El Día Que Las Estrellas Caig...

kathycoleck tarafından

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Willow Hemsley soñó una vez con ser diseñadora. Con recorrer el mundo y conocer a un chico decente antes de r... Daha Fazla

Prefacio
Capítulo 1 : El adiós no dicho
Capítulo 2 : Madurez
Capítulo 3 : La loca
Capítulo 4 : Como la aguamarina
Capítulo 5 : Culpa de Piolín
Capítulo 6 : Más cerca
Capítulo 7 : Estrategia para conquistar a Willow
Capítulo 8 : Sermones
Capítulo 9 : Bajo la mesa
Capítulo 10 : Un pequeño regalo
Capítulo 11 : Soledad
Capítulo 12 : Alguien tiene que hacerlo
Capítulo 13 : Secreto descubierto
Capítulo 14 : Madera y menta
Capítulo 15 : Pasatiempo
Capítulo 16 : La familia perfecta
Capítulo 17 : Una historia para no ser contada
Capítulo 18 : En el tejado
Capítulo 19 : Persona no grata
Capítulo 20 : Declaración
Capítulo 21 : Intolerable a los prejuicios
Capítulo 22 : Lección de honor
Capítulo 23 : La casa de la colina
Capítulo 24 : Confrontación
Capítulo 26 : Favor pendiente
Capítulo 27 : En voz alta
Capítulo 28 : Mañana
Capítulo 29 : Primeras veces
Capítulo 30 : Valor
Capítulo 31 : Amigo. Hermano. Traidor
Capítulo 32 : El loco
Capítulo 33 : Beso de buenas noches
Capítulo 34 : Paredes en blanco
Capítulo 35 : Perro fiel
Capítulo 36 : Un alma vieja
Capítulo 37 : Culpable
Capítulo 38 : Silencio
Capítulo 39 : Opciones
Capítulo 40 : Charla de despedida
Capítulo 41 : Hasta el fin del mundo
Capítulo 42 : Todo lo perdido
Tiempo
Capítulo 43 : En reparación
Capítulo 44 : A. Webster
Capítulo 45 : El adiós dicho
Capítulo 46 : Novecientos noventa y nueve intentos
Epílogo
Nota Final de Autor
✨ Extras ✨
La carta que no encontró destino
Después de ocho años
En el prado
¡Anuncio Importante!

Capítulo 25 : Justificación barata

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kathycoleck tarafından



DAVEN


No fui directamente a la escuela, sino que conduje en sentido opuesto, por la avenida St. John, hasta que la entrada del cementerio apareció ante mí. Hacía tiempo que no visitaba a mamá y esa mañana en particular sentía que lo necesitaba. Le compré un ramillete de crisantemos blancos al vagabundo de la entrada, el mismo que a veces ayudaba al celador con las tareas cotidianas, y crucé las altas rejas abiertas de par en par.

El cementerio era un lugar apacible. Había cuentos que decían que estaba embrujado, pero yo no creía en semejantes tonterías. Cuando entierras a alguien que amas, el temor hacia espacios llenos de tumbas desaparece. Entonces te das cuenta de que sólo es un sitio como cualquier otro. No hay nada místico en él, salvo la idea de que estás más cerca de alguien que fue especial en vida.

Anduve por el camino marcado sintiendo la brisa revolverme el pelo. El sol estaba a punto de salir y el césped relucía contra la luz del cielo, como si alguien lo hubiera rociado con brillantina. Me alejé del sendero principal para tomar un caminillo entre las tumbas que acortaba la distancia hacia mi destino. La lápida que buscaba era pequeña, de una piedra blanca y lisa. Cuando la hallé, me arrodillé frente a ella sentándome sobre los talones. Papá había llevado flores recientemente; un puñado de rosas rojas que aún conservaban su belleza. Mantener limpia la tumba de Elizabeth Ainsworth era la única tarea con la que había sido constante y dedicado durante los dos últimos años. Siempre que daba una vuelta por allí, encontraba flores frescas y una lápida reluciente.

Era irónico que se esforzara tanto en la labor y luego deshonrara su memoria dejando a sus hijos prácticamente abandonados.

En fin.

—Hola, ma. —saludé mientras acomodaba los crisantemos en el pequeño recipiente junto a la lápida. El resultado fue un gran ramo de flores rojas y blancas, tan llamativo como los que papá solía regalarle en su cumpleaños.

