IMPOSSIBLE LOVE

By SinsajoEverdeen100

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Muchos tienen complejos. Complejos que pueden destruirnos. Honestamente, la pregunta "¿Seré suficiente para e... More

REPARTO
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EPÍLOGO
AGRADECIMIENTOS

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By SinsajoEverdeen100

La señora no debe de ver a más de un metro de su nariz. Y su oído está más que dañado; no se da cuenta de que estoy aquí. Leon la lleva a su habitación.

Espero en el patio. Me gusta el árbol de mango que hay, se parece al árbol que había en la casa de mis tíos. Me recuerdo jugando con mi primo Dastan en las ramas del árbol que tenían. Lamentablemente quedó huérfano hace pocos años y ahora vive con la abuela. No lo he visto desde hace 3 meses, cuando los visitamos.

La relación que tengo con Leon es prometedora. Lo que he conocido de él me convence de que no es una mala persona. Cuando vuelve me explica más o menos su vida (de nuevo, no entiendo qué manía tiene la gente de contarme su vida).

La señora a la cual se refirió como "mamá", es su abuela. La señora es parapléjica. Recuerdo la cantidad de medicamentos que vi en cuanto entré a la casa. Son de ella. Leon vive con su abuela, su madre y sus tres hermanos. Desde el divorcio de sus padres, es su madre la que lleva la responsabilidad de mantener a la familia.

Después del divorcio (hace 3 años), la madre de Leon se volvió adicta a fumar. Leon siguió sus pasos. Por supuesto, tratan de no hacerlo frente a los más pequeños, ni frente a la abuela. No quieren que los más pequeños los imiten ni que a la abuela le dé un ataque; es asmática.

De no ser porque el trabajo de la mamá de Leon es bien remunerado, su situación sería demasiado precaria. Él se ofreció para ayudar a su madre, pero ella lo rechazó. Debe centrarse en la única oportunidad que le da la escuela: los deportes. La escuela ofrece becas para aquellos que sean buenos jugadores, la única condición es no descuidar el promedio, de ahí que Leon esté preocupado.

Después de la cháchara seguimos estudiando como por hora y media. Una vez que terminamos son las 6 y el sol está ocultándose. El calor ha sido reemplazado por un aire fresco que nos revitaliza a ambos.

—¿Te veo mañana? —me pregunta.

—Me gustaría, pero mañana debe aparecer Ronnie sí o sí. De no ser así lo tendrán por desaparecido y no podré concentrarme en nada más que en eso.

—¿Quieres ayuda?

—La mejor ayuda que me puedes dar es mandando una foto de él a cuantos conozcas. A ver si así alguien nos da indicios de su paradero.

—Ok. Por ahí debo tener una foto de él.

—Te lo agradezco.

Salgo de la casa de Leon. Ahora sí que estoy preocupado por Ronnie. Nunca lo había visto tan molesto ni roto. Tanto como para desaparecer por casi dos días enteros. Mañana en la tarde se cumple el tiempo para listarlo como desaparecido.

Aprovecho el poco tiempo que me queda de luz para buscarlo. Me siento perdido, no sé por dónde empezar. En mi desesperación llamo a Lyanna y pregunto por los lugares donde ella y la madre de Ronnie han buscado para irlos descartando.

No tengo la más mínima idea de dónde podrá estar. Me devano los sesos intentando recordar algún lugar o escondite. Seguramente está en uno de esos lugares donde uno se siente relajado y en paz, cosas que Ronnie necesitaba desesperadamente. Algún lugar donde te sientas seguro. Ya van casi dos días desde que desapareció. No podría haber sobrevivido sin agua. El calor que ha hecho y seguramente las lágrimas que derramó lo han hecho polvo. Deduzco que debe estar cerca de algún manantial o un lago. Heredó de su madre el amor por los dinosaurios y por la expedición, así que no me sorprendería que estuviera en alguna parte del bosque. Quizá cerca del lago donde patinamos el invierno pasado. Pero no hay nada. Ya han buscado allí y ni rastro de Ronnie.

Mis pies no saben qué dirección seguir, no sé si ir a casa, ir a casa de Ronnie o lanzarme en su búsqueda en un lugar desconocido. Noto que me empiezo a impacientar, porque cada hora que pasa sin que Ronnie aparezca aumenta las probabilidades de que algo le haya pasado. ¿Y si está en problemas? ¿Y si alguien le ha hecho daño? ¿Y si está atrapado en algún lugar?

Son tantos finales alternativos que mi mente crea que sacudo mi cabeza para despejarme y después cierro los ojos tan fuerte que veo lucecitas. Luces, luces, ¡luces!

