IMPOSSIBLE LOVE

بواسطة SinsajoEverdeen100

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Muchos tienen complejos. Complejos que pueden destruirnos. Honestamente, la pregunta "¿Seré suficiente para e... المزيد

REPARTO
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EPÍLOGO
AGRADECIMIENTOS

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بواسطة SinsajoEverdeen100

Otra vez, siento como si algo se cerrara dentro de mí. Como si fuese inmune al dolor y que esto no estuviera pasando. Los lamentos de mi mamá me incomodan, no me gusta verla así. ¿A quién le gusta ver a su mamá llorando?

Mi papá deja el teléfono y la abraza. Yo me quedo donde estoy. Frío y petrificado.

La abuela, la dulce y tierna abuela. Esa mujer bondadosa de ojos verdes, cabello corto y piel manchada ya no existe. La mujer que tanto se preocupaba por que yo estuviera bien alimentado, la que me hacía siempre de cenar, la que me tejió mis primeros suéteres... se ha ido.

—¿De qué murió? —pregunto con voz muerta.

—De un infarto. Fue un infarto fulminante —responde papá.

—¿Qué pasará con Dastan?

Dastan Philips. Hijo de la única hermana de mi mamá. Sus padres murieron ahogados en un remolino cuando él tenía 10 años, y ahora, 5 años después, pierde a quien cuidó de él después de que quedara huérfano. No le queda nadie. Su padre era hijo único y sus abuelos paternos ya habían muerto para cuando él nació. La abuela es viuda (era viuda).

—Será nuestra responsabilidad ahora. Nos llamó antes de que llegaras. De hecho, eras el único que faltaba para ir a la casa de la abuela. Suban al auto.

—Son las 11 de la noche —empieza a hablar mi madre cuando por fin se medio tranquiliza (ya dentro del carro)—. ¿Dónde estabas?

—Con Ronnie —respondo evasivo.

—¿Cuándo apareció? ¿Dónde lo encontraron? —empieza a interrogarme mi madre.

—Cerca del lago. Hay unas grutas, o eso he escuchado. Está bien.

Debo de hacerme el inocente si no quiero un sermón. Al menos lo intenté. El sermón empieza, pero no es por haber desobedecido a mi madre, sino por lo que Ronnie hizo. Su modo infantil de reaccionar y la angustia que le hizo pasar a su madre y a sus demás seres queridos. Me mantengo más silencioso que una roca. Tienen razón, pero no quiero que lo vean como alguien con quien no me deba juntar. Él es mi mejor amigo así que lo defiendo a mi discreta manera (lo cual es absurdo porque estoy consciente de que ellos están en lo cierto). Pasamos a hablar de Ronnie a hablar de Dastan.

Hay una habitación de huéspedes en nuestra casa, pero no está totalmente arreglada. Cuando lo traigamos dormirá en mi cuarto una noche.

Cuando llegamos a la casa de la abuela (nos tardamos una hora en llegar), hay poco movimiento. Unos cuantos vecinos ayudan acomodando sillas y haciendo comida para el velorio. Dentro de la casa se encuentra Dastan, allá al fondo, demasiado cerca del cadáver de la abuela. Ha cambiado mucho desde la última vez que lo vi. No queda nada de ese niñito regordete con cachetes de globo. De no ser por su cabello castaño rizado, apenas y podría reconocerlo. Su estatura es como la de los demás chicos (los que sí se desarrollaron, no como yo). Sin embargo, es su cara la que lo hace parecer otra persona: facciones angulosas, labios carnosos y nariz ancha. Los años le han caído bien, de hecho lo encuentro bastante atractivo; sus orejas están un poquito salidas, pero apenas y se percibe. Yo me veo como un niño a su lado. Aunque, pensándolo bien, me veo como un niño al lado de cualquier chico de mi edad. «Noah, no es momento de pensar en eso. Él te necesita». Y es cierto; sus tristes ojos marrones suplican apoyo. Lo abrazamos en cuanto lo vemos y le damos el pésame. Da la impresión de estar aturdido, y el interrogatorio de mi madre sobre lo ocurrido es lo único que lo hace hablar.

Al poco tiempo de llegar nosotros aparecen los trabajadores de una funeraria que hablan con mis padres, (librando a Dastan de mi madre). Ninguno de los dos se siente cómodo, así que le doy privacidad y me siento por ahí.

El día me ha hecho polvo. Aunque estoy sentado, los ojos me pesan. De vez en cuando se me atora un esputo; decido que será mejor escupir las flemas a tragármelas. Eww.

Cierro los ojos un momento, o eso es lo que parece ser. Cuando los abro, veo algunos rostros desconocidos. Tal parece que la abuela era bastante conocida. Aunque todavía es de mañana, ya hay varias personas. Seguramente llegarán más a lo largo del día.