Contemplé la inscripción en la piedra que contenía la fecha de nacimiento y muerte de mi madre. Más abajo, había sólo una frase con letras doradas que rezaba "Disfruté cada segundo". Parecía ser algo que ella hubiera dicho. Siempre estuvo satisfecha con su vida, con la familia que había formado y el hogar que había construido al lado de mi padre. Jamás la escuché quejarse de otra cosa que no fuera el desorden en la habitación de Devan o mía. Ni una sola vez se reprochó no tener suficiente de esto o aquello, a pesar de que pertenecíamos al grupo no tan privilegiado del pueblo. Amaba todas esas imperfecciones que no hacían su vida ideal.

Respiré hondo mientras la recordaba. Se me ocurrió decir algo, pero supe que sería inútil.

No era de los que hablaba con los muertos, odiaba las charlas unilaterales. Sólo pasaba el rato allí porque era un ambiente sosegado y tranquilo, ideal para una mente caótica. La mía estaba inquieta desde hacía dos noches; la imagen de Devan drogándose en su dormitorio aún me perseguía.

Mientras observaba fijamente la bonita caligrafía dorada sobre la lápida, me pregunté si es que acaso mi padre tenía razón al acusarme de haber descuidado a mi hermano. Mamá seguramente lo habría notado desde el principio, tenía un instinto natural para saber cuándo algo no andaba bien. Yo, sin embargo, cometí el error de asumir que las cosas marchaban bien sólo porque Devan ya no vivía pegado a Marcus. Como si no existieran otros lugares en los que podía meterse en problemas. Ahora temía por él, por papá y por mí mismo. Por no ser capaz de controlar la situación mientras aún estuviera en Hampton.

Intenté convencerme de que lo lograría.

Tenía que adoptar el optimismo de mi madre o corría el riesgo de venirme abajo.

⭐️⭐️⭐️⭐️⭐️⭐️

—No te le acerques. No existe para ti. Por favor, Daven, no te metas en problemas. Conozco esa calma tuya, la he notado cientos de veces antes de verte lanzarle un puñetazo a alguien.

—Ahórrate las advertencias, Row. —me quejé. —El único motivo por el que te lo cuento, es porque necesitaré tu ayuda. Eres la única en quien confío. Papá se quedó con Dev hoy, pero no podrá hacerlo toda la semana.

—Sabes que siempre estaré para ti.

—Entonces no me sermonees.

—Tengo que hacerlo. Estás a punto de explotar.

—¿Y qué? No significa que buscaré a Mitch para molerlo a golpes.

—Es exactamente lo que piensas hacer.

—Ya te dije que no.

—Júralo.

—Confórmate con que no lo haré.

—¿Lo ves?

Chasqueé la lengua.

—Ya deja de joderme con lo mismo, Verónica.

—Me preocupo por ti. —susurró cruzando los brazos y dándome una mirada asustada. —Sé que no estás bien, pero no sé cómo ayudarte.

—Sólo dame una mano con Devan. No puede estar solo.

—Ya te dije que lo haría.

—Gracias.

Ella se mantuvo en silencio, observándome como si fuera un animal atropellado al que no sabía si levantar por temor a hacerle más daño. La atmósfera dentro de la cabina de la camioneta se sentía densa y yo sabía que era el único causante de toda esa tensión. Acababa de aparcar en el estacionamiento de la escuela cuando Row me notó y ocupó el asiento del copiloto exigiendo saber cómo había conseguido los moretones en el rostro. Apenas eran un par de rasguños, algo que se resumía a un corte en la mejilla y un cardenal en la mandíbula. Había tenido peor aspecto antes. Sin embargo, considerando que llevaba meses sin pelear con nadie, debía ser una sorpresa para mi mejor amiga darse cuenta de que había reincidido.

No tuve más remedio que contarle la verdad, con detalles escabrosos incluidos. Hablaba en serio cuando decía que necesitaba ayuda. El día anterior, papá y yo nos habíamos encargado de Devan, pero mi hermano seguía irritable, con problemas para dormir, mareos y náuseas. Al parecer, la noche de la pelea no había inhalado suficiente droga, así que el efecto había desaparecido rápido dejándolo con unas insoportables ganas de más. No podíamos permitir que volviera a consumir, aunque tampoco estábamos en condiciones de apartar nuestras responsabilidades. Papá debía trabajar y yo tenía que ir a la escuela para presentar exámenes finales, además de asistir a los entrenamientos y a Mochee's.

Sólo contaba con Row.

—No pelees con él. —retomó su insistencia.

—Bueno, es imposible que haga como si nada hubiera pasado. —dije estudiando el edificio de ladrillos rojos que era nuestra escuela. —Si no fuera por Mitch...

—Ya casi termina el año. Si te abalanzas contra Mitch, Davis no dudará en sacarte del equipo. Incluso puede que te expulsen. ¿De verdad quieres arriesgar eso?

—¿Sabes que fue él quien me insistió para que vigilara a mi hermano? —gruñí. —¿Qué pretendía si sabía perfectamente que Devan estaba consumiendo? Maldito traidor.

Row soltó una exhalación.

—También estoy enojada, pero tienes que ser razonable, Daven. Se te puede ir de las manos.

—Él cruzó los límites en el momento que decidió verme la cara de idiota.

—Lo sé. Sé que estás furioso. —sacudió la cabeza. —Sin embargo, no hay nada que puedas hacer sin terminar perjudicado. Intento convencerte de hacer lo correcto, pon un poco de tu parte.

Observé a la masa de estudiantes que se aglomeran en la entrada de la escuela, perdido en pensamientos iracundos. Row estaba en lo cierto, por supuesto. Meterme en una pelea con Mitch significaba cavar mi propia tumba. Había hecho de todo para tener un último año provechoso, no era buena idea cagarla ahora.

—Bien. No lo tocaré. —rezongué muy a mi pesar.

—Promételo.

—Es todo lo que tendrás.

Hizo un mohín.

—Supongo que bastará.

—Ya entremos. Sonará el timbre.

Me bajé del auto sin darle oportunidad de seguir con los sermones. Nada de lo que dijera serviría para cambiar el hecho de que me sentía furioso. Devan era mi sangre, y ahora debía luchar contra una maldita adicción sólo porque el Mitch, ese que en teoría era mi amigo, lo había inducido a consumir. ¿Cómo no podía sentirme a punto de estallar? ¿Cómo iba a poder controlarme? La única razón por la que no fui a su casa a patearle el culo es porque tenía que encargarme de mi hermano.

Pensé en la graduación que ya preparábamos y los últimos partidos que se disputarían la próxima semana. Era en lo que debía enfocarme para evitar perder la cabeza. Mientras tuviera la mente ocupada, nada podría perturbarme. No sé cuántas veces me repetí lo mismo, pero una vez que alcancé la entrada de la escuela, con Row a mi lado hablando de cualquier cosa para distraerme, estuve más calmado.

Hasta que divisé a la Manada. Y a Mitch.

—Daven. ¡Daven, espera!

Pero no escuchaba a Verónica. Caminaba a zancadas hacia él; los discursos desvaneciéndose, mi furia reavivándose. Los chicos me notaron y llegué a escuchar un par de saludos antes de que la obviedad de mi molestia les cerrara la boca. Dejé caer la mochila y sentí el pulso pitarme en los oídos a medida que atravesaba el pequeño círculo se cuerpos.

—Hey, viejo. No supe nada de ti el fin de semana, ¿dónde estuvis... ?

Mi puño conectó contra su rostro antes de que pudiera terminar la frase. Mitch terminó en el suelo. El labio ya le sangraba y parecía desorientado mientras trataba de entender lo que acababa de ocurrir. Pero eso no bastaba para mí. En todo caso, me alentó a caer sobre él y propinarle un segundo puñetazo antes de cogerlo del cuello de la chaqueta. Había una algarabía alrededor y unos brazos que intentaban, sin mucho éxito, apartarme de él.

—¿En serio pensaste que no iba a enterarme? —bramé en su cara.

La sorpresa y el horror le cubrieron las facciones antes de que lograra componer su expresión. Entonces me empujó con fuerza de vuelta. Mi agarre flaqueó y los chicos aprovecharon el momento para apartarme de él. Yo trataba de zafarme sin apartar la vista del pedazo de mierda que se incorporaba y frotaba el área de su mandíbula donde lo había golpeado.

—Daven, cálmate. Alguien le dirá a algún profesor.

Sin embargo, no podía escuchar a Zac o a Verónica, que me halaba un lado de la camisa. Mis ojos estaban inmóviles en Mitch.

—Daven.

—¿Cómo pudiste? Juro que eres la peor mierda que conozco. —siseé.

—Hermano, escucha. Eso no fue...

—No vuelvas a llamarme así en tu vida. ¡¿En qué carajo estabas pensando? ¿Mi hermano? ¿Es en serio?

—¡Ya basta, D! —Tyler me empujó para que retrocediera mientras Zac y alguien más me sujetaban los brazos. —Mitch es uno de nosotros, ¿qué demonios estás haciendo?

—¿Qué diablos hizo él? —repliqué rechinando los dientes. —¿Por qué no le preguntas? —me volví hacia mi antiguo amigo, enardecido y asqueado. —¿Por qué no demuestras que tienes bolas y les cuentas lo que le hiciste a Devan?

—D... joder, hablemos.

—No quiero hablar, quiero partirte la cara. —me impulsé hacia delante de nuevo, pero Tyler se interpuso de nuevo y fui arrastrado unos pasos lejos de mi objetivo. —¡Maldito traidor!

Mitch avanzó hacia mí. Seguía luciendo sorprendido, pero había un brillo de molestia en su mirada que me irritó aún más. ¿Qué derecho tenía de enojarse?

—Estás equivocado. Las cosas no sucedieron como piensas. —dijo con voz contenida.

—¿Y cómo ocurrieron? ¡Le diste basura a mi hermano, es lo único que sé!

—No entiendes un carajo. Devan no es una jodida víctima en esto, sabía en lo que se metía cuando le ofrecí.

—Qué tan hijo de perra tienes que ser para decir eso. —me agité. Estaba a punto de darle un puñetazo a Zac, así lograría zafarme de su agarre. La gente ya se congregaba a nuestro alrededor, pero era incapaz de concentrarme en otra cosa que no fuera Mitch. —¡Fuiste tú quien me insistió para vigilarlo! Y resulta que también habías sido tú el que lo arrastró a este desastre.

—Sólo le di una probada. —continuó. —Nunca pensé que terminaría haciendo casi cualquier cosa para conseguir más. Cuando lo noté, lo único que pude hacer fue intervenir entre él y Craig.

—Qué amable de tu jodida parte.

—Era lo único que se me ocurría para mantenerlo lejos de gente peligrosa. Sí, D, este hijo de puta estuvo cuidando de tu hermano. —agregó apuntándose a sí mismo con arrogancia, como si aquello fuera algo que debiera agradecerle.

—Está hecho pedazos por tu culpa.

—Que te cuente lo demás. No hubo un momento en que lo dejara solo. —gruñó. —Lo perseguía a todos lados para asegurarme de que no se topaba con Craig.

—Oh sí, ¡qué considerado de tu parte ser quien le compraba mierda! Menuda forma de protegerlo suministrándole basura mientras le veías la cara de idiota al que era tu mejor amigo. ¿Pensaste que no me enteraría? ¿Es que eres imbécil?

—¡Esperaba que lo dejara en algún momento!

—¡Han pasado meses! ¡Está más allá de dejarlo, un maldito drogadicto como tú debería saberlo!

—¿Qué está pasando aquí? —la voz grave y autoritaria del entrenador Davis interrumpió nuestra discusión. Se abrió paso entre la gente rezongando y ordenándole a la audiencia meterse en la escuela de una vez. —El timbre acaba de sonar, lárguense a clase ahora. —su mirada severa se centró en mí. —¿Ahora resulta que mi equipo arregla las riñas peleando? Armitt, Gallagher, Pennsy, ya suéltenlo.

Zac, Tyler y Spencer me liberaron. Verónica, que había estado sujetándome la camisa, también dio un paso atrás. Los estudiantes se dispersaban a nuestro alrededor, algunos caminando más despacio para no perderse el resto del espectáculo.

—Tienen suerte de que haya sido yo quien los encontrara, en lugar de Meyers o cualquier otro profesor. —sus ojos iban de Mitch a mí. —¿Qué diablos creen que están haciendo? En mi equipo no se pelea, creí que las reglas habían quedado claras desde el principio.

Apreté los dientes evitando su rostro.

—Debería llevarlos con el director y suspenderlos de los próximos partidos. Si quieren darse puñetazos, mejor háganlo después de recibir una carta de expulsión. —murmuró por lo bajo antes de mirar a Mitch con desaprobación. —Es increíble que le hayas hecho eso.

—¡Yo no lo golpeé, él se lanzó sobre mí!

—¿Es cierto, Daven?

Parpadeé y luego comprendí que se refería a los golpes que ya tenía en la cara.

—No fue Mitch.

—¿Y quién fue el salvaje te golpeó, entonces? —sacudió la cabeza sin darme oportunidad de responder. —Me van a provocar un ataque, joder. ¿Ustedes qué hacen aquí? —agregó notando que aún había gente de la Manada cerca. —¿Que no les dije que entraran al edificio? Largo. Y Mitch, ven al campo antes de la hora de almuerzo, no me importa qué clase tengas. Hablaremos largo y tendido. Tú no te vayas, Ainsworth. —me indicó en el momento que volvía a colgarme la mochila al hombro.

—Le diré al profesor. —dijo Row antes de marcharse con los demás.

Asentí y me volví hacia Davis. Ahora éramos los únicos cerca de la entrada del edificio. La expresión del entrenador era insondable, pero creí distinguir una nota de decepción en sus ojos azules. Se acomodó la gorra roja y apoyó un puño en su cadera.

—¿Con quién te peleaste? —exigió saber.

—Mi hermano. Hace dos días.

—¿En qué estado lo dejaste para que no haya venido hoy a clases?

La pregunta me ofendió. Es cierto que respondí a los golpes de Devan, pero era incapaz de desatar mi furia sobre él. Había límites, especialmente cuando se trataba de mi familia.

—Créame, la peor parte me la llevé yo. —repliqué, molesto. —Tuvo que quedarse en casa porque está enfermo.

Davis entornó la mirada.

—Si no me cree, llame a mi padre. Está con él.

Me negué a contarle sobre las drogas. Entonces recordé que fui yo quien armó un escándalo minutos atrás; lo más seguro es que todo el mundo ya estuviera especulando al respecto. Sólo esperaba no haber dicho algo comprometedor.

Cristo.

—No te daré un sermón, muchacho. —prosiguió el hombre frente a mí. —Te he dado demasiados, ya estás habituado a las palabras. Sólo te pediré que olvides a Mitch y lo que sea que se hayan hecho. En unas semanas es la graduación y en menos de ese tiempo es el partido final. Enfoca tu furia en eso y deja atrás lo demás. De lo contrario, no me quedará más opción que sacarte del equipo. No toleraré otra escenita como esta, así que muérdete la lengua y concéntrate en lo tuyo.

Pateé una piedrecilla con la punta del pie. Así no tenía que verlo a la cara.

—¿Fui claro?

—Sí, señor.

—Ve a clase.

Obedecí sujetando con fuerza la correa de mi mochila para mantener mi furia bajo control. Aún había algunos estudiantes en los pasillos y distinguí al profesor de cálculo charlando con el de literatura fuera de un salón. La señorita Meyers pasó a mi lado, pero no me dirigió ni una mirada, cosa que agradecí. No quería explicarle a nadie más qué me había ocurrido en el rostro. Estaba cerca de mi aula cuando Mitch surgió del pasillo contiguo para quedar de cara a mí. Detuve el paso sintiendo mi estómago revolverse mientras lo examinaba.

—Espera. —dijo poniendo las manos delante de su cuerpo, como si temiera que mi respuesta fuera un puñetazo. —No enloquezcas. Necesitamos hablar.

—Piérdete. Mitch. Juro que si no sales de mi vista ahora mismo...

—No puedes golpearme. Nos sacarán del equipo si peleamos.

—Pues no estás haciendo mucho para evitar que suceda. —declaré con los dientes apretados. —Lárgate.

Intenté rodearlo, pero él me obstruyó el paso.

—Tienes razón. —admitió aún con las manos alzadas. —Le di una probada. No estaba en mis cabales la primera vez que le ofrecí. Y luego... luego descubrí que había seguido consumiendo, lo supe el día después de que tuviéramos esa charla sobre Craig, ¿recuerdas? Cuando te golpeó. Devan se veía con él y compraba... cosas. Intenté amenazarlo con decirte, pero me amenazó de vuelta. Mencionó que te lo contaría todo si abría la boca. Lo único que se me ocurrió para mantenerlo fuera del alcance de Craig fue darle lo que quería.

—O sea más droga.

—Creí que lo dejaría en cualquier momento. Que se cansaría y seguiría adelante. Pero, no se detuvo y seguí comprando para él.

Lo estudié con detenimiento. Era repugnante.

—Lo encontré en su habitación inhalando crack. —dije en un murmullo furioso. —Y fuiste tú.

—Dijo que lo dejaría.

—Y le creíste.

—Pensé que lo haría, sí.

—Qué justificación tan barata, Mitch.

—Fue lo único que se me ocurrió...

—... para que yo no me enterara de nada. —concluí en tono amargo.

—No era sólo por eso. No quería que Devan obtuviera mierdas directamente de Craig.

—Eras mi jodido amigo. Habría preferido que me lo contaras. —me pasé una mano por el pelo, frustrado. —¿Es que tienes la cabeza hueca o qué?

—No quería problemas contigo.

—Pues sí que supiste evitarlos.

—Lo cuidé tanto como pude. —Mitch se ajustó la bolsa con un movimiento brusco. —Arriesgué mi pellejo para protegerlo.

—¿Eso qué significa?

—¿Quién crees que ha pagado por la diversión de tu hermano en más de una oportunidad? ¿Por qué crees que terminé debiéndole plata a Craig?

—Estás jodiéndome.

—Por favor, no eres idiota. Viste cuánto dinero le entregué a ese infeliz la noche de la fogata. Era mucho más de lo que suelo gastar en negocios como esos. —Mitch soltó una áspera exhalación. —Pagué y permití que me dieran una paliza porque quería proteger a Devan. Me he sentido culpable y responsable de él durante todo este tiempo.

—¿Y esperas que te lo agradezca? Lo único que debiste hacer fue contarme lo que estaba pasando desde el principio, en lugar de costearle las drogas. Sabías de mi padre, sabías cuánto me preocupaba mi hermano pequeño. Lo has sabido todo durante años.

—Cometí un error, pero traté y estoy tratando de resolverlo. —tragó. —Eres mi único amigo, D.

—Ya no. —no parpadeé mientras lo decía. —Te metiste con mi familia, pusiste en riesgo a Devan y me traicionaste. —negué con la cabeza. —Vete a la mierda Mitch. Si lo que quieres es tu dinero de vuelta, te lo pagaré. Pero no vuelvas a dirigirme la palabra o juro que la paliza que recibiste de los tipos de Craig no será nada en comparación con lo que te haré.

Pasé más allá de él ignorando el nudo en la boca del estómago.

⭐️⭐️⭐️⭐️⭐️⭐️

El examen final de geografía estaba provocándome un horrible dolor de cabeza. Tardé más de lo necesario en terminarlo, pese a que había me había avocado a estudiar la semana anterior. Sabía que todo se debía al lío de Devan, Mitch y Craig. Aún me costaba incluirlos a los tres en la misma frase. Era hilarante pensar las razones que los llevaron a juntarse. Mi mejor amigo le había suministrado droga a mi hermano, quien, meses más tarde, terminó desarrollando comportamientos de adicto.

Si tan sólo me lo hubiera dicho la primera vez que sucedió, lo habríamos resuelto más fácilmente. Pero, en lugar de ello, Mitch decidió que era mejor actuar de intermediario entre Craig y Devan y conseguirle más droga, así lo protegería de tener trato directo con la gente de Leon y evitaría que yo me enterara de su traición.

Vaya brillante plan.

No comprendía cómo había llegado a la conclusión de que ocultármelo era una buena idea. Él, que lo había probado casi todo, sabía el riesgo que corría Devan de volverse dependiente. No se trataba de algo pasajero o que superaría con el tiempo. Y la prueba estaba en que lo había chantajeado durante meses con decirme la verdad si se negaba a proveerle más porquería. Era un jodido enredo, sin contar la parte de Mitch costeando la adicción de mi hermano.

Lo que más me enojaba era el tiempo que pasé ignorando el turbio acuerdo entre los dos. Cielos, necesitaba hablar con mi hermano. Había pospuesto la charla debido a su estado, pero tenía que escuchar su versión y rellenar los huecos que aún quedaban en la historia. ¿Cada cuánto conseguía la droga? ¿Cuántas veces se inyectó? ¿Quienes lo sabían? Y lo más importante, ¿había vuelto a tratar con Craig recientemente? Rogaba porque la respuesta a esa última pregunta fuera negativa. No quería a ese tipo cerca. No quería enterarme de que le debíamos algo.

Me mantuve lejos de la Manada por el resto de la mañana. Los ánimos estaban tensos y sentía las miradas furtivas de mis amigos cada vez que hacía el más pequeño movimiento. Ni siquiera Row se atrevía a acercarse a mí, ya fuera por miedo o porque sabía que sería inútil intentar aplacarme.

Después de la última clase, justo antes de la hora de almuerzo, me encaminé a los casilleros. Aproveché para llamar a papá y saber cómo estaba Devan, a lo que él respondió con un simple "sigue en cama". Su voz sonaba distante y cansada, como si hubiera trabajado sin parar y supe que, al igual que yo, él tampoco había descansado.

Reemplacé los libros de mi mochila y me deshice de los cuadernos que no necesitaría por el resto del día. Había gente caminando desde todas direcciones, pero un movimiento en específico captó mi atención. Por el rabillo del ojo, eché un vistazo a los zapatos de arcoiris, el overol verde y la camisa blanca. Tragué enfocándome en mis propios asuntos. El problema es que ella no siguió su camino, sino que detuvo su andar a pocos metros de mí.

Sin poder contenerme, la miré. Willow llevaba la mochila colgada de ambos hombros, como toda buena nerd, y sostenía un par de libros contra su pecho. Había trenzado su cabello, aunque un grupo de mechones rebeldes se deslizaban fuera enmarcando su rostro. Hacía tiempo que no nos topábamos cara a cara, ya que uno de los dos siempre era el primero en cortar el contacto. Ahora, sin embargo, ni ella ni yo huíamos.

No tenía fuerza de voluntad para alejarme. El pecho me ardía y las manos me cosquilleaban por tocarla. Quería hablarle, pero al mismo tiempo no sabía qué decir. Un "hola" sonaba como un ruido chillón a mis oídos. Ella parecía estar pensando lo mismo, porque no decía o hacía nada aparte de cambiar el peso sobre sus pies. Se mordió un poco el labio mientras sus ojos marrones vagaban por las magulladuras de mi rostro. Una línea apareció en su entrecejo cuando lo frunció, era una expresión que bien podía ser de desaprobación o preocupación.

Finalmente, cuadró los hombros y tomó aire, sus hermosos labios a punto de pronunciar algo que me moría por escuchar. Entonces...

—¡Willow!

El jodido Thomas caminaba en nuestra dirección. Ella echó un vistazo por encima de su hombro y el gesto bastó para hacerme retroceder. Cogí mi mochila, cerré el casillero de un portazo que hizo estremecer toda la fila y me alejé sin dedicarle otra mirada.

⭐️⭐️⭐️⭐️⭐️⭐️

—Estoy bien. No tienes que pasar la noche aquí de nuevo. —dijo Dev mientras yo acomodaba el saco de dormir junto a su cama. —Me siento como un mocoso.

—Eres un mocoso.

—No haré nada. Mi habitación está limpia.

—Lo sé, yo la revisé.

—¿Entonces por qué quieres dormir en el suelo otra vez?

Suspiré.

—No vas a creerlo, pero he dormido mejor que en mi propio cuarto. —cogí las mantas y las dejé caer en el centro del colchón junto con un par de almohadas. —Es raro.

—Lo que pasa es que estando aquí tienes la certeza de que no escaparé. —puso los ojos en blanco tumbándose en la cama.

—Bueno, eso también.

—Tendrás que empezar a confiar en mí en algún momento.

—Pues será difícil después de enterarme que te escabulliste más de una vez para ir con Marcus o Mitch.

—Al menos lo confesé.

—No tenías opción.

Mi hermano resopló y se cubrió los ojos con el antebrazo.

—Ya te dije que lo siento.

—Espero que sea cierto. —me quité la camiseta que llevaba y apagué la luz antes de acostarme. —No puedo vigilarte todo el tiempo, Dev. Tienes que cuidarte solo y aprender a controlarte.

—Lo sé. —dijo en la oscuridad. —Para eso estoy en un grupo de ayuda, ¿no?

—Exacto.

De algún modo, habíamos sobrevivido a la etapa de desintoxicación. Fue un infierno ver a mi hermano tan descolocado, irritable y depresivo. Row y Zac me ayudaron a cuidar de él. Incluso faltaron a clases en un par de oportunidades, tras montar todo un sistema de supervisión que garantizaba que siempre habría alguien en casa. No podía estar más agradecido, resultó un respiro en medio del caos.

Aún así, me fue imposible mantener la preocupación a raya. El Devan juguetón y sonriente quedó enterrado a causa de los múltiples malestares. Durmió poco y comió prácticamente nada en una semana. Los dolores estomacales fueron de los peores síntomas que debió soportar, además del insomnio. Aquel era el principal motivo por el que todavía me quedaba en su habitación. Yo sabía que las noches eran el calvario de la gente con problemas, así que usaba mi obsesión por vigilarlo como excusa para mantener los pensamientos autodestructivos lejos de su cabeza. Le hablaba de cualquier cosa hasta que conseguía su atención. Entonces charlábamos durante horas y, finalmente, nos quedábamos dormidos.

Él podía fingir que odiaba tenerme cerca, pero era incapaz de esconder su propio alivio cuando me veía arrastrar el colchón a la habitación. No lo consideraba un cobarde por aferrarse a mí; era sólo un chico asustado que había tomado decisiones equivocadas. Ahora intentaba enfrentar las consecuencias. Me bastaba para saber que estaba dispuesto a luchar.

No lo abandonaría.

Lo único bueno que rescataba de aquella mala situación, es que Devan no llegó a entablar una relación cercana con Craig. Le había vendido polvo algunas veces antes de que Mitch interviniera, pero nunca confraternizaron más allá de eso. Ahora, lo único que debía encargarme era de pagarle a mi ex mejor amigo. Podía reunir la plata si trabajaba tiempo completo en Mochee's durante el verano, aunque Dev iba a tener que cooperar, también. Le conseguiría un empleo en alguna parte, así se mantendría ocupado y tomaría responsabilidad de su propia deuda.

—¿Cómo fue la primera sesión? —pregunté después de soltar un bostezo.

—No hablé. No tenía ganas. —murmuró. —La doctora Avery dijo que no era obligatorio. Me limité a ver cómo otros chicos confesaban lo suyo, aunque la mayoría tienen adicciones completamente diferentes.

—Debe ser raro hablar frente a un montón de desconocidos sobre algo tan privado. —admití.

—Sí, exacto. Por eso me quedé callado.

Devan se había sumado al grupo de terapia de papá luego de que este hablara con la doctora Avery, la directora del programa. No era exactamente el mismo grupo, sino uno menos numeroso dirigido a jóvenes. Su primera asistencia había sido esa misma tarde. Le entregaron un cronograma con las actividades semanales y algunas otras especificaciones sobre las sesiones de tres horas que le esperarían de ahora en adelante. Él no estaba muy contento, pero entendía que era necesario.

—Tendrás que decir algo en algún momento.

—Lo sé. La doctora Epkins dice que iremos despacio. —prosiguió. —Hoy hablamos de películas y cosas por el estilo. Preferencias. Los que quisieron contar sus... problemas, lo hicieron.

—No suena tan malo. Y pensar que no paraste de quejarte durante todo el camino.

—Hay una chica linda, creo que eso mejora el panorama.

—Ni la terapia te detiene ¿eh?

—Le eché un ojo nada más.

—Procura no echarle otra cosa.

Escuché el humor en su voz cuando dijo:

—Tú eres peor. Perdí la cuenta de cuántas chicas he visto salir de tu dormitorio. No se me olvidan esas hermanas, las Collin. Eran mayores que tú, ¿no es cierto?

—Universitarias, sí. —recordé que ocurrió por aquellos días en que estuve expulsado, después de la primera pelea con Miller.

—¿En serio pudiste con las dos?

—No, soy precoz e incapaz de complacer a una mujer. Mucho menos a dos.

Devan rió por lo bajo.

—Ya dime cómo fue.

—Me usaron. Quedé marcado de por vida.

—Diablos, mi pobre hermano.

Sonreí, ya medio adormilado.

—¿Daven? —dijo Dev tras una pausa.

—¿Hmm?

—¿Y si no lo logro?

Sólo podía referirse a una cosa; entendía su temor. Aquel había sido un buen día, e incluso mientras charlábamos, sabía que también tendría una buena noche. Pero no siempre sería tan fácil. Las batallas se convertirían en guerras catastróficas de vez en cuando y él querría renunciar para sentarse en un rincón a llorar y drogarse.

—Lo conseguirás, ya verás. —dije.

Él suspiró.

Permanecimos en silencio durante mucho rato. El sueño ya me arrastraba cuando escuché el teléfono vibrar a mi lado. Lo busqué a tientas y abrí la llamada sin fijarme en la pantalla.

—¿Hola?

—¿Daven? Es Billy. Escucha, tu padre está en la barra y no creo que deba darle más alcohol. Se desplomará en cualquier momento.

Cerré los ojos con fuerza. Bueno, eso explicaba el ligero olor a cerveza que había olfateado en él la noche anterior. También demostraba que no me equivocaba al pensar que mentía cuando dijo que estaría con los chicos de la terapia. Así era Malcolm. Las cosas se complicaban un poco y mi padre cedía, ya fuera por agobio, culpa o falta de responsabilidad.

De verdad había creído en él esta vez. Qué desperdicio.

Parpadeé y algo húmedo se deslizó por mi sien. Me limpié la lágrima con el dorso de la mano y respondí:

—Estaré allí en diez minutos. Gracias, Billy.

Entonces me incorporé, busqué la camiseta en la oscuridad y me dirigí a la puerta.

—Vas al bar, ¿cierto? —la voz de mi hermano era seca. Su silueta se movió en la cama. —¿Volvió a emborracharse?

—Sí.

Respiró hondo.

—Te acompañaré.

—Puedo hacerlo solo. Duerme.

—¿Sabes por qué acepté todo esto de ir a terapia sin protestar? —expresó mientras se ponía en pie. —Porque no quiero ser como él. De verdad no quiero.

Cogí el pomo.

—Entonces sigue haciéndolo bien.

—De acuerdo, pero igual te acompañaré.


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Muchas gracias por leerme ❤️️

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