, se gira para observar a Carlos, que le mira aún atentamente. Ella le sonríe ligeramente y asiente. Puede que ella también sepa jugar al juego de las falsas apariencias.

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