El corazón del Rey. [Rey 3]

By Karinebernal

29.4M 2M 8.3M

Las huellas de un pasado doloroso persiguen al rey Magnus Lacrontte, quien ha levantado murallas para no volv... More

Importante Leer.
Prefacio.
Capítulo 1.
Capítulo 2.
Capítulo 3.
Capítulo 4.
Capítulo 5.
Capítulo 6.
Capítulo 7.
Capítulo 8.
Capítulo 9.
Capítulo 10.
Capítulo 11.
Capítulo 12.
Nota explicativa. - Importante leer.
Capítulo 13.
Capítulo 14.
Capítulo 15.
Capítulo 17.
Capítulo 18.
Capítulo 19.
Capítulo 20.
Capítulo 21.
Capítulo 22.
Capítulo 23.
Capítulo 24.
Capítulo 25.
Capítulo 26.
Capítulo 27.
Capítulo 28.
Capítulo 29.
Capítulo 30.
Capítulo 31.
Capítulo 1. Presente.
Capítulo 2. Presente.
Capítulo 3. Presente.
Capítulo 4. Presente.
Capítulo 5. Presente.
Capítulo 6. Presente.
Capítulo 7. Presente.
Capítulo 8. Presente.
Capítulo 9. Presente.
Capítulo 10. Presente.
Capítulo 11. Presente.
Capítulo 12. Presente.
Capítulo 13. Presente.
Capítulo 14. Presente
Capítulo 15. Presente.
Capítulo 16. Presente.

Capítulo 16.

312K 33.4K 117K
By Karinebernal

Cuando me levanto en la mañana Francis trae para mi una caja de terciopelo negra que contiene una sortija de oro con una esmeralda rectangular en la punta.
Guardo el cofre en mi bolsillo y bajo a desayunar mientras espero a Vanir.

Después de comer con los Russo, estos son llevados a su nuevo hogar y agradezco el hecho de obtener nuevamente la soledad de mi palacio.

Gregorie llega tiempo más tarde, acompañado de su madre, mi abuela y una morena mujer que tardo en reconocer, pero cuando lo hago la sorpresa me embarga.

- ¿Elisenda? - Pregunto extrañado, como si se tratara de un fantasma.

- Magnus Lacrontte. - Saluda con energía. - Jamás creí volver a verte.

- Espero no se ofenda pero yo mucho menos.

Desvío la atención hacia Gregorie, quien se limita a encogerse de hombros mientras una risa nerviosa se expande por su garganta.

Elisenda Holfman, además de tener el nombre más feo que haya escuchado en mi vida, fue también la novia de mi primo durante toda su adolescencia. Todos creímos que terminarían comprometidos pero un día de repente todo acabo.

Tomo a Gregorie por el antebrazo y lo guío fuera de la reunión de nuestros familiares con la excusa de que le enseñaré la sortija de compromiso.

- ¿Qué esta pasando aquí? - Exijo una explicación rápida.

- No hay mucho que decir, nos encontramos en una fiesta pero no estamos saliendo... aún.

- Quien diría que terminarías con tu primera pareja. Volviste al inicio, primo.

- Solo somos amigos.

- Amigos que en el pasado se besaban y seguro muchas cosas más. Además la traes a un evento público de monarquía, así que doy por hecho que el asunto va enserio.

- Basta ya. Apenas nos estamos volviendo a conocer. - Alega a la defensiva. - Pero dime tú. Jamás creí que fueras a casarte tan pronto. ¿Cuántos meses llevas con ella, 4 o 5?

- Eso no importa. - Replico sin ánimos de dar explicaciones. - Es la primera mujer que trae felicidad a mi vida, así que no vi razón para esperar más.

- Siendo así, permíteme felicitarte. - Dice dando golpes en mi espalda. - Jamás creí ver a Magnus VI Lacrontte Hefferline enamorado.

- ¿Enamorado? - Cuestiona mi abuela, llegando a nosotros. - En verdad estoy ansiosa por conocer a esa mujer.

- No desesperes, pronto vendrá. - Le aseguro.

- Y ¿si no me agrada? - Inquiere preocupada.

- Te agradará. Vanir es una mujer maravillosa.

- ¿Vanir de vanidosa o Vanir de valerosa?

- Creo que ambas. - La voz de la nombrada llega a nosotros. - Un gran placer conocerla, señora Aidana.

- Así que tú eres la afortunada. - Replica mi abuela, detallándola con recato.

- Totalmente afortunada. He encontrado en su nieto al hombre ideal.

- Me agrada. - Dice la mayor de las Lacrontte con una sonrisa. - Usó las palabras correctas, pero eso no quiere decir que haya pasado la prueba.

- Eso ha sido muy rápido. - Repone Gregorie, sorprendido.

- Cualquiera que haga feliz a mi Magnito será agradable bajo mis ojos. - Espeta, tomándola de la mano. - Ven, te presentaré a mi hija Georgiana y a la pareja de Gregorie.