Abro los ojos de golpe. Por fin tengo algo a lo que aferrarme. Recuerdo que un fin de semana Ronnie me llevó a una gruta, a dos kilómetros al norte del lago. Parecía que el techo estuviera salpicado de estrellas, entonces me explicó que era una especie de larva de mosquito. El azulado destello luminiscente de la Arachnocampa luminosa daba la impresión de estar en una galaxia. Además, en algún punto de la gruta había una especie de agua dulce, probablemente de un manantial subterráneo. Quería regresar, aunque no era una opción. Mi madre se escandalizó en cuanto le conté y me prohibió ir a ese lugar que está tan lejos y tan solo. «Lo siento mami, pero Ronnie es más importante».

Llamo a su madre y a Lyanna para informarles. Llego a mi casa y saco a trompicones mi bicicleta, me siento y pedaleo lo más rápido que puedo.

Llego al lago al cabo de media hora. Me asusta un poco estar en plena oscuridad. El lago está dentro de un bosque, a partir de ahí son dos kilómetros hasta encontrar la entrada a la gruta. No hay osos (supuestamente), pero hay otros peligros con los que encontrarse, como las serpientes, por ejemplo.

Uso la linterna de mi teléfono para alumbrar. Lo sostengo de modo que pueda tener ambas manos sobre los manubrios. De noche todo parece diferente, y tampoco es que haya visitado la gruta muchas veces, lo cual es otro problema. Sin embargo, me sorprendo de la memoria que tengo; incluso de noche, bajo el resplandor de la luna y la luz de mi teléfono llego a la entrada de la gruta.

Sorrajo mi bicicleta, pero vacilo en entrar. Desde aquí no se ve más que simple oscuridad. Logro mandar mi ubicación a la madre de Ronnie y a Lyanna con la débil señal que me llega, acompañada del texto: Puede que Ronnie esté aquí. Como el rugido de los grillos me incomoda (y la posibilidad de que entre el ruido se esconda el siseo de alguna serpiente) me meto en la gruta. Todo va bien hasta que siento cómo mi cabello se enreda con una telaraña. Se acabó la misión rescate.

Me sacudo la cabeza como loco, con el corazón a mil por hora. Cuando me doy cuenta de que no hay araña, me tranquilizo. Recupero el teléfono que se me cayó en el ataque de pánico y reanudo la búsqueda. Recorro varios metros hasta llegar con las luces. Son muy hermosas. Me permito tomar unas fotos, entonces su voz débil me sobresalta.

—¿Qué haces aquí?

—¿Ronnie? —pregunto, porque no reconocí la voz.

—Sí. Soy yo.

—¡Ronnie! —exclamo mientras me le abalanzo, pero me rechaza—. Por favor perdóname.

—No entiendo, Noah... ¿Por qué? —se nota que sigue dolido.

—Por favor Ronnie. Perdóname. Tu madre nos prohibió a Lyanna y a mí decírtelo; apenas y podías mantenerte de pie.

—¡Pudiste decírmelo cuando ya caminaba! —reclama enfadado—. Lyanna me lo dijo, tarde, pero me lo contó. Y después de ella, mi mamá. ¡Fuiste el único que me ocultó todo!

—Lo sé. Lo siento, no sabía qué hacer — me excuso, y siento que me empiezo a rajar por dentro.

—Pues ahora lo sabes. Pero es un poco tarde, ¿no? —me suelta con sarcasmo.

No respondo. Sus palabras se me clavan y logran un dolor que nunca había sentido de su parte. Tiene razón. Me ignora y se voltea. Se sienta cerca de una pequeña cuenca de agua que está iluminada por las larvas.

—Solo quería decirte que tu madre está muy preocupada —le digo antes de sentarme a su lado—. Y de verdad créeme cuando te digo que no era mi intención herirte. No soportaría que te pasara algo. Cada vez que te veía más recuperado me consumían las ganas de decirte la verdad. Tenía miedo de perderte otra vez, o de empeorarlo todo. Está claro que lo empeoré todo al no decirte la verdad —Ronnie guarda silencio, mirando fijamente al agua—. Pero te pido perdón desde lo más profundo de mi ser.

No me hace caso, entonces me levanto de donde estoy. Me sacudo el polvo de la ropa y antes de dirigirme a la salida, le digo:

—Cuando estabas inconsciente en el hospital deseé con todas mis fuerzas dar mi vida a cambio de la tuya. Solo ten presente lo mucho que significas para mí antes de odiarme.

Mi voz se quiebra al final. Doy media vuelta para dirigirme a la salida. Sabiendo que no puedo hacer nada más.

—No te odio —dice y me vuelvo hacia él. Se digna mirarme con ojos vidriosos—. Mamá y Lyanna no paraban de decir lo afectado que estabas por mi situación y lo mucho que te desviviste por mí —pausa para contenerse—. Te has ganado un lugar en mi vida y no creo poder desecharte de ella nunca.

