Outlawed - jjk, knj

By DearWeirdMaria

434K 28.3K 47.2K

Los límites de la legalidad están bien marcados. ¿Robar? Delito. ¿Matar? Delito. ¿Exceso de velocidad? Delito... More

02 km/h
03 km/h
04 km/h
05 km/h
06 km/h
07 km/h
08 km/h
09 km/h
10 km/h
11 km/h
12 km/h
13 km/h
14 km/h
15 km/h
16 km/h
17 km/h
18 km/h
19 km/h
20 km/h
21 km/h
22 km/h
23 km/h
24 km/h
25 km/h
26 km/h
27 km/h
28 km/h
29 km/h
30 km/h
31 km/h
32 km/h
33 km/h
34 km/h
35 km/h
36 km/h
37 km/h
38 km/h
39 km/h
40 km/h
41 km/h
42 km/h
43 km/h
44 km/h
45 km/h
46 km/h
GOAL
EXTRA LAP 1
EXTRA LAP 2
Nota: Mousetrap
EXTRA LAP 3
EXTRA LAP 4
EXTRA LAP 5

01 km/h

23.4K 786 852
By DearWeirdMaria

—Sí, sí, sí... Pues no sé, espero que acabe pronto, porque estas cosas son un coñazo.... Sí, si ves que se alarga más de dos horas, llámame, que así cumplo y me largo... Sí, claro. Besos. Ciao.... Oye, perdona, ¿puedes cambiar esta canción? Me pone dolor de cabeza.

—Claro —mascullo apartando mi mano derecha del volante para pulsar el botón de siguiente canción que aparece en la pantalla de mi móvil. He puesto una lista de pop internacional a petición expresa de mi jefa, pero la señorita no parece conforme.

—Esta tampoco —me indica. Si miro por el retrovisor, veo que está señalando el móvil con su índice—. ¿Puedes poner alguna en concreto?

«Claro. Espera, que ahora mismo quito las manos del volante para poner tu puta canción y nos estrellamos. Seguro que duele menos».

—Estoy conduciendo, señorita Cebes. Pero puedo pasar la canción si lo desea.

—Pues sí, me encantaría.

Su voz me saca de quicio, lo juro. Así que para que lo vea bien, hago una floritura con la mano antes de poner el dedo sobre el botón y volver a pasarla. Intento mantener la izquierda fija en el volante y la vista en el frente para no estrellarnos (no me pagan lo suficiente como para costearme el médico si nos pegamos la hostia del siglo), pero la derecha la dejo en el botón por si después de los primeros acordes tampoco le gusta.

«A lo mejor la señorita Cebes prefiere el rock alternativo. Tendría que haber puesto mi lista».

La influencer que llevo en la parte de atrás de mi coche me dice que pase la canción al menos cinco veces hasta que suena... Yummy de Justin Bieber. ¿En serio? ¿No había otra?

Por como tararea por lo bajo y se mueve como si fuese un pulpo fuera del agua, le encanta, así que retorno mi mano al volante.

«No me pagan lo suficiente».

Dado que soy auxiliar de fotografía no, no cobro lo necesario. Se tiende a pensar que lo que se paga a los auxiliares es la experiencia, y la remuneración pasa a ser una especie de obra caritativa. Casi lo parece por la suma tan ridícula que supone para mi cuenta bancaria, pero encima me tengo que conformar, porque encontrar un trabajo en el gremio es complicado, muy complicado. Y tengo que tragar mucha mierda si quiere un puesto fijo y sí, esa mierda incluye hacer de chófer para los influencers del momento que posan para mi jefa.

Por raro que parezca, la castaña que tengo detrás cantando una canción horrible de la peor forma posible, también pertenece a ese selecto grupo al que tanto asco le estoy cogiendo. Se llama Elena Cebes y es una influencer de fama mundial. Su historia la verdad es que me hizo gracia, porque me pareció ridícula. Al parecer, la chavala estuvo viviendo en España una temporada y grabó un vídeo comiéndose un kilo de un alimento llamado percebes (que se parecen bastante a micropenes con uña al final) en cinco minutos. Subió su gran hazaña a Youtube bajo el nombre de Elena Cebes, y como la chica es guapa y, encima, internacional, el vídeo se hizo viral. De ahí empezó a hacer tutoriales de maquillaje, más vídeos engullendo como una posesa y hasta hauls de ropa. Ahora las marcas se la rifan para que se ponga sus prendas, y su visita a Corea no ha sido una excepción: todas las empresas del país la quieren a ella y los restaurantes más prestigiosos ya han hecho una reserva a su nombre.