- Ella aún no es mi pareja. - Protesta este.

- Ya los veo casados como debió ser desde un principio. Aún no sé como descarriaste tu camino por la princesa mimada.

Sale a toda prisa con Vanir enganchada en su brazo como si se tratará de viejas amigas que acaban de reencontrarse.

- Por cierto, tengo algo que decirte. - Avisa Gregorie una vez que estamos solos. - Mi informante me reporto ayer que Stefan terminó su relación con la señorita Malhore y que ella esta totalmente destrozada.

- Supongo que ya formalizo su compromiso con Lerentia.

- Así es y ahí viene el problema. - Espeta, pasándose los dedos por la barbilla con preocupación. - El informante se niega a sacarle información a la joven. Dice que no se aprovechará de su dolor.

- Que patético. - Suelto molesto. - Para eso lo contratamos.

- Parece que no nos va a ayudar más, lo cual es preocupante pues es muy cercano al coronel Peterson quien es el mejor amigo de Stefan.

- Convéncelo. No podemos darnos el lujo de perder una conexión tan importante.

- Lo intentaré, pero ese joven es muy testarudo.

- ¿Van a seguir haciéndose confidencias o marcharemos ya hacía el coliseo? - Grita abuela desde la sala.

El día de hoy le anunciaremos al pueblo mi compromiso con Vanir y aunque al principio me parecía algo exagerado, se trata de una tradición Lacrontter que debe ser seguida.

Nos ponemos en marcha rumbo al lugar de destino en dos automóviles, dividiéndonos en tríos.
Mi abuela y Vanir hablan todo el camino, mientras esta última me besa con pasión cuando le entrego al sortija que Francis a escogido para ella. Detalle que obviamente omito.

A medida que avanzamos mi abuela nos pide que le contemos como se lo propuse y me regaño a mi mismo por no haber cambiado lugar con mi tía Georgiana y así haber viajado junto a Gregorie y Elisenda.

Al llegar al coliseo, vamos directo al escenario donde ya Francis nos espera.
El lugar esta totalmente repleto, creando ovaciones más fuertes una vez que tomo el mando.

- Lacrontters. - Inicio y el pueblo responde en con una reverencia multitudinaria. - Hoy mi familia y ustedes serán testigos de un momento decisivo en mi vida.

Invito a Vanir a pasar al frente, quien camina con seguridad hacia mi. Le sonríe a la multitud, quienes responden con suspiros ante la pareja que ellos consideran perfecta.

- Me complace informales que he decido unir mi vida a Vanir Etheldret, quien ahora no solo será mi esposa sino además su reina consorte.

Los aplausos no se hacen esperar mientras le doy la palabra a mi ahora prometida, quien con decisión se dirige al pueblo.

- No puede existir un día en mi vida más feliz que este y estoy tan agradecida con la vida por haberme permitido encontrar a un hombre tan magnífico como Magnus. - Declara, hostigándome un poco con la dulzura de sus palabras. - Al parecer la historia del soberano se cumplirá silaba por silaba.

El pueblo empieza a vitorear con fuerza su deseo de ver un beso entre nosotros, cosa a la cual me niego rotundamente dado mi rechazo a las demostraciones de afecto público.

Después del incomodo momento es mi abuela quien toma la palabra y empieza a profesar su profunda alegría por verme dar el siguiente paso.
Me quedo en silencio ante su efusividad, mientras observo a Vanir disfrutar de la atención brindada por el pueblo.

Para mi sorpresa es mi prometida quien termina el discurso, dándole las gracias a todos por su asistencia, cosa que de repente me causa conflicto.

Cuando el anuncio termina nos separamos para volver a casa y ahora Francis y Vanir son quienes me acompañan de regreso.
Cuando arribamos al palacio veo en el umbral a una mujer de cabello y ojos oscuros que nos sonríe ampliamente.

-Hola, soy Angelique la encargada de planear su boda y quien hará sus deseos realidad.

- Me siento tan feliz al saber que seré una novia. - Chilla Vanir, emocionada.

- Sin duda es el día más especial de una mujer enamorada.

Camino junto a ellas hasta la sala central para acomodarnos en los muebles allí dispuestos.

- ¿Hay algo que no deseen en este día? - Pregunta la mujer.

- Flores. - Replico de inmediato. - De resto me da igual.

- Sin flores, anotado. - Repone, escribiendo en su libreta.

- Considero que no solo debemos ir planeando la boda si no también la coronación. - Propone Vanir, animada.

- Eso no solo es conmigo, pero podría decirme que quiere para ese día y yo le prometo que haré una gran fiesta.

No sabía que Vanir estaba tan emocionada por convertirse en reina. Cualquier otra en su lugar estaría totalmente nerviosa ante la gran responsabilidad que el título acarrea.

