El corazón del Rey. [Rey 3]

By Karinebernal

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Las huellas de un pasado doloroso persiguen al rey Magnus Lacrontte, quien ha levantado murallas para no volv... More

Importante Leer.
Prefacio.
Capítulo 1.
Capítulo 2.
Capítulo 3.
Capítulo 4.
Capítulo 5.
Capítulo 6.
Capítulo 7.
Capítulo 8.
Capítulo 9.
Capítulo 10.
Capítulo 11.
Capítulo 12.
Nota explicativa. - Importante leer.
Capítulo 13.
Capítulo 14.
Capítulo 16.
Capítulo 17.
Capítulo 18.
Capítulo 19.
Capítulo 20.
Capítulo 21.
Capítulo 22.
Capítulo 23.
Capítulo 24.
Capítulo 25.
Capítulo 26.
Capítulo 27.
Capítulo 28.
Capítulo 29.
Capítulo 30.
Capítulo 31.
Capítulo 1. Presente.
Capítulo 2. Presente.
Capítulo 3. Presente.
Capítulo 4. Presente.
Capítulo 5. Presente.
Capítulo 6. Presente.
Capítulo 7. Presente.
Capítulo 8. Presente.
Capítulo 9. Presente.
Capítulo 10. Presente.
Capítulo 11. Presente.
Capítulo 12. Presente.
Capítulo 13. Presente.
Capítulo 14. Presente
Capítulo 15. Presente.
Capítulo 16. Presente.

Capítulo 15.

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By Karinebernal

Meses después.

En estos meses Vanir y yo hemos estado más cerca que nunca. Hemos discutido, reconciliado, distanciado, dormido juntos, gritarnos, profesarnos amor y un montón de cosas más.

El primer mes fue casi idílico. Parecía que no podíamos estar separados por mucho tiempo.
Tuvimos largas conversaciones en la madrugada, noches de pasión consumadas, secretos relevados, besos inagotables y apoyo incondicional.

Le he abierto mi corazón casi por completo. Le he permitido conocer mis miedos, anhelos, metas. Le he confesado mis ansias por asesinar a Silas y ella ha respaldado esa decisión.

Tanta es la confianza que le he brindado para que escudriñe mi alma que me ha pedido en múltiples ocasiones que le cante como una vez le dije que lo hacía, cosa a la cual me he negado rotundamente. No abriré la boca para hacer tal acto, jamás.

Vanir parece encajar en mi vida a la perfección. No puedo mencionar cosas que me molesten de ella pues todo es increíble, salvo su devoción completa a mi. Parece que si hoy digo que el cielo es verde ella así lo aceptará.
Es como si mis palabras fuera una ley que no se atreve a desobedecer, lo cual suele ser muy frustrante, tanto así que comenzó a vestirse solo con los colores de mi preferencia; Al principio me parecía un gesto admirable pero luego comenzó a ser agotador.

Los meses siguientes han hecho que los guardias se acostumbren a su presencia y el pueblo suspire estúpidamente al vernos juntos. Los habitantes la adoran y la proclaman como su próxima reina.

El 15 de agosto tuvimos una fuerte pelea, debido al viaje que hice a Mishnock para asistir a una reunión que Stefan había programado para conmigo, y por ello no pude pasar todo el día junto a ella celebrando su cumpleaños como lo habíamos planeado.

Fui difícil arreglar la situación, pero al final comprendió que los asuntos del reino son lo más importante para mi. Sin embargo le hice pasar una excepcional noche de celebración donde accedí a hacer lo que todo lo que ella quisiera.

Luego de eso, hubo casi un mes entero en el cual no nos dirigimos la palabra y la discusión surgió porque me exigió alejarme de Gretta, cosa que jamás aceptaré. Nadie va a llegar a ponerme condiciones sobre con quien debo relacionarme, por ello cuando le deje claro que no tenía ningún derecho a exigirme nada, tomo una actitud caprichosa que yo no pensaba alentar y se alejo de mi, esperando que fuera en su búsqueda.
Así que cuando se dio cuenta que yo no daría mi brazo a torcer, retomamos la relación solo cuando recapacito y vino al palacio con las ideas claras.

Creo que el intentar hacerla feliz le hizo creer que le rogaría para que no se enojará conmigo.
Pero si de algo estoy seguro es de que yo nunca caería tan bajo para rogarle a alguien de esa manera.

Por otra parte y después de la noche en la que le dejé las cosas claras a Lerentia, fui en busca de Gregorie quien aún estaba reacio a recibirme.
Aún podía ver el dolor en su mirada y el rechazo que mi presencia le causaba, sin embargo ya se encontraba más reconfortado. Sé que había sufrido mucho después que Lerentia lo desecho como si no valiera nada, por lo que me alegró verlo más tranquilo.