Me levanto del sillón de terciopelo en el que estaba plácidamente dormido. Bueno, no tan plácido porque me dormí sentado y me duele un poco el cuello. Me siento invadido por algunas miradas. La posibilidad de que gente que no conozco me haya visto dormir me da un poquito de vergüenza.

Hice bien en dormirme. El cadáver de la abuela está acicalado dentro de un ataúd con bordes dorados. Me acerco para verla, aunque sea una última vez. Se ve bien, salvo por los algodones que tiene en la nariz. Me siento demasiado entumido todavía como para sentir algo. La única emoción que siento es hambre.

Cuando me encuentro a mis padres me explican que el entierro será hoy en la tarde. Mi madre me hace de desayunar y yo me lo trago sin molestarme mucho en masticar.

Quiero hablar con Dastan. No somos tan unidos como lo fuimos en el pasado. Yo me volví reservado y tímido, mientras que él se convirtió en la marioneta de los adultos. Siempre sonriendo en ese disfraz de buenazo, cuando es obvio que en el interior todo era mentira.

Busco en la casa hasta toparme con él. Está durmiendo. Me siento en una silla que está en la habitación. Uso mi teléfono con la menguante batería que tiene. Mando mensaje a mis amigos explicándoles la situación, no porque me esté doliendo en estos momentos sino porque quizá no sea muy de amigos guardarse los sentimientos (especialmente en situaciones delicadas como esta).

Empiezan a llegar mensajes de consuelo. De todos, el de Ronnie y el de Leon son los que más sentimiento llevan. Ronnie porque sabe de primera mano lo que es perder a un ser querido, y Leon... ¿Quizá porque él tiene una abuelita indefensa qué cuidar y de alguna manera le duele la situación?

Sigo estando demasiado entumido como para sentir algo. Hasta que sucede algo que me hace recordar que estoy vivo. Después de media hora de estar en el teléfono respondiendo algunos mensajes de pésame, aparece uno en particular que siendo sincero es el que más me importa. Es Hailey la que me escribe. ¡Por primera vez!

Estoy echando chispas de tanta felicidad (curiosamente la felicidad es lo que menos se espera en un funeral). El corazón me late a mil por hora y siento cómo se me calienta la cara. Seguramente me he ruborizado.

Noah, soy Hailey. Me enteré de lo de tu abuela. ¿Cómo estás?

No es nada romántico ni parecido, pero me parece muy bonito que de alguna manera yo le preocupe.

—Hola. Estoy bien, un poco triste. Gracias por preguntar.

En el chat aparece: Escribiendo...

Entonces a mi teléfono se le ocurre anunciarme que le queda 5% de batería. 5% que en un instante se convierte en 1%, luego en 0% y adiós Hailey. Estoy que echo chispas. Justo cuando el amor de mi vida se puso en contacto conmigo, a mi estúpido celular se le ocurre morir. Busco desesperado un cargador, pero ninguno tiene una entrada de carga como el del mío.

Siento que me quiero morir. Bueno, tal vez no, pero sí me siento muy mal. Es mi maldición. Siempre que se trata de Hailey ocurre algo que finaliza demasiado rápido mi interacción con ella. Me arrepiento en polvo y ceniza por no haber cargado mi teléfono. No puedo hacer nada.

Mi padre ve mi rostro irascible y me echa un discurso que no hace más que irritarme. Cambio mi rostro irascible a uno impasible. Al final me deja en paz y me ordena estar cerca de Dastan, hablar con él, llorar con él o algo para que no se sienta tan mal. No tengo más remedio que obedecer.

Vuelvo al cuarto de Dastan. Lo encuentro viendo al techo, con los ojos llorosos y la nariz roja. Se voltea en cuanto me ve. Ahora mismo la orden de papá no me resulta tan difícil de cumplir. Empiezo a sentir algo muy parecido a la empatía.

—Dastan... —empiezo.

—Déjame en paz —contesta con voz estrangulada.

—No. No puedo —empiezo a ponerme intenso tal como hice con Ronnie.

—¡Déjame! No te quiero ver —empieza a enojarse. Trago aire para mantener la calma.

—De acuerdo. Solo quería que supieras que cuentas conmigo, quieras o no. Eres mi primo...

—¡Gracias, pero no quiero tu estúpido apoyo, ni tu lástima! —exclama casi escupiéndome.

No le respondo. Salgo de la habitación con sus palabras todavía clavadas en mi corazón.

Poco antes del entierro se recogen las sillas y se deja la casa como si nada hubiera pasado. Cuando llega la hora nos dirigimos al panteón. Mis padres deben de estar muertos de cansancio. Al ser los parientes más cercanos (y de hecho los únicos que viven cerca) el peso de la organización y demás recayó sobre sus hombros. Además, seguro que no han dormido, y si lo hicieron, puede que no haya sido mucho. Subimos al auto, Dastan y yo vamos en la parte de atrás, bastante separados.