- Bueno en ambos eventos quiero que predominen los colores favoritos de Magnus. - Explica con fascinación. - Rojo, negro y dorado. También quiero que haya mucha opulencia debido a que será una fiesta grande y quiero que todos se impresionen con lo que verán.

Vanir comienza a dictar un montón de deseos ridículos, artilugios y detalles que no imaginaba vendrían de ella, mientras la mujer anota todo con eficiencia.

Me pierdo en medio de la conversación, imaginando un escenario más divertido en donde pueda pasar mi tiempo, por lo que al final decido dejarla sola con la planificadora.

- Vanir debo retirarme. - Informo, levantándome con decisión. - Así que puedes escoger todo lo que te plazca y yo estaré conforme con ello siempre y cuando no hayan flores.

- Claro, cariño. - Acepta sin problemas, pero usando aquel seudónimo que sabe que odio. - Por favor haz una cita con el sastre del palacio lo más pronto posible. Necesito diseñar mi vestido de bodas y el de coronación.

- Le diré a Francis que acorde un día con él. - Espeto aburrido y con amplias ganas de retirarme.

- Y también con el joyero, pues necesito confeccionar la corona. Estaba pensando que quiero tener todas las tuyas pero en versión femenina ¿no te parece increíble?

- Es un detalle hermoso. - Apoya la mujer que por un momento había olvidado.

- Si, como gustes. Se lo haré saber a Francis. - Replico descompuesto por su extraña petición. - Nos vemos mañana.

- ¿No nos veremos más tarde?

- Preferiría que fuera mañana. Yo también debo preparar muchas cosas para la boda. - Miento. - Te amo.

- Te amo mucho más, cariño. - Dice con una sonrisa y debo morderme la lengua para no pedirle frente a Angelique que jamás vuelva a llamarme así.

La actitud de Vanir el día de hoy me ha dejado mucho en lo que pensar. Se ve tan emocionada por ascender al título de reina y esposa que no sé bien como interpretar su ánimo. ¿Tendría Francis razón al decir que me estaba apresurando?

Antes de poder dar media vuelta y dirigirme hacia las escaleras, un fuerte grito se expande por la sala llevándome a tener al instante.

- ¡Magnus! - La voz de Gretta es poderosa, exigente. Esta supremamente enojada.

Vanir se levanta alarmada de su lugar y veo su cuerpo ponerse rígido ante la presencia de la que una vez fue su amiga. Este tipo de escenas es lo último que necesito ahora.

- Como es eso de que vas a casarte con esta basura.

- Ten cuidado en como te refieres a mi. Soy la futura reina de Lacrontte. - Pide Vanir.

- Tú cállate pestilencia. - Advierte colérica, acercándose a ella. - No eres más que una vil rata oportunista.

- Ten más respeto, Gretta. - Exijo ante sus ofensas.

- Vas a cometer el peor error de tu vida. Ella no es la mujer para ti.

- Y ¿tú si? - Replica Vanir con burla, colocándose frente a Gretta

- Soy mucho mejor que tú, así que sal de mi camino. - Ordena empujándola a un lado para hacerse camino hacía mi. - Te exijo que la termines ahora mismo.

- ¿Exigirme? - Espeto furioso. - No tienes derecho a exigirme nada. La decisión esta tomada así que no hagas berrinche ahora.

- ¿Qué le ves a ella? No te das cuenta de lo falsa que es.

- Respétame, Gretta. - Ordena Etheldret enrojecida.

- ¿Desde cuándo la escoria habla?

La mano de Vanir aterriza en la mejilla de Gretta, haciéndola callar de un fuerte golpe. La mujer herida se abalanza sobre esta tomándola del cabello hasta hacerla caer con violencia bajo sus pies.

- ¡Paren de una maldita vez! - Ordeno molesto. - ¿Creen que esto es el mercado?, ¿acaso son estos los arrabales?

- Ella empezó. - Acusa Vanir como una niña pequeña.

Mi paciencia en este punto ha desparecido por completo. No puedo creer que dos mujeres de las altas casas de la nación se peleen de esta manera.

Los guardias se aproximan a nosotros, sacando a una atemorizada Angelique del palacio, quien se ha quedado petrificada cuando el intercambio de insultos empezó.

- Váyanse de mi palacio ahora.

- Supongo que se lo dices a ella. - Replica la joven Etheldret, cruzándose de brazos.

- Se lo digo a ambas. Largo ahora de aquí. - Bramo colérico. - No voy a tolerar escenas inmaduras de nadie.

- Magnus, por favor. - Espeta indignada.

- Cállate y haz lo que se te ha pedido. - Suelto a punto de estallar.

- Me las pagarás. - Amenaza Gretta, profundamente dolida. - Te vas a arrepentir de esta humillación. De preferir a una mujer que dejo a su novio por salir con el rey, ¿qué te hace pensar que no te hará lo mismo?