Gregorie no podría creer que hubiese hecho algo así contra la princesa Wifantere y aunque nunca lo dijo sé que estaba agradecido por la venganza.

Nuestra relación se ha ido recuperando día tras día y hasta el momento puedo concluir que nos encontramos como si nada hubiese pasado.

A comienzos de septiembre viajamos a Dinhestown para ambientar el castillo según mis preferencias y ajustar todos aquellos asuntos que aún no se habían concretado.

Ya se agregó al mapa de Lacrontte las nuevas tierras conquistadas, he dejado marchar a todas las familias que así lo han decidido y los que se han quedado tuvieron que adaptarse a las nuevas leyes, pero también fueron cobijados bajo los derechos de Lacrontte.

Por un momento quise destruir los jardines de Relfcold pero Francis me persuadió para no hacerlo, así que simplemente prohibí las visitas al silvestre lugar.

A pesar de aumentar la economía de Lacrontte, no visito demasiado Dinhestown. El montón de colores que rodean el castillo me inquieta un poco, por lo que delegue un embajador para se encargará de la problemas de mis nuevos pobladores.

En cuanto a los asuntos de la guerra, las cosas han variado a medido que pasan los meses.
Después del ataque en el baile en honor a Lerentia, Mishnock inicio el reclutamiento en el reino, volviendo el servicio militar obligatorio cosa por lo cual tuve que intervenir y hacer un atentado en la base militar de Quinston para dejar en claro mi desaprobación frente a sus actos o de otra forma la victima luego sería la base militar central de Palkareth.

Mientras estoy en mi oficina esperando al conde Cournalles, quien ayer por medio de una carta expresó su interés por reunirse conmigo de manera urgente. Escucho de un momento a otro unos golpes en la puerta que irrumpen mi espera.

- Majestad. - Se oye desde afuera el llamado de un guardia. - Tiene una visita.

- Si es Cournalles hágalo pasar. De otra manera no me interesa. - Grito sin moverme.

La perilla se mueve y la puerta es abierta, permitiendo el ingreso a uno de los guardias. ¿Dónde esta el conde?

- Disculpe, majestad. - Espeta el hombre. - Pero sé que esto le interesará.

- Más le vale. - Advierto molesto. - Si no he de informales que será enviado a la horca.

Antes de poder levantarme, observo la figura de Valentine Russo caminar hacia el interior de mi oficina, arrastrando consigo un vestido enlodado, zapatos sucios y pelo enmarañado.

- Hola, majestad. - Saluda con la cabeza gacha.

- Valentine, ¿dónde esta tu padre?

Comienza a sollozar deliberadamente, sorbiendo por su nariz. Juega con sus manos con nerviosismo, manteniendo la cabeza baja.

- Esta muerto. Silas lo descubrió visitándote y supieron que te ayudaba a vigilar su monarquía.

¡Por Dios, me quede sin espía!. Intento asimilar la noticia con naturalidad, fallando estrepitosamente ante el peso que tal información trae consigo.

- Lo lamento. - Es lo único que consigo decir.

- Fue decapitado anoche. - Anuncia inconsolable. - Y nosotros fuimos desterrados.

- Eso explica tu apariencia. ¿Caminaste desde Mishnock hasta aquí? - Pregunto y ella asiente entristecida.

- Con mi hermanos y mi madre.

- Me sorprende la benevolencia de los Denavritz. - Revelo asombrado. - Yo los habría asesinado a todos.

Velentine levanta la vista con desaprobación, mientras limpia sus lagrimas con el dorso de la mano.

- Esa era la idea principal, pero Stefan intervino por nosotros y me reveló que fue gracias a Emily.

- ¿La plebeya? - Inquiero extrañado. - ¿Aún sigue con ella?

- Eso creo. Ella es una buena persona y Stefan también lo es, así que se merecen el uno al otro.

- Puede que lo sea, pero solo hay una cosa que concluir de todo esto. - Espeto convencido. - Denavritz es un ser débil. Ninguna persona podría persuadirme de ejecutar las penas, sin importar que sea mi pareja.

Pienso en Vanir pidiéndome que sea benévolo con alguien y me rio internamente ante la absurda situación. Ella jamás podría convencerme de algo así.

- ¿Nos permites pasar la noche aquí? Prometo que en la mañana nos marcharemos en silencio.

- Por supuesto. Les mandaré a preparar las habitaciones y mañana resolveremos su situación.

- No tenemos ninguna pertenencia, salvo lo que traemos puesto. Así que si no es mucha molesta nos gustaría tomar un baño y poder lavar nuestra ropa.

- Valentine no te preocupes. Irán a sus alcobas, tomarán un baño y yo me encargaré de hacerles llegar prendas nuevas.

- Gracias. - Dice a punto de reventar en lagrimas nuevamente.

- Luego pueden bajar al comedor y tomar el almuerzo.

- Eso estaría genial. - Ríe con desasosiego. - Mi padre se lo agradecería mucho.

No sé con exactitud como ser bondadoso o solidario con las personas, así que solo hago lo que me gustaría que hicieran por mi si estuviera en esa situación.

Salgo de la oficina en compañía de Valentine para encontrarnos con una familia Russo cansada, sucia y hambrienta.
Los dos pequeños son los que peor se ven. Tienen el cabello seco y la piel tostada a causa del sol.

Esta es otra razón que agregar a la lista por la cual no deseo tener hijos. ¿Qué pasa si muero y ellos tuvieran que pasar por toda esta odisea? No podría protegerlos de lo cruel que sería el mundo con ellos.
Así que no. Me rehúso a traer hijos en años próximos a estos.

Le doy la orden a una de las doncellas para ordenar cuanto antes las habitaciones mientras mando a preparar el almuerzo para la familia.

- Agradecemos su hospitalidad. - Arguye la baronesa, aunque no sé si aún se le pueda llamar así.

Valentine avanza escaleras arriba con su madre a su lado y sus hermanos tomados de la mano. Se ven tan desprotegidos que siento pena por ellos.

Camino hacia la cocina dispuesto a no perder tiempo y mientras le ordeno al cocinero preparar un banquete para los Russo, un guardia me avisa de la llegada del conde Cournalles al palacio.

Voy de inmediato hacía él, encontrándolo a puertas de mi oficina. No le permito la entrada pues ahora tengo asuntos más importantes que resolver y lo que sea que va a decirme puede soltarlo con rapidez.

- No lo invito a una reunión formal pues no cuento con el tiempo para llevarla a cabo.

- Bien. Iré directo al grano. - Replica condescendiente. - Desde hace aproximadamente un mes su amiga Gretta Tebeos ha realizo recurrentes visitas a Grencock.

- ¿De qué estas hablando? Gretta no tiene nada que hacer en Grencock. - Bramo extrañado. - ¿Con qué fin visitaría ese reino?

- Al principio creí que era algún tipo de negocio en el que la señorita Tebeos figuraba como representante, pero la semana pasada el rey envió a su esposa a un viaje a casa de sus padres y Gretta estuvo con el rey todo el tiempo en que la reina estuvo ausente.

- Cuida bien tus palabras, Cournalles. Estas insinuando algo grave, así que le recomiendo pensar bien lo que dirá porque esta hablando de alguien muy cercano a mi.

- No son palabras vacías, señor. Los vi besarse en uno de los pasillos y el día de ayer después de la reunión del consejo, Aldous comenzó a alardearme sobre su relación extramatrimonial.

- ¡Gretta no puede ser la amante de Sigourney! - Grito desesperado. - Ella no caería tan bajo. Vale mucho más que eso.

- Lamento ser el portador de malas noticias, pero esa es la cruda verdad. - Asegura ante mi pésimo estado. - Si usted me lo pregunta, creo que lo hace para llamar su atención.

- Si quisiera llamar mi atención lo haría con alguien cercano a mi y en un lugar donde yo pudiera verla.

- Bueno, ella sabía que en algún momento lo descubriría o que al final Aldous lo revelaría. - Expone convencido. - Y en cualquiera de las dos opciones, era obvio que la información llegaría a sus oídos.

- ¡Francis! - Llamo colérico, caminando a grandes zancadas hacia su oficina. - ¿Francis, dónde estás?

Llego hasta el final del corredor con la ira sobrepasando mi raciocinio. No puedo concebir el hecho de que Gretta haga tal bajeza.

Entro a trompicones a su recinto, llevándolo a levantarse preocupado por mi actitud desesperada.

- Magnus ¿qué ocurre? - Cuestiona dejando a un lado un papel y tinta.

Estaba escribiendo una carta. Es obvio que le envía correspondencia a alguien, pero ¿a quién?

- ¿Magnus? - Llama nuevamente al ver que no separo la vista del objeto en su mano.

- Necesito que traigas a Gretta lo antes posible. - Ordeno, devolviendo la vista a su rostro. - Y también que consigas una casa para los Russo lo antes posible.

- ¿Los Russo?, ¿por qué?

- Es una larga historia, solo cumple con lo ordenado.

- Por supuesto, lo haré. - Me doy la vuelta dispuesto a marcharme pero él me llama con voz suave. - Es una carta.

- ¿A qué te refieres? - Pregunto, fingiendo inocencia.

- Es una carta para ella.

Aún Francis no me revela quien es la mujer misteriosa con la que ahora comparte correspondencia y aunque me gusta verlo animado, desapruebo su comportamiento romántico.
¿Enviar cartas? Yo no podría hacer eso.

- Esta bien. Solo espero que seas feliz.

- Lo soy, ¿qué le hace pensar lo contrario?

- Nada, solo es... Bueno no importa. - Concluyo dispuesto a no revelar demasiado. - Solo ve por Gretta y consigue una casa.

Salgo de la oficina antes de que él pueda responderme y camino de regreso al pasillo donde he dejado a Cournalles.

- Gracias por la información. - Digo, desviando mi camino. - Tengo otros asuntos que resolver, así que es todo por ahora.

- No hay problema, majestad. Salúdeme a su novia.

Aquel comentario hace que me detenga de inmediato en el inicio de la escalera y me vuelva a verlo.

- Si quieres saludarla, hazlo cuando la veas. Yo no soy mensajero de nadie.

Sigo mi camino con molestar y cuando llego a la planta baja un guardia me avisa que los Russo ya se encuentran en el comedor, así que opto por dirigirme hacía allá.

Al entrar soy testigo de como consumen los alimentos con avidez, parece que no hubiesen probado nada en días.

Se detienen al verme caminar a la mesa pero con un sencillo gesto les digo que continúen con su banquete.
Tomo lugar en la cabecera de la mesa, mientras un sirviente deja mi plato de comida.

No hago ningún comentario sobre su estado, sin embargo detallo en silencio su apariencia.
Todos usan ropa que no es de su talla. Las camisas le cuelgan a los pequeños y el vestido de Valentine es como una bolsa gigante con contenido pequeño.

- Francis les conseguirá una casa en la que podrán mudarse lo más pronto posible. - Aviso mientras empiezo a comer.

- Lo lamento, majestad. Pero no tenemos dinero para rentar una casa. - Espeta la baronesa, totalmente preocupada

- Nadie dijo que sería rentada. Digamos que es un reconocimiento por el trabajo de su esposo.

Aquel comentario los hace estremecer de inmediato y me regaño a mi mismo por cometer tal imprudencia en un momento como este.

- Lamento que la ropa no haya sido a su medida.

- No tiene nada que lamentar, rey Lacrontte. Esto es más de lo que cualquier persona nos hubiese ofrecido.

- Entiendo que ahora viven un momento difícil, pero deben reponerse y continuar con su vida. - Aconsejo dada mi experiencia. - Enviaré un tutor a su casa para que los pequeños continúen sus clases. Con respecto a usted, baronesa tendrá que conseguir un trabajo y Valentine igualmente.

- Yo nunca he trabajado, majestad. - Replica la mujer.

- Mamá, por favor. - Susurra Valentine avergonzada.

- Tendrá que aprender. - Espetó severamente. - En Lacrontte no se le regala nada a nadie y si quiere dinero tendrá que conseguirlo.

- Mi marido era quien se encargaba del sustento del hogar.

- Pero su esposo ya no esta y ahora la responsabilidad recae sobre usted.

- Yo trabajaré por ambas. - Media su hija con el rostro enrojecido.

- Como desees. - Acepto sin ánimos de discutir. - Me encargaré de la educación de los niños y le informaré a mi tesorero que ustedes nunca pagaran impuestos. Les enviaré comida hasta los 6 meses y no pagarán por ese mismo lapso de tiempo ningún tipo de servicio, pero luego deberán encargarse de esas cosas por ustedes mismas.

Aceptan los términos sin decir una palabra. No estoy acostumbrado a ser caritativo y sin duda esto es lo máximo que puedo hacer por ellos.

La puerta es abierta mientras bebo vino bajo la mirada agradecida de los Russo y la figura de Gretta aparece envuelta en un vestido azul marino.

- Buenas tardes. - Saluda sorprendida ante la presencia de mis invitados.

- Aguarda afuera, saldré en un minuto. - Replico con desaprobación.

Ella asiente y sale del recinto. Me despido de los comensales y voy al encuentro de Gretta sintiendo la ira crecer en mi interior.
Cuando me ve salir comienza a balbucear torpemente una sarta de disculpas que me fastidian aún más que el comportamiento mismo.

- Lamento haber entrado así, no sabía que estarías con alguien. Tú no sueles comer rodeado de personas.

- Es de muy mala educación entrar a un lugar sin tocar. Debes ser más respetuosa con los espacios ajenos.

- Ya me disculpe.

- Yo no tolero tales atrevimientos, así que te aconsejo corrijas tu comportamiento.

- Creo que no me mandaste a llamar para eso.

- Bien, iré al punto exacto. - Farfullo con poca paciencia. - ¿Qué es lo que haces visitando Grencock?

- ¿Quién te dijo que viajo hacía allá? - Su rostro parecer haber perdido todo su color.

- Eso no es lo importante. Tú solo responde.

- Negocios de mi padre.

- Y ¿esos negocios incluyen besarte con Aldous Sigourney?

- ¿De dónde sacas eso?

- Te vieron así que no lo niegues.

- A ti que te importa. ¿Acaso estás celoso?

- Estoy preocupado por ti que es muy diferente.

- ¿Preocupado de qué?

- Del daño que te causas, ¿qué ganas al hacer algo así?

- Afecto. - Revela con enojo. - Él se muestra interesado en mi. Me brinda un lugar importante en su vida.

- ¿Un lugar importante? - Repongo casi con burla. - ¿Ser su amante es un lugar importante?

- ¿Qué más da? Él me quiere y me lo demuestra. No como tú o Lorian.

- Él te desea. Tan simple como eso.

- Te equivocas. Aldous se preocupa por mi, pregunta como me siento y me dice que soy hermosa. No he tenido nunca eso, así que no te atrevas a juzgarme.

- Te estás rebajando a ser la segunda opción. - Bramo exasperado. - No es el lugar al que perteneces.

- Tal vez si. Quizás solo merezco ser la segunda y prefiero eso a no tener nada.

- ¿Cómo puedes pensar así?

- Tú me hiciste creerlo. Escogiste a mi mejor amiga antes que a mi, aún cuando yo te he demostrado a través de los años cuanto te amo.

- Desde el principio te deje claro que solo te veía como mi amiga.

- Y ¿por eso te acostaste conmigo?

- No me culpes por eso. Ambos estuvimos de acuerdo.

- Así que solo me deseaste.

- Yo te quiero, Gretta, pero no de esa forma.

- Entonces ¿para que me llamaste? - Cuestiona con las manos en la cintura y una mirada de odio. - Para pedirme que me aleje de él y quedarme sola como en el principio solo porque tú jamás estarás interesado en mí. Es algo egoísta ¿no lo crees?

- Sé que encontraras un hombre que te ame como lo mereces y te de el lugar ideal.

- Ese hombre es Aldous y ya que tú no conoces lo que ambos sentimos, te pediré que no interfieras en nuestra relación.

- Recapacita, Gretta. - Pido en última instancia.

- Ya tú tienes a Vanir, ahora déjame a mí tener algo.

- Haz lo que quieras, pero cuando rompa tu corazón no esperes que este ahí para recoger los pedazos.

- Ya tú rompiste mi corazón, Magnus. No crea que alguien pueda destruirlo después de como lo dejaste.

Sus palabras son dagas filosas para mi cuerpo. Sabe como herirme y lo consigue.
Me siento fatal al saber que la he lastimado, que por mi culpa cree que merece un lugar tan indigno como la amante de Sigourney.

Si hay algo que odio es ese titulo. El que las mujeres caían tan bajo y se limiten a esperar migajas de un hombre que solo es capaz de profesar su "amor" en privado, pues en público se llenan la boca presentado a otra como la única mujer a la que aman.

- Puedes retirarte entonces. Ya no te quitaré más tiempo.

- Para ti todo es tan fácil. No te apiadas del dolor de los demás. - Golpea mi pecho con ira y desesperación. Eres un egoísta que solo piensa en su propio beneficio sin importar a quien le hace daño.

- Absolutamente. - Declaro, deteniendo sus débiles golpes. - Pero para tu desgracia no pienso seguir escuchándote, pues ya todo esta dicho.

- ¿Estás corriéndome? - Pregunta ofendida.

- De ninguna manera, pero no pienso quedarme a escuchar tu acertada percepción sobre mi. Así que ya puedes marcharte.

- He estado toda mi vida para ti y así me pagas.

- Yo también he estado para ti, pero me has dejado claro que no quieres que me incumba en tus asuntos y así lo haré.

- Eres tan frío. ¿Ni siquiera lucharás por mi?

- Ni por ti, ni por nadie. Solo lucho por mi mismo. - Le recuerdo con la decepción palpable ante sus palabras. - Ahora vete, ya no tengo nada más que decirte.

- No me vuelvas a buscar, Magnus Lacrontte. - Advierte enojada, moviendo su índice frente a mi cara. - Nunca jamás en tu vida.

- No tienes que pedírmelo. Ten claro que no lo haré.

Puedo ver sus ojos cristalinos ante la tristeza y frustración que la embargan.
Sé que esta dolida por mi indiferencia, pero también sé que le molesta el no poder doblegarme. Es una joven irreverente que esta acostumbrada a obtener lo que quiere, pero yo siempre he sido el pez que se les escurre de las manos. No me obtendrá, no de la forma en la que ella quiere.

Siento un ápice de dolor al verla llorar mientras camina por el corredor principal hasta la salida. Me mueve el deseo de pedirle que se quede para arreglar la situación con más calma, pero no lo haré por dos razones.

La primera y más importante, yo jamás le ruego a nadie. La segunda, ella me ha pedido que me aleje y no me gusta habitar los lugares donde no soy aceptado.

Reprimiendo todas mis emociones como siempre suelo hacerlo, me dirijo a mi habitación sin importarme la estadía de los Russo. No soy el anfitrión más amable, así que espero no les moleste que los deje solos por un rato.

••••

He pasado todo el día en mi alcoba con la cabeza enredada como la maleza en los campos. He dado vuelta en círculos y he intentado dormir, sin conseguir el objetivo finalmente.

Hace una hora Francis me ha dado la noticia de que ya consiguió una casa para los Russo, la cual comenzará a ser amueblada esta noche.

Mientras reposo en la cama con un fastidio incontrolable, siento los golpes en la puerta y la voz de un guardia indicando que tengo una visita.

- Se trata de mi. - La voz de Vanir llega desde el otro lado.

Esto es justo lo que necesitaba. Mi distracción ante los tormentos de mi cabeza.
Voy hasta la puerta y la abro con rapidez, bebiendo su presencia con alegría.

- Hola, hermoso. - Dice al verme.

- Hola. - Saludo animado, tomándola entre mis brazos para besarla con ímpetu.

Ella flaquea entre mis brazos, rindiéndose a mis labios. Rodea mi cuello con sus manos y pega su cuerpo al mío de tal modo que la siento frotarse contra mí.

- ¿A qué se debe este recibimiento? - Pregunta cuando nos separamos en busca de aire.

- Solo estoy feliz de verte. No te esperaba hoy.

- ¿Te molesta? - Preguntan preocupada.

- No, no me molesta. Es casi un regalo que estés aquí.

- Vaya si que te alegro verme. - Dice dichosa ante mi actitud. - No sueles decir ese tipo de cosas.

- Tú solo disfrútalo.

Vanir dirige su atención a mi cama desecha mientras camina con coquetería por la habitación.

- ¿Intentabas dormir? - Pregunta, ladeando la cabeza.

- Era justo lo que hacía.

- Y ¿qué te impide hacerlo?

- Algo sucedió con Gretta hoy. - Revelo sin reparos. A esta altura de nuestra relación ya me siento muy cómodo contándole mis asuntos personales.

Agarra mi mano y me lleva hasta ella, obligándome a tomar lugar al borde de la cama. Se sienta a mi lado y pone toda su atención en mi, dispuesta a escuchar.

- No voy a entrar en detalles, pero la conclusión es que me pidió que me alejara de ella y en verdad me duele hacer algo así, pues es la única amiga que tengo.

- Magnus. - Dice comprensivamente. - Los dos sabemos como es Gretta. Es testaruda y orgullosa, pero no puede vivir sin ti. Ella te quiere muchísimo y sé que al final arreglaran las cosas.

- Y ¿si te equivocas?

- Entonces tendrás que aceptar que se marche.

- Ya yo lo acepté. No voy a buscarla jamás. - Espeto convencido. - A pesar de cuanto pueda dolerme, no me doblegare ante sus caprichos.

- Y ¿qué pasa si algún día yo quiero irme?

- Si quieres irte, hazlo. No soy quien para retenerte.

- ¿No lucharías por mi?

- No lucharé por nadie. Las personas van y vienen, así que estoy acostumbrado. Desde que perdí a mis padres me di cuenta que ninguna persona es imprescindible.

- De eso se trata el amar. De no querer vivir sin esa persona.

- Yo no necesito a nadie para vivir. El sentido de mi existencia esta en mi mismo, así que si te vas créeme que me acostumbraré a estar sin ti.

- La pasaras mal sin mi, de la misma forma en que yo sufriría si me alejo de ti.

- ¿Crees que voy a llorar si te vas? Las únicas personas que merecen mis lagrimas son mis padres y hace mucho que deje de llorar por ellos, así que no creas que me iré a un abismo por tu partida.

- Eso es cruel, Magnus. Parece que nada te importa.

- Es realista. Así soy y solo no quiero que te hagas una imagen de mi que jamás podre ocupar.

- La imagen que tengo de ti es de un ser bueno que me ama. Porque me amas ¿verdad?

- Claro que te amo.

Se levanta hasta quedar de rodillas sobre la cama y se mueve luego hacía mi, sentándose en mi regazo.
Por acto reflejo la rodeo fuertemente, haciendo que su boca repose cerca a la mía.

- Me encanta cuando lo dices. - Revela con una sonrisa. - Lo hace más especial el que no lo digas muy a menudo.

Recuerdo la primera vez que le dije "Te amo", ella no podría creer que yo había tomado la iniciativa para profesarlo. Me pidió que lo repitiera pero no lo hice. Una vez es más que suficiente.

- Bueno pues te amo.

- Es usted todo un romántico, señor Lacrontte.

- No sé confunda, solo estoy de buen humor. - Espeto, acariciando su espalda. - Por cierto tengo una pregunta.

- Estaré deseosa por responderla.

- ¿Qué tan cercana eres a Ansel Cornualles?

- ¿A qué se debe el cambio de tema? - Pregunta rígida.

- Me pidió enviarte saludos, así que supongo que entre ambos hay confianza.

- ¿No quieres que lo tenga como amigo?

- ¿Por qué piensas que voy a prohibirte cosas? Eres libre para escoger amistades, solo fue una pregunta.

- Bien. - Dice con un gesto serio. - Me acerque a Ansel ese tiempo en el que nos alejamos a causa de mi pedido de que te alejaras de Gretta. En todo ese tiempo él estuvo conmigo, me apoyo y me escucho en medio de tu indiferencia. Poco a poco se convirtió en un gran amigo, incluso fue él quien me aconsejo venir aquí para arreglar las cosas.

- Parece el amigo ideal.

- ¿En verdad no te molesta? - Inquiere preocupada.

- En lo absoluto, es solo tu amigo y a decir verdad no soy un hombre celoso, Vanir.

- Que mal, porque tenía en mente una manera para quitarte el mal humor.

- ¿En que consiste? - Pregunto curioso.

- Es una sorpresa. Tú solo debes preocuparte por disfrutarlo.

Me empuja hacía el colchón y me dejo caer libremente mientras la siento moverse en mi pelvis, creando la lujuria entre nosotros.

Estiro la mano hacía la mesa de noche con el objetivo claro, pues a pesar del millar de sensaciones que nublan mi razón jamás podré olvidarme de esto. Pero antes de lograr abrir la gaveta, la mano de Vanir obstruye mis movimientos.

- Deberíamos no cuidarnos tanto ¿no crees? - Suelta y comprendo de inmediato a que se refiere.

- No quiero tener hijo, Vanir. - Aclaro sin rodeos.

- Entiendo. - Acepta contraída. - Pero entonces, ¿no piensas tener hijos nunca?

- Supongo que algún día los tendré. Quizás cuando tenga 50 años, pero no por ahora.

- Y ¿dentro de 50 años yo estaré contigo?

- El futuro es incierto, Vanir. Así que no hay forma de saberlo.

- Pero el presente también demanda certeza.

- ¿De que hablas? Todo el reino sabe que estamos juntos.

- Me refiero a mi familia. Si mis padres supieran que me acuesto contigo sin estar casada, me matarían.

- Creo que en el fondo saben que terminaremos casados, así que no habrá problema.

- ¿Me estas pidiendo matrimonio? - Cuestiona asombrada. Su rostro se ilumina ante el anhelo y su alegría es palpable en sus ojos.

- Creo que si. ¿Que dices? ¿Aceptas?

- Acepto. - Dice sonriente. - ¡Por Dios, Magnus!. Claro que acepto.

- Pues a partir de ahora estamos comprometidos. - Digo más para mi que para ella. Es como si intentara asimilar lo que acabo de pedirle.

- Dilo otra vez, por favor.

- No lo haré. No me gusta repetir las cosas.

- Este es el momento más romántico para una chica, así que no lo arruines y dilo nuevamente.

Acepto a regañadientes solo para hacerla feliz y dejando caer un poco mi lema, vuelvo a pedirle matrimonio.

- Vanir, no soy bueno con las promesas pero espero hacerte muy feliz si aceptas ser mi esposa.

- Claro que si. Un millón de veces si. - Chilla emocionada. - Seré Vanir Lacrontte. No suena mal.

La emoción la sobrepasa, dando pequeños gritos de alegría completamente absurdos.
Se entrega a mi nuevamente, convenciéndome de que tome la decisión más acertada al pedirle matrimonio.

No hay nadie más en el mundo que pueda llegar a hacerme sentir de esta manera y debo ser agradecido con la vida por ponerla en mi camino.

Bajamos hasta la primera planta luego de un largo rato de conversación e intimidad en mi habitación, donde no dejaba de repetir lo feliz que se sentía ante mi propuesta de esta noche.

Cuando llegamos al corredor principal nos topamos con Valentine Russo, quien recorre y detalla los artilugios del palacio como si fuese la primera vez que visita este lugar.

- Hola. - Saluda Vanir con gran amabilidad. - Nunca te había visto por aquí.

Ella se sorprende al vernos y con una elaborada reverencia responde al saludo brindado.

- Es mi primera noche en el palacio. - Susurra con algo de nerviosismo.

- Espero no sea la única. Siempre es bueno tener a otra joven con quien conversar.

- Ya tendrán tiempo para conocerse. - Declaro, dispuesto a acabar con el acercamiento.

Ambas entienden la indirecta y se despiden como si fuesen cómplices que disfrutan de mi mal carácter.
Acompaño a Vanir al umbral, donde una automóvil la espera para llevarla a casa, dada su resistencia por quedarse en el palacio a pasar la noche.

- ¿Quién es ella? - Pregunta Valentine cuando camino de regreso.

Estoy a punto de decirle que no es de su incumbencia y que no tiene derecho a preguntarme nada, pero no dejaré que mi buen humor se esfume a causa de sus preguntas.

- Es Vanir Etheldret. Mi prometida.

- Vaya y yo hablándole de ti a Emily.

- Eso es solo un juego, Valentine. Sabes que no me a acercaré a la plebeya.

- Pero si ya lo hiciste. - Dice, cruzándose de brazos. - ¿Qué tal te pareció? Es bonita ¿cierto?

- ¿Bonita? Jamás he visto a la perfumista así que no creo que pueda responder tu pregunta.

- Ella me dijo que se habían visto y Emily no es chica mentirosa.

- Pues mintió, porque jamás la he visto y tampoco me interesa hacerlo.

- Como digas. - Cede dispuesta a no discutir. - Pero creo que eres tú el que lo ha olvidado.

- Buenas noches, Valentine. - Me despido al no querer escuchar nada sobre esa joven en una noche tan importante como esta.

Voy escaleras arriba dejándole las palabras en la punta de la boca.
Corro por la el pasillo de la tercera planta en busca de la habitación de Francis y una vez llego a ella, toco un par de veces por educación pero luego me adentro sin esperar respuesta.

Francis se levanta con algo de pereza de su cama. Esta totalmente desorientado por mi visita a su alcoba a estas horas de la noche. Lo veo frotar sus ojos con pereza para luego dirigir su atención a mi.

- ¿Qué ocurre? - Pregunta, encendiendo la lámpara de su mesa de noche. - ¿Es algo grave?

- No, todo lo contrario. - Aseguro, tomando lugar en su cama. - Necesito que consigas un anillo.

- ¿Un anillo? Pero siempre eres tú el que escoge sus propias joyas. - Alega sin entender. - Además creo que ya tienes muchos, Magnus.

Toma mis manos y repasa mis joyas, como si las contara. Le permito que toque mis dedos repletos de oro mientras busco la palabras exactas para explicarle mi pedido.

- Hablo de un anillo de compromiso.

Su rostro se desfigura completamente y no de conmoción o alegría, sino de preocupación. ¿Qué le ocurre a este anciano?

- No me digas que le pediste matrimonio.

- Fue justo eso lo que hice y ahora necesito un anillo para confirmar el compromiso.

- ¿No crees que te estas apresurando?

- Para nada. - Espeto convencido. - No he encontrado a alguien igual y no creo que lo haga jamás.

- ¿Quieres que te diga lo que pienso? - Dice con voz suave.

- Por supuesto.

- Creo que te estas conformando con ella por tu falta de afecto.

- Eso no es cierto. - Replico a la defensiva, alejando de golpe mis manos de las suyas.

- Tú has crecido solo con el recuerdo del amor de una familia y admito que yo no te ofrecí afecto a través de los años y me escudo al decir que necesitaba forjar a un rey y no a un joven cualquiera, pero eso ahora esta pasando factura.

Veo su rostro decaído como si se culpara por mis decisiones, cosa que me enoja enormemente pues soy un hombre capaz de decidir que es lo que quiero hacer con mi vida.

- Magnus, ella es la primera joven que llama tu atención... eso lo entiendo, pero te estas dejando llevar tan rápido solo porque la señorita Etheldret esta haciendo cosas que nadie hizo por ti y por ello crees que es la indicada, que no necesitas buscar algo más y que con ella es suficiente, pero la verdad es que no sientes todo lo que crees.

- No te metas en mis asuntos. - Declaro molesto ante su reprensión.

Me levanto de la cama con furia y camino a grandes zancadas hasta la salida, dispuesto a no escuchar una palabra más.

- Sabes en el fondo que no es la persona que quieres para el resto de tu vida, pero te estas conformando porque es la primera persona que te ha ofrecido afecto y entiendo que es algo de lo que careces y en verdad lamento si por mi culpa estas aferrándote a alguien solo porque llena tus vacíos a medias.

- Cállate ya, Francis. - Ordeno, abriendo la puerta con ira. - Quiero el anillo al amanecer.

Camino lejos de él y de sus acusaciones estúpidas, ¿cómo se atreve a insinuar que estoy falto de afecto?.
Estoy enojado, hirviendo en cólera. Es un metiche, un hostigador, pero en el fondo sé que estoy tan colérico porque quizás tenga algo de razón.

Notas de autor.

¡Hola!, Hello!, Hei!

En este punto lo único que quiero conocer son sus impresiones.
¿Que les apreció la propuesta de matrimonio?
¿Creen que Francis tiene razón?
De cualquier forma, ya se acerca el momento en que Magnus comenzará a tragarse sus palabras.

Por otra parte, les aviso que faltan 2 o 3 capítulos para la llegada de Emily. Así que prepárense para conocer momentos de la historia desde la perspectiva de Magnus.

Sin otra cosa que decir, los quiero y nos vemos en el siguiente capítulo.
Por cierto, gracias a todos aquellos que votan y a los que no... los invito a hacerlo.

Me puedes encontrar en Instagram como @karinebernal

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