Una vez en el cementerio mi madre llora muchísimo. Ella y varias personas. Me sorprendo al ver que Dastan no está plañendo, se limita a gimotear. Sin embargo, sus lágrimas recorren a caudales sus mejillas cuando empiezan a enterrar a la abuela. Mis sentimientos se excitan un poco, pero los regreso a su lugar. Llorando no la voy a traer de regreso. Además, ya es bastante malo que medio mundo esté chillando. Alguien debe ser fuerte.

Me distraigo viendo unos pajaritos hacer su nido en uno de los árboles que hay a mi izquierda. Me desconecto otra vez de la realidad hasta que los lamentos empiezan a menguar. Solo se escucha el sonido de las narices húmedas al respirar. Cuando regreso en mí veo cómo echan una última pala de tierra, ponen una lápida y está hecho.

Me acerco a Dastan, quizá ahora sí acepte mis condolencias (aunque en teoría ambos las necesitamos, pues era nuestra abuela). Me le acerco, pero me evade. Cuando finalmente le hablo me despide nuevamente, pero sin ser mordaz ni rudo. Debe ser porque hay personas que nos están viendo. Además, es él y mi madre quienes han recibido más condolencias. A mí apenas y me han dado el pésame 6 personas. ¡Ah!, y mis amigos por mensaje de texto.

Regresamos a la casa de la abuela en silencio. Dastan y yo vamos en la parte trasera del auto, tal como fuimos al panteón: pegado cada uno a la ventana, con un espacio entre los dos. La luz de la tarde me acaricia la cara y el aire alborota mi cabello que ya no tiene ni rastro de gel. Me quito los lentes para sentir de lleno el viento fresco sobre mi rostro. Noto que mi piel está pegajosa, desde ayer que no me baño; llegando a casa será lo primero que haga (bueno, lo segundo. Primero pondré a cargar mi teléfono, me muero por seguir chateando con Hailey). He estado expulsando flemas, aunque de un tamaño más pequeño. Buena señal.

Llegamos a la casa de la abuela, que me parece muy sombría en estos precisos momentos. Mi padre le explica a Dastan que, a partir de ese momento, es nuestra responsabilidad y, por lo tanto, parte de la familia. El pobre asiente agradecido.

—Gracias. Espero no darles problemas ni ser una carga —expresa con voz átona.

—Por supuesto que no, mi amor —dice mi madre que ya está muy calmada y le planta un beso en la mejilla. Se pone de puntas para besarlo.

—Iré a empacar.

Se aleja, cabizbajo. En cuanto se va, mis padres me recitan otro sermón sobre lo mucho que Dastan necesita de mí y de ellos para sanar poco a poco. Me piden que sea considerado y lo tome en cuenta para todo. Que le presente a mis amigos y que haga que se sienta cómodo en casa y en la escuela. Que empezaré a compartir cosas con él y que intente llevarme lo mejor posible con él.

Asiento a todo lo que me dicen. Me gustaría poder llevarme con él tan bien como me llevo con Ronnie o que fuera tan fácil congeniar con él como lo hice con Tommy. Sin embargo, dudo que sea algo sencillo. Quiero pensar que ha rechazado mi compañía porque es un momento muy difícil para él, en vez de pensar que tiene algo contra mí. Intento entenderlo, así como me gustaría que me entendieran a mí cuando estoy en mis días.

Dastan aparece con dos maletotas. Me ofrezco para ayudarlo y milagrosamente no me rechaza; me da una maleta. Pesa bastante y como soy bajito a veces la maleta pega con el suelo. Por fin llego al auto y la meto como puedo. Giro en busca de Dastan. Acaricia la jamba de la puerta por un instante, le da dos palmadas y sale con su equipaje. Es su forma de despedirse de la casa. Mete su maleta y se mete al auto.

Papá y mamá cierran todo. Suben al auto y emprendemos el camino a casa. El sueño vence a mi madre, de modo que nadie habla durante el trayecto; todo mundo está inmerso en sus pensamientos.

Llegamos ya de noche. A mi padre se le caen los ojos de sueño. Despierta con delicadeza a mamá. Bajamos el equipaje de Dastan. Entro más rápido que una bala en busca de mi cargador y enchufo mi teléfono.

Me ducho, me visto y estoy deseando meterme en mi camita. Sin embargo, mi padre me dice que duerma en la sala, Dastan dormirá en mi cama hoy. No tengo problema con ello, pero de alguna manera su orden me dice algo que temo, algo que seguramente se hará realidad.

Mi padre le tomará cariño a Dastan y a mí me desechará.

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