- Estas injuriándome y es algo que no permitiré. - Replica Vanir totalmente colérica ante la verdad revelada. ¿En verdad creía que no estaba enterado? - Cariño defiéndeme. - Pide, mirándome como un ser desahuciado.

- Primero deja de llamarme. - Grito cansado de esta estupidez. - Y segundo, parece que ambas son sordas porque hace más de un minuto les pedí que se largaran del palacio.

Ambas me miran perplejas por la ira desbordada y debo admitir que jamás había deseado estar tan solo como en este momento.
No deseo ver a ninguna de las dos por un buen rato. Ni a mi amiga de infancia y mucho menos a mi futura esposa.

- ¡Guardias! - Llamo iracundo. - Guíen a las señoritas hasta la salida.

Camino hacia las escaleras, ignorando completamente a las mujeres a mi espalda.
Subo con agilidad y voy hasta mi habitación, desparramándome en la cama con enojo mientras intento pensar que es lo que haré a continuación.

••••

Después de tomar una ducha y dormir toda la tarde en busca de paz. Me levanto sudado y con el cabello desordenado.
Me remuevo debajo de las sábanas y noto el calor expandirse por mi piel. Ni siquiera recuerdo haberme metido a la cama desnudo.

Voy hasta el armario y escojo lo de siempre de mi vestidor monocromático.
Paso la mano por mi torso sintiendo la piel firme y tersa a diferencia de mi espalda o brazos. Odio las cicatrices, pero aún así las tolero solo porque no están al frente.

Mientras termino de vestirme, el llamado de Francis me hace saber que esta presente. Se cuela en mi alcoba con afán y se detiene frente a mí con preocupación.

- ¿Qué sucede? - Pregunto al ver su rostro.

- Necesito que tomes esto con calma.

- No te prometo nada. - Aviso, sentándome en la cama para abrochar mis zapatos.

- Stefan está aquí y pidió una audiencia contigo. Esta esperándote en la sala del trono.

- ¿Denavritz? - Cuestiono incrédulo. - ¿Para qué? ¿Qué desea?

Mi mal humor vuelve a hacerse presente con mucha mas fuerza. No soporto a ningún miembro de esa familia y mucho menos al intento príncipe.

Bajo hasta el lugar indicado por Francis y allí lo encuentro sin ningún tipo de seguridad. Es increíble la confianza que siente al tener la certeza de que no le haré daño, pues no es él mi objetivo.

Tiene una apariencia desaliñada a pesar de vestir un buen traje, sus manos llevan un ligero temblor y es imposible no palpar la ansiedad que lo gobierna.
Al instante soy consciente de lo mucho que disfrutaré esta conversación.

- Tienes 5 minutos para recitar tu discurso, Denavritz. - Replico con pésimo humor, tomando lugar en el trono.

- Magnus, juro por mi vida que te devolveré las tierras que mi padre le quito a tu reino.

- ¿De qué estas hablando?, ¿qué te hace creer que quiero esas tierras?

- No lo sé. Si no quieres eso te daré lo que desees, solo acaba con esta guerra de una vez.

- Yo no tengo intención de acabar con nuestro pleito.

- Pero ¿por qué? - Pregunta desesperado, levantando las manos en el aire.

- ¿Cuál es tu afán por acabar con la guerra?

- No quiero casarme con Lerentia, ella no es la mujer que amo. - Balbucea rápidamente. - Si tú acabas con los ataques yo no tendré que unir mi vida a ella y podre continuar con... - Deja la frase en el aire, como si le costara revelar su insignificante deseo.

- ¿Haces esto por la plebeya? - Cuestiono sorprendido. - ¿Por un ser tan inferior?

- Cuida bien tu manera de referirte a ella. - Amenaza valientemente, apuntándome con furia. - Puedes ofenderme a mi cuanto desees pero a ella no. Limpia bien tu boca antes de mencionarla.

- Estas realmente cegado por esa mujer ¿no?.

- Enamorado que es diferente. - Corrige iracundo. - Y no se me permite estar con ella por tu causa.

- Explícate. - Pido alegre aún cuando ya sé a que se refiere. Solo quiero disfrutar de su dolor.

- Mi padre me obligó a escoger entre ella o el pueblo.

- Querrás decir la corona.

- No. No es la corona. - Alega molesto. - Es el pueblo, pues son ellos a quienes debo defender de tus ataques y por ellos es que nos vimos obligados a aliarnos con Cristeners para reforzar el ejercito.

- Entonces escógela a ella. No es que sea tan difícil si la amas tanto como dices.

- ¿Es que no entiendes? - Grita, pasando las manos por su cabello. - Mis padres abdicaran por tu causa, así que es mi obligación asumir el rol de rey, pero si tú cesas con la guerra yo puedo ser libre para escoger a Emily. De otra forma no tengo opción.

- Pues te recomiendo comiences a asumir tu papel como nuevo monarca porque no me rendiré hasta ver a tus padres muertos y pudriéndose como la escoria que son.

- ¿Cómo puedes ser tan cruel? Te lo estoy rogando.

- No me interesan tus suplicas. - Espeto, regocijándome en su sufrimiento.

- Magnus en Mishnock hay mucha plata y diamantes, te los daré todos. - Ofrece en agonía. - Solo para ya.

- A mi no me gusta la plata, solo acepto oro. - Repongo, jugando con mis anillos para enfatizar mi punto. - Así que te recomiendo huyas con la plebeya y me dejes el camino libre para adueñarme de Mishnock y asesinar a tus padres.

- ¿Escuchas lo que me estas pidiendo? - Cuestiona con la voz estrangulada, parece que se ahoga. - No puedo darle la espalda a mi pueblo y mucho menos desproteger a mis padres.

- ¿Estas llorando? - Pregunto con burla ante las lágrimas que han comenzado a rodar por su mejilla.

- No te importa. - Replica, limpiándose con rapidez.

- Que patético eres, Denavritz.

- Mediemos, por favor. - Pide nuevamente, ignorando mi ofensa.

En verdad estoy sorprendido por la gran ferocidad de sentimientos que debe sentir Denavritz como para continuar rogando a pesar de mi negativa. Aún cuando esta acorralado se resiste a perder a esa mujer.
Dios me salve de sentir algo igual.

- Entrégame a tu padre y acabaré con la guerra. - Propongo como única opción. - Él te golpeaba de pequeño ¿no? Este es tu momento para vengarte.

- No puedo hacer eso, Magnus. Es mi padre.

- Entonces espero no te molestes cuando veas a esa jovencita salir con alguien más.

Puedo ver como su cuerpo se tensa ante mis palabras y me asombro al notar cuanto daño podría hacerle si decido usar su amor por ella en su contra.

- Lárgate, Denavritz. - Suelto cansado de su presencia. - No vas a conseguir nada de mi.

Las lágrimas empiezan a manchar su rostro debido a la fuerza con la que estas caen. No puedo creer que le afecta tanto perderla como para llorar sin reparos frente a mi.

- Piénsalo, por favor. - Dice mientras camina a la salida. - Si tienes algo de compasión úsala en este momento.

- Me gratifica informarte que no tengo ni una pizca de eso.

Su figura de desvanece mientras cierra la puerta, dejándome completamente solo.
Me quedo un gran tiempo en la sala, pensando en lo débil que es Denavritz, en lo patético que se vio al rogarme solo para que no sea separado de su amada Emily.
Definitivamente no hay peor enemigo para un hombre con poder que el amar a una mujer.

Desde ahora puedo asegurar que mi relación con Vanir será medida y meticulosa. Controlaré la situación en todo momento para no permitir que llegue más lejos de donde ya se lo permití.

Salgo del recinto rumbo al comedor sin poder sacar de mi cabeza el decadente comportamiento de Denavritz.
Tomo lugar en la mesa mientras un sirviente trae mi comida, pero antes de poder probar bocado me pregunto ¿qué tiene esa mujer como para volverlo tan loco?

Intento imaginarme en una situación parecida y no logro hallar la similitud. Yo jamás haría algo igual por nadie.

A medida que consumo los alimentos en completa soledad siento una gigantesca explosión a las afueras del palacio. Me levanto de inmediato en modo de alerta, al tiempo que los guardias irrumpen en el comedor con la intención de protegerme.

- ¿Qué esta pasando? - Pregunto ante el creciente ruido de estallidos.

- No lo sabemos aún, señor, pero es preciso sacarlo del palacio.

- Por supuesto que no. - Declaro firmemente, apartando el brazo cuando uno de ellos intenta tocarme. - No soy un rey que se esconde. Debo pelear para defender este lugar.

Escucho la lluvia de disparos aproximarse y los gritos desesperados llenan mis oídos. Si Denavritz es el autor de todo esto, juro que voy a matarlo.

- Denme un arma. - Ordeno, extendiendo la mano hacía un guardia para que me pase una pistola.

Camino a zancadas hacia la puerta con los guardias al frente sirviendo como escudo, pero cuando uno de ellos toma la perilla y abre la puerta, me veo obligado a lanzarme al piso ante los incesantes disparos que caen sobre nosotros.

Mis custodios caen, dejando visible la imagen del autor de este atentado.
El ejercito de Grencock se abre paso para dejar entrar a su rey, quien en un traje de piel sonríe con altivez en mi dirección.

Intento levantarme del suelo, pero la bala que ha aterrizado en mi pierna no me lo permite.
Lo miro desde el suelo mientras busco el arma que se ha caído a mi alrededor y justo cuando estoy a punto de tomarla, otro disparo me obliga a mover la mano con agilidad para no ser atravesada.

En medio de lo aturdido que me encuentro, veo un par de tacones negros caminar hacía Sigourney. Se posiciona a su lado y me mira directamente a los ojos. Se trata de Gretta Tebeos.

Su rostro tiene un cardenal y su ojo izquierdo esta machando de morado ante un golpe que seguro gano el día de hoy a manos de Sigourney.

- ¿De qué se trata todo esto? - Grito enojado, desde mi nueva posición.

Siento la sangre fluir por mi pierna y caer al exterior, siento el dolor palpitante y la furia que la traición me genera. No puedo concebir el hecho de que un corazón rechazado sea capaz de llegar hasta niveles tan inhumanos en busca de venganza.

- Sabes bien de que se trata. - Espeta Gretta en un tono frío. - Te acostaste conmigo anoche.

- Ya quisieras, maldita loca. - Escupo colérico mientras un par de soldados caminan hacia mi y me sostienen de los brazos. Lucho en vano por liberarme, golpeando sus costillas o la parte de su cuerpo que tenga más cerca, pero mis esfuerzos no valen nada cuando un tercero me golpea en el rostro con la cola de su rifle.

- Ayer cuando te enteraste que yo tenía una relación con Aldous me pediste que lo dejará y gritaste que yo era solo tuya. - Asegura mientras yo escupo sangre. - Utilizaste mis antiguos sentimientos por ti para persuadirme y hacer que me acostará contigo en un intento por reforzar tu hombría.

- Estas completamente desquiciada. Todo esto solo lo haces porque no soportas ver que me casaré con alguien más. - Bramo, mirándola para luego dirigir mi atención a Sigourney. - Yo no me acosté con ella.

- Claro que lo hiciste. - Repone Gretta con ira.

- Eres solo una demente que no soporta el rechazo.

- Vas a pagar cada insulto dirijo a mi preciada Gretta. - Replica Sigourney mientras los disparos continúan fuera de la sala. Están acabando con mis guardias, lo sé bien.

- ¿Tan preciada es que la golpeas? - Cuestiono en una táctica distractora.

- No me gusta que toquen lo que me pertenece, así que ten por seguro que pagaras tu atrevimiento.

El dolor me atraviesa cuando uno de los hombres hunde la punta de su arma en la herida de mi pierna, haciéndome morder la lengua para no darle el gusto de oírme gritar a causa del dolor. Tenía tanto tiempo sin sentir algo tan desolador.

- Te dije que me las pagarías, Magnus Lacrontte, así que espero que lo disfrutes. - Replica Gretta con superioridad.

La miro fijamente y veo en sus ojos una frialdad que conozco perfectamente, es la misma que siempre reflejan los míos.

Escucho un alarido ensordecedor que proviene desde afuera y reconozco de inmediato la voz de Francis. Puedo asegurar que esta intentando entrar al comedor pero antes de poder sentir alivio por su esmero, un disparo lo hace callar.

Grito cuando me golpean en las costillas. Me han dado una patada. Siento mi cuerpo sacudirse ante el fuerte impacto y desconozco la razón por la que aún continuo consciente.

Veo a los lejos y en medio de la sangre que se escurre en mi cara el fierro ardiente que acercan a mi pecho, lucho en vano y me muevo entre gritos al saber cual es su intención. Van a marcarme como cual ganado.

Uno de los soldados abre mi camisa con fuerza, rasgándola con violencia para dejar mi torso completamente desnudo.

- ¿Por qué me haces esto, Gretta? - Recrimino buscando su mirada, en esta ocasión ella no me la sostiene.

Antes de que el hierro llegue, me muevo lo más rápido posible evitando que la brasa se asiente sobre mí en su totalidad, pero aun así una parte de ella queda grabada en mi piel.

Siento mi cuerpo arder y las lagrimas de rabia fluyen por mi rostro. Me siento pisoteado y traicionado por la persona que mas cariño le tenía en mi vida.

Escupo mucha más sangre de la que se derrama por mi pierna cuando Sigourney se aproxima y me golpea el rostro una y otra vez.

- ¿Por qué te moviste? - Pregunta sonriente. - No dejaste que te marcara bien.

- Eres un maldito bastardo. - Bramo con la poca fuerza que me queda.

- Hasta aquí llego tu vida, Magnus Lacrontte.

- Sabes que no saldrás vivo de aquí. - Aseguro desafiante.

- Que lastima que no estarás para verme apoderarme de tu reino.

Toma nuevamente el fierro y lo acerca a mi cuerpo. Ahora son cuatro hombres los que me sostienen con ímpetu y a pesar de mi resistencia siento el calor quemar mi pectoral derecho con una fuerza infernal que hace que quiera desmayarme.

Lucho por no cerrar los ojos y perder la conciencia a causa del dolor.
Un par de marcas más van hasta la parte baja de mi abdomen y otra es puesta cerca a mis laterales.

- Juro que pagaras por esto o dejo de llamarme Magnus Lacrontte. - Declaro en medio de gritos de dolor.

Cuando se aleja de mi con un gran gesto de altivez, veo a Gretta llorar ante la escena, ¿cómo se atreve esta hipócrita?

Sigourney desenfunda su pistola y la apunta hasta mi cabeza. Es el fin, es mi fin y no logré nada en este vida.

No vengue la muerte de mis padres y moriré por causa de una maldita mentirosa a la que le entregue mi confianza y todos mis años.

- ¡No, Aldous! - Grita Gretta interponiéndose entre él y yo. - No lo mates.

- A eso he venido y no me lo impedirás.

- Si lo matas te juro que me iré de tu lado, así que tú decides.

- ¿A qué viene esto ahora? Esta fue tu idea.

- Ya ha aprendido su lección. - Clama nuevamente. - Déjalo vivir con la humillación.

Siento a Sigourney caminar de un lado a otro consumiendo las palabras de Gretta. Entre cada silencio de su voz la carne viva de mi piel genera mucho más dolor.

- Bien, tienes razón. - Dice luego de unos segundos. - De una u otra forma ya ha quedado marcado por mi.

Estoy cansado, adolorido, pisoteado, exprimido y todo lo que le sigue. En este momento no sé si odio más a Gretta o a Silas Denavritz.

Dejo caer mi cabeza hacia adelante, luchando por no desmayarme. No le daré ese gusto a pesar de su inminente victoria, no le daré la satisfacción de verme inconsciente bajo sus pies.

Escucho pasos alejarse, pero las piernas de Gretta no se mueven ni un centímetro. Los hombres aún me sostienen con fuerza pero poco a poco comienzan a soltarme.

- Magnus. - Susurra temblando mientras se agacha frente a mi.

- Lárgate. - Grito con tal fuerza que se escuece mi garganta. - Ya has cumplido tu objetivo, ahora lárgate maldita traidora.

La veo llorar con desconsuelo y me llena de ira su actitud de victima cuando esta claro que es el victimario.
Se levanta a tropezones cuando desvío la mirada hacia la pared a mi lado y sale de la habitación junto a los guardias que un la esperan.

Me desplomo completamente en el piso, palpando la magnitud de las heridas. Mi piel arde aún sin tocarla y el dolor se intensifica aún más cuando paso la yema de mis dedos por su extensión.

Pasan al menos dos minutos antes de que la puerta vuelva a abrirse y un par de pasos apresurados llegan a mi para tirarse junto a mi con urgencia.

- Lo siento, lo siento tanto. - Susurra Francis con desesperación.

Levanta mi cabeza y la pone en su regazo. Soy como un objeto moldeable que esta a punto de desintegrarse.
Tiemblo bajo su cuerpo, totalmente acabado, herido y con un dolor infernal que me consume entre cada respiración.

- ¿Por qué me hizo esto, Francis? - Pregunto entre lagrimas de dolor. - ¿Por qué?

- Aún no encuentro una explicación lógica para sus actos pero te prometo que todo estará bien.

Me siento denigrado en esta posición. Vuelvo a ser ese niño de 12 años que sufre a causa de una traición.

- Era mi amiga, mi única amiga. ¿Por qué me traiciona de una manera tan cruel? - Cuestiono decepcionado. - No es amor lo que ella profesa, el amor no haría algo así.

- Es obsesión y no hay nada más peligroso que un corazón rechazado y obsesivo.

Francis detalla mi figura con precaución como si hiciera una lista de todas mis heridas y es entonces donde me doy cuenta de la suya.
La sangre empapa su camisa ante lo que supongo es una bala alojada a un costado de su cuerpo.

- ¿Cómo impediste que te hicieran más disparos? - Pregunto en un intento por distraerme del dolor.

- Me hice el muerto en el piso. Sabía que si tú morías necesitabas a alguien que te vengará a ti y a tus padres. Así que no podía darme el lujo de fallecer. - Sonrío y la implacable furia de mis heridas me atraviesa. - Traeré un médico, no te muevas.

- Aunque quisiera, no puedo hacerlo. - Mi voz sale en un hilo, casi imperceptible.

Francis camina fuera, sosteniendo con fuerza la herida en su cuerpo mientras pequeñas gotas de sangre preceden su camino.

Intento mantenerme cuerdo para no dejarme vencer por el dolor, mientras espero a alguien que regrese por mi. Odio sentirme atado a mi cuerpo inerte, sin poder moverme o valerme por mi mismo.

Escucho mi corazón latir rápido, luchando por no empezar a agonizar y morir. Trago fuerte a pesar del dolor de mi garganta y el ardor de mi pecho.

Minutos más tarde Francis regresa acompañado de un hombre con maletín café, quien se arrodilla a mi lado para sacar con urgencia un sin fin de artilugios de aquella valija. Jamás había estado tan feliz de ver a un médico.

Francis toma mi mano y yo la aprieto con fuerza mientras grito de dolor al ser curado y enmendando.
Cierro los ojos y muerdo mi labio inferior al sentir como son tocadas las cicatrices de mi piel y es retirada la bala que se aloja en mi pierna para luego empezar a ser suturado.

- Maldita, Gretta. - Bramo colérico al sentir el alcohol encender como brazas mi cuerpo.

Los minutos pasan y Francis no se mueve ni un centímetro, a pesar de verlo luchar contra el dolor de su herida. No sé como podría agradecerle, aunque seguramente jamás lo haré.

Cuando el medico acaba de poner el vendaje en mi torso y muslo, me ayudan a levantarme para llevarme hasta mi habitación.

- No me moveré de aquí hasta que te revisen. - Advierto, mirando a Francis.

- Estoy bien, no debe preocuparse. Pero si es necesario que usted vaya a descansar a su habitación.

- Ya dije que no me moveré de aquí. - Repito nuevamente con el dolor vivo en las llagas de mi piel.

Después que Francis cediera y permitiera ser curado, caminamos con dificultad por las escaleras del palacio. Por primera vez maldigo el tener tantos pisos en el palacio.

Las heridas duelen mientras subo cada escalón y debo ser fuerte para no pedir un descanso cuando llegamos a la segunda planta.

Al llegar a la habitación miro fugazmente mi apariencia en el espejo. Mi pómulo esta hinchado a causa de los golpes, mi torso esta totalmente vendado y el cojeo en mi pierna es evidente.

Me acuesto en la cama a trompicones, sintiéndola rígida y nada cómoda para el descanso. ¿Cómo he dormido aquí tanto tiempo?

- No recibiré visitas de nadie, ni siquiera de mi abuela. - Advierto a Francis, quien toma lugar a mi lado. - No permitiré que nadie me vea en este estado.

- Entendido, majestad. - Dice condescendiente.

- ¿Cómo nos atacaron con tanta facilidad?

- Las tropas no estaban preparadas para un ataque y antes de que pudieran llegar aquí, Aldous y su ejército ya se habían tomado el palacio. Nuestros guardias no fueron suficientes pues ellos nos triplicaban en número y venían dispuesto a no dejar nada vivo en el camino.

- ¿Cómo esta el pueblo?

- Bien, afortunadamente no les han hecho nada. Fuimos su único objetivo.

- Debemos trazar el plan de venganza lo antes posible.

- No lo creo conveniente. - Dice convencido. - Ellos estarán prevenidos al menos por un mes y usted necesita sanar completamente antes de enfrentar cualquier batalla.

- Pero esto no se puede quedar así. - Discrepo molesto.

- Y no sé quedará, pero por ahora debemos aguardar como el león acechando su presa.

- Magnus, cariño. - Vanir se abre paso en la habitación con un gesto de preocupación incalculable.

Francis se levanta de inmediato e intenta mediar con ella para que se retire, cosa a la cual se niega.
Ahora no estoy de humor para sus empalagosas caricias.

- Ahora no quiero hablar con nadie, Vanir. Espero lo respetes.

- No creas que voy a irme y dejarte solo en un momento este.

- Ya he hablado y espero obedezcas. - Espeto cubriéndome con las cobijas. Me niego a ser visto en este degradante estado.

- Magnus, por favor.

- Quiero que te largues, Vanir. - Grito enfurecido, haciendo que mis heridas ardan.

Francis la saca de la habitación, intentando convencerla de que es mejor dejarme solo.

Hoy como nunca antes en la vida, quiero estar solo. No quiero verla a ella ni a nadie. Quiero sanar alejado de todos y no ofrecer una vista patética de un rey malherido que ha sido traicionado por una de las personas en quien más confiaba.

Gretta es ahora un ser despreciable bajo mis ojos y pagará con mi desdén cada una de las heridas.
Soy un hombre remendado que debe cargar con una nueva daga clavada en mi espalda, lo cual me convence de que jamás lograré alcanzar la paz de mi turbulento corazón.

Notas de autor.

¡Hola!, Hello!, Hei!

Un minuto de silencio por el dolor de Magnus Lacrontte y un aplauso para el leal Francis Puntresh.

¿Qué tal les pareció la visita de Stefan? ¿Comprenden un poco mejor su situación o lo siguen odiando igual?
Me encantaría leer sus impresiones sobre el capítulo.

Sin otra cosa que decir, los quiero y nos vemos en el siguiente capítulo.

Me puedes encontrar en Instagram como @karinebernal

Continue Reading

You'll Also Like

736K 45.2K 100
Atenea Guzmán de la Torre: Una mujer perfecta no solo físicamente, con tan solo 25 años de edad es una empresaria multimillonaria exitosa, también es...
8.8K 699 17
Lo del título
28.5K 1.1K 26
Rf wally x. y/n esto podría contener: -contenido +18 -gore +imágenes en si contenido +18 son varias cosas delicadas así que no es necesario seguir...
7K 675 31
Llegará un nuevo integrante a los smiling critters el cual pondría de cabeza todo.