Ronnie se pone de pie sin molestarse en sacudirse el polvo. No tiene caso, su ropa entera está sucia y apesta a sudor. Pero cuando abre los brazos, ni siquiera eso me detiene. Me fundo con él en un abrazo. Mis lágrimas no avisan y salen a caudales. Las de él también. Nuestros cuerpos se sacuden en un mar de emociones encontradas.

—Perdóname Ronnie, por favor —le susurro. Debo ponerme de puntas para acercar mi boca a su oreja.

—Tranquilo. Sanaré.

El abrazo dura y dura. Cuando termina, nos seguimos sintiendo rotos, pero liberados. Lo convenzo de regresar a casa. Lo trepo a mi bicicleta y empiezo a pedalear. Más de cerca, puedo escuchar sus tripas rugir como fieras. Encontramos a su madre a un kilómetro antes de llegar al lago. Lo abraza y lo besa, mientras que él se derrumba. Primero llorando hasta que después se desmaya.

Ajusto rápidamente mi bicicleta en la parte trasera del auto y me subo. Entre los dos acomodamos a Ronnie de tal modo que entre lo mejor posible en el carro; acostado y con las rodillas dobladas. Su cabeza reposa sobre mi regazo. Respira.

No intercambiamos palabras. La respiración de Ronnie es lo único que se oye, al menos hasta que llegamos a la carretera. Le juego el cabello como cuando estaba en el hospital (no sé por qué, pero lo disfruto mucho). Mi amigo recupera el conocimiento a una cuadra antes de llegar a su casa.

—Tranquilo, ya vas a comer —lo tranquilizo sin evitar sonreír.

Cuando escucha la palabra "comer", traga notablemente. Me da mucha ternura. Nos sonreímos.

Cuando llegamos a casa de Ronnie, Lyanna se encuentra muy pulcra, con un vestido blanco muy bonito. En cuanto ve salir a Ronnie se le abalanza. Veo frente a mí a dos seres de quienes no podrías dudar de su amor. Las dos almas se funden en un abrazo y se agasajan con besos como si no fuera un mañana.

—Estaba tan preocupada por ti —dice Lyanna cuando por fin se separan. Se le nota la preocupación en su voz.

—No debí huir así. Fui un tonto.

—Tonto o no, sabes que te quiero, bobito.

—Y yo a ti, amorcito.

«Damas y caballeros, la hora cursi ha empezado», pienso y a la vez que deseo con todas mis fuerzas que Hailey me dijera cositas así (o que me besara y abrazara como estos dos tortolitos). Ay, tengo corazón de pollo.

—Ay —suelto conmovido. Se me quedan mirando, los traje a la realidad—. Lo siento. Arruiné el momento —me disculpo apenado, pero la manera en la que lo digo les arranca una sonrisa.

—¿Por qué no te das una ducha, bobito? —sugiere Lyanna muy afable.

—Oh, sí. Ay, tu vestido —la luz del alumbrado público es suficiente como para darse cuenta de que el vestido que en un principio era blanco se ha percudido—. Lo siento.

—Vete a bañar —lo empuja Lyanna con cariño. Ronnie se le acerca, provocativo.

—¿Y si me lo das tú? —sugiere con voz sexy. No puedo evitar soltar un sonido estrangulado; mitad risa y mitad estornudo.

—¿No van a entrar? —pregunta su mamá desde la puerta. Ni me di cuenta en qué momento se metió a la casa.

—Enseguida, ma —dice Ronnie y acto seguido se escucha el rugido de sus tripas.

—Anda y báñate solo. Tienes que comer —le insta Lyanna.

—Quédate. Y tú Noah —Lyanna acepta, pero yo debo declinar su invitación. Mis padres deben estar preocupados por mí.

—Gracias Ronnie. Pero me tengo que ir, o estaré en problemas. Linda noche.

Desengancho mi bicicleta del auto y me dirijo a mi casa. Dejo que el fresco aire me acaricie la piel y me sumerja en una sensación muy placentera. Empiezo a fantasear con Hailey (otra vez). Si tan solo me amara. «No lo sabe porque no se lo has dicho», me reprocho.

De un momento a otro paso de estar feliz a estar triste. Si tan solo fuera guapo tendría alguna oportunidad con ella, o al menos 30 centímetros más alto. Me dan unas ganas inmensas de llorar por no ser físicamente suficiente para ella... ni para nadie.

Cuando llego a mi casa me topo con una escena que no logro comprender a la primera. Mi madre tiene los ojos rojos de tanto llorar, y mi padre habla por teléfono. Como mi madre es un mar de lágrimas, es mi padre el que me da la noticia con rostro lúgubre.

—Tu abuela. La mamá de tu mamá, acaba de fallecer.

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