Hoy, en concreto, tenemos una sesión de fotos para un nuevo modelo de Samsung que se dobla. Sinceramente, ese móvil me da miedo, es como si la pantalla se fuese a romper en cualquier momento. Y si no es por eso por lo que me genera ese sentimiento, es porque es un claro signo de que estamos retrocediendo en el tiempo, porque pensaba que los móviles de tapa se habían superado. Pero debe ser que no, porque ahí está ella, en la parte trasera de mi coche, con un puto iPhone último modelo, mientras es trasladada al estudio de fotografía por una simple becaria para posar con un móvil que ni siquiera utiliza. Ironías de la vida.

El móvil me da escalofríos, pero si me lo regalasen como a ella, seguramente lo usaría, porque el dinero no sobra, precisamente.

A ella parece que sí, porque estoy empezando a sospechar que se la suda si nos estrellamos. También es verdad que el coche no es suyo y no le ha costado años poder ahorrar para comprarlo... De segunda mano.

—¿Podrías buscar a Justin Bieber y poner solo su música? Es que es mi mood ahora mismo.

«Claro, cómo coño vamos a romper el mood de la artista».

—Señorita Cebes, estoy conduciendo —insisto, esperando convencerla de una vez, pero su bufido frustrado me dice que no.

—Es que me está dando dolor de cabeza esta playlist. Y yo con dolor de cabeza no puedo trabajar, como comprenderás. Me tendrás que llevar a casa.

—Mejor con un ibuprofeno en el cuerpo que en el hospital, ¿no cree?

Me atrevo a mirar por el retrovisor para observar su cara de frustración. Sé que no debería incordiar a una cliente, pero es que me está tocando los ovarios, sinceramente.

—Seguro que has escrito mensajes mientras conducías, escribir Justin Bieber es pan comido.

Respiro cinco veces y al final, como quiero que se calle de una puta vez, mantengo firmemente aferrado el volante con la mano izquierda y la derecha la muevo al móvil para buscar al puto Justin Bieber. No tardo mucho, porque lo encuentro yéndome directamente a la canción anterior, y entonces mi querida amiga parece contenta y se pone a tararear. Al fin.

«No sé si prefiero esta tortura o la anterior».

Justin Bieber es una banda sonora de mierda para cualquier cosa, y debería estar declarado en algún sitio que escucharlo solo puede hacer que pasen cosas malas. Romperte los tímpanos, por ejemplo. Si no es con él, con la voz de la gente que lo corea, como la que llevo en el coche.

Por eso no debería extrañarme que su voz esté atrayendo, irremediablemente, los peores escenarios posibles en la travesía de apenas veinte minutos hasta mi lugar de trabajo. Y, sin embargo, cuando pego un frenazo de golpe porque veo un coche venir de frente en dirección al mío, me doy el susto de mi vida.

Siempre he pensado que en un momento cercano a la muerte mi vida pasaría ante mis ojos como en las películas. Todas las imágenes así a toda hostia con una música muy dramática pero relajante para poder morirse en paz. Y ahora no hay imágenes, porque lo único que veo es el puto morro del Mercedes acercándose como a cámara lenta sin poder hacer nada, y de banda sonora lo mejor de lo mejor: Justin Bieber.

«Fantástico, voy a morir con una influencer en la parte de atrás de mi coche mientras un Mercedes hace un sándwich con mi pequeño Hyundai. Qué bien».

Cierro los ojos porque prefiero no verlo, aunque sí que lo siento. Mi coche desplazarse ligeramente, mi cuerpo moviéndose por el impacto y el sonido del metal abollándose por encima de la voz del canadiense.

Cuando levanto los párpados espero encontrarme sangre, tener un hierro clavado en alguna parte de mi cuerpo o no poder mover el cuerpo porque me he roto el cuello. Pero claro, solo estoy exagerando, porque yo he frenado a tiempo y el conductor del otro coche no podía ir a más de treinta por hora. Repaso mi cuerpo, que parece en perfectas condiciones, antes de clavar mi mirada al frente, en el coche que se ha quedado detenido de medio lado en todo el centro de la carretera. Lo conduce un chico que parece tan confundido como yo. Aunque qué coño, por qué debería estar confundido si es él quien ha metido el morro en mi carril y el que casi me mata.

—¿Por qué nos paramos? Tengo prisa.

La voz de Cebes me saca más de mis casillas de lo que ya estoy, porque solo ver al chaval saliendo del coche para ver el destrozo me enciende como una cerilla, así que, sin medir mucho mis movimientos ni mi estado de salud, salgo del coche a toda hostia para encararle.

—De qué coño vas, ¿eh? ¡¿No has visto que ibas en puta dirección contraria o qué?!

—P-perdón es que había un coche en doble fila y he intentado rebasarlo, pero...

—¡Pues haber visto mejor si venía un coche de frente! ¿Dónde te han dado el carné? ¿Lo has conseguido en una puta caja de cereales o qué?

—Oye, tranquila —me dice el chaval, alzando los brazos para que haga lo que me ha pedido—. Ha sido un error y no me voy a escapar, así que ahora hacemos el parte y...

Los coches que hay detrás de los nuestros se ponen nerviosos y empiezan a pitar, y no hay nada que soporte menos en el mundo que ese sonido estridente. Creo que es porque mi cerebro lo ha asociado de inmediato a que yo solo pulso el claxon cuando estoy de muy muy mala hostia... así que me pongo todavía peor.

—Ya, un error. Seguro que alguien como tú se puede permitir tener esa clase de errores, pero es que no quiero ni mirar cómo ha quedado mi coche. Y seguro que el tuyo ha quedado perfectamente nuevo, que es como está.

—Bueno, pues...

Sus ojos dejan de observarme para mirar los morros de nuestros vehículos, y no sé en qué momento me ha parecido buena idea seguir su mirada porque... me hundo.

«Más le vale pagármelo».

Su coche, como bien he indicado, tiene el morro prácticamente nuevo, pero el mío... No puedo decir lo mismo. Supongo que es la calidad de los materiales, que hace que mi coche parezca mantequilla derretida en la parte que ha tocado el suyo: un faro (que son caros de cojones, encima) y parte del parachoques.

—No me jodas...

—Estás montando un drama, de verdad. Si quieres dejamos de perder el tiempo, rellenamos el parte y arregla...

—¡¿Arreglado?! ¡Si ni siquiera me has pedido perdón, imbécil! Y mira cómo está mi coche, míralo. ¿Cómo voy a ir a trabajar con él así? ¿Me lo explicas?

—Se puede conducir perfectamente de día sin un faro.

—Ah, ¿ahora vas de chulito?

—¿Quieres hacer el parte ya? Tengo prisa.

—Ya, y yo, pero adivina qué: me has reventado el coche.

El moreno se pasa la lengua por el interior del carrillo y desconozco la razón, porque no le conozco de nada, pero me saca de quicio.

—Haekim, tengo una agenda muy apretada y si no te pones en marcha de inmediato no voy a poder hacer la sesión de fotos.

Me giro de golpe ante el otro incordio que se me ha presentado esta mañana, echando fuego por las orejas y, por como recula, creo que se da cuenta de que no está el horno para bollos.

—Me llamo Haerin, y vas a venir a la puta sesión. ¿O acaso no ves que acabamos de tener un accidente?

La chavala será famosa, pero muchas luces no tiene, porque entonces levanta la vista del móvil para observar el desastre.

—Oh... Bueno, ponte en marcha, se puede conducir así.

«La mato».

—Métete en el coche, que en cuanto haga el parte me pongo en marcha —espeto con más cabreo del que debería mostrar, pero ella parece no darse cuenta.

—Ah, ¿ya te has cansado? ¿Vamos a firmar los papeles ya?

—¿Y tú? ¿Piensas pedirme perdón?

—Voy a asumir la culpa, eso es suficiente —dice antes de abrir la puerta del asiento del conductor, meter medio cuerpo en el vehículo y sacar una carpeta con papeles.

—No es suficiente. Cuando haces algo mal se piden perdón, ¿lo sabes? ¿O tampoco te han educado?

—Perdón, ¿contenta? —me dice, tendiéndome la carpeta con un boli. En la parte superior está su papel del seguro ya firmado a nombre de un tal Jeon Jungkook. Me lo grabo a fuego para ponerlo en mi lista negra y luego me guardo la prueba en el bolsillo trasero de mis vaqueros, antes de empezar a rellenar el siguiente parte con mis datos. Por suerte, tengo una nota en el móvil con el puto numerito del seguro del coche, porque no me apetece abandonar mi posición por si huye, así que lo relleno en tiempo récord antes de tenderle el papel.

—No estoy contenta. No lo voy a estar hasta que esté arreglado el coche. Y como me haya dado un puto latigazo cervical por tu culpa, llamaré para que me costees el médico.

El chico se queda con los ojos abiertos de par en par, sin creerse lo que le estoy diciendo, antes de sonreír de lado. Coge la carpeta que le tiendo y, tal y como he hecho yo, observa el papel antes de guardárselo en la bomber negra que lleva.

—Pides mucho, ¿no? Iba a menos de treinta por hora; no te va a dar un latigazo cervical.

—Vaya: kamikaze, chulo y ahora médico. ¿Qué más debo de incluir en tu currículum? Para pasárselo al seguro, digo.

También le debe hacer gracia el comentario, porque sonríe airadamente antes de sacar el móvil del otro bolsillo de su bomber y mirar la hora.

«Vaya, que el señorito tenía prisa. Es verdad».

—Tú solo pasa lo que tengas que pasar para arreglar el coche y ya está. Adiós.

Y tal y como se ha estrellado contra mi coche, coge y se pira. Es decir: con violencia y velocidad, por mucho que diga que no. Como a mí tampoco me sobra el tiempo, después de observar que el coche puede llegar al menos hasta el estudio, me monto en el asiento del conductor y arranco para meter un poco el turbo y llegar a tiempo. Porque, por si no me he dado cuenta de que he perdido un tiempo valiosísimo, ahí está la inteligentísima Elena Cebes para recordármelo.

—A las doce tengo un compromiso, así que el tiempo que lleguemos tarde lo descontaré de la sesión —anuncia—. Y por favor, vuelve a ponerme la lista de Justin Bieber. Estas cosas me dan dolor de cabeza.

«Más me das tú y no me quejo».




—¡Haerin! ¡Veinte minutos tarde! Te dije que puntualidad; Elena es muy estricta con el tiempo, sabes que tiene muchos compromisos en la temporada que va a estar aquí.

A mi jefa parece importarle una mierda que haya venido con la lengua fuera, la influencer sana y salva y, encima, con el fondo blanco que me ha pedido del almacén.

—Lo siento, Bora. Un imbécil se ha estrellado contra mi coche y he tenido que parar a hacer el parte. Si quieres te enseño...

Mi jefa me mira frunciendo los labios antes de chasquear la lengua en un gesto que me conozco de memoria. Vendría a ser un equivalente a: «¿Qué hacemos hoy con Haerin?». Normalmente no llego impuntual ni soy tan desgraciada como para que la gente me reviente el coche, pero sí que es verdad que, aunque me llevo bien con mi jefa (al menos, lo suficiente como para poder tutearla), es muy exigente con algunas cosas y no mide bien las cargas de trabajo. Y a veces, simplemente, me pide demasiado para lo que cobro y para lo que puedo hacer. Por ejemplo, ir a recoger comida a un restaurante que está a media hora y tardar solo cuarenta y cinco minutos en llegar al estudio. Y por mucho que le diga que es imposible, debe ser que ella sí que sería capaz de hacerlo, porque pone esa cara todas y cada una de las veces que no alcanzo sus objetivos, aunque sea por dos minutos de diferencia.

Aun así, algo debo de estar haciendo bien (aguantar), porque todavía no me ha echado.

—No es necesario. Le diré a Seojun que se dé prisa con la sesión... ¿Puedes ir a por el almuerzo de Elena? Quiere un poco de pavo y queso fresco.

—¿Pavo y queso fresco? ¿Dónde consigo eso?

—Investiga. Te quiero aquí en... cuarenta minutos.

—Vale —respondo, haciendo una reverencia de noventa grados.

Mi jefa se va enseguida, tan deprisa que creo que no me ha visto dejarme la espalda, y yo suspiro cuando me incorporo. El incordio que he tenido que soportar los cuarenta minutos (que se me han hecho como tres horas) se coloca en un taburete mientras otro de los becarios del estudio se encarga de poner el fondo blanco que yo he traído. Mi jefa le tiende el dichoso móvil que se dobla y recoge su iPhone para que puedan fingir durante unas horas que le encanta tanto como a mí y que en su vida real no le da el dinero a la competencia.

Por desgracia, yo no puedo fingir que me van las cosas tan bien, porque tengo que volver al parking para encontrarme con mi coche, que tiene el morro destrozado. No recuerdo la regulación de tráfico en estos casos, pero probablemente si ven el estado de mi vehículo me pongan una multa. Solo espero que me dé tiempo a conseguir el aperitivo de mi nueva mejor amiga antes de que la policía mi pille.

«Fantástica. Mi vida es fantástica».

----

Helloooo,

Ya estoy aquí con oootra nueva historia. No sé si venís aquí por primera vez o venís de mi anterior proyecto (The Ghost of It), pero como dije ahí, esta historia creo que será más cortita y más ligerita en general. Creo que se ve un poco ya con la protagonista y su forma de narrar. ¿Qué pensáis de ella?

Al ser el primer capitulinchi tampoco tengo mucho que decir, solo me queda saber vuestras impresiones después de tan cortito arranque. ¿Qué pensáis que va a pasar? ¿Por dónde creéis que tirará la historia?

¡Os leo!

PD: creo que esta es una de las primeras veces que empiezo una historia y puedo decirlo, pero ya sabéis que en alguna ocasión os he dicho que las portadas me las hace mi hermana. Esta, como no podía ser de otro modo, es suya (el título también se lo debo a ella pero eso es oootro tema). El caso es que se ha hecho un Wattpad para hacer portadas, por si necesitáis alguna para vuestras historias, el nombre de la artista es jungkovers  :)

PD: Stream María de la Hwasa. Temazo.

Continue Reading

You'll Also Like

49.6K 4.5K 20
Si no fuera demasiado tarde ¿No podemos volver a estar juntos? Si estás luchando igual que yo ¿No podemos hacer las cosas un poco más fácil? ¿Por qué...
5.7K 397 6
Patricia: A la orden -repitió un tanto molesta- X: ¿¡Eh!? -movió ligeramente la cabeza- estoy buscando a Armando Patricia: ¿de parte de quién? -preg...
4.3K 407 13
➪Hɪsᴛᴏʀɪᴀ ɴᴏ ᴍᴜʏ ʟᴀʀɢᴀ Iɴᴛᴇɴᴛᴀʀᴇ ʀᴇᴅᴀᴄᴛᴀʀ ᴛᴏᴅᴏ ʙɪᴇɴ, ʏᴀ ǫᴜᴇ ᴇs ʟᴀ ᴘʀɪᴍᴇʀᴀ ᴠᴇᴢ ǫᴜᴇ ᴠᴏʏ ᴀ ᴇsᴄʀɪʙɪʀ sɪɴ ʟᴏs ɴᴏᴍʙʀᴇs ᴅᴇ ʟᴏs ᴘᴇʀsᴏɴᴀᴊᴇs ᴀ ᴜɴ ᴄᴏsᴛᴀᴅᴏ ᴄᴜᴀ...
1.4K 139 12
Ha pasado ya casi un año desde que Peter se convirtió en Spider-Man, y las cosas han vuelto a ser normales otra vez.... Sin embargo, un enemigo